Plejánov contribuye a la crítica de la teoría y programa anarquista en Contra el anarquismo, obra que se suma al gran arsenal teórico con que cuenta el marxismo a dicha crítica, pasando desde Marx hasta Lenin y Trotsky; arsenal el cual, ha sido demostrado correcto en la práctica a lo largo del movimiento del proletariado
Considerado el padre del marxismo ruso, Plejánov, siguiendo la línea de Marx y Engels, lleva a cabo en 1895 un enfrentamiento con la teoría anarquista, analiza a Stirner, Proudhon y Bakunin para después avanzar con Kropotkin, Etiévant y Grave, y su supuesto anarco-comunismo.
Es a través de este enfrentamiento como Plejánov nos presenta la doctrina anarquista como es en realidad: un conjunto de principios abstractos arrojados al aire con la esperanza que se obtenga algo de ello. Y termina por nombrar a estos, los anarquistas, como los enemigos más peligrosos para la causa obrera.
Las teorías anarquistas, al plantear una sociedad igualitaria, sin Estado ni opresión y al plantear una forma que en apariencia es mas simple y rápida, puede atraer a una capa de jóvenes revolucionarios. Hay anarquistas que han jugado un papel revolucionario consecuente, que nos merece todo nuestro respeto, podríamos mencionar en este caso a Buenaventura Durruti. Los marxistas coincidimos en el objetivo de construir una sociedad sin explotación ni opresión, pero justo por ello creemos que es necesaria una teoría, un programa, una estrategia y tácticas adecuadas. Por ello pensamos que el debate y la batalla ideológica es fundamental en la lucha por el comunismo.
Socialismo utópico y científico
Plejánov inicia la crítica al plantear el punto de vista del socialismo utópico con respecto al del socialismo científico.
El punto de vista utópico es aquel que, como los materialistas franceses del siglo XVIII o los socialistas del siglo XIX (Fourier, R. Owen, Saín-Simon y Morelli), busca la organización perfecta por excelencia con base en una abstracción de la historia, y, en estos casos, llegando a la naturaleza humana como objeto de estudio.
“Utopista es aquel que concibe una organización social perfecta partiendo de un principio abstracto” (J. Plejánov).
Lo que caracteriza a un utopista no es la búsqueda de la organización perfecta, sino buscarla a partir de principios abstractos. Así se puede ser utopista sin ser socialista, ejemplo de ello serían los materialistas franceses quienes buscaban la legislación perfecta para el capitalismo y la burguesía, partiendo de un principio abstracto: la naturaleza humana. E igual, aquel que niega cualquier sociedad mejor a la presente debido una naturaleza humana que lo impide. Ambos casos no son más que utopistas.
Para los filósofos alemanes, tales como Hegel, la historia era un proceso sometido a leyes y buscaban el móvil del movimiento histórico. Es así como los idealistas acreditan ese papel a la “idea absoluta”. Esta al no ser más que una nueva abstracción del pensamiento, termina por retornar a la naturaleza humana.
Entonces, o la naturaleza humana es invariable y por ello, nada en la historia cambia, la cual nos representa las variaciones perpetuas de las relaciones de los hombres en la sociedad, o varía ella misma según las circunstancias en las que viven los hombres y entonces en vez de ser la causa, es ella misma el efecto de la evolución humana. ¿Cuál es, entonces, la fuerza oculta que produce el movimiento histórico de la humanidad?
Para Marx y el socialismo científico, la respuesta radica en las condiciones materiales de la existencia, pero a diferencia del materialismo francés, estas condiciones materiales no esconden ningún misterio, puesto que se hallan determinadas por el estado de las fuerzas productivas de que dispone una sociedad. Así pues, Marx parte del materialismo y la dialéctica.
Debido a la producción social, los hombres mantienen relaciones de producción. El conjunto de estas relaciones forma la estructura económica de la sociedad, que sirve como base para la superestructura (vida social, política e intelectual).
… no es el modo de pensar del hombre lo que explica su modo de vivir, sino que, a la inversa, su modo de vivir explica su modo de pensar” (K. Marx).
Cuando las relaciones de producción (o propiedad) ya no corresponden con las fuerzas productivas se entra a un periodo de revolución. Es así como la lucha entre el proletariado y la burguesía es inevitable y forzosamente de carácter político. Para el socialismo científico el motor de la historia es la lucha de clases.
“… el punto de partida de los socialistas utopistas […] era la naturaleza humana o un principio abstracto derivado de esta noción. El punto de vista de la ciencia social y del socialismo de nuestro tiempo (socialismo científico) es el de la realidad económica y las leyes inmanentes de su evolución” (J. Plejánov).
Stirner, el padre egoísta del anarquismo
La teoría anarquista de Stirner parte de la filosofía de la religión de Feuerbach, pero en búsqueda de un carácter más radical. Para Feuerbach cuando el hombre adora a Dios, adora a su propia esencia, el hombre no ha sido creado por la divinidad; el hombre ha creado a la divinidad a su imagen y semejanza.
Feuerbach no es más que un materialista inconsecuente, tal como lo señalaba Engels en Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Pues ignora cual es la causa de la transformación histórica de los seres humanos, para él, el “ser” humano no es más que una noción abstracta, como la naturaleza humana de los materialistas franceses.
Stirner conoce esto y desea ir más allá. Se opone a que los individuos reales se tengan que sacrificar en nombre de la humanidad, de ese ser abstracto. Acusa a Feuerbach de conservar el punto de vista religioso aun después de revelarse contra Dios. La única salida del punto de vista religioso para Stirner es el tomar como punto de partida al único ser real, nuestro propio “yo”. Toda abstracción (religión, ciencia, moral, el derecho, la ley, la familia, el Estado) son para este “Yo” un yugo que se impone.
“La filosofía de Stirner se reduce a ´No reconozco nada, excepto a mí mismo, significa decir: me siento oprimido por toda institución que me imponga un deber cualquiera’.” (J. Plejánov.)
Mientras que los materialistas franceses se preguntaban cuál sería la legislación capaz de hacer concordar el bien público con el bien del individuo, Stirner se ríe de esta virtud y considera razonable solo a los egoístas, para quienes nada existe más que el “Yo”. “Stirner es el teórico del egoísmo por excelencia.”
Al tomar como realidad únicamente a los individuos, Stirner tomó como punto de partida al individuo en general, es decir, una nueva abstracción, la más sutil, el “Yo” tantas veces repetido.
El mérito incontestable de Stirner consiste en el combate enérgico contra el sentimentalismo de los reformadores de la burguesía y socialistas utópicos, según el cual la liberación del proletariado seria fruto de la actividad virtuosa de las clases poseedoras abnegadas. Para Stirner la salvación está en la lucha y no en el llamamiento infructuoso a la generosidad de los opresores. Así preconiza la lucha de clases, pero la representa de una forma abstracta, en forma de una lucha entre un “Yo” egoísta contra otro “Yo” igual de egoísta.
La utopía de Stirner consiste en lo que denomina “asociación de egoístas” (Yo + Yo + Yo +, etc.) donde cada individuo, cada “Yo” podrá asociarse con otros “Yo” solo en virtud de su voluntad e interés egoísta. Esto es, para Plejánov: el idealismo más puro y simple al servicio de la crítica social y política.
Stirner critica el régimen social perdido en la neblina de la abstracción, abandonando las leyes y el desenvolvimiento del régimen social, ignora que los hombres establecen relaciones entre sí y que estas no dependen de la voluntad de sus “Yo”, sino que son impuestas por la estructura de la sociedad en la que viven.
Esta utopía de Stirner, su asociación de egoístas, con base a los intereses de sus componentes, plantea la necesidad de encontrar la base real de tal combinación de intereses, hasta ahora abstractos. Para dicha tarea Stirner se muestra incapaz, debido que su abstracción le impide ver la realidad económica, “madre nodriza de todos los “Yo” egoístas”.
Sin poder ver nada de la realidad económica, Stirner no logra más que aproximarse a la lucha de clases sin dar con ella nunca. Lanza consignas de lucha de pobres contra ricos, y después, de todos contra todos, olvidando todo tipo de realismo.
En términos de propiedad, posee tendencias de un propietario sin dejar de lado la supremacía de su “Yo”, inclusive por encima de las propiedades ajenas. Defiende la propiedad en búsqueda de la satisfacción egoísta de ese mismo “Yo”. Stirner anhela a el único y su propiedad, “por lo tanto, ¡abajo el Estado y viva la propiedad simple y completa de mi “Yo” autónomo!”. Plejánov concluye y resume su doctrina anarquista de manera singular:
“Su ‘asociación de egoístas’ no es más que una utopía de pequeño-burgués irritado. En este sentido se puede decir que ha pronunciado la última palabra del individualismo burgués”.
Proudhon, el padre “inmortal” del anarquismo
Toda la teoría anarquista del denominado padre “inmortal” parte de un intento de imitar a un Kant-Feuerbach que él mismo ha creado. Proudhon plantea que este Frankenstein, por su parte kantiana tiene el atributo de haber dejado de buscar a Dios y la mejor religión para reemplazar por la búsqueda de la “biografía de esta idea”, el explicar el origen y el desarrollo de la idea de Dios. Y, por su parte feuerbachiana, el dar la visión de que, lo que se busca y se ve en Dios es nuestro propio ideal, la esencia de la humanidad.
Proudhon traslada esto a la autoridad y siguiendo el ejemplo de su Kant-Feuerbach plantea que las preguntas “¿Qué es el poder?” y “¿Cuál es la mejor forma de gobierno?” deben ser cambiadas para preguntarnos de dónde viene esa idea de la autoridad, del poder e informarnos del origen legítimo de la idea política. Proudhon desea hallar la “biografía de esta idea”.
“El gobierno, lo mismo que la religión, es una manifestación de la espontaneidad social, una preparación de la humanidad para un estado superior. Lo que la humanidad busca en la religión y lo que llama Dios es ella misma…”
El padre inmortal no busca la mejor forma de gobierno, ya que no ve como el problema el saber cómo seremos mejor gobernados, sino, como seremos más libres. La libertad adecuada e idéntica al orden, he aquí todo lo que contiene de real el poder y la política.
“Lo que el ciudadano busca en el gobierno, y que llama Rey, Emperador o presidente, es también él mismo, es la libertad”
Lo que el ciudadano busca en el gobierno no es más que sí mismo, es la libertad. Es la libertad, entonces, la esencia del ciudadano, pero no se trata de una libertad política, o alguna otra en específico, sino, la liberad absoluta. Para Proudhon, en la forma de gobierno lo que el ciudadano busca es la libertad absoluta del individuo “adecuada e identificada al orden”. En otros términos, la esencia del ciudadano es la anarquía de Proudhon.
Proudhon ha querido destruir todos los argumentos en favor de la idea de la autoridad, del poder. Para esto, ha supuesto que lo que el “ciudadano” busca en el gobierno es la libertad “absoluta”, la libertad anarquista. Y puesto que el ciudadano busca solamente esta libertad en el gobierno, el Estado no es más una ficción. Ha oído decir que Dios no es más que una ficción y de ahí a deducido que el Estado lo es también.
Al querer combatir el Estado, ha comenzado por negar su existencia. Todas las formas gubernamentales por la que los pueblos han pasado por más de sesenta siglos no son más que la creación de nuestra fantasía. La historia política de la humanidad ha tenido como fuerza motriz, según Proudhon, solo una creación de la fantasía humana. Al declarar que el Estado es una ficción, Proudhon se imposibilita el poder comprender su “esencia” y explicar su evolución histórica.
Proudhon distingue dos especias de constitución, una política (artificial, restrictiva y transitoria), y una social (ligada a la humanidad, liberal y necesaria). Sin embargo, esta constitución social “necesaria” no fue descubierta hasta después de prolongadas experiencias y a una falta total de ella, la humanidad se vio obligada a imaginar una sociedad política.
Se burla de aquellos que no han sabido darse cuenta de que la mejor organización política consiste en la ausencia de toda esta. La mejor organización será la conforme a la naturaleza humana, necesaria “íntimamente ligada” con la organización social humana. Proudhon mira con menosprecio a los utopistas por intentar encontrar la mejor forma de gobierno, pero no condena jamás el punto de vista utópico, pues el mismo lo acoge.
Proudhon ve a la organización social única y verdadera como perteneciente solo al porvenir, y es precisamente a falta de ella que la humanidad tuvo que “imaginar” la constitución política. El destino de la constitución política es por ello, provocar y producir la constitución social. La conclusión más lógica que se deriva de ello es que los partidarios de la organización social se deben apoyar en la organización política para conseguir su objetivo. Proudhon plantea todo lo opuesto, para él, el apoyarse en la constitución política implica hacer ofrendas al Dios terrible de la autoridad, al mismo tiempo que implicaría participar en la lucha de los partidos.
“Fuera partidos; fuera autoridad; libertad absoluta del hombre y del ciudadano; he aquí, en tres palabras, nuestra profesión de fe política y social”.
Así, Proudhon renuncia participar en cualquier lucha política, y con ello abandona la lucha de clases para volcarse a la reconciliación de estas.
En economía Proudhon señala que lo que se debe de organizar no es la producción, sino el intercambio. Para él la explotación del obrero por parte de la burguesía no es lo suficiente injusto. Plantea resolver la cuestión social a través de poner término a la arbitrariedad del precio, cree que hay que “constituir el valor”, hacer que cada productor, de su producto reciba siempre exactamente lo que cuesta. Así, según su lógica, la propiedad privada pasara de ser un robo a ser la expresión más adecuada de justica.
Ante la obvia pregunta de cómo alcanzar dicha expresión más adecuada de justica si los medios de producción, la propiedad, se encuentra en manos de unos pocos, Proudhon inventa una garantía mutua de crédito gratuito, por medio de la cual todos los que deseen trabajar, recibirán, por arte de magia proudhoniana, todos los medios necesarios para producir.
“Hoy lo decimos: la libertad política, lo mismo que la libertad industrial, será el resultado de las garantías mutuas”
Constituir el valor es constituir la pequeña propiedad. Esta pequeña propiedad y su base económica, la pequeña producción aislada, ha sido siempre el sueño proudhoniano. La pequeña propiedad tiende a desaparecer, el querer, no solo conservarla, sino, hacer de ella la base de la nueva organización social es de un extremo conservadurismo. Querer al mismo tiempo, poner fin a la explotación del hombre por el hombre, al sistema salariado, es en realidad, unir a las tendencias más conservadoras los anhelos más radicales.
“Proudhon era el representante más típico del socialismo de los pequeños burgueses. Este es destino del pequeño-burgués cuando no se coloca en el punto de vista del proletariado: oscilar insensatamente entre el radicalismo y el conservadurismo” J. Plejánov.
En el terreno económico lo que une a los productores es el cambio, el cual, desde el punto de vista jurídico, es la relación entre dos voluntades y la expresión de esta se halla en el contrato, esto lo explica Marx en El capital. Es debido a esta voluntad que la producción de mercancías es, jurídicamente hablando, el reino de la libertad individual “absoluta”. De este modo, la libertad “absoluta” de Proudhon se hace “adecuada al orden”. Proudhon ve en el contrato del capitalismo la “libertad absoluta”. Aplicando la noción del contrato a la crítica de la “constitución política” se obtiene la anarquía.
La anarquía de Proudhon es, en resumen: en la parte económica no más que una utopía de pequeño burgués firmemente convencido de que la producción de mercancías es la más “justa” de todos los modos posibles a la par que desea eliminar todos sus lados malos. En su parte política, su programa no es más que la aplicación de las relaciones públicas de una noción (el contrato) sacada del domino del derecho privado de la sociedad de productores de mercancías. “El valor constituido en economía, el contrato en la política, he aquí toda “verdad” científica de Proudhon”.
Bakunin, el padre decadente del anarquismo
Tanto Stirner como Proudhon son utopistas individualistas. Con el tiempo, el ala izquierda del ejercito proudhoniano abandono el individualismo para acoger el colectivismo. El más sobresaliente de estos fue Bakunin.
Bakunin se pronunciaba por la igualdad económica y social de las clases y los individuos. Así mismo deja en claro su odio al comunismo en favor de la libertad. Busca la organización social y la propiedad colectiva por medio de la asociación libre sin autoridad, anhela la abolición del Estado y la propiedad en manos de éste, a la que considera como “una consecuencia misma del principio del Estado”.
Para él, la supresión del Estado generará automáticamente la desaparición de la propiedad, puesto que desapareciendo el Estado desaparecerá la “consagración jurídica y política de aquel sobre la garantía de propiedad”. Bakunin se satisface con que la propiedad deje de ser un derecho para verse reducida al estado de un hecho simple.
Su programa no es más que una suma obtenida por la adición de dos principios abstractos: el de libertad y el de igualdad. Una utopía igualitaria con una utopía libertaria por añadidura. Su programa se contempla así mimo como absoluto, por lo que no se preocupa por ver si los principios absolutos que lo forman no se limitan entre ellos.
El programa bakuninista es el resultado de lanzar una cantidad suficiente de principios abstractos y esperar que con el tiempo se deberá llegar, en un momento preciso, a obtener su orden deseado.
“Destruir lo que existe: si lo hacéis con la frecuencia necesaria conseguiréis producir al fin una organización social bien aproximada a lo que soñáis”.
Para Bakunin la revolución social no ha sido hecha, pues la humanidad a falta de un programa “social” ha tenido que contentarse con revoluciones políticas. Y ahora que se tiene el programa social, no se tiene necesidad alguna de ocuparse de la política. Bakunin condena y reprueba toda lucha política y con ello, toda lucha de clases.
Plantea esta lucha social desde un punto deformado del marxismo, contemplando que la sujeción de los trabajadores al capital es el origen de toda esclavitud política y que, por consiguiente, la emancipación económica de los trabajadores es el gran objetivo final. Concluye que todo movimiento político que no busque como objetivo inmediato y directo la emancipación económica es un movimiento político burgués. Preconiza la táctica esencialmente económica y no desea que la clase obrera persiga como objetivo las conquistas políticas. De esta manera pone al descubierto su conservadurismo.
Sin más que un programa de principios abstractos lanzados al aire, que se contradicen mutuamente y sin la menor compresión de economía, Plejánov señala que “Bakunin es el decadente del utopismo”.
El “anarco-comunismo”
Proveniente del bakuninismo se genera una corriente que sea tanto comunista como anarquista. Esta acusa al anarquismo individualista de ser burgués y plantea ser totalmente diferente. Según Kropotkin (su mayor refugiado) los anarquistas-comunistas no tienen ya nada en común con los utopistas, jura que no se apoyan en conceptos tales como los “derechos naturales” para la elaboración de su “ideal”. Pero en el fondo, no hay diferencia entre colectivismo y el comunismo anarquista.
- Etiévant habla de una libertad abstracta planteada desde la incapacidad de voluntad por el hombre. También plantea una igualdad a partir de derechos naturales para toda especie. Por otra parte, J. Grave plantea el desenvolvimiento de la idea anarquista como negación de la autoridad y habla que las concepciones anarquistas provienen de todos los conocimientos humanos, a fin de demostrar que dichas ideas se hallan conforme la naturaleza humana.
Así, la idea anarquista por más rica que presuma ser en conocimientos humanos no tiene nada de comunista. Kropotkin se engaña completamente, pues estos anarco-comunistas hablan igualmente de conceptos abstractos. No hay algo en ellos que no sean llamamientos a la justicia, la libertad y otras concepciones metafísicas. Y Kropotkin no es la excepción.
Kropotkin imagina la sociedad anarquista no como una reorganización de la máquina gubernamental, sino, como la destrucción de ésta, es decir, el Estado. Inmediatamente después de destruir el Estado se creará una organización para la distribución de la riqueza común: comida, vivienda y vestido. “Todo sea hecho por el pueblo mismo”. Los individuos “soberanos” se verán razonablemente limitados por las necesidades de la sociedad. Y así nos hallaremos en plena anarquía, la libertad individual estará sana y salva; habrá reglas obligatorias para todo el mundo, y, sin embargo, cada uno hace lo que quiere.
Si se le preguntase a Kropotkin sobre la necesidad de organizar la producción solo conseguiríamos visualizar su carente comprensión de economía. Para él, la organización de la producción estará basada en la libertad de cada hombre de trabajar en el área de la industria o agricultura con una jornada laboral diaria (¿acaso se nota alguna diferencia con el contrato del capitalismo?) y a cambio la sociedad en compensación le garantiza los bienes necesarios para su subsistencia.
Kropotkin prosigue y declara que en la sociedad anarquista no habrá autoridad alguna, pero habrá el contrato (¡he aquí la respuesta de la pregunta que nos hemos planteado anteriormente! No hace más que tomar el cadáver de Proudhon sin olvidar traer con el su sagrado contrato), en virtud del cual los individuos infinitamente libres “se comprometerán” a trabajar en tal “comuna” libre. No es necesario volver a hablar de la libertad absoluta que da el capitalismo jurídicamente hablando, por lo que avanzaremos.
Ante la posibilidad de que un firmante del contrato (este trabajador “libre”) no cumpla con sus deberes “libremente” firmados, el contrato hará uso de sus medios de defensa: echarlo de la “comuna libre” para dejarlo morir de hambre. Todo firmante libre sabrá si respetar este contrato o preferir la hambruna. ¡Valla libertad! El sueño anarquista es distinto a la realidad capitalista únicamente en lenguaje.
“El ideal anarquista se halla completamente en armonía con las tendencias de la sociedad capitalista” J. Plejánov.
Todo problema (político, social, económico, familiar) se solucionará según Kropotkin y el resto de anarco-comunistas, gracias al contrato libre, por el “libre acuerdo”. Qué manera más sencilla de eludir el dar respuesta a todas las preguntas de su ideal abstracto.
La famosa tendencia anarquista no nos dice nada sobre como la libertad ilimitada del individuo podrá compaginarse con las necesidades económicas de la sociedad comunista, su apelación a ésta no es más que una simple frase.
“Kropotkin nos revela aquí, de un modo admirablemente claro, el origen y la naturaleza de su ideal. Este ideal, como el de Bakunin, es verdaderamente “doble”; en efecto, ha nacido como consecuencia de las relaciones entre el radicalismo burgués […], con el comunismo, […] Las dos naturalezas del ideal anarquista son tan difíciles de concebir […], pero una de estas dos naturalezas acaba, evidentemente, por vencer a la otra. Los anarquistas quieren empezar por la realización inmediata […]la destrucción del Estado. Su punto de partida es siempre la libertad ilimitada del individuo, […]; el comunismo después. Pero para tranquilizarnos a propósito del destino probable de esta segunda naturaleza de su ideal, los anarquistas entonan sin cesar elogios a la prudencia, la bondad y la previsión del hombre “futuro”; éste será tan perfecto que sabrá, sin duda, organizar la producción comunista …” J. Plejánov.
Táctica anarquista frente a los socialdemócratas
Los anarquistas son utopistas. Su punto de vista no tiene nada de común con el socialismo científico. Son abstractos por excelencia, utopistas decadentes, atados de una anemia intelectual incurable. No hacen más que retrasar el desarrollo del movimiento obrero. Su pseudo- táctica es lo que perjudica particularmente al proletariado.
Bakunin planteaba que la clase obrera debe renunciar a toda acción política y concentrar sus fuerzas en el terreno de la lucha puramente económica (economicismo). Y para compensar su falta de revolución al igual que Kropotkin predicó la revuelta. Sin embargo, una mala noticia para los anarquistas, es que la clase obrera, a medida que toma conciencia de clase, se va inclinando cada vez más hacia la acción política, dejando de lado las revueltas que la caracterizaron en sus inicios (en su infancia). Ante esto, los anarquistas se vieron obligados a reemplazar las revueltas por la acción individual.
Cada vez que el proletariado hace un esfuerzo para conseguir un mejoramiento de su situación económica, los anarquistas intentan contener el movimiento y tratan de demostrar que es inútil. Después de que el proletariado no les hace caso, los mismos anarquistas reaparecen provistos de bombas y dan al gobierno el pretexto deseado y buscado para lanzarse contra la clase obrera. “Para los obreros, los anarquistas son los enemigos más peligrosos de su causa”.
Plejánov señala que el miedo al parlamentarismo lleva a los anarquistas a la apología del robo, en nombre de la causa cometen los crímenes más vulgares y bajos, ya no se podría distinguir entre un bandido y un anarquista. Visualiza su moral como la de los razonables que aprecian toda acción humana desde el punto de vista abstracto de los derechos ilimitados del individuo y que, en nombre de estos derechos, declaran no culpables las violencias más atroces.
“En una palabra: En nombre de la revolución, los anarquistas sirven la causa de la reacción; en nombre de la moral, aprueban los actos más inmorales; en nombre de la libertad individual, atropellan todos los derechos de sus semejantes” J. Plejánov.
Plejánov señala que la burguesía no sabe cómo defenderse contra los anarquistas, puesto que en el terreno de la teoría es absolutamente impotente ante estos, pues no solo no dispone de ningún arma teórica para combatirlos, sino que ve como su juventud se deja seducir por su doctrina. Culpa a todo anarquista de no ser más que un burgués en búsqueda de emociones nuevas.
“En esta sociedad harta y podrida hasta la médula, en que todas las creencias han muerto desde hace mucho tiempo, en que todas las opiniones sinceras parecen ridículas, en este mundo dominado por el hastío, en que, después de haber gozado de todos los placeres, no se sabe ya qué fantasía, a qué exceso pedir sensaciones nuevas, hay gentes que escuchan con benevolencia los cantos de la sirena anarquista”.
Así Plejánov asegura que como socialdemócratas (socialistas científicos en ese momento) no debían asustarse de la propaganda anarquista. “Hijo de la burguesía, el anarquismo no tendrá nunca una influencia seria sobre el proletariado”. Y se adelanta al decir que si llegase haber un obrero en sus filas no habrá sido más que un simple error, del que pronto se percatará y si realmente desea luchar por la causa obrera, irá con los socialdemócratas. “No tardarán en ver claro y entonces vendrán hacia nosotros”.
Plejánov termina por concluir que mientras el socialismo científico se difundirá en los obreros cada día más, el anarquismo se transformará “en una especie de deporte burgués destinado a procurar sensaciones fuertes a ‘individuos’ que han gozado excesivamente de los placeres mundanos”. Para él, el anarquista no podrá ser otro que el mismo burgués.
¿Atacar o explicar?
A este punto, se ha visto como Plejánov explica de manera concisa y brillante la visión utópica y como ésta es inherente a la doctrina anarquista, pasando por sus padre y epígonos más “destacables”. Esto es un mérito que no se le puede negar de forma alguna a Plejánov. Al igual que señalar como su táctica beneficia a la reacción y perjudica la causa obrera.
Sin embargo, en el momento de explicar su moral y sacar conclusiones, se nota en Plejánov cierto recelo a la violencia en nombre de la lucha, culpa primeramente a los anarquistas de emplear la violencia en actos individuales, pero posteriormente parece mostrarse aterrado de las argumentadas violencias “más atroces, las arbitrariedades más irritantes” por parte de éstos. Pareciendo más un temor al empleo de la violencia para lograr la emancipación del obrero que a la táctica aplicada específicamente, sea actos individuales o revolución de masas.
Como marxistas no tememos a la violencia, y nuestra crítica al anarquismo no será en modo alguno la violencia misma, denominada por Marx “comadrona de la historia”, sino quién y con qué propósitos la emplean. Si es la burguesía con propósitos reaccionarios nos opondremos infinitamente, si son los anarquistas con propósito de actos individuales tendremos la misma respuesta. Pero si es la clase obrera, si son las masas con el propósito de su emancipación y su defensa contra la reacción, la deberemos apoyar hasta sus últimas consecuencias.
Tiempo después Plejánov mostraría su incapacidad de comprender el proceso revolucionario, al oponerse firmemente a la revolución de octubre y al partido Bolchevique. Además de apoyar un gobierno de coalición entre la burguesía liberal, los socialdemócratas y mencheviques.
Por otra parte, su conclusión es que todo anarquista sería no más que un burgués en búsqueda de aventuras nuevas. Pero, hoy en día, gran parte de seguidores del anarquismo no son burgueses, sino jóvenes, muchos de ellos, hijos de la clase obrera, futuros obreros. Estudiantes, trabajadores jóvenes, desempleados, etc., son los que portan la A del anarquismo en un intento de terminar con el sistema capitalista. Los jóvenes somos revolucionarios, de eso no hay duda, y buscamos como terminar con el sistema que nos reprime. Y es, el anarquismo la opción más sencilla que se encuentra, puesto que no es necesario de una organización ni teoría, sino, solo desear el fin del sistema con acciones individuales, que la derecha denomina “vandalismo”.
¿Cómo marxistas deberíamos atacarlos, llamarlos hijos de la burguesía, ignorantes de economía política, utopistas, idealistas, servidores de la reacción? O ¿deberíamos saber emplear la fórmula de Lenin y explicar pacientemente a estos jóvenes, hijos de la clase obrera, que luchar contra el capitalismo va más allá de abolir el estado y la autoridad?
Plejánov se contenta con señalar a los anarquistas de utopistas e ignorantes de economía política. Ignoraba él, que los anarquistas que se encuentran en pie de lucha no son los mismos teóricos del anarquismo de escritorio y pluma. La teoría anarquista es errónea, incompleta, totalmente abstracta, de eso no hay duda. Pero los jóvenes que están afuera, luchando contra el sistema no siguen en lo mínimo esta teoría, la gran mayoría la desconocen. La juventud desea luchar y nosotros debemos saber acercarnos a ella, explicar pacientemente el marxismo, el materialismo, la dialéctica, la lucha de clases, el socialismo.
Los jóvenes en el anarquismo están en la primaria de la lucha de clases, poseen un sentimentalismo por la libertad. Nuestro deber será librarlos de ese sentimentalismo y dotarlos con concia de clase, de ella, naturalmente, abandonarán el anarquismo en pro del marxismo.