Escrito por: Rubén Rivera Álvarez
La Izquierda Socialista, sección mexicana de la Corriente Marxista Internacional y el Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx hemos impreso un nuevo libro a 100 años de la revolución de Octubre. Es una recopilación de textos del historiador francés Pierre Broué, de V. I. Lenin, León Trotsky y John Reed, publicamos a continuación la introducción que incluye la presente publicación.
Octubre: un legado más vivo que nunca
“Lo dedicamos (…) a los veteranos del Partido, fortalecidos en las luchas y victorias y a sus jóvenes miembros, destinados a llevar nuestro trabajo a su conclusión.”
“Dedicamos este libro a los guerreros y mártires del Partido, a aquellos que han perecido en los innumerables frentes, a los que han estado en prisión hasta la muerte, a los que han muerto sometidos a torturas y a los que, llevando a cabo el trabajo del Partido, han sido colgados o fusilados por nuestros enemigos. Nikolái Bujarin y Evgéni Preobrazhenski” [1].
Se conmemoran 100 años de la revolución socialista de Octubre, nos acercamos también a las primeras tres décadas desde la caída de la Unión Soviética, desde entonces la campaña de difamación por parte de la burguesía en contra del legado de Octubre no ha cesado un solo día; es muy complicado encontrar en cualquier medio un punto de vista desapasionado de lo que realmente sucedió y en general los medios burgueses, sea cual sea su tendencia, no dejan de señalar como conclusión que al final se trató de un gran error, de un acontecimiento rebasado históricamente y que carece de importancia práctica.
En realidad tanto empeño por tirar lodo al legado de la revolución socialista de 1917 es más bien una demostración de la inmensa vitalidad de tal acontecimiento. No es para menos: desde los tiempos de Espartaco los explotados habían desarrollado luchas, muchas veces victoriosas, pero que a la larga no habían implicado en sí mismas las bases de una sociedad libre de explotación. Grandes revueltas de esclavos eran en su mayoría masacradas y luchas campesinas, de todos los matices, habían sentado las bases para un desarrollo de las sociedades de explotación del hombre por el hombre. Las nuevas clases, ya fueran terratenientes o señores burgueses, se habían construido sobre la base de masacres de millones de seres humanos que, luchando contra la explotación, no habían tenido otra opción que contemplar la instalación de una nueva casta o clase dirigente.
La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, había escrito Marx; pero hasta el siglo XIX, no había ninguna propuesta viable para trascender las sociedades de clases, para que la clase que ponía la sangre encabezara la construcción de una sociedad distinta.
El mismo Marx señaló uno de los aspectos claves del problema:
“Finalmente, la república parlamentaria, en su lucha contra la revolución, viose obligada a fortalecer, junto con las medidas represivas, los medios y la centralización del Poder del gobierno. Todas las revoluciones perfeccionaban esta máquina, en vez de destrozarla. Los partidos que luchaban alternativamente por la dominación, consideraban la toma de posesión de este inmenso edificio del Estado como el botín principal del vencedor” [2].
Ya en el Manifiesto del Partido Comunista Marx había proclamado la necesidad de derrocar a la burguesía por medios revolucionarios. La revolución de 1848 le hizo reconocer el problema del Estado, y la Comuna de París de 1871 le permitió vislumbrar el único medio para rebasar el límite al que habían llegado las revoluciones hasta entonces. No era que Marx impusiera su visión a la historia, era el estudio científico de la realidad, de los acontecimientos y luchas de los trabajadores, de donde extraían Marx su propuesta revolucionaria.
En sus estudios sobre la Comuna de Paris, particularmente en La Guerra Civil en Francia, Marx señaló que era necesario un Estado de transición. Si a la dominación burguesa correspondía una república o una monarquía a la dominación proletaria debía corresponder un nuevo tipo de régimen político.
La vida no le permitió a Marx ir más allá en sus estudios sobre filosofía, economía, política, etc. Estos estudios son la piedra angular de una visión del mundo donde lo importante es la transformación social; incluso escritos como El Capital no se vieron publicados de forma completa sino hasta después de su desaparición física.
Las fase de relativa estabilidad que siguió a la muerte de Marx, si bien permitió el desarrollo de potentes partidos de masas, también llevó a la gran mayoría de los teóricos marxistas a dejar de lado el problema de la toma del poder. Especialmente en Europa se luchaba por el sufragio universal, la jornada de ocho horas, la libertad de sindicalización, el derecho de huelga, entre otras cosas. Todas estas reivindicaciones eran muy importantes, pero la toma del poder no estaba a la orden del día y es absolutamente notable en los escritos de finales del siglo XIX. La revolución era algo abstracto.
Incluso en la Rusia de los zares, donde en general todos los revolucionarios coincidían en la necesidad de derrocar al zarismo por la vía insurreccional, no se miraba más allá de la Asamblea Constituyente. Fue Rosa Luxemburgo una de las primeras en advertir el problema, poniendo énfasis en la revolución como un fenómeno inevitable de la sociedad capitalista y en la necesidad de que el partido de los trabajadores debía centrar su estrategia en dicho objetivo.
Cuando estalló la revolución de 1905 en Rusia, nuevamente el tema del poder se volvió un debate concreto. Lenin [3], Trotsky [4] y Rosa Luxemburgo [5], sobresalieron en este debate. No obstante solo los dos primeros hicieron un planteamiento que guiara al partido en el proceso. Además de su visión de la participación de la clase obrera en plan dirigente, Lenin hacia un aporte igual de importante: su teoría del partido como instrumento de combate, como laboratorio de ideas y como soporte no sólo para participar en la revolución, sino también para llevar a los trabajadores al triunfo y construir una nueva sociedad.
Marx señalaba que la clave del devenir histórico era el ser humano concreto, en un contexto determinado. Un ser que lucha por sus intereses y necesidades económicas, políticas, sociales y culturales, un ser que se organiza en función de sus intereses colectivos, en una lucha viva donde nada esta predeterminado.
El socialismo es una necesidad para el desarrollo de la especie humana, pero no es lo único que puede seguir, Engels lo resumiría en una frase: “socialismo o barbarie”. Los grandes teóricos del socialismo de principios del siglo XX, ya fueran reformistas o revolucionarios, no daban una importancia primordial al problema del partido, unos porque descartaban en si a la revolución y para ellos lo importante era irse adaptando al sistema, otros porque la revolución era inminente y en ella las masas mismas corregirían las posibles desviaciones.
Para Lenin el partido era clave, un instrumento capaz y disciplinado pero al mismo tiempo lo suficientemente versátil para adaptarse a condiciones absolutamente nuevas de un día para otro; un Estado Mayor, sólo así la toma del poder dejaría de ser un acto de fe para convertirse en un punto del orden del día.
La revolución de 1917 puso a prueba a este partido, el cual distaba mucho de ser un organismo perfecto, incluso, como se verá en los textos que hemos seleccionado, tuvo serios titubeos en los meses previos; no obstante salió airoso de la prueba y logró sumar a las tendencias revolucionarias que genuinamente habían luchado, aunque con distintos puntos de vista, todos esos años contra la autocracia.
León Trotsky se sumó en esa vorágine y una vez que se hubo asimilado al partido no hubo mejor bolchevique que él, esto fue señalado por el propio Lenin. La fusión entre Lenin y Trotsky era una consecuencia natural del desarrollo mismo de la socialdemocracia revolucionaria rusa. En 1905 Trotsky había señalado que, producto de la dinámica del proceso, una revolución triunfante no se podría limitar al programa burgués, tendría que tomar medidas socialistas o sucumbir ante la reacción. Lenin lo asumió en los hechos y desde entonces el bolchevismo fue capaz de hacer lo que parecía imposible: extender la revolución socialista a la sexta parte de la superficie terrestre.
Por supuesto la gran batalla, que estos dos héroes del proletariado desarrollaron en 1917, no fue sino el comienzo de una nueva fase. Los siguientes años fueron testigos de los esfuerzos, del proletariado ruso y su partido, por edificar el socialismo en medio de un boicot mundial de la burguesía, que no dudó en alimentar una guerra civil que duró más de tres años. Los acontecimientos posteriores escapan a los objetivos de la presente publicación y serán motivo de próximos trabajos; no obstante hay que decir que Lenin hasta el último aliento se mantuvo firme en la defensa del legado de la revolución de Octubre, pero físicamente le fue imposible enfrentar el proceso de degeneración que se desarrollaba producto del aislamiento de la Unión Soviética.
Correspondió a Trotsky mantener el legado enfrentándose, ya muerto Lenin, a un partido cada vez más copado por la burocracia y que comenzaba a construir versiones distintas a lo que en realidad fue Octubre, con el fin de justificarse en el Poder. La Batalla en defensa de Octubre y el legado de Lenin llevó a Trotsky al exilio, al destierro y finalmente a su muerte a manos de un sicario de Stalin, que ni siquiera con ese brutal crimen pudo acallarlo.
La reacción termidoriana no se conformó con asaltar el poder en Rusia y destruir poco a poco cada una de las conquistas revolucionarias, tuvo que masacrar a la inmensa mayoría de los hombres y mujeres que, junto con Lenin, hicieron la revolución de Octubre.
La presente selección de textos tiene como objetivo mostrar a las nuevas generaciones, de la forma más fresca posible, a los personajes de las gesta más gloriosa de la historia de la lucha de los explotados; a los hombres y mujeres de Octubre, con sus vacilaciones, sus dudas, su coraje, determinación y valentía.
Hemos seleccionado una serie de textos iniciando con tres capítulos de El Partido Bolchevique del historiador francés Pierre Broué, el cual de una manera amena y muy dinámica nos muestra una descripción de la organización leninista antes de la guerra, después de ella y durante la revolución. En pocas líneas se retrata cómo se fue curtiendo esa capa de revolucionarios profesionales que acompañaron al proletariado ruso a tomar el cielo por asalto.
A continuación hemos seleccionado un texto de Karl Liebknecht, el dirigente de la Liga Comunista Espartaco y fundador del Partido Comunista Alemán, que es en suma un testimonio del gran entusiasmo que la revolución despertó en lo mejor de la clase obrera europea.
Incluimos un texto de León Trotsky en que se da testimonio de la batalla de Lenin, la cual no terminó con el triunfo en la conferencia de abril, sino que se extendió hasta las vísperas de la toma del poder. Sin embargo, incluso en ese momento tan delicado, Lenin sostiene tanto a Kámenev como a Zinóviev para desarrollar tareas durante y después de la toma del poder.
Después cedemos la palabra a Lenin, específicamente con el documento conocido como Las Tesis de abril. Por medio de ellas conoceremos el análisis leninista y el modo en que éste impactó en un partido, la evidente semejanza con los puntos de vista de Trotsky y la batalla interna que Lenin mismo tuvo que dar, ello echa por tierra la idea de un partido monolítico y nos muestra un organismo donde el debate puede ser muy duro, no obstante a su conclusión no hay lugar para revanchas. En abril mismo, luego de que las tesis fueran asumidas por la Conferencia del partido, Lenin defendió la necesidad de que Kámenev formará parte del nuevo Comité Central. Ante las objeciones señalo:
“El incidente —declaró— no debe ser exagerado. El hecho de que discutamos con el compañero Kámenev es muy importante porque las discusiones que tengo con él son muy útiles. Cuando, después de la dificultad, lo has convencido, te das cuenta de que por eso mismo logras superar las dificultades que surgen entre las masas” [6].
Como se ve, para Lenin, el debate de la construcción colectiva de la línea política del partido era una fortaleza sin la cual ganar a las masas era imposible.
Finalmente incluimos un breve texto del escritor norteamericano John Reed, donde se da una descripción muy viva del funcionamiento de los Soviets en esos primeros años de la revolución, mostrándolos como verdaderos organismos de democracia proletaria.
Han pasado 100 años y podríamos decir que la historia de la lucha contra el capitalismo aún tendrá muchos capítulos por escribirse. La batalla continúa y la burguesía no escatima ningún esfuerzo para ocultar la verdad de lo que ocurrió; pretende hacer creer que otro sistema social distinto a la barbarie capitalista es imposible, pretende que nos acostumbremos a pensar que no hay esperanza, que la historia se ha terminado.
Nosotros estamos empeñados en demostrar lo contrario y por ello en este 100 aniversario de la revolución de Octubre con esta publicación rendimos homenaje a los hombres y mujeres que nos demostraron como luchar y como vencer. Si ello contribuye a que las nuevas generaciones se acerquen a estudiar la experiencia bolchevique y a decidirse por participar activamente en la construcción del partido de Lenin y Trotsky, entonces nuestro trabajo habrá tenido éxito.
Lenin, previsor como siempre, decía unas palabras, un poco antes del estallido de la revolución en Rusia, y en ellas se contiene mucho de lo que seguramente diría a las siguientes generaciones:
“Nosotros los viejos seguramente no veremos las batallas decisivas de la inminente revolución. Creo sin embargo poder expresar la esperanza de que los jóvenes (…) tendrán la fortuna no sólo de realizar la futura revolución proletaria, sino también de conducirla a la victoria” [7].
Meses después Lenin y el partido bolchevique dirigieron a la clase trabajadora al poder, pudieron ver los inicios y poner los cimientos para una nueva sociedad diferente al capitalismo. Estamos seguros que en los próximos años se presentarán nuevas oportunidades, a los trabajadores y la juventud revolucionaria, de seguir el camino de la Revolución Rusa de 1917, bajo la condición de construir una organización marxista revolucionaria con fuertes raíces entre las masas. Esa es la tarea, aún pendiente, que desde la Corriente Marxista Internacional tratamos de realizar.
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NOTAS
[1]. Dedicatoria de Nicolas Bujarin y Evgeni Preobrazhenski al ABC del Comunismo. Barcelona: Editorial Fontamara, 1977, p. 19. Bujarin y Preobrazhenski fueron dos jóvenes promesas del Partido Bolchevique. En los tiempos que escribieron ese libro, 1919, eran miembros de la Izquierda Comunista, ambos fueron también protagonistas de ésta historia y asesinados por órdenes de Stalin.
[2]. Marx, Carlos. El 18 Brumario de Luis Bonaparte. República Popular China: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1978, p. 128.
[3]. V. I. Lenin publicó al respecto: Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, en donde plantea la necesidad de una dirección proletaria, ante la manifiesta incapacidad de la burguesía para llevar adelante el proceso.
[4]. León Trotsky en Resultados y perspectivas iba más lejos que Lenin, señalaba además que el gobierno revolucionario tendría que avanzar al socialismo, es decir la revolución sería permanente en el sentido que no podría detenerse en una fase estrictamente democrática burguesa.
[5]. Rosa Luxemburgo abordó los acontecimientos en Huelga de masas, partido y sindicatos, donde exalta el potencial revolucionario de la huelga general.
[6]. Cit. en: Boffa, Giuseppe. La Revolución Rusa, vol. 1. México: Era, 1976, p. 132.
[7]. Ibidem. pp. 111 y 112.