El sistema capitalista racista se ha cobrado otra nueva tragedia, la vida de George Floyd –que como la de Eric Garner, en Staten Island, terminó con la misma súplica “No puedo respirar”. Su asesinato ha provocado una oleada de protestas, como nunca se había visto anteriormente, en el área de Minneapolis. Ciudades, como Los Ángeles y Memphis, han protagonizado acciones similares.
El lunes 25 de mayo por la noche a las 8 p.m., la policía respondía a una llamada telefónica en el supermercado Cup Foods, en el sur de Minneapolis, para investigar un supuesto caso de fraude. Horas después, un comunicado de la policía decía simplemente: «El hombre muere después de un incidente médico durante la intervención policial».
Por la noche, sin embargo, la versión oficial se deshizo al hacerse viral el vídeo en el que se ve a dos policías de pie sobre el cuerpo de un hombre negro. Las imágenes, grabadas por un testigo, muestran a uno de los policías presionando con su rodilla el cuello del hombre: «¡No puedo respirar! ¡Por favor, no puedo respirar! ¡Estoy a punto de morir!» Mientras continúa jadeando desesperadamente por varios minutos, uno de los policías le pregunta en un tono exasperado, «¿qué quieres?» Pocas horas después, a George Floyd se le declara muerto.
El comunicado policial original afirmaba que habían encontrado a un hombre sospechoso de estar bajo los efectos de alguna sustancia. Se decía que la policía había pedido una ambulancia para alguien que había «sufrido problemas médicos», sin mencionar que un policía arrodillado en su cuello pudo haber provocado esos problemas.
El martes por la mañana, se colgaron más fotos y videos en las redes sociales. Una imagen muestra a cuatro oficiales en total, tres de ellos de pie casualmente mientras su compañero de policía se arrodilla sobre el cuello de George.
Black Lives Matter Minnesota organizó rápidamente una protesta a través de Facebook ese mismo día a las 5 de la tarde. A las 3 p.m., se cesa a los cuatro oficiales involucrados, Derek Chauvin, Thomas Lane, Tou Thao y J. Alexander Kueng, pero la gente ya había comenzado a manifestarse a las puertas de Cup Foods.
En medio del brote de coronavirus, no estaba claro qué tipo de respuesta recibiría el llamamiento a la acción. Pero después de un largo invierno, en medio de la peor crisis económica en la historia de Estados Unidos, y los amargos resultados de las primarias presidenciales para millones de personas, la indignación en la sociedad estaba a punto de estallar. Con éste son 49 asesinatos policiales de hombres negros, solo en Minneapolis desde 2000, y estaba claro que ya era suficiente, con pandemia o sin pandemia.
¡Sin justicia, no hay paz!
Los organizadores de la protesta distribuyeron mascarillas, desinfectante de manos y agua embotellada a cualquiera que lo necesitara y se alentó el distanciamiento social. Se llegaron a llenar varias manzanas, cientos de personas se manifestaron pacíficamente con carteles como «Black Lives Matter», «¡No puedo respirar!» y coreando: «¡A la mierda con Trump!» y «Sin justicia, no hay paz!»
Algunos vehículos policiales acabaron con los cristales rotos por la ira incontrolada y la sensación de impotencia de algunas personas durante la manifestación que se dirigía a la comisaría precintada en Lake St. y Minnehaha Ave. En represalia, la policía lanzó gases lacrimógenos y pelotas de goma a la multitud, en la que había niños, padres y abuelos. El miércoles por la mañana, el alcalde de Minneapolis, Jacob Frey, emitió un comunicado pidiendo el arresto del policía que mató a George Floyd.
De forma espontánea, una multitud más pequeña se concentró frente a la comisaría de policía esa noche. Sin lugar a dudas, el tamaño de estas protestas habría sido aún mayor si no fuera por la COVID-19. Las retransmisiones en vivo fueron vistas por miles de espectadores, que se mostraron sin lugar a dudas a favor de los manifestantes.
Aunque los manifestantes se mostraron pacíficos, los brazos levantados en la calle, gritando «No puedo respirar» y «Manos arriba, no disparen», la policía lanzó gases lacrimógenos a la multitud nuevamente. Algunos de los manifestantes quitaron las tapas de los cubos de basura para usarlas como escudos contra las balas disparadas por la policía, aquellos que intentaron arrojar objetos a los policías desde detrás de las improvisadas barricadas les fue pedido por otros manifestantes que se detuvieran.
Hace unas semanas solamente, unos calmados policías custodiaban el edificio del capitolio estatal en las cercanías de St. Paul mientras manifestantes armados exigían que el gobernador reabriera la economía. La composición racial y de clase de esa protesta era, sin duda, diferente: blanca y pequeñoburguesa. Pero como la policía es una herramienta utilizada para proteger la propiedad privada y las ganancias de los capitalistas, las protestas a favor de reabrir la economía estaban bajo su protección. No así las protestas para pedir justicia por el asesinato de George Floyd, cuya raíz es la protesta contra un sistema que se basa en el racismo para explotar y dividir a la clase trabajadora.
Hasta ahora, las manifestaciones han sido en gran medida espontáneas, el malestar acumulado se ha liberado como un gas bajo presión que encuentra un agujero en su recipiente. Al igual que el movimiento Ferguson que estalló de manera muy similar, la ira justificada de la comunidad se ha enfrentado a la violencia y represión policiales. En respuesta, se convocaron más protestas para el jueves y el sábado de esta semana. Pero el movimiento no tiene líderes y, por lo tanto, en última instancia, no tiene dirección.
Varios sindicatos han publicado declaraciones condenando al Departamento de Policía de Minneapolis y pidiendo al gobierno de la ciudad que «tome medidas». ¡Pero se necesita mucho más de las organizaciones sindicales! Deberían vincularse directamente con las protestas y movilizar a sus afiliados para inundar las calles. Con el apoyo de los 364.000 afiliados en todo el Estado, las calles de la ciudad podrían quedar inmovilizadas si los líderes sindicales tomaran medidas. ¡Es la clase obrera la que tiene el poder de paralizar la economía! ¡Una huelga general en toda la ciudad, como la huelga de los Teamsters de 1934, llamaría la atención de las autoridades! En última instancia, plantearía la pregunta: ¿quién debería dirigir la sociedad?
No obstante, se han visto elementos de organización embrionarios en las primeras 48 horas de este movimiento, como la distribución de mascarillas, desinfectante para manos y otras donaciones a quienes lo necesitan. También vemos la evidencia de que grandes multitudes de manifestantes son perfectamente capaces de «mantener el orden» entre ellos. Por ejemplo, cuando algunos individuos intentaron arrojar basura a la policía llevados por la rabia, pero el resto de la multitud los detuvo para no dar a la policía una excusa que desatara aún más violencia, si bien algunos se están aprovechando del caos y la violencia. Desorganización que proviene de un movimiento espontáneo y sin líderes para saquear tiendas e incluso quemar edificios. Estas acciones no son actos de las protestas, sino producto del sistema que la policía está defendiendo. El capitalismo crea un mundo de abundancia en las grandes tiendas minoristas, mientras que cientos de personas hambrientas no pueden darse el lujo de comprar los productos, apartamentos de lujo vacíos en medio de una crisis de vivienda. Estas contradicciones se han exacerbado por la catástrofe económica que ha afectado a los trabajadores y los pobres. Actualmente, en Estados Unidos hay 41 millones de trabajadores que han perdido sus empleos desde el pasado marzo, de entre los que se incluye a un 39% de trabajadores con salarios bajos, que ganan menos de 49.000 dólares anuales. Actualmente, el 35% de los hogares con niños tienen inseguridad alimentaria. Esto ha llevado a un estado de indignación explosivo que está buscando una salida.
Para dar un paso adelante, los trabajadores organizados deberían vincularse activamente con los manifestantes como un reconocimiento de la lucha común de los trabajadores contra el sistema capitalista racista. Con los recursos y la afiliación de los sindicatos, el movimiento tomaría un carácter completamente diferente. ¡Sería menos probable que la policía disparara gases lacrimógenos contra miles de bomberos, trabajadores del hierro y el acero! Pero si hicieran esto contra la clase trabajadora más amplia, podría desencadenar una crisis mucho más aguda para el gobierno, y no se limitaría a las Ciudades Gemelas (Minneapolis-Saint Paul).
Desmantelar el sistema capitalista racista
A pesar de su fachada de «Minnesota agradable», Minnesota es uno de los Estados con mayor desigualdad racial en el país, donde la rabia y la frustración de clase es palpable. Antes de la COVID-19, solo el 7% de los residentes blancos de Minnesota vivía por debajo del umbral oficial de pobreza, en comparación con el 32% de los residentes negros. El desempleo oficial de los negros es casi tres veces mayor que la tasa de desempleo para los blancos. Durante décadas, a las familias negras se les prohibió comprar propiedades en los llamados «barrios blancos» a través de los llamados «pactos raciales» de los títulos de propiedad entre 1910 y 1950. Esto es racismo institucionalizado, simple y llanamente, y está conectado al capitalismo estadounidense.
Como regla general, los oficiales de policía no patrullan sus propios vecindarios. A menudo son reclutados de las capas más reaccionarias de la sociedad y destinados en barrios pobres y de clase trabajadora para aterrorizar a la misma población que desprecian. Esta es la razón por la cual peticiones como el «control de la comunidad» de la policía, o que los policías patrullen los vecindarios de donde provienen, están en la mente de muchas personas cada vez que un policía blanco mata a una persona negra en la calle.
Pero es imposible establecer el control comunitario sobre nuestros propios vecindarios y garantizar nuestra seguridad mientras haya desigualdad fundamental en todos los demás aspectos de la vida. La “igualdad de vida” solo se puede lograr aboliendo el capitalismo y reemplazando el Estado capitalista por uno dirigido democráticamente por los trabajadores. La policía es parte del aparato del Estado capitalista utilizado para defender a la pequeña minoría que posee los medios de producción. Ningún tipo de medidas de supervisión o «equipos de supervisión de la comunidad» cambiará la naturaleza represiva de estos organismos.
Los trabajadores no pueden confiar en la policía capitalista para protegernos. La Federación Regional del Trabajo de Minneapolis debería organizar comités de defensa de vecindarios para unir a los trabajadores sindicalizados y no organizados y a los desempleados para movilizarse en cualquier momento y responder a la violencia policial en vecindarios de clase trabajadora. ¡Podemos defendernos colectivamente!
Del mismo modo, las recientes demandas de «acción» y «justicia» no son lo suficientemente concretas. Qué tipo de acciones ¿Para quién es la justicia? ¿Cómo se hace justicia cuando todo el sistema es responsable?
En comparación con muchos otros casos similares, el alcalde Frey ha respondido de manera más agresiva para pedir cuentas a estos oficiales en particular, porque sabe que está sentado en un barril de pólvora. Pero no debemos confiar en esta herramienta del Partido Demócrata y los capitalistas de la ciudad. Tampoco debemos tener ninguna fe en que el FBI, al que se le ha pedido que abra una investigación, pueda traer «justicia» de ningún tipo.
La institución de la policía en su conjunto está plagada de racismo y abuso de poder, un reflejo del sistema que defiende. Eliminar algunas «manzanas podridas» no sirve para cambiar fundamentalmente las relaciones de clase que provocan tales tragedias. Incluso aunque la policía “se comporte mejor” por un tiempo, al final, ocurrirá otro asesinato extrajudicial por parte de otro oficial «fuera de control».
Para mantener un sistema en el que una pequeña camarilla gobernante pueda reprimir a la gran mayoría de la sociedad, deben dividirnos por raza, nacionalidad, religión, sexualidad, género y cualquier otra cosa que se les ocurra. Cuando un sector de la clase trabajadora culpa a otra por tener un pedazo más grande del pastel, la clase capitalista duerme tranquilamente sabiendo que es dueño de la panadería. Una revolución socialista no eliminaría de inmediato todos los prejuicios de la sociedad capitalista, pero destruiría los cimientos sobre los que descansa el racismo, de modo que podamos desmantelarlo de abajo hacia arriba.
Antes de que él también fuera asesinado por la policía en Chicago, Fred Hampton explicó:
Vamos a luchar contra el racismo, no con racismo, vamos a luchar con solidaridad. No vamos a luchar contra el capitalismo con el capitalismo negro, sino que vamos a luchar en contra del capitalismo con socialismo … Vamos a combatir [a la reacción] con la unión de todos nosotros y a través de una revolución proletaria internacional.
Y como explicamos en nuestro programa: «La reparación a siglos de explotación, racismo y opresión solo puede lograrse poniendo fin al capitalismo y construyendo el socialismo».