Este artículo de Lenin fue publicado en 1908 poco después de que diera un discurso en Ginebra, Suiza, sobre la Comuna de País. Republicamos este escrito a 150 años de este gran acontecimiento. Busca más artículos y libros sobre La Comuna de Paris en www.centromarx.org.
Después del golpe de Estado que puso remate a la revolución de 1848, Francia cayó durante 18 años bajo el yugo del régimen napoleónico, que llevo al país no solo a la ruina económica, sino también a una humillación nacional. Al sublevarse contra el viejo régimen, el proletariado asumió dos tareas, una nacional y la otra de clase: liberar a Francia de la invasión alemana y liberar del capitalismo a los obreros mediante el socialismo. Esta combinación de las dos tareas constituye el raso más peculiar de la Comuna.
La burguesía formo entonces el «gobierno de la defensa nacional”, bajo cuya dirección tenía que luchar el proletariado por la independencia de toda la nación. Se trataba, en realidad de un gobierno “de la traición nacional”, el cual consideraba que su misión consistía en luchar contra el proletariado parisiense. Pero el proletariado, cegado por las ilusiones patrióticas, no se daba cuenta de ello. La idea patriótica arrancaba de la Gran Revolución del siglo XVIII; ella se apodero de los cerebros de los socialistas de la Comuna, y Blanqui, por ejemplo, que era sin duda alguna un revolucionario y un ferviente partidario del socialismo, no hallo para su periódico mejor título que el angustioso grito burgués “¡La Patria está en peligro!”
La conjugación de estas tareas contradictorias —el patriotismo y el socialismo— Constituyo el error fatal de los socialistas franceses. En el Manifiesto de la Internacional, en septiembre de 1870, Marx puso ya en guardia al proletariado francés contra el peligro de dejarse llevar del entusiasmo por una falsa idea nacional [1]. Profundos cambios se habían operado desde los tiempos de la Gran Revolución; las contradicciones de clase se habían agudizado, y si entonces la lucha contra la reacción de toda Europa unía a toda la nación revolucionaria, ahora el proletariado ya no podía fundir sus intereses con los intereses de otras clases, que le eran hostiles; la burguesía debía cargar con la responsabilidad de la humillación nacional; la misión del proletariado era luchar por la emancipación socialista del trabajo frente al yugo de la burguesía.
Y, en efecto, no tardo en asomar el verdadero fondo del “patriotismo burgués. Después de concertar una paz vergonzosa con los prusianos, el gobierno de Versalles procedió a cumplir su tarea inmediata y realizo su incursión contra el armamento —terrorífico para el— del proletariado parisiense. Los obreros respondieron proclamando la Comuna y declarando la guerra civil.
A pesar de que el proletariado socialista estaba dividido en numerosas sectas, la comuna fue un ejemplo brillante de como el proletariado sabe cumplir unánime las tareas democráticas, que la burguesía solo sabia proclamar. Sin ninguna legislación complicada, con toda sencillez, el proletariado, que había conquistado el poder, llevo a cabo la democratización del régimen social, suprimió la burocracia y estableció la elección de los funcionarios por el pueblo.
Pero dos errores malograron los frutos de la brillante victoria. El proletariado se detuvo a mitad del camino: en lugar de proceder a la “expropiación de los expropiadores”, se puso a soñar con la entronización de la justicia suprema en un país unido por una tarea común a toda la nación; no se apodero de instituciones como, por ejemplo, el banco; las teorías de los proudhonistas del “justo cambio”, etc., dominaban aun entre los socialistas. El segundo error consistió en la excesiva magnanimidad del proletariado : en lugar de exterminar a sus enemigos, que era lo que debía haber hecho , trato de influir moralmente sobre ellos, desprecio la importancia que en la guerra civil tienen las acciones puramente militares y , en vez de coronar su victoria en Paris con una ofensiva resuelta sobre Versalles, dio largas al tiempo y permitió que el gobierno versallés reuniese las fuerzas tenebrosas y se preparase para la semana sangrienta de mayo.
Mas, pese a todos sus errores, la Comuna constituye un magno ejemplo del más importante movimiento proletario del siglo XIX. Marx concedió un gran valor al alcance histórico de la Comuna: si cuando la pandilla de Versalles efectuó s traicionera incursión para apoderarse de las armas del proletariado parisiense, los obreros se las hubiesen dejado arrebatar sin lucha, la funesta desmoralización que semejante debilidad hubiera sembrado en las filas del movimiento proletario habría sido muchísimo más grave que el daño ocasionado por las pérdidas que sufrió la clase obrera al luchar en defensa de sus armas [2]. Por grandes que hayan sido las pérdidas de la Comuna, la significación de esta para la lucha general del proletariado las ha compensado: la Comuna puso en conmoción el movimiento socialista de Europa, mostró la fuerza de la guerra civil, disipó las ilusiones patrióticas y acabó con la fe ingenua en los anhelos nacionales de la burguesía. La Comuna enseñó al proletariado europeo a plantear en forma concreta las taras de la revolución socialista.
El proletariado no olvidará la lección recibida. La clase obrera la aprovechará, como ya la ha aprovechado en Rusia durante la insurrección de diciembre.
La época que precedió a la revolución y la preparó tiene cierta semejanza con la época del yugo napoleónico en Francia. También en Rusia la camarilla autocrática llevó al país a los horrores de la ruina económica y de la humillación nacional. Pero la revolución no pudo estallar durante mucho tiempo, hasta que el desarrollo social creo las condiciones precisas para un movimiento de masas. Pese a todo su heroísmo, los ataques aislados al gobierno durante el periodo prerrevolucionario se estrellaban contra la indiferencia de las masas populares. Tan sólo la socialdemocracia, con un trabajo perseverante y metódico, logró educar a las masas hasta hacerlas llegar a las formas superiores de la lucha: las acciones de masas y la guerra civil con las armas en la mano.
La socialdemocracia supo acabar con los errores “nacionales” y “patrióticos” del joven proletariado y cuando se logró arrancar al zar el manifiesto del 17 de octubre [3], en lo que ella participó directamente, el proletariado comenzó a prepararse enérgicamente para la siguiente e inevitable etapa de la revolución: la insurrección armada. Libre de las ilusiones “nacionales”, fue concentrando sus fuerzas de clase en sus organizaciones de masa: los Soviets de diputados obreros y soldados, etc. Y pese a la gran diferencia que había entre los objetivos y las tareas de la revolución rusa y los de la francesa de 1871, el proletariado ruso hubo de recurrir al mismo método de lucha que la Comuna de Paris había sido la primera en utilizar: la guerra civil. Teniendo presente sus enseñanzas, sabía que el proletariado no debe despreciar los medos pacíficos de lucha, que sirven a sus intereses corrientes de cada día y son indispensables en el periodo preparatorio de las revoluciones. Pero el proletariado jamás debe olvidar que, en determinadas condiciones, la lucha de clases adopta la forma de lucha armada y de guerra civil; hay momentos en que los intereses del proletariado exigen un exterminio implacable de los enemigos en combates a campo abierto. El proletariado francés lo demostró por primera vez en la Comuna y el proletariado ruso le dio una brillante confirmación en el alzamiento de diciembre.
No importa que estas dos manas sublevaciones de la clase obrera hayan sido aplastadas. Vendrá una nueva sublevación ante la cual serán las fuerzas de los enemigos del proletariado las que resultarán débiles. Ella dará la victoria completa al proletariado socialista.