Los camaradas de Socialist Appeal, la sección británica de la Corriente Marxista Internacional, han sido objeto de ataques y acoso por parte de la policía y el resto del establecimiento por emprender una campaña decidida para construir la solidaridad con el pueblo palestino. Te pedimos que nos ayudes en esta lucha. ¡Intifada hasta la victoria!
A medida que crece el movimiento en apoyo de Palestina, la clase dominante en Gran Bretaña está cada vez más ansiosa y desesperada.
La ministra del Interior, Suella Braverman, ha denunciado públicamente las protestas masivas contra la guerra israelí en Gaza, incluida la manifestación de medio millón de personas del fin de semana pasado en Londres, como “marchas de odio”.
En consecuencia, la ministra conservadora le ha pedido a la Policía Metropolitana que adopte una postura ‘firme’ contra los manifestantes pro-palestinos.
Insatisfecha con la respuesta de la Met después de su carta inicial a los jefes superiores de la policía, pidiéndoles que“usen toda la fuerza de la ley” contra los activistas por el “delito” de ondear banderas palestinas y cantar consignas, Braverman ha exigido una mayor represión de la policía.
Haciendo caso a la voz de su amo, el comisionado del Met, Sir Mark Rowley, ha afirmado que él y sus muchachos de azul harán “todo lo posible para sacar de las calles a las personas peligrosas que violan la ley”.
“Seguiremos haciendo eso; perseguiremos a la gente; veremos nuevas tácticas”, añadió Rowley, “ese es nuestro trabajo” .
En otras palabras, como los marxistas han destacado constantemente,el papel de la policía es reprimir a quienes luchan contra la injusticia y la opresión, y proteger los intereses de los ricos y poderosos.
Busca y captura
Como parte de las “nuevas tácticas” de la Met, la policía está apuntando a activistas específicos, utilizando las redes sociales para perseguir a manifestantes prominentes.
El miércoles de esta semana (1 de noviembre), la cuenta oficial de Twitter de la Policía Metropolitana publicó fotos de 11 personas de las recientes manifestaciones palestinas, todas acusadas de “alarma, acoso y angustia con agravantes raciales”. Esta publicación fue acompañada de un llamamiento al público para ayudar a la policía a identificar a estas personas.
Y, en particular, entre los buscados para ser interrogados en la “Operación Brock” se encontraban tres camaradas de Socialist Appeal.
Intimidación
Esta busca y captura policial se lleva a cabo en el contexto de un aluvión de ataques contra nuestros compañeros, con autoridades universitarias, periodicuchos de derecha y organizaciones sionistas que intentan intimidar a los activistas de Socialist Appeal por levantar la consigna revolucionario: “¡Intifada hasta la victoria!”
Nuestros oponentes han intentado vilipendiarnos y demonizarnos; intimidarnos e acobardarnos; y difamarnos y calumniarnos.
Nos han acusado de “incitar a la violencia” y de ser “antisemitas” y “simpatizantes del terrorismo”.
Y sobretodo, han intentado silenciarnos – a los comunistas – por atrevernos a decir la verdad sobre la opresión del pueblo palestino por parte del estado Israelí, y la complicidad de nuestra propia clase dominante.
En todos estos casos, nuestros compañeros se han mantenido firmes: luchando audazmente por nuestro programa, demandas y consignas; defendiendo el derecho a la protesta y la libertad de expresión; y movilizando a trabajadores y estudiantes en solidaridad con nuestros hermanos y hermanas palestinos.
Hemosorganizado mítines locales. Hemos propuesto y aprobadonuestra resolución modelo en los sindicatos. Y bajo interrogatorio en una estación de policía del este de Londres ayer, nuestros camaradas respondieron a sus interrogadores políticamente.
Además, le dieron la vuelta al ataque de la policía, acusándola de lanzar una caza de brujas política sin base legal. Al final de su interrogatorio, los oficiales se vieron obligados andisculparse a regañadientes, eliminando las fotos de los compañeros de su lista de “buscados”. Y también hemos tenido asesoramiento legal para presentar quejas formales contra el Met por este ataque espurio.
Conducta provocadora
Con un horror aún mayor esperando a civiles inocentes en Gaza, y un movimiento de masas aún mayor que probablemente estallará en las calles de Gran Bretaña en respuesta, podemos esperar que la clase dominante aumente su represión contra los partidarios de Palestina.
Está claro que el estado británico está intentando intimidar al movimiento y someter a cualquiera que se solidarice con Palestina y contra el imperialismo. La izquierda y el movimiento obrero deben resistir estas presiones y organizarse para defender los derechos democráticos.
Pase lo que pase, los comunistas de la Corriente Marxista Internacional permanecerán desafiantes. No nos callarán. Tenemos que parar la guerra YA.
Seguiremos siendo los luchadores de clase más decididos. Seguiremos luchando contra el imperialismo y la opresión. ¡Y seguiremos gritando ‘intifada hasta la victoria!’
Revolución
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Y sobre todo, necesitamos más militantes: cuadros revolucionarios que quieran luchar por una Federación Socialista en el Medio Oriente; organizarse en la lucha para derrocar al capitalismo; y construir las fuerzas del comunismo en Gran Bretaña y más allá.Así que únete a nosotros hoy.
Solo construyendo una organización revolucionaria fuerte podemos luchar contra los ataques de la derecha y la represión del estado británico; derrocar a los conservadores, derrocar al imperialismo y derrocar a todos los belicistas; y ganar una verdadera libertad para los trabajadores y jóvenes en Palestina, Gran Bretaña y en todo el mundo.
Los comunistas en Gran Bretaña han sido atacados por la prensa reaccionaria por el uso de nuestra consigna, “¡Intifada hasta la victoria!” Debemos apartar la cortina de humo de mentiras y distorsiones y mirar la verdadera herencia de las Intifadas, como una fuente de lecciones e inspiración para los revolucionarios de todo el mundo.
El portavoz de los medios reaccionarios de la clase dominante británica The Telegraph publicó recientemente dos artículos con el objetivo de acusar a nuestras sociedades marxistas de “simpatizar con el terrorismo”, sugiriendo que el estado británico debería silenciarnos por levantar el lema “intifada hasta la victoria”.
“Un club marxista en una universidad del Grupo Russell se enfrenta a ser clausurada después de colocar carteles anti israelíes”, se lee en uno de los artículos. Posters, ellos añaden, que “llaman a la violencia”.
Citando a un grupo nacional pro-sionista, el artículo afirma que “estudiantes judíos” (por supuesto, solo aquellos estudiantes judíos con los que The Telegraph está interesado en hablar) han condenado esto como una “llamada a la violencia”. Además de esto, el periódico cita la amenaza de la secretaria de Educación, Gillian Keegan, de condenar a 14 años a cualquiera que “glorifique” el terrorismo.
El ejercicio del Telegraph en el llamado “periodismo” es un llamado, basado en mentiras y calumnias, a la censura y la represión. Es un intento de silenciar a aquellos que se atreven a culpar de esta guerra directamente a Benjamin Netanyahu, a la clase dominante sionista y a los imperialistas occidentales que se han apresurado a defenderlos.
Ambos artículos de The Telegraph pretenden, a través de la insinuación, ofuscar el verdadero significado de ‘intifada’. Su piratería periodística ha tratado de equiparar falsamente la intifada, y toda la resistencia palestina, con el “terrorismo” y ser “pro-Hamas”.
La clase dominante siempre ha intentado equiparar la revolución con el derramamiento de sangre. Sin embargo, nosotros defendemos la verdadera herencia de la intifada, que es una fuente de inspiración y lecciones para los revolucionarios.
Primera Intifada
El 7 de diciembre de 1987, la clase dominante quedó horrorizada por las noticias de Palestina. Después de veinte años de ocupación militar israelí directa desde 1967, las masas palestinas irrumpieron en la escena de la historia después de que cuatro habitantes de Gaza fueran asesinados por un camionero israelí.
Tales actos de terror contra civiles palestinos inocentes eran comunes, como aún lo son. Pero esta vez, como con todos los movimientos revolucionarios, se había llegado a un punto en el que el pueblo finalmente dijo basta.
Los métodos habituales de sofocar las protestas de los palestinos en los Territorios Ocupados con balas no funcionaron. La arrogante suposición de la clase dominante israelí de que se había establecido un modus vivendi entre el opresor y el oprimido pronto se hizo añicos. Nació la Intifada que era diferente a cualquier forma de resistencia palestina anterior.
El poder de la Primera Intifada no provino de ataques con cohetes o conspiraciones detrás de escena. La palabra “intifada” significa literalmente “sacudirse” y se refiere a un levantamiento masivo contra la opresión. Fue el carácter de masas del movimiento lo que le dio su fuerza. Toda la población de Palestina se levantó para resistir la ocupación.
En unas pocas semanas, se establecieron decenas de miles de comités autoorganizados para resistir todos los aspectos del gobierno israelí. No sería incorrecto decir que los años de la primera Intifada representaron el movimiento más democrático que jamás se haya visto en Palestina.
Los “comités populares” se multiplicaron por toda la Palestina histórica, donde hombres y mujeres jóvenes asumieron las responsabilidades cotidianas de desafiar la ocupación. La comida, la atención médica, las protestas y la autodefensa se organizaron desde la base.
La lucha repentina y sostenida condujo a huelgas generales, cierres de comercios, huelgas y bloqueos de carreteras. La desobediencia civil corrió por las venas de la Primera Intifada. La famosa revuelta fiscal en Beit Sahour, donde los palestinos se negaron a pagar los impuestos que recaudaban las autoridades israelíes para financiar la mutilación y el asesinato de sus hijos, socavó por completo la narrativa israelí de que estaban tratando con “terroristas”.
Se establecieron “zonas liberadas” en aldeas, ciudades y campos de refugiados palestinos, donde los shababs (jóvenes palestinos) expulsaron a las Fuerzas de Defensa Israelí que tuvieron que salir con el rabo entre las piernas. Los soldados de a pie de la Intifada, jóvenes que no habían experimentado nada más que la vida bajo la ocupación, solían estar armados con palos y piedras, luchando contra la maquinaria militar israelí.
Esto tuvo una resonancia icónica en todo el mundo: una verdadera batalla de David y Goliat, con la juventud palestina empuñando la honda.
Los jóvenes tomaron el control de los barrios; los comerciantes cerraron sus negocios; y la clase trabajadora palestina se negó a trabajar en Israel. La Intifada se convirtió en una llamada de atención para el cambio de los oprimidos y pobres de la región.
La ira y la humillación acumuladas del pueblo palestino explotaron, y esto tuvo graves implicaciones para la región en su conjunto. La solidaridad se derramó en las calles de los estados árabes. La lucha de los palestinos comenzó a resonar dentro del propio Israel, con una solidaridad pequeña pero significativa expresada por elementos de la clase obrera y la juventud judía.
La brutal represión incluso comenzó a sacudir a los jóvenes soldados de las Fuerzas de Defensa Israelí, que rechazaban la ocupación. También se abrieron agudas divisiones dentro de los escalones superiores del comando militar israelí. Esto fue resumido por el General Orr, ex comandante supremo de las Fuerzas de Defensa Israelí: “Todos estamos de acuerdo en que la ocupación debe terminar, porque mantenerla constituye un peligro mucho mayor para nuestra seguridad que ponerle fin”.
Los sionistas habían perdido el control de la situación. Y esto es lo que preocupa a los imperialistas occidentales sobre el llamado a una nueva intifada. Es precisamente porque no tiene nada en común con el terrorismo. De hecho, mostró a las masas palestinas que debían estar a la vanguardia de su propia lucha. Les mostró dónde estaba el verdadero poder en la sociedad y amenazó con enseñar a los trabajadores de toda la región esa lección también.
La Intifada sacudió severamente los cimientos sobre los que gobiernan los sionistas. Y sus métodos siguen siendo el único camino a seguir para los oprimidos y pobres. Era, y sigue siendo, la forma más efectiva de luchar por la liberación duradera de las masas palestinas empobrecidas.
Coro de cínicos
Para aquellos que, con la audacia de la ignorancia, equiparan las intifadas con Hamas, los remitiríamos al registro histórico. Financiado por los servicios de seguridad israelíes, con la supervisión de la CIA, Hamas fue promovido precisamente para controlar las fuertes corrientes socialistas y seculares en el movimiento de liberación palestino.
Como escribió recientemente Haaretz, Hamás ha seguido siendo promovido por Netanyahu para sus propios fines cínicos. El asociado de Netanyahu, Gershon Hacohen, dejó escapar este hecho en una entrevista televisiva en 2019: “Tenemos que decir la verdad. La estrategia de Netanyahu es evitar la opción de dos estados, por lo que está convirtiendo a Hamas en su socio más cercano. Abiertamente, Hamas es un enemigo. En secreto, es un aliado.”
Este ha sido un secreto a voces durante décadas. Tal vez los medios británicos deberían preguntar a los funcionarios israelíes si, de hecho, apoyan a Hamas.
Para aquellos que están tratando de prohibir el eslogan de ‘intifada hasta la victoria’, llamamos su atención sobre las palabras de Michael Ben-Yair, el Fiscal General de Israel 1993-96:
“La intifada palestina es una guerra de liberación nacional. Nosotros, los israelíes, elegimos con entusiasmo convertirnos en una sociedad colonialista, ignorando los tratados internacionales, expropiando tierras, transfiriendo colonos de Israel a los territorios ocupados, cometiendo robos y encontrando justificación para todas estas actividades “.
Hay poco que añadir.
¿Violencia por parte de quién?
Es cierto que hubo violencia durante la Primera Intifada.
El estado israelí utilizó métodos extremadamente violentos para sofocar el levantamiento popular. Más de mil palestinos fueron asesinados, incluidos 237 niños menores de 17 años. El propio Netanyahu, antes de ganar su posición actual, declaró en 1987 que las FDI deberían disparar para matar a los niños lanzadores de piedras. En ese momento se desempeñaba como embajador israelí en esa gran “institución humanitaria”, las Naciones Unidas.
Yitzhak Rabin, el secretario de defensa que más tarde estrecharía la mano de Arafat en el jardín de la Casa Blanca durante los Acuerdos de Oslo, se hizo famoso por su política de “huesos rotos” hacia los shababs.
Las deportaciones, las redadas, la incautación de propiedades y las amenazas del Shin Bet (los servicios de seguridad israelíes) colorearon la respuesta israelí a esta muestra de militancia palestina.
Se estima que dos de cada cinco hombres palestinos mayores de 15 años en los Territorios Ocupados fueron encarcelados durante 1987-93. 40.000 fueron mantenidos en detención administrativa, mantenidos como rehenes sin juicio ni acusación adecuada.
Los campos de Ansar de Israel se vieron abrumados por detenidos políticos y se los conoció como los “campos de la muerte lenta”. La tortura física y psicológica era rutinaria. Los prisioneros eran encerrados en salas de aislamiento, con un saco sobre la cabeza, esposados y obligados a ponerse de pie. Los métodos brutales, haciéndose eco de los abusos vistos más tarde en el campamento estadounidense de Abu Ghraib durante la guerra de Irak, eran comunes.
Naturalmente, nuestros enemigos no lo mencionan. Todos aquellos que levantan un grito sobre “incitar a la violencia” en los campus ignoran deliberadamente quién perpetra la violencia real y con qué fin. Su doble discurso es comprensible. Al alinearse detrás de la clase dominante israelí, defienden el derramamiento de sangre de un régimen asesino y genocida.
Estas damas y caballeros lloran sus lágrimas de cocodrilo cuando los hospitales son bombardeados, pero siguen siendo intransigentes al ponerse del lado del régimen israelí. No es de extrañar que millones no confíen en una sola palabra que pronuncian o crean en los titulares que publican.
Tragedia
La Primera Intifada abrió una situación verdaderamente sin precedentes. Tan inestable se volvió la situación que el imperialismo estadounidense presionó a la clase dominante sionista para que hablara de una “solución de dos estados”. Había que hacer todo lo posible para evitar una revolución a gran escala.
La dirección palestina “oficial” también estaba preocupada por la amenaza de la revolución. Cuando estalló la Primera Intifada, los líderes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) estaban estacionados en Túnez. La Intifada había sido un movimiento totalmente espontáneo y había lanzado su propio liderazgo en Palestina que estaba fuera del control de la OLP.
Yasser Arafat, que encabezaba la OLP en aquel entonces, vio el conflicto a través de una lente puramente nacionalista. No tenía ninguna perspectiva de una revolución socialista en el Medio Oriente. En lo que respecta a la dirección oficial palestina, el movimiento espontáneo de base se había salido de su control, y estaban dispuestos a maniobrar hacia la dirección y aplicar los frenos.
Por lo tanto, los sionistas podrían hacer uso de los dirigentes de la OLP.
El resultado, en forma de los acuerdos de Oslo de 1993, marcó una humillación de todo por lo que los palestinos habían luchado. Con el establecimiento de la Autoridad Palestina (AP), el nacionalismo palestino había sido sometido a una dura prueba y fracasó.
Arafat usó su autoridad personal apoyándose en la militancia de las masas palestinas. Lo negoció como moneda de cambio con Israel, mientras reprimía la oposición interna. Los apretones de manos, las cumbres, las hojas de ruta, las cenas en complejos turísticos de lujo y los tratados de paz que negoció el “liderazgo” palestino significaban una cosa: la traición.
Entre 1993-2000, los asentamientos de colonos sionistas casi se duplicaron en Cisjordania pasando de 110.900 colonos a 190.206. Israel incumplió todos sus principales compromisos establecidos en Oslo. Millones de personas vieron con razón la continuación de la ocupación como los amargos frutos del “proceso de paz”.
Cuando el muy despreciado secretario de defensa de Israel, Ariel Sharon, visitó el complejo de la mezquita de Al-Aqsa en la Jerusalén Oriental ocupada en 2000, esta fue la gota que colmó el vaso para los palestinos. Esta provocación flagrante provocó el estallido de la Segunda Intifada.
Esto comenzó una vez más como un levantamiento espontáneo de masas de los palestinos. Todo lo prometido por Arafat y compañía se había desvanecido en el aire. Una paz y prosperidad común entre los pueblos no podría lograrse sobre una base capitalista.
Pero la falta de un liderazgo genuinamente revolucionario obstaculizó la oportunidad de poner fin a la ocupación haciendo llamamientos de clase a todos los pobres y oprimidos de la región para que se levantaran. En muchos sentidos, la Segunda Intifada se caracterizó por la amargura y la desesperación.
El liderazgo de Fatah y Hamas, que también estaba en aumento, no ofrecía ninguna salida. En lugar de la lucha de masas, como había sido la tradición de las Intifadas, se volvieron cada vez más hacia los métodos de bombardeos y ataques con cohetes, que relegaron el papel de las masas y eran incapaces de derrotar a la ocupación.
Al final, el liderazgo de Fatah y la Autoridad Palestina acordaron, bajo la “hoja de ruta hacia la paz” de George W. Bush, poner fin a las acciones armadas y asumir una vez más el papel de subcontratistas de las FDI en los territorios ocupados.
El ascenso de Hamas durante estos años fue un producto directo de la venal capitulación de la Autoridad Palestina ante Israel. Esta es la tragedia de las Intifadas.
Se desperdició la oportunidad de derrocar a la clase dominante sionista, y a todos los dictadores en el Medio Oriente que son responsables de la difícil situación de los palestinos. Pero esta ciertamente no será la última.
¡Intifada hasta la victoria!
Treinta años después de Oslo, no es de extrañar que la juventud palestina esté buscando un camino a seguir a través de las lecciones de la historia. El potencial de una conflagración mucho mayor en toda la región de los oprimidos bajo el talón del imperialismo es claro para todos.
Las Intifadas, sobre todo, tienen dos lecciones. En primer lugar, que las masas de la región tienen un enorme poder cuando entran en lucha: son el único poder que puede derribar al sionismo y al imperialismo. Y en segundo lugar, que la dirección es un factor crucial: para realizar realmente este poder potencial, se debe construir una dirección socialista revolucionaria.
La huelga general palestina de mayo de 2021, llamada “Intifada de la Unidad”, fue un paso en la dirección de la lucha de masas. Solo a través de la lucha revolucionaria contra los regímenes de toda la región, una nueva Intifada, las masas serán liberadas de las cadenas del imperialismo.
Hemos sido atacados por usar una consigna, por la cual no nos disculpamos. Continuaremos utilizando todas las injusticias contra el pueblo palestino para atacar a nuestra hipócrita clase dominante. Continuaremos organizándonos en las escuelas, en el campus y en los lugares de trabajo para derrocar a los capitalistas y a los imperialistas.
Rechazamos rotundamente la acusación de que nuestra consigna representa una amenaza para los judíos en Gran Bretaña. La lucha para derrocar al estado sionista es la única forma de poner fin a la enemistad entre los pueblos de la Palestina histórica.
Que les quede claro a nuestros enemigos: los comunistas están del lado de los oprimidos contra el opresor. Ese es el deber elemental de cualquiera que luche por un mundo libre de guerra, opresión y explotación. Por lo tanto, no aceptaremos sermones morales de aquellos que apoyan la violencia del estado israelí; o, para el caso, de un medio de comunicación financiado por multimillonarios que tienen las manos manchadas de sangre.
Los comunistas de la CMI continuarán defendiendo la herencia revolucionaria del levantamiento palestino y presentarán audazmente el lema en cada oportunidad: ¡Intifada hasta la victoria!
Mientras Israel prepara sus fuerzas para una invasión terrestre de Gaza, todos los líderes imperialistas occidentales, desde Biden hasta Sunak, Scholz y Macron, se están poniendo muy nerviosos. Les preocupa cómo será su mundo cuando esto termine.
Un ex embajador del Reino Unido en el Líbano, Tom Fletcher, escribió un artículo en elFinancial Times (22 de octubre de 2023) que resumía la situación desde el punto de vista burgués: “Si intervienes en el Medio Oriente, te muerde. Si no intervienes, te muerde. Oscila entre las dos opciones, te muerde”. En otras palabras, cualquier cosa que hagan los imperialistas estará mal.
Sin embargo, están encadenados en una situación en la que están obligados a apoyar a Netanyahu, mientras que al mismo tiempo tratan de empujarlo en la dirección que quieren. Pero al tratar con Netanyahu, se enfrentan a un problema. Lo que él piensa no responde únicamente a los intereses de la clase dominante israelí, sino también a su propia supervivencia política. Ahora ha apostado su reputación en “destruir a Hamas”.
Claramente hay divisiones dentro de la clase dominante israelí debido a lo que esto significa. Pero si Netanyahu se sale con la suya, los imperialistas terminarán siendo arrastrados a apoyar la invasión terrestre de Gaza planificada por Israel, que resultará ser un baño de sangre mucho peor que cualquier cosa que hayamos visto hasta ahora. Todos los líderes occidentales saldrán de esto con las manos manchadas de sangre, y odiados y despreciados por los trabajadores y los jóvenes, tanto en el Medio Oriente como en sus propios países.
Han aparecido artículos en la prensa tratando de delinear a lo que se enfrentará el ejército israelí una vez que entren en Gaza. El Financial Times, el Washington Post, la revista Foreign Policy, The Guardian y muchos más han estado investigando, calculando el costo en vidas humanas y el impacto para el Medio Oriente y el mundo en general. Todos están de acuerdo en que será una campaña muy dura, más prolongada en el tiempo de lo que el ejército israelí está diciendo actualmente, y que conducirá a un terrible sufrimiento para el pueblo palestino en Gaza.
El 19 de octubre, elFinancial Times citó al general estadounidense David Petraeus, que dirigió las fuerzas de la OTAN tanto en Irak como en Afganistán, diciendo sobre Gaza: “Va a ser diabólicamente difícil… Simplemente no puedo imaginar circunstancias más difíciles “. Y el mismo artículo describe los objetivos de guerra de Netanyahu: “…derrocar al régimen de Hamas y destruir sus capacidades militares; eliminar la amenaza de ataques desde Gaza; asegurar el regreso de los rehenes retenidos por Hamas; y defender las fronteras y los ciudadanos de Israel”.
Las lecciones de Mosul
Lo que estamos viendo aquí es un nivel de muerte y destrucción de proporciones sin precedentes en Gaza. ¡El número de palestinos muertos ya ha igualado a todos los muertos entre 2008 y 2023 antes del ataque de Hamas el 7 de octubre! En poco menos de tres semanas, ha habido más de la mitad de víctimas civiles que las que hemos visto en más de un año y medio en el conflicto de Ucrania.
Para tener una idea de la situación en la que puede encontrarse el ejército israelí, si Netanyahu logra llegar hasta el final, se han hecho algunas comparaciones con cómo se recuperó Mosul, en Irak, de las fuerzas del Estado Islámico en 2016-17.
Mosul tenía una población de alrededor de dos millones, similar a la de Gaza en la actualidad. logró insertar a alrededor de 8.000 de sus combatientes en la ciudad, que estaban esperando a los 100.000 efectivos del ejército iraquí liderado por Estados Unidos.
La ciudad fue bombardeada masivamente en preparación para que las tropas entraran, pero eso dejó una franja de edificios destruidos y escombros que los combatientes del EI podían usar como cobertura.
Un oficial de las fuerzas especiales occidentales que estaba con el ejército iraquí en Mosul explica que: “Las ciudades tienen miles de escondites… Si quieres eliminar a un enemigo, tienes que despejar la zona casa por casa. Pero eso te pone en 360 grados de peligro. No puedes simplemente avanzar”. La recaptura de Mosul terminó tardando nueve meses, mucho más de lo que se había calculado anteriormente.
Las estimaciones sobre cuántos combatientes tiene Hamas en Gaza varían, pero podría haber entre 30.000 y 40.000, dentro de los cuales hay un núcleo de 10.000 hombres bien entrenados. También se estima que la Jihad Islámica Palestina (JIP) tiene una fuerza de alrededor de 15.000 combatientes. Esto significa que en Gaza hay fuerzas que son alrededor de cinco veces más grandes que las que el EI tenía en Mosul.
Sin embargo, la situación en Gaza también es diferente, en el sentido de que los combatientes de Hamas operarán en su territorio y defenderán su patria. Hamas también puede recurrir a grandes reservas de voluntarios que estén dispuestos a unirse al esfuerzo para detener al ejército israelí.
Hamas también ha tenido mucho más tiempo para preparar el terreno que el EI en Mosul. Han construido una sofisticada red de túneles -cerca de 500 kilómetros según algunos informes – por los que los combatientes pueden escapar, o desde los que pueden lanzar ataques por sorpresa. Podrán atacar a las fuerzas israelíes desde direcciones inesperadas. Literalmente será una lucha por cada rincón de la ciudad. Hamas también ha acumulado armamento más sofisticado que en el pasado, con minas, misiles antitanque y drones armados.
La forma en que las cosas se desarrollaron en 2008 y después en 2014, cuando las fuerzas terrestres israelíes entraron en Gaza durante unas pocas semanas, dan un anticipo de lo que está por venir. En total, alrededor de 3.500 palestinos murieron, mientras que el ejército israelí perdió 70 soldados en las dos operaciones. Lo que están planeando hoy es a una escala mucho mayor, e inevitablemente conducirá a enormes pérdidas en ambos lados, y la mayor parte de los muertos serán civiles.
Los expertos han explicado que una invasión terrestre exitosa de Gaza requeriría una fuerza de cinco soldados israelíes por cada combatiente de Hamas. Si la cifra de 50.000 combatientes a disposición de Hamas citada anteriormente es correcta, entonces eso significa que se requieren 250.000 soldados israelíes para lograr los objetivos declarados de Netanyahu. Han movilizado más que esto, aunque debido a la amenaza de las fuerzas de Hezbolá, han tenido que desplegar una cierta cantidad en la frontera norte. Sobre el papel, tienen fuerzas suficientes para destruir completamente Gaza si así lo desean; mantener una campaña de este tipo, por supuesto, es una historia completamente diferente.
Pero volvamos por un momento a la experiencia de Mosul en Irak. Según el reconocido periodista Patrick Cockburn, en un artículo que escribió paraThe Independent (19 de julio de 2017): “Más de 40.000 civiles murieron en la devastadora batalla para retomar Mosul de manos del EI, según informes de inteligencia…”
Cockburn continúa explicando algunas de las razones de este elevado nivel de víctimas civiles:
“Gran parte de la culpa del calamitoso nivel de destrucción en el oeste de Mosul se ha atribuido a los ataques aéreos, pero es evidente a nivel del suelo que gran parte del daño fue causado por proyectiles de artillería y cohetes. Así lo confirma un informe de Amnistía Internacional publicado la semana pasada titulado ‘A cualquier costo: la catástrofe civil en el oeste de Mosul, Irak’, que apunta a un uso mayor y más indiscriminado de su poder de fuego por parte de las fuerzas progubernamentales en las etapas finales del ataque al este de Mosul, que comenzó en enero de 2017 y continuó durante los siguientes seis meses durante el asalto al oeste de Mosul “. (El énfasis es mío.)
Esto indicaría que, como las luchas callejeras implicaban grandes pérdidas de mano de obra militar para el ejército iraquí, la tendencia a recurrir a bombardeos cada vez mayores aumentaba inevitablemente. Podemos imaginar que algo similar ocurra en Gaza. Como el ejército israelí se enfrentará a un terreno extremadamente peligroso, tratará de minimizar sus propias pérdidas recurriendo cada vez más a los bombardeos desde la distancia para facilitar las operaciones de sus fuerzas terrestres cuando entren en un área.
Se está preparando un escenario de pesadilla
¿Qué significa esto para los civiles en Gaza? Inevitablemente significa decenas de miles de muertes. Los 40.000 muertos en Mosul son testimonio de los efectos de una invasión terrestre de ese tipo. El ejército israelí ha ordenado repetidamente a los civiles palestinos que abandonen el norte de Gaza y se dirijan al sur, pero las condiciones que la gente ha encontrado en el sur ha llevado a algunos de ellos a regresar al norte. No solo hay escasez de todo, desde agua hasta medicamentos básicos, desde alimentos hasta viviendas, sino que algunos incluso han sido bombardeados después de llegar al sur e incluso en su camino hacia el sur. Esto significa que, aunque un gran número ha abandonado la ciudad de Gaza, todavía quedan muchos civiles.
No será una operación rápida. El ejército israelí está hablando de una guerra de 50 días, pero Mosul muestra que tales cálculos no tienen ningún valor. Algunos especulan que podrían pasar muchos meses, y tal vez incluso más, antes de que el ejército israelí logre sus objetivos. El resultado sería el arrasamiento total de la ciudad de Gaza.
Como dijo Michael Lynk, ex “relator especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos”, a la revistaForeign Policy: “Va a haber un esfuerzo decidido para tratar de decapitar a Hamas. Y la única manera de hacerlo es arrasando grandes sectores de Gaza y su población civil “. (El énfasis es mío.)
Este es el escenario de pesadilla que se está preparando para el pueblo palestino en Gaza. Muchos soldados israelíes también morirán, y muchos de los 200 rehenes retenidos por Hamas también podrían perecer. Esto también explica la demora por parte del ejército israelí en comenzar su ofensiva terrestre. Parece haber una diferencia de opinión entre algunos de los líderes militares y el actual gobierno de Israel sobre cómo llevar a cabo la invasión planificada.
Los líderes burgueses de Occidente también han estado presionando para retrasar la invasión, insistiendo en la cuestión de liberar a los rehenes retenidos por Hamas antes de entrar.
También han estado haciendo más ruido sobre el hecho de que se permita la entrada de ayuda a Gaza para aliviar el horrendo desastre humanitario en el que se ha sumido la franja. Hay un elemento político muy fuerte involucrado aquí para los imperialistas. En un escenario ideal, preferirían evitar una invasión terrestre. Pero ese escenario no existe, y no tendrán otra opción que apoyar a Israel como su único aliado confiable en la región.
Pero para mantener un poco de apoyo público, apoyo que anticipan se evaporará rápidamente a medida que se acumulen los horrores en Gaza, deben aparentar cierta atención a la difícil situación actual del pueblo palestino en Gaza y a las preocupaciones humanitarias.
Los expertos de la ONU ya advierten que, si no se permiten los suministros esenciales en Gaza pronto, en cantidades suficientes, existe un “riesgo ineludible de inanición” para la población civil de Gaza. También existe un peligro creciente de enfermedades mortales transmitidas por el agua, como la propagación del cólera debido al deterioro de las condiciones de higiene y la falta de agua potable.
Israel ha cortado el suministro de agua, al igual que las provisiones de combustible y electricidad. Sin energía, la poca agua que hay no se puede bombear y las plantas de alcantarillado no pueden funcionar. Muchas personas ya se ven obligadas a dormir en la calle o en alojamientos improvisados. Otros viven hacinados en apartamentos que albergan entre 30 y 40 personas, a veces hasta 100. Y una vez que comience la invasión terrestre, todo esto empeorará exponencialmente.
Una vez que el ejército israelí entre, las imágenes en las pantallas de televisión van a conmocionar a millones de personas en todo el mundo, pero esto tendrá un impacto particularmente dramático en los pueblos de Oriente Medio. Ya hemos visto grandes protestas, mítines masivos y manifestaciones en toda la región. Este movimiento está destinado a hacerse mucho más grande.
Esto explica la “Cumbre de El Cairo por la Paz” del sábado pasado, donde representantes de Jordania, Qatar, Egipto, Sudáfrica, Francia, Alemania, Rusia, China, el Reino Unido, así como funcionarios de la UE y la ONU, y Estados Unidos, entre otros, aunque no hubo altos funcionarios estadounidenses presentes, discutieron formas de “desescalar” la guerra.
Estos líderes están claramente extremadamente preocupados de que, una vez que las fuerzas israelíes entren en Gaza, esto tenga un efecto desestabilizador en sus propios países. El problema, por supuesto, es que no había nadie de Israel en la cumbre, y son los generales israelíes y el primer ministro israelí Netanyahu, junto con su gabinete de guerra, los únicos con poder para “desescalar”. Todas las palabras y discursos elegantes del sábado pasado son agua de borrajas y poco más.
Ahora mismo, el ejército israelí continúa sus preparativos para entrar. Una vez que esto comience, veremos un derramamiento de sangre de inmensas proporciones. Aumentará aún más las tensiones en toda la región. La semana pasada un buque de guerra estadounidense derribó cohetes disparados desde Yemen. Los soldados estadounidenses estacionados en Irak y Siria han sido atacados, e Irán, directamente y también a través de su aliado Hezbolá en el Líbano, ha estado subrayando el peligro para las unidades estadounidenses en toda la región.
Creciente solidaridad con Palestina
El sábado, vimos una manifestación de alrededor de 300.000 personas en Londres en solidaridad con el pueblo palestino. En Francia, las autoridades habían prohibido que se llevaran a cabo tales manifestaciones, pero bajo una inmensa presión se vieron obligadas a levantar esa prohibición el jueves pasado. El resultado fue que al menos 30.000 personas marcharon por París el domingo ondeando banderas palestinas y cantando “Gaza, París está contigo”. Esta fue la mayor concentración de este tipo en Francia hasta el momento. Se han visto muchas manifestaciones en todo el mundo.
Este movimiento va a crecer a medida que se desarrolle la carnicería en Gaza. Los medios de comunicación están tratando desesperadamente de moldear la opinión pública a favor de Israel. Pero esto está resultando muy difícil, y una vez que los efectos completos de una invasión se hagan evidentes para todos, lo será aún más.
Muchos ya pueden ver a través de la propaganda, a través de todas las mentiras y calumnias. Entienden claramente que el bombardeo actual y una futura invasión no se trata de responder al ataque de Hamas del 7 de octubre. Son simplemente una continuación, a un nivel mucho más alto, de décadas de opresión del pueblo palestino, que ha estado sin patria durante 75 años.
Con el fin de hacer retroceder la oleada de apoyo al pueblo palestino, los medios de comunicación han lanzado acusaciones de antisemitismo o de apoyo al terrorismo contra cualquiera que exprese públicamente su oposición a la guerra de Israel contra Gaza. Esto explica por qué los principales medios de comunicación -la BBC es uno de los principales culpables- han intensificado los informes sobre los acontecimientos que tuvieron lugar el 7 de octubre en el sur de Israel, haciendo hincapié en los espeluznantes detalles de las acciones de Hamas.
Normalmente, estas escenas no se muestran, ya que se consideran demasiado sensibles, pero ahora los vídeos se están transmitiendo una y otra vez. El objetivo es claro: preparar a la “opinión pública” y justificar la carnicería de civiles inocentes en Gaza. Es evidente que cualquier persona normal no aprueba la matanza indiscriminada de civiles, en cualquier lado de este conflicto. Pero la gente puede ver lo que se está preparando y se opone rotundamente a ello.
Cualquier político occidental que se ensucie las manos apoyando la barbarie que estamos presenciando, tarde o temprano, va a sentir la ira de su propio pueblo. Sunak, cuando recientemente se reunió con Netanyahu en Israel y le estrechó la mano, dijo: “También queremos que ganes”. Eso significa que apoya los planes de Netanyahu, como se describe en este artículo. Eso significa que apoya el asesinato indiscriminado de mujeres y niños.
Según el Ministerio de Salud de Gaza, el número total de personas muertas en Gaza hasta el momento (martes 24 de octubre) es de 5.791. Esto incluye 2.360 niños, 1.421 mujeres y 295 personas mayores; y también hay 16.297 heridos y otros 1.550 reportados como desaparecidos, de los cuales 870 son niños.
Esto es lo que Sunak está apoyando. De la misma manera que no es amigo de los trabajadores en Gran Bretaña, tampoco es amigo del sufrido pueblo palestino. Lo mismo se aplica a Macron, Scholz, Meloni y todos los demás líderes de Europa, incluidos Starmer y compañía, que, como perros falderos obedientes, hacen todo lo que sus propias clases dominantes les dicen que hagan.
Es en momentos como este que los verdaderos comunistas, los verdaderos marxistas revolucionarios, se destacan claramente por su apoyo a los oprimidos y su oposición a todos aquellos que gobiernan a favor de un sistema que permite que tal carnicería tenga lugar. Decimos la verdad a los trabajadores y jóvenes, no importa lo que la maquinaria de propaganda de los ricos y poderosos insista en difundir.
Hace solo unos días, Petraeus, junto con el historiador británico Andrew Roberts, publicó un libro: Conflict – The Evolution of Warfare from 1945 to Ukraine, en el que explican que, después de la Segunda Guerra Mundial, “surgió un sueño de que podría haber paz en la tierra”, basado en “el nacimiento de las Naciones Unidas, cuya Carta fundacional afirmaba que esperaba” salvar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra “.
Pero explican fríamente lo siguiente:
“El filósofo y teórico militar prusiano Carl von Clausewitz describió la guerra como política por otros medios, y así como la política no terminó en 1945, tampoco lo ha hecho la guerra. De hecho, el conflicto ha continuado al menos en algún lugar del mundo cada año desde el final de la Segunda Guerra Mundial “.
La “política” a la que se refiere Petraeus, y que defiende claramente, es la política de la explotación de clase, del saqueo de los pueblos del mundo por parte de una minoría de parásitos: la clase capitalista y todos sus acólitos. Los acontecimientos en Gaza lo ponen claramente de manifiesto. Y esto es lo que está empezando a penetrar en la conciencia de miles de millones de personas que viven en este planeta, empezando por la juventud.
El 17 de octubre, la prefectura de París prohibió una reunión, que iba a llevarse a cabo en la Bourse du Travail al día siguiente, para exigir la liberación del activista palestino Georges Ibrahim Abdallah, detenido en Francia durante casi 40 años. En la tarde del 18 de octubre, en el momento de la reunión, la Bolsa de Trabajo de París fue clausurada bajo la vigilancia de la CRS (policía antidisturbios).
Para justificar esta escandalosa privación al derecho de reunión, la orden de prohibición firmada por Laurent Nuñez, prefecto de París, afirma “que debido a la respuesta israelí en la Franja de Gaza, existen graves riesgos de que se hagan comentarios con motivos antisemitas” en la reunión largamente planeada. Para ser claros: esta reunión habría sido una oportunidad para fustigar no solo al estado francés, que se niega obstinadamente a liberar a Georges Abdallah, sino también al estado sionista, que está masacrando a los palestinos de Gaza. Sin embargo, Laurent Nuñez trabaja para un gobierno que defiende la siguiente idea: atacar las políticas del gobierno israelí es antisemitismo. La conclusión: se deben prohibir las críticas al gobierno israelí y, por lo tanto, se deben prohibir las reuniones públicas donde “se corre el riesgo” de formular tales críticas.
De paso, señalemos que en Francia los comentarios y actos verdaderamente antisemitas son cometidos constantemente por organizaciones más o menos fascistas, que el estado burgués perdona y protege, porque estas organizaciones ofrecen un arma útil para desplegarse como fuerzas adicionales contra la izquierda y el movimiento obrero en el futuro.
La orden de prohibición firmada por Laurent Nuñez también explica que “las manifestaciones que tienen como objeto las demandas pro-palestinas fueron prohibidas con el fin de garantizar el mantenimiento del orden público; que la evolución de la situación y, en particular, la contraofensiva en la Franja de Gaza es probable que amplifique las demandas y protestas, para radicalizar el movimiento pro-palestino e importar las tensiones nacidas de este conflicto en el extranjero”.
Está claro que la masacre de miles de palestinos en Gaza “radicaliza” no solo al “movimiento pro-palestino”, sino también a millones de jóvenes y trabajadores que siguen estos acontecimientos con ardiente indignación y son radicalmente hostiles a los crímenes del imperialismo israelí. Muchos de ellos quieren demostrar esta indignación y su apoyo a la lucha del pueblo palestino por sus derechos democráticos más básicos. Pero Laurent Núñez y su jefe, el ministro del interior Gérald Darmanin, decidieron lo contrario, en nombre de “mantener el orden público”. El “orden público”, en este caso, incluye el apoyo inquebrantable del imperialismo francés al gobierno de extrema derecha de Benjamin Netanyahu. Nada debería perturbar este orden, ni siquiera una reunión pública de organizaciones que han hecho campaña durante muchos años por la liberación de Georges Abdallah, el preso político más antiguo de Europa.
Según Laurent Nuñez, el encuentro habría contribuido a “importar las tensiones nacidas de este conflicto exterior”. Esta formulación es muy confusa. ¿Las “tensiones” nacieron en Francia o en Palestina? En Palestina, no se trata de “tensiones”, sino de una guerra. Y si las “tensiones” “nacieron” en Francia, no necesitan ser “importadas” allí. En su propia confusión, esta formulación pretende negar los sentimientos de solidaridad que millones de jóvenes y trabajadores sienten hacia el pueblo palestino. Bajo la tortuosa pluma del Prefecto de Policía, estos sentimientos se convierten en “tensiones”, que han sido “importadas” – ¿por quién y por qué medios? – de tierras alejadas de nuestras pacíficas costas.
Esta historia de “importación” es grotesca en otros dos aspectos. Por un lado, el propio gobierno francés es parte de este conflicto, porque apoya los crímenes del gobierno israelí. Las prohibiciones de manifestaciones y reuniones en Francia son precisamente expresiones de este apoyo. Por otro lado, es el propio gobierno el que, desde el 7 de octubre, ha seguido “importando” a Francia, es decir, explotando la situación en Israel-Palestina para: 1) desarrollar su propaganda racista y reaccionaria contra los inmigrantes y los musulmanes; 2) intensificar su ofensiva contra la Francia Insumisa y amenazar al NPA (entre otros) con la disolución; 3) lanzar un asalto brutal al derecho de manifestación, al derecho de reunión y a la libertad de expresión en general, un asalto que permite al gobierno investigar la reacción de las principales organizaciones del movimiento obrero a este tipo de medidas, que se tomarán en el futuro sobre temas distintos del conflicto israelí-palestino.
El último ejemplo: esta mañana, el secretario general de la Unión Departamental Norte (59) de la CGT, Jean-Paul Delescaut, fue arrestado en su casa y puesto bajo custodia policial. ¡Se le acusa de “apología del terrorismo” porque su agrupación sindical publicó un comunicado de prensa pidiendo un “alto el fuego” en Gaza! Se está llevando a cabo una movilización en Lille para obtener la liberación inmediata de este líder sindical.
¡Todos a las manifestaciones del 22 de octubre!
Ayer, la FI, la CGT y docenas de organizaciones convocaron manifestaciones en todo el país el 22 de octubre contra la masacre de habitantes de Gaza por parte del ejército israelí. Hasta entonces, las manifestaciones, prohibidas y reprimidas, fueron convocadas principalmente por colectivos pro palestinos y varias organizaciones pequeñas. La pasividad de las principales organizaciones del movimiento obrero alentó al gobierno en su ofensiva antidemocrática.
Como era de esperar, el Partido Socialista, los Verdes y el Partido Comunista (PCF) no se encuentran entre los firmantes del llamado a manifestarse el domingo. Sobre el conflicto israelí-palestino, los líderes de estos tres partidos han capitulado completamente ante la opinión pública burguesa. Además, su actividad principal en estos días es sumar sus propias voces a las de la derecha y la extrema derecha en su ofensiva contra Jean-Luc Mélenchon, Mathilde Panot y otros líderes de la FI. La actitud de la dirección del PCF es particularmente llamativa, porque marca una clara ruptura con la posición histórica de este partido sobre el conflicto israelo-palestino. Claramente, Fabien Roussel y su séquito están llevando a su partido hacia un abismo.
Dicho esto, la posición de los dirigentes de la Confederación General del Trabajo (CGT) y de la FI dista mucho de ser satisfactoria. En resumen, “piden” al gobierno francés que deje de comportarse como el gobierno burgués de una potencia imperialista. Siembran ilusiones en la ONU, como si esta “cocina de ladrones imperialistas”, para usar la frase de Lenin sobre la Liga de las Naciones, el antepasado de la ONU, pudiera contribuir incluso un poco a la causa de los palestinos.
Los activistas de Revolución (sección francesa de la Corriente Marxista Internacional) participarán en las manifestaciones del 22 de octubre bajo nuestra propia bandera y nuestras propias consignas, a saber:
No a la invasión y bombardeo de Gaza.
Por un levantamiento de masas contra la ocupación, a ambos lados de la línea verde.
Libertad de presos políticos
Poner fin al robo de tierras por parte de los colonos sionistas y devolver todas las tierras robadas.
No a la opresión. Por la igualdad de derechos para todas las personas, independientemente de su origen étnico o religión.
Por una federación socialista de toda Palestina, dentro de una federación socialista de Oriente Medio.
La guerra genocida de Israel contra Gaza está llegando a una etapa crucial. Las horribles imágenes de civiles masacrados han provocado una ola de repulsión en todo el mundo. Miles de personas han salido a las calles en las capitales de todo Oriente Medio, exigiendo acciones en apoyo de Gaza, mientras que cientos de miles de personas en Occidente han protestado por la complicidad de sus gobiernos en los crímenes de Israel.
La CMI apoya incondicionalmente este movimiento y se solidariza completamente con la lucha del pueblo palestino por la liberación nacional y su liberación de la opresión imperialista. Pero inmediatamente surge la pregunta, ¿cómo se logrará la libertad de Palestina? Y esta pregunta requiere una respuesta clara.
Sin resolución
Muchos partidos de izquierda y organizaciones obreras han pedido un alto el fuego inmediato y un plan de paz, ofreciendo la posibilidad de poner fin a la ocupación israelí de Palestina.
La Federación Sindical Mundial, por ejemplo, ha exigido “poner fin inmediatamente a la ocupación y los asentamientos israelíes en los territorios árabes ocupados, tal como establecen las resoluciones de la ONU, y establecer un Estado palestino independiente en las fronteras de 1967 con Jerusalén Este como capital y garantizar el derecho al retorno de los refugiados palestinos”.
Los partidos comunistas de todo el mundo han emitido declaraciones similares. El Partido Comunista Británico (PCB) ha pedido “la implementación de una solución de dos Estados basada en las fronteras anteriores a 1967 que establezca un Estado palestino independiente”.
Pero aparte del sentimiento de apoyo, ¿qué ofrece realmente esto a las masas palestinas?
El primer deber de cualquier comunista es decir la verdad, y la verdad más elemental en toda la situación es que nada podría ser de menos ayuda para el pueblo de Palestina que las resoluciones impotentes de la ONU y las intrigas de la “comunidad internacional”.
Para empezar, las fronteras anteriores a 1967 fueron establecidas por la limpieza étnica de 700.000 palestinos entre 1947 y 1949, conocida como la Nakba (“catástrofe” en árabe), que fue llevada a cabo por las milicias sionistas con el respaldo del imperialismo estadounidense.
A finales de 1949, Israel se había apoderado del 78 por ciento de Palestina. ¿Cuál fue la respuesta de la “comunidad internacional”? Reconoció este sangriento hecho consumado como la “Línea Verde”, la misma frontera a la que el PCB y otros ahora quieren regresar.
Israel violó la Línea Verde en 1967 cuando invadió toda Palestina durante la Guerra de los Seis Días. La respuesta de la ONU fue aprobar la Resolución 242, que sigue sin aplicarse hasta el día de hoy. Por lo tanto, debemos preguntarnos, si la ONU ha sido completamente incapaz o, incluso, reacia a hacer cumplir sus endebles resoluciones desde 1947, ¿quién lo hará?
Una paz podrida
Lo que siempre falta en los llamados a una solución de “dos Estados” es cualquier propuesta sobre cómo se debe lograr esto. Cuando las organizaciones piden un acuerdo de paz, es necesario preguntar ¿qué acuerdo, negociado por quién y aplicado por quién?
Palestina tiene cierta experiencia en acuerdos de paz. De hecho, la crisis actual es el producto del fracaso total de la solución de “dos Estados”, como se establece en los Acuerdos de Oslo de 1993 y 1995.
Bajo los términos de este acuerdo, negociado a espaldas del pueblo palestino, Israel acordó retirarse parcialmente de los territorios ocupados y se estableció un semiestado palestino, llamado Autoridad Palestina (AP). El problema, sin embargo, era que el 60 por ciento de Cisjordania iba a permanecer completamente bajo control israelí.
A cambio, Yasser Arafat y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) acordaron reconocer al Estado de Israel y abandonar su reivindicación del derecho de los palestinos desplazados durante la Nakba a regresar a sus hogares. En cambio, la dirección palestina acordó trabajar para restaurar las fronteras anteriores a 1967, como se reconoce en la Resolución 242 de la ONU, precisamente los términos exigidos hoy por los partidos comunistas oficiales.
Además, las partes implicadas acordaron “sentar las bases para fortalecer la economía palestina”. Pero esto se tenía que lograr incorporando a Palestina en una unión aduanera con Israel en la que también iba a tener que usar la moneda israelí, el séquel.
Finalmente, se estableció una fuerza policial palestina, pero el Estado israelí retuvo “todos los poderes” para salvaguardar “la seguridad y el orden internos”. Israel también retuvo el control exclusivo de las fronteras y el espacio aéreo de Palestina.
¿Cuál ha sido el resultado de esta “paz”? Treinta años después, las condiciones de vida en Palestina han empeorado. El desempleo en Gaza y Cisjordania era del 7 por ciento en 1993; hoy es del 24 por ciento. El desempleo juvenil casi llega al 37 por ciento. La actual cifra de desempleo en Gaza es aún peor, con un 45 por ciento, y es más alta para los jóvenes. Eso fue antes del bombardeo de Israel. Toda la economía palestina se encuentra en un estado de dependencia colonial de Israel, que proporciona el 58 por ciento de sus importaciones y recibe alrededor del 86 por ciento de sus exportaciones.
La AP y el partido gobernante Fatah se han convertido en nada más que una camarilla corrupta, que permanece en el poder únicamente porque es un régimen títere útil para el Estado israelí. Y así es precisamente cómo son vistos por la mayoría de los palestinos. El tiroteo de manifestantes palestinos en Nablus por parte de las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina la semana pasada es una ilustración gráfica de este hecho.
Cuando la hostilidad masiva hacia Fatah le dio la victoria a Hamás en las elecciones legislativas de 2006, Israel, la UE y los EE. UU. se negaron a reconocer el resultado y presionaron a Fatah para que no entregara el poder. Como resultado, Palestina se vio dividida por una guerra civil que dejó a Gaza bajo el control de Hamas y a Cisjordania bajo el control de Fatah. No se han celebrado elecciones desde entonces.
La llamada solución de “dos Estados” ha logrado crear dos Palestinas o, más bien, dos reservas miserables en las que los palestinos son retenidos como prisioneros en su propio país. Mientras tanto, la expansión de los asentamientos ilegales en Cisjordania ha continuado bajo cada gobierno israelí desde que se firmaron los Acuerdos.
Palestina nunca ha estado más lejos de la independencia que ahora. Su economía ha sido estrangulada sistemáticamente y la llamada Autoridad Palestina no tiene ninguna autoridad. Las resoluciones piadosas que simplemente piden un retorno a las fronteras anteriores a 1967 y “un Estado palestino independiente” en abstracto ignoran completamente este inconveniente.
Imperialismo israelí
Los defensores de una solución de “dos Estados” podrían protestar diciendo que el problema es que los gobiernos israelíes de derecha, y Benjamín Netanyahu en particular, han actuado de mala fe y han socavado deliberadamente el camino hacia la paz. Todo esto es cierto, por supuesto, pero luego debemos preguntarnos: ¿qué gobierno israelí estaría dispuesto o sería capaz de abandonar toda Cisjordania? Además, ¿qué gobierno israelí estaría dispuesto a pagar por el desarrollo de una economía palestina viable e independiente en su frontera?
Israel es un Estado capitalista que ha desarrollado intereses imperialistas en toda la región. Y la dominación de toda Palestina es una necesidad absoluta en la consecución de esos intereses. Este hecho fue reconocido por los fundadores de Israel y ha determinado la política de cada gobierno israelí desde 1948.
La proliferación de asentamientos ilegales en Cisjordania ha continuado desde 1967 y se ha acelerado desde 1993. Ahora hay más de 700.000 colonos judíos que viven ilegalmente en la Cisjordania ocupada y Jerusalén Este, explotando el trabajo de los palestinos que trabajan en condiciones de esclavitud. Y los asentamientos se han convertido en una poderosa fuerza política que ningún gobierno en Israel puede ignorar.
No fue el Likud ni Netanyahu, sino el Partido Laborista israelí de Isaac “Quebrantahuesos” Rabin el que negoció los Acuerdos de Oslo, con su insistencia en la “integración” económica de las economías israelí y palestina. Y cuando la alianza laborista “Un Israel” llegó al poder en 1999, no revirtió, ni detuvo siquiera, la expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania.
Bajo el imperialismo, la paz es simplemente la continuación de la guerra por otros medios. La única diferencia entre el sionismo liberal y el de derecha es que el primero prefiere colocar silenciosamente su bota en el cuello de los palestinos y asfixiarlos, mientras que el segundo los patea repetidamente en la cara.
Lo que el ala liberal de la clase dominante israelí objeta no es la monstruosa opresión de los palestinos, sino la posibilidad de que las provocaciones de la derecha puedan resultar en otra revuelta de las masas palestinas. Y sus temores están siendo confirmados por los acontecimientos.
En realidad, no existe un Estado palestino viable y nunca lo habrá mientras el capitalismo israelí siga existiendo. La solidaridad con Palestina debe partir de este hecho inevitable, que ya es comprendido por la mayoría en Palestina.
En una encuesta de septiembre, realizada por el Centro Palestino para la Investigación de Políticas y Encuestas (IPE), el 64 por ciento dijo que la situación era peor hoy que antes de Oslo, el 71 por ciento dijo que estaba mal que la OLP firmara el acuerdo en primer lugar, y el 53 por ciento dijo que la lucha armada era la mejor manera de avanzar en la lucha por la liberación palestina.
La demanda de un nuevo plan de paz en la misma línea que Oslo en las condiciones actuales es, en el mejor de los casos, una distracción y, en el peor, un engaño. Esta es precisamente la razón por la que Estados Unidos intervino y negoció los Acuerdos de Oslo en 1993, y por la que una serie de presidentes estadounidenses han respaldado la llamada solución de “dos Estados” desde entonces. Este es también el motivo por el que gran parte de la juventud palestina lo ha rechazado con razón.
Un rechazo honesto de la guerra y la destrucción es completamente comprensible, pero en el conflicto entre opresores y oprimidos, lo mejor que puede lograr el pacifismo es predicar la pasividad a las masas y desviar la lucha hacia un callejón sin salida.
Por una solución revolucionaria
No hay un camino reformista hacia la libertad palestina. La presión internacional y los acuerdos de “paz” solo pueden preservar el statu quo ya intolerable. Las masas palestinas solo pueden confiar en su propia fuerza, apoyadas por la solidaridad de la clase trabajadora mundial.
Un nuevo levantamiento en toda Palestina, basado ante todo en la juventud revolucionaria, podría sacudir no solo al régimen israelí sino a toda la región.
Movilizado en torno a un programa socialista, el movimiento podría ir más allá de las fronteras artificiales de Palestina. Podría extenderse a los trabajadores árabes que viven en el lado israelí de la Línea Verde; a los trabajadores y pobres de los Estados árabes vecinos que arden de indignación por la complicidad de su propia clase dominante en los crímenes del sionismo; y podría comenzar a avivar la lucha de clases y romper la unidad nacional entre los trabajadores y los patrones israelíes, que es vital para el gobierno de este último.
Pero si un movimiento tan todopoderoso se limita al establecimiento de una Palestina capitalista débil junto con alguna versión “democrática” del actual Estado capitalista israelí, el resultado será totalmente contraproducente. De hecho, tal resultado sería imposible. La clase dominante israelí, si su dominio fuera simplemente sacudido en lugar de aplastado, volvería en busca de venganza. Revertiría a algo aún más horripilante que la situación actual. El establishment sionista reaccionario necesita ser completamente desmantelado, la clase dominante expropiada, y la tierra y los monopolios deben ser puestos bajo el control de la clase trabajadora.
Solo un régimen de democracia obrera puede reemplazar al actual Estado de Israel, poner fin a la ocupación, resolver la cuestión esencial de la tierra y respetar los derechos democráticos tanto de judíos como de árabes. En resumen, no estamos a favor de una paz falsa; estamos a favor de la revolución.
Pero lo que se requiere es una revolución que no respete la “democracia” capitalista ni las fronteras nacionales; que no se detenga hasta que el imperialismo israelí y sus títeres en Palestina hayan sido completamente aplastados; y que satisfaga las necesidades acuciantes de tierra, trabajo, vivienda y una existencia digna para del pueblo palestino. Eso significa que la revolución debe ser socialista, que es la única forma de eliminar la base material sobre la que descansa la élite gobernante sionista.
Trotsky advirtió en 1940 que el intento de resolver la «cuestión judía» en Europa mediante la desposesión de los palestinos sería una «trampa sangrienta». Estas palabras siguen siendo válidas hoy en día. Pero la verdadera historia de Israel-Palestina ha quedado sepultada bajo montañas de falsificaciones.
En este artículo, Francesco Merli explica los turbios manejos y maquinaciones de las naciones imperialistas que allanaron el camino para la partición de la Palestina histórica. Este episodio de la historia demuestra la miopía de la clase dominante, que abrió la caja de Pandora de la violencia y la degradación que ha asolado la tierra desde entonces.
Este artículo es la primera parte de una serie de dos, la segunda de las cuales tratará de los acontecimientos posteriores a la partición de Palestina.
Introducción
En los últimos cien años, Oriente Próximo ha sido el tablero de ajedrez de muchas partidas decisivas entre las potencias imperialistas. La razón de la relevancia de la región, considerada de importancia relativamente secundaria hasta finales del siglo XIX, es bien conocida: bajo las tierras de Oriente Próximo se encuentran las principales reservas de petróleo del planeta. Palestina, por una serie de razones geopolíticas e históricas, se ha convertido cada vez más en el centro de las tensiones de Oriente Medio.
El largo proceso de descomposición del Imperio Otomano se aceleró repentinamente con la Revolución de los Jóvenes Turcos de julio de 1908, pero sólo se completó tras la derrota del Imperio en la Primera Guerra Mundial.
El Imperio ya había perdido el control sobre parte de sus provincias europeas a lo largo del siglo XIX. Durante ese periodo, Gran Bretaña y Francia también se habían hecho con el control de amplias zonas del norte de África. Francia se apoderó de Argelia en 1830 y ocupó Túnez en 1881. Gran Bretaña invadió Egipto y Sudán en 1882. Incluso una potencia secundaria como Italia sacó tajada del Imperio al ocupar Libia en 1911.
El gobierno de los Jóvenes Turcos entró en la 1ª Guerra Mundial junto a las Potencias Centrales, Alemania y Austria-Hungría. Mucho antes del final de la guerra, Gran Bretaña y Francia ya habían llegado a un acuerdo sobre cómo repartirse el botín del Imperio.
Acostumbrados a dominar vastos imperios coloniales, británicos y franceses acordaron crear una serie de Estados separados artificialmente por fronteras trazadas arbitrariamente con una regla sobre mapas geográficos. El acuerdo se selló mediante el pacto secreto de Sykes-Picot (con el consentimiento de Rusia e Italia) en enero de 1916.
Mapa del acuerdo Sykes-Picot hecho por las grandes potencias para repartirse Oriente Próximo / Paola Porsia
El acuerdo fue denunciado y publicado por los bolcheviques en noviembre de 1917, inmediatamente después de la Revolución, para consternación de los imperialistas. Sin embargo, después de la Guerra, la partición se produjo según las líneas acordadas por Sykes y Picot. Francia se hizo con el control de Siria y el Líbano. A Gran Bretaña se le reconoció un mandato sobre Mesopotamia (actual Irak), Palestina y un protectorado sobre la monarquía títere de Transjordania (actual Jordania).
Los imperialistas británicos habían suscitado cínicamente las esperanzas de los nacionalistas árabes de una patria propia. Sir Henry McMahon, Alto Comisario británico en Egipto, estableció una negociación en este sentido en su correspondencia con Hussein bin Ali, el Sharif de La Meca, a cambio del apoyo árabe en la Guerra. La insurgencia árabe contra los otomanos desempeñó un papel clave en la desaparición del Imperio Otomano.
Sin embargo, los imperialistas británicos no tenían intención de cumplir sus promesas y estaban más interesados en ampliar su propia esfera de influencia. El auge de la conciencia nacional árabe representaba una amenaza estratégica para sus intereses imperialistas.
La cuestión judía y el sionismo
La historia de la inmigración judía a Palestina está estrechamente ligada al surgimiento del movimiento sionista a finales del siglo XIX. Hasta entonces, la población judía autóctona que vivía en Palestina ascendía a unos pocos miles de personas, concentradas en su mayoría en las zonas urbanas.
Un punto de inflexión se produjo con la oleada de pogromosdesatada en el Imperio ruso por la policía secreta contra la minoría judía, considerada responsable del asesinato del zar Alejandro II en 1881.
Turbas enfurecidas, azuzadas por provocadores a sueldo, asaltaron barrios judíos, saqueándolos y agrediendo a la población. Cientos de miles de judíos fueron expulsados de Rusia y Ucrania huyendo de la campaña de terror de asesinatos, palizas, violaciones, linchamientos y destrucción de sus medios de vida y propiedades.
Siguieron más oleadas de pogromos en 1903-6, y una aún mayor en 1917 y 1921, desatada por el ejército blanco durante la guerra civil contra la revolución bolchevique.
A finales del siglo XIX, otro episodio causó una enorme conmoción. En 1894-95, Alfred Dreyfus, un oficial judío francés, fue condenado injustamente por traición. Su juicio desató una ola de antisemitismo en Francia.
El «caso Dreyfus» desempeñó un papel importante en la conversión al sionismo de un intelectual burgués judío cosmopolita, Theodor Herzl (1860-1904). De hecho, Herzl escribió El Estado judío, que se convertiría en el manifiesto político del sionismo, a raíz del juicio.
Herzl se convirtió en el principal organizador y teórico del movimiento sionista y lo desarrolló como una fuerza internacional. Ideó la táctica de organizar la emigración masiva de judíos de Europa a Palestina.
También llegó a la conclusión de que el crecimiento de las tendencias antisemitas en Europa debía considerarse una ayuda potencial para el proyecto sionista, un medio de ejercer presión sobre lo que él consideraba la inercia judía secular.
De ahí que el proyecto político sionista se basara en el esfuerzo por presionar a los jefes de Estado y ministros europeos (a menudo fervientemente antisemitas) en el intento de persuadirles de que la emigración de judíos a Palestina representaba una oportunidad de oro para librarse de la cuestión judía, así como del hecho de que un Estado judío en Palestina podría ser útil a las grandes potencias como «puesto avanzado de la civilización europea frente a la barbarie asiática».
Desde el principio, el proyecto sionista tuvo que contar con el patrocinio de una de las principales potencias imperialistas como garantía de su éxito.
Theodor Herzl reconocía que no podía haber un Estado judío sin la expropiación y expulsión de los palestinos / Wikimedia Commons
Herzl aseguró públicamente a las autoridades otomanas que la inmigración judía sólo beneficiaría materialmente al Imperio, con el fin de garantizar la necesaria conformidad de las autoridades otomanas. Sin embargo, en privado reconocía que no podía haber un Estado judío sin la expropiación y expulsión de los palestinos.
«Debemos expropiar con suavidad. […] Intentaremos animar a la población sin dinero a cruzar la frontera procurándole empleo en los países de tránsito, mientras le negamos cualquier empleo en nuestro país. […] Tanto el proceso de expropiación como el traslado de los pobres deben llevarse a cabo con discreción y circunspección.» Herzl anotó en su diario en 1895 (citado en B. Morris, Righteous Victims).
La realización de la utopía reaccionaria sionista convirtió a Palestina en un campo de batalla y costaría a los palestinos (pero también a los colonos judíos) sufrimientos indecibles. Sus consecuencias reaccionarias perduran hasta nuestros días.
Sin embargo, a principios del siglo XX, el movimiento sionista seguía representando sólo a una ínfima minoría, confinada a un pequeño círculo de intelectuales y mecenas judíos burgueses y pequeñoburgueses.
El desarrollo de la conciencia nacional árabe
Un motivo constante de preocupación para los dirigentes sionistas era que los trabajadores árabes se organizaran contra su explotación. Otro temor era que el desarrollo de una conciencia nacional árabe unificara a los árabes en la resistencia a la colonización sionista.
La conciencia nacional árabe empezó a desarrollarse en la década de 1880. La Revolución de los Jóvenes Turcos de 1908 suscitó esperanzas de emancipación para todos los pueblos del imperio otomano.
El rápido giro del nuevo régimen hacia el nacionalismo turco aceleró el proceso masivo de precipitación de la conciencia nacional entre todos los pueblos del Imperio, en particular entre los árabes, que compartían un territorio que abarcaba desde el actual Irak hasta Marruecos, una lengua y una tradición comunes.
En Palestina ese proceso se agudizó aún más debido a la creciente hostilidad hacia las consecuencias de la inmigración judía. Cada adquisición de tierras por los colonos conllevaba la expulsión automática de los campesinos palestinos, a menudo ignorantes de que los propietarios oficiales ausentes de las tierras las habían vendido a los recién llegados, seducidos por el aumento del precio de la tierra.
Según el historiador Benny Morris, el precio medio de la tierra pasó de 5,3 libras palestinas por dunam en 1929 a 23,3 en 1935. El precio de la tierra en 1944 ascendía a 50 veces el de 1910.
Los colonos no hablaban árabe, ni estaban familiarizados con la cultura y las tradiciones locales, y en muchos casos no se preocuparon de aprenderlas, violando costumbres establecidas desde hacía mucho tiempo, tierras comunes, pastos y, sobre todo, el acceso al agua. No pasó mucho tiempo antes de que los palestinos sintieran una creciente amenaza por la continua afluencia de colonos.
La Declaración Balfour
Los estrategas del imperialismo británico se interesaron por la situación. Comprendieron que el proyecto sionista podía convertirse en una herramienta útil para llevar a cabo los planes británicos para Oriente Próximo tras la desaparición del Imperio Otomano.
El 2 de noviembre de 1917, este cambio se resumió en la carta dirigida en nombre del gobierno británico por Lord Balfour a Lord Rothschild y a la Federación Sionista. La declaración afirma:
«El Gobierno de Su Majestad contempla con beneplácito el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, entendiéndose claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político de los judíos en cualquier otro país.»
La cláusula subordinada mostraba claramente que, incluso en aquel momento, los imperialistas británicos tenían una comprensión evidente de las implicaciones de su apoyo. Sobre una base capitalista, la llamada «solución» a la secular opresión de los judíos, conducía necesariamente a la estallido de la «cuestión palestina».
Declaración Balfour / Wikimedia Commons
En 1923, un sionista de derechas, Vladimir Jabotinsky, escribió su manifiesto político El muro de hierro. Reconocía la importancia de la declaración Balfour y sostenía que había que someter a los palestinos con un «muro de hierro de bayonetas judías» y, añadía, «bayonetas británicas». En su opinión, la viabilidad del proyecto sionista dependía del apoyo activo y el patrocinio del imperialismo británico.
Este apoyo se hizo realidad tras el colapso del Imperio otomano y el establecimiento del mandato británico sobre Palestina.
Bajo el dominio británico, se permitió a los sionistas desarrollar las instituciones de un semiestado: la Agencia Judía como embrión de gobierno; el Fondo Nacional Judío como forma de canalizar las finanzas y comprar tierras y, lo más importante, una milicia judía: la Haganá.
Sin embargo, al estallar la Primera Guerra Mundial, todavía no había más de 60.000 judíos en Palestina, mientras que las tierras compradas hasta 1908 correspondían sólo al 1,5 por ciento de las tierras disponibles. En la década de 1920 -como consecuencia del Mandato Británico sobre Palestina- se aceleró el flujo de nuevos colonos.
En 1929, el balance general de la emigración judía desde 1880 era el siguiente: de unos 4 millones de judíos que emigraron en ese período desde Europa Central y Oriental, sólo 120.000 fueron a Palestina (algunos de ellos sólo temporalmente), frente a 2,9 millones a Estados Unidos, 210.000 a Gran Bretaña, 180.000 a Argentina y 125.000 a Canadá. La población de colonos judíos en Palestina estaba creciendo, habiendo alcanzado los 150.000 en 1929, y aumentando a más de 400.000 en 1936.
Tabla 1. Población del Mandato Británico sobre Palestina, 1922 a 1927
Año
Musulmanes
Cristianos
Drusos*
Judíos
Total
1922
598,177
71,464
7,617
83,790
752,048
1931
759,700
88,907
10,101
174,606
1,033,314
1936
862,730
108,506
11,378
384,708
1,366,692
1942
995,292
127,184
13,121
484,408
1,620,005
1947
1,157,423
146,162
15,849
614,239
1,933,673
*Los Drusos son una secta islámica presente en Siria, Líbano y Palestina
Las crecientes fricciones entre palestinos y colonos culminaron con los disturbios de Jaffa de mayo de 1921, en los que murieron decenas de personas de ambos bandos.
En agosto de 1929, un levantamiento de los palestinos contra la ocupación británica se volvió sangriento, con una serie de ataques lanzados contra comunidades judías. Uno de estos ataques afectó a la pequeña comunidad judía palestina de Hebrón (unas 600 personas), una comunidad que se remonta al siglo XVI.
Como resultado del ataque, 66 judíos fueron asesinados, a pesar del intento de muchos palestinos de proteger a los que huían acogiéndolos en sus casas. La comunidad judía de Hebrón fue aniquilada. La Haganá repelió otros ataques. Sin embargo, trágicamente, el número de muertos de los «días sangrientos» de agosto de 1929 fue de 133 judíos y 116 palestinos.
Esto dio un impulso decisivo a la consolidación de la milicia judía, la Haganá, cada vez más en colaboración con el ocupante británico.
Formación del Partido Comunista Palestino
Durante las décadas de 1920 y 1930, sí surgieron oportunidades para la construcción de una alternativa revolucionaria, basada en la clase obrera, que podría haber evitado el estallido de una guerra civil en la que los trabajadores judíos y árabes tendrían todas las de perder.
A principios de la década de 1920, la presencia de la administración colonial británica fomentó cierto grado de desarrollo industrial de la franja costera, contribuyendo a crear un sector económico en el que trabajaban codo con codo obreros judíos y palestinos. Este desarrollo repercutió en la economía palestina, predominantemente rural, y provocó una intensa inmigración del campo a las ciudades costeras.
Alrededor de la administración colonial surgieron los ferrocarriles, la compañía telefónica, correos y telégrafos, puertos y astilleros, administraciones civiles a las que se añadieron las administraciones locales de las ciudades con población mixta, y también en el sector privado algunas grandes empresas con capital extranjero empleaban mano de obra judía y palestina. Por ejemplo, la fábrica de cemento de Nesher, la terminal de la Iraqi Oil Company y la refinería de Haifa, y la industria de la construcción, en rápida expansión.
Entre el censo de 1922 y el de 1931, la población árabe palestina había crecido un 40% y en ciudades como Jaffa y Haifa un 63% y un 87% respectivamente. Los recién llegados engrosaron las filas del proletariado en todos los sectores, alimentando rápidamente un notable auge de las luchas sindicales. A la inmigración procedente del campo se unió la procedente de los países vecinos, especialmente Egipto.
La falta de mano de obra judía para sustituir a la mano de obra árabe llevó muy a menudo a importar a Palestina trabajadores judíos baratos procedentes de Yemen o del Magreb. Constituían una parte de la clase obrera judía especialmente explotada y distanciada de la mayoría de los sionistas de origen europeo, que hablaban mayoritariamente el yiddish y ocupaban todos los puestos dirigentes en las instituciones sionistas.
Fue en este periodo cuando surgió la creciente división entre judíos asquenazíes y sefardíes (descendientes de la diáspora de judíos españoles que se asentaron en el imperio otomano), que aún hoy caracteriza a la sociedad israelí.
Los sefardíes seexpresaban en ladino, un dialecto derivado del español. A menudo eran capaces de hablar o entender el árabe y ocupaban un escalón social ligeramente superior a la masa del proletariado árabe. En estas condiciones, la conciencia de clase surgió rápidamente entre esta capa, que instintivamente se sentía más cercana a los árabes que a los grandes magnates judíos como Rothschild y compañía.
Los partidos «socialistas» sionistas, sin embargo, se opusieron vehementemente a cualquier exigencia de abrir los sindicatos obreros judíos a los trabajadores árabes.
Había un abanico de posiciones, desde el Hadut Haavodade David Ben-Gurion, partidario de la sindicalización de los árabes pero en organizaciones separadas de «igual dignidad» (bajo dirección sionista), y el Hapoel Hatzairde Hayyim Arlosoff, que defendía el carácter exclusivamente judío de la organización sindical para promover una creciente división del trabajo entre una aristocracia obrera judía con los empleos más cualificados y mejor pagados y una masa de trabajadores manuales árabes no organizados.
Una tercera posición fue expresada por otro partido de la izquierda sionista, el Po’aley Tziyon. Este partido pasó a posiciones semi revolucionarias al solicitar el ingreso en la Internacional Comunista (IC) en 1924, aunque sin renunciar totalmente al sionismo. La IC se negó a aceptar a un partido que no estuviera completamente liberado del sionismo. Esto provocó una escisión y la fundación del Partido Comunista Palestino (PCP). El nuevo partido fue expulsado inmediatamente del sindicato sionista Histadrut.
Lucha obrera y unidad de clase
El PCP defendió una posición a favor de los sindicatos unidos, sin discriminación por motivos nacionales o religiosos. Siguiendo esta línea política, el PCP pudo aprovechar la creciente combatividad y la exigencia de unidad derivadas de la experiencia obrera. Sin embargo, tanto la dirección sionista como los nacionalistas árabes se opusieron y obstaculizaron ese instinto de unidad.
Cartel del Partido Comunista Palestino / Wikimedia Commons
El PCP echó raíces tanto entre la clase trabajadora árabe como entre la judía. El partido publicaba dos periódicos en dos idiomas. A pesar de tener su principal base de apoyo entre los trabajadores árabes, el PCP obtuvo el 8% de los votos en las elecciones al Yishuv (el Consejo Judío), más del 10% si se tiene en cuenta solamente el voto en las ciudades.
Un episodio – limitado pero significativo – mostró el potencial de desarrollo de la unidad de clase durante una huelga. Doscientos trabajadores judíos de la fábrica de cemento de Nesher, en Haifa, se unieron en huelga a 80 compañeros egipcios, planteando sus propias reivindicaciones, ya que estos últimos tenían derechos limitados y cobraban la mitad.
Tras dos meses de huelga, el patrón accedió a algunas de las reivindicaciones de los trabajadores judíos. El acuerdo fue rechazado por 170 votos contra 30 (desafiando la posición de su propio sindicato) y prometieron continuar la huelga hasta que se cumplieran plenamente las reivindicaciones de sus compañeros egipcios.
El peligro de que ese ejemplo se contagiara llevó a los dirigentes de la Histadrut a presionar a la administración colonial británica, que tomó medidas drásticas deportando a los 80 trabajadores egipcios.
La propensión a la unidad de los trabajadores en la lucha surgió varias veces en la década de 1925 a 1935. Hay que mencionar la huelga de los panaderos, las luchas de los obreros del puerto de Haifa y de los ferroviarios, la huelga del transporte público y de los taxistas en 1931. En 1935 vemos la importante lucha de los trabajadores de la Iraqi Oil Company y de la refinería de Haifa.
Durante esos años, el PCP organizó sindicatos independientes de la Histadrut y ganó importantes bases de apoyo en muchas zonas entre la mayoría de los trabajadores árabes, y muchos trabajadores judíos. Sus éxitos obligaron a los sionistas a cambiar de táctica y a promover sindicatos árabes federados con los sionistas, para contrarrestar la influencia de los comunistas.
Sin embargo, el enorme potencial que representaba el crecimiento del PCP fue desperdiciado por las consecuencias de la degeneración estalinista de la URSS. La burocracia soviética bajo Stalin convirtió a la Internacional Comunista en un mero instrumento para perseguir sus intereses diplomáticos. Esto significó abandonar la correcta política revolucionaria de unidad de clase, al plegarse al nacionalismo árabe durante la Gran rebelión Palestina de 1936-39, lo que provocó la pérdida de la mayor parte del apoyo del PCP entre los trabajadores judíos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el PCP sufrió un golpe aún mayor con el giro de Moscú a favor de la colaboración bélica con el imperialismo británico, que minó la base del partido entre la clase obrera palestina, antes de recibir un golpe mortal en 1948 con la decisión de la URSS de apoyar la formación de Israel.
El papel reaccionario de la élite palestina
Entre los palestinos, el naciente campo nacionalista estaba hegemonizado por las familias de élite, que habían suministrado funcionarios municipales, jueces, policías, religiosos y funcionarios a la administración otomana y, más tarde, a la autoridad colonial británica. Surgieron como la dirección nacional de los palestinos. Sin embargo, un vasto abismo separaba a la élite de las masas, en su mayoría pobres y analfabetas.
La lucha por la supremacía entre los clanes Husayni y Nashashibi, a mediados de la década de 1930, dio lugar a la formación de dos partidos nacionalistas árabes rivales. El Partido de Defensa Nacional, dirigido por los Nashashibi, fue contrarrestado por el Partido Árabe Palestino, más nacionalista. Sin embargo, la lealtad de los Husayni y los Nashashibi al nacionalismo árabe no impidió que ambos engrosaran la larga lista de quienes habían vendido tierras en secreto a los sionistas.
El Partido Árabe Palestino radicalizó sus posiciones en una línea antisemita. Muchos nacionalistas árabes (incluido el futuro presidente egipcio Anwar Sadat) simpatizaban abiertamente con el fascismo y el nazismo. Las palabras de apoyo de Amin al-Husayni a Hitler en un discurso ante el cónsul alemán en Jerusalén son emblemáticas: «los musulmanes de dentro y fuera de Palestina dan la bienvenida al nuevo régimen de Alemania y esperan la extensión del sistema gubernamental fascista antidemocrático a otros países.»
Se desarrollaron grupos nacionalistas árabes armados. La «Mano Negra», dirigida por el jeque Izz al-Din al-Qassam, llevó a cabo ataques esporádicos contra colonos judíos desde 1931. Al-Qassam fue asesinado por las fuerzas británicas en una emboscada el 21 de noviembre de 1935, convirtiéndose así en una figura aglutinadora del nacionalismo árabe.
El ritmo de la inmigración judía aumentó aún más en el transcurso de la década de 1930. Entre 1931 y 1934, una prolongada sequía azotó Palestina. En 1932, la producción agrícola se desplomó entre un 30 y un 75 por ciento, según los cultivos y las zonas afectadas. Esto empobreció a las aldeas palestinas y provocó el hacinamiento en los barrios marginales de los alrededores de Jaffa y Haifa.
Una crisis financiera golpeó también a Palestina, causada por las repercusiones de la situación abisinia, que llevó a la quiebra a muchas empresas. La combinación de estos factores agravó la situación de las masas palestinas.
La Gran Rebelión Palestina de 1936-39
Los enfrentamientos de 1921 y 1929, aunque violentos y sangrientos, sólo afectaron directamente a una pequeña parte de la población árabe y judía.
En abril de 1936, sin embargo, la rebelión palestina se extendió masivamente desde las ciudades, donde se formaron espontáneamente «Comités Nacionales» por iniciativa de jóvenes radicalizados, los shabab. Los líderes tradicionales se mostraron reacios a enfrentarse frontalmente a las autoridades británicas. No fue hasta el 25 de abril cuando se formó el Comité Superior Árabe para dirigir la rebelión bajo el liderazgo de los Husayni.
La rebelión se caracterizó por una huelga general árabe de seis meses de duración y una lucha semi-insurreccional permanente y una guerrilla armada en el campo (desde mediados de mayo hasta mediados de octubre).
La diferente magnitud de esta rebelión fue señalada por el propio Ben-Gurion, que escribió que los árabes estaban «luchando contra la desposesión… El árabe libra una guerra que no puede ignorarse. Va a la huelga, lo matan, hace grandes sacrificios». También declaró el 19 de mayo de 1936: [los árabes] «ven… exactamente lo contrario de lo que nosotros vemos. No importa si su visión es correcta o no… Ven la inmigración a escala gigantesca… ven a los judíos fortificándose económicamente… Ven las mejores tierras pasando a nuestras manos. Ven a Inglaterra identificarse con el sionismo».
La rebelión se caracterizó por una huelga general árabe de seis meses de duración y una lucha semi-insurreccional permanente y una guerrilla armada en el campo / Wikimedia Commons
Los sionistas (el sindicato Histadrut a la cabeza) llevaron a cabo una agresiva política rompehuelgas destinada a sustituir a los trabajadores palestinos por trabajadores judíos empresa por empresa.
En 1937, el secretario de la federación sindical de Jaffa, explicaba así la posición de los sionistas: «El objetivo fundamental de la Histadrut es ‘la conquista del trabajo’… No importa cuántos árabes estén desempleados, no tienen derecho a ocupar ningún puesto de trabajo que pueda ocupar un posible inmigrante. Ningún árabe tiene derecho a trabajar en empresas judías. Si los árabes también pueden ser desplazados en otros trabajos… eso está bien». (Citado en Benny Morris, Righteous Victims, p. 122.)
Durante meses, las autoridades británicas no tuvieron otra alternativa que esperar a que menguara la fuerza de la insurrección. No fue hasta el 7 de septiembre cuando se proclamó la ley marcial y se impuso el toque de queda. Se enviaron 20.000 soldados desde Gran Bretaña y Egipto, ayudados por 2.700 policías judíos adicionales. Se inició una operación de contrainsurgencia, que llevó a los dirigentes árabes a suspender la huelga el 10 de octubre, con la esperanza de que condujera a una salida negociada.
El gobierno británico convocó una Comisión Real dirigida por Lord Peel, para llevar a cabo una investigación y determinar los términos de una solución al conflicto palestino-sionista. El Informe Peel, de 404 páginas, publicado el 7 de julio de 1937, recomendaba la partición de Palestina: el 20 por ciento del territorio a la Autoridad Judía; Jerusalén y un corredor hasta Jaffa bajo administración británica, así como las ciudades costeras con población mixta; el resto se uniría a Transjordania y formaría un único Estado árabe. Corolario de la propuesta era el traslado forzoso de 225.000 palestinos y 1.250 judíos.
Los líderes sionistas Weizmann y Ben-Gurion consideraron el Informe Peel como un trampolín para una mayor expansión. Weizmann comentó: «Los judíos serían tontos si no lo aceptaran, aunque [la tierra que se les asignara] fuera del tamaño de un mantel». Así pues, el informe fue aceptado por los sionistas, mientras que fue rechazado por el Comité Superior Árabe.
Segunda fase de la rebelión
En septiembre de 1937 la rebelión se reanudó con vigor, pero el Comité Superior Árabe se vio desgarrado por una violenta disputa surgida del intento de los Husayni de asesinar al líder del clan contrario, en julio de 1937. «Ríos de sangre dividen ahora a las dos facciones», señalaba Elias Sasson, alto funcionario de la Agencia Judía, en abril de 1939.
La insurrección continuó en una espiral de enfrentamientos y represión. El Comité Superior Árabe fue ilegalizado y 200 de sus dirigentes fueron detenidos, muchos de ellos ahorcados, mientras que otros huyeron.
El Informe Peel espoleó al partido revisionista judío de derechas (los que exigían una revisión del Mandato Británico) a lanzar una campaña terrorista contra los palestinos de a pie. Múltiples atentados con bomba del Irgun Zwai Leumialcanzaron a civiles palestinos en estaciones de autobuses y mercados, matando y mutilando a cientos de personas.
Los grupos armados palestinos actuaban sin un mando centralizado. Muchos de ellos, sin perspectivas, se convirtieron desgraciadamente en bandas criminales que saqueaban a los campesinos palestinos, con lo que rápidamente perdieron su apoyo. Esta situación minó decisivamente las perspectivas de la rebelión.
La rebelión continuó hasta mayo de 1939, con la participación en su punto álgido, en el otoño de 1938, de unos 20.000 combatientes palestinos. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, la que había sido la rebelión árabe más seria y prolongada contra la ocupación británica terminó con un saldo de muchos miles de muertos y una derrota de facto.
La Segunda Guerra Mundial y el Holocausto
La derrota de la rebelión sancionó un brusco giro en la política del imperialismo británico. Los británicos temían un nuevo estallido de rebelión árabe cuando había que disponer de fuerzas para otros frentes. Además, el imperialismo británico no quería enemistarse con la burguesía árabe, en un intento de impedir su colaboración con los nazis.
El Libro Blanco redactado por la administración colonial (publicado el 17 de mayo de 1939) introdujo por primera vez un tope a la inmigración judía (un límite máximo de 75.000 en los cinco años siguientes) y severas restricciones a la compra de tierras por parte de judíos. También establecía la perspectiva de la creación, en un plazo de diez años, de un Estado independiente gobernado según el principio mayoritario.
Por supuesto, este cambio no consiguió que el imperialismo británico obtuviera más apoyo árabe. Sin embargo, socavó la estrecha relación de Gran Bretaña con los dirigentes sionistas. El cambio de rumbo británico (en el preciso momento en que aumentaba el temor a la política antisemita nazi) fue vivido como una traición por los sionistas.
Las autoridades británicas habían ayudado a la transición de la Haganá hacia una «defensa agresiva» contra los palestinos. En mayo de 1938, la Haganá creó «compañías de campo» para aplicar tácticas de contrainsurgencia en las zonas rurales. Un mes más tarde, se crearon los Escuadrones Nocturnos Especiales, con la tarea de aterrorizar durante la noche a los barrios y pueblos árabes que apoyaban la rebelión.
Estas mismas tácticas serían utilizadas a una escala mucho mayor una década más tarde por los sionistas, para asegurarse de que los palestinos huyeran aterrorizados de sus pueblos y hogares, en el periodo previo a la creación de Israel.
A principios de 1939, se crearon tres unidades secretasconocidas como Pe’luot meyuchadot(«operaciones especiales») con la tarea de llevar a cabo represalias contra pueblos árabes y unidades guerrilleras, pero también de realizar ataques contra instalaciones británicas y eliminar confidentes. Estas unidades se pusieron bajo el mando directo de David Ben-Gurion.
Los primeros informes de deportaciones masivas de judíos por parte de los nazis empezaron a filtrarse, junto con los refugiados judíos europeos, produciendo un enorme impacto psicológico en la población judía de la diáspora (especialmente en Estados Unidos), que consideraba intolerables las odiosas restricciones impuestas por las autoridades británicas a la inmigración.
Sin embargo, la actitud de los dirigentes sionistas ante la amenaza nazi se caracterizó por el cinismo. En diciembre de 1938, un mes después del pogromo nazi más tarde conocido como Kristallnacht, Ben-Gurion declaró: «Si supiera que es posible salvar a todos los niños [judíos] de Alemania trasladándolos a Inglaterra y sólo a la mitad de ellos trasladándolos a Eretz-Yisrael, elegiría lo segundo, porque no sólo nos enfrentamos a tener que dar aplicaciones a estos niños, sino también a la responsabilidad histórica del pueblo judío».
En diciembre de 1942, volvió a comentar: «La catástrofe de los judíos europeos no es, de manera directa, asunto mío…» (Citado en Benny Morris, Righteous Victims, p. 162).
Atentado contra el barco Patria, 1940 / Wikimedia Commons
Los dirigentes sionistas aprovecharon la desesperación de los judíos que huían de Europa para reforzar el apoyo internacional al sionismo y desafiar descaradamente el bloqueo de la inmigración impuesto por las autoridades británicas, decididas a reprimir la inmigración ilegal a toda costa.
Sin embargo, una parte de la derecha sionista rechazaba toda colaboración con los británicos. En noviembre de 1944, los Lohamei Herut Israel(LEHI), «Combatientes por la Libertad de Israel» (también conocidos como la banda Stern) asesinaron en El Cairo al ministro británico residente en Oriente Próximo, Lord Moyne.
Una serie de barcos llenos de refugiados se pusieron en marcha desafiando abiertamente la prohibición británica, provocando un tira y afloja con las autoridades del Mandato, que habían decidido bloquear todos los intentos y deportar a miles de refugiados a campos de concentración en Mauricio y Chipre. Los refugiados eran peones, atrapados en un cínico juego de poder que desembocó en múltiples tragedias.
En noviembre de 1940, la Haganá voló el Patria, un barco anclado en Haifa cargado con 1.700 inmigrantes que esperaban ser deportados a Mauricio, causando 252 muertos. Otro barco, el Struma, con 769 refugiados a bordo, se hundió el 25 de febrero de 1942 en el Mar Negro después de que las autoridades británicas hubieran vetado su traslado (murieron todos menos uno).
Muy pocos refugiados judíos escaparon a Palestina durante la Guerra, mientras los nazis exterminaban a seis millones de judíos en Europa, junto con millones de eslavos, romaníes, comunistas y antifascistas de distinta nacionalidad, religión y orientación política.
La guerra de Israel contra Gaza tiene todo el potencial para convertirse en un conflicto mucho más grande, con frentes abriéndose en la frontera con el Líbano y en Cisjordania, y agitación extendiéndose por toda la región. Tal escalada tendría un gran impacto, no solo en todo el Medio Oriente sino en toda la situación mundial. El actual bombardeo masivo en Gaza ya está sacudiendo al mundo, política, económica y socialmente.
Todos los planes del imperialismo estadounidense en la región ahora están hechos jirones, y están tratando desesperadamente de volver a unir las piezas. Pero no hay manera de que puedan volver a la situación precaria que existía antes de los acontecimientos del 7 de octubre.
Es una situación sin precedentes que se refleja en el hecho de que el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, sintió que era necesario usar toda la autoridad de su posición como líder del país imperialista más poderoso del mundo para tratar de recuperar algo de control, apresurándose a visitar directamente a Netanyahu y su gabinete de guerra.
El dilema que enfrenta el imperialismo estadounidense en la región es: ¿cómo respaldar completamente a Israel en su sangrienta embestida contra Gaza y, al mismo tiempo, proteger los intereses estadounidenses en todo el Medio Oriente, que ahora están en riesgo? Para comprender este dilema, es necesario describir brevemente el cambio en el equilibrio de fuerzas entre las principales potencias tanto a nivel mundial como dentro del propio Medio Oriente.
El primer factor es el declive relativo del imperialismo estadounidense, y enfatizamos la palabra “relativo”, ya que sigue siendo, con mucho, la fuerza imperialista más poderosa del planeta, con la maquinaria de guerra más poderosa que la historia haya visto. Estados Unidos gasta más en defensa que los siguientes 10 países combinados. Por lo tanto, desde un punto de vista militar, nadie puede igualar la potencia de fuego de los EE. UU. El siguiente país con mayor gasto armamentista es China, pero está muy por detrás de Estados Unidos.
Sin embargo, la potencia de fuego por sí sola no es suficiente. También hay que considerar la capacidad de usar esa potencia de fuego y la capacidad de los Estados Unidos para mantener económicamente un esfuerzo de guerra durante un período prolongado de tiempo. Ahí es donde su debilitamiento relativo parece más evidente. En comparación con otros países, el músculo económico de EE. UU. ha disminuido significativamente en términos relativos. Hubo un tiempo en que Estados Unidos producía la mitad del PIB mundial. Ahora se ha reducido a una cuarta parte.
El debilitamiento relativo del imperialismo estadounidense significa que no puede desempeñar el papel de policía mundial indiscutible como solía hacerlo en el pasado. Su humillante salida de Afganistán en 2021, después de 20 años de intentar reforzar a sus títeres locales en el país, fue un claro ejemplo de esto. Su limitado margen de maniobra en la crisis siria, donde Rusia jugó un papel mucho más importante, fue otro ejemplo.
Este debilitamiento relativo del imperialismo estadounidense ha ido acompañado de la creciente fuerza e influencia de otras potencias: en primer lugar, la de China, que ha aumentado masivamente su gasto militar, y la de Rusia, que ha reafirmado su posición en Oriente Medio, como vimos en Siria, y más recientemente en Ucrania.
En este escenario, varias potencias más pequeñas han estado flexionando cada vez más sus músculos, desde Irán hasta Turquía, desde India hasta Arabia Saudita. Israel, aunque sigue siendo el único aliado confiable de los Estados Unidos en el Medio Oriente, también se ha librado parcialmente del control de los Estados Unidos y está procediendo con su propia política.
La ‘normalización’ hecha jirones
Incluso más importante desde el punto de vista de los intereses estadounidenses en la región han sido las maniobras de Irán para bloquear el llamado proceso de “normalización”, mediante el cual Israel ha establecido relaciones diplomáticas con varios países árabes. Israel ha tenido durante mucho tiempo acuerdos de paz tanto con Egipto (desde 1979) como con Jordania (desde 1994). Y durante la presidencia de Trump, como consecuencia de los Acuerdos de Abraham de 2020, Baréin y los Emiratos Unidos reconocieron a Israel, y más tarde se les unieron Sudán y Marruecos.
Arabia Saudita, sin embargo, nunca tuvo relaciones diplomáticas con Israel, pero antes del reciente giro dramático de la situación, se habían celebrado reuniones de alto nivel, con ministros israelíes visitando a sus homólogos saudíes. El objetivo era añadir a Arabia Saudí a la lista de países con “relaciones normalizadas”. La crisis actual ha puesto fin a eso.
La administración estadounidense tiene un interés activo en establecer relaciones normales entre Israel y Arabia Saudita, quienes han sido considerados como aliados en la región por Washington. Estados Unidos está tratando de establecer relaciones entre varios países de la región que serían beneficiosas para sus intereses, haciendo retroceder la creciente influencia tanto de Irán como de Rusia, pero también de China.
Este proceso se desarrolla a expensas de los palestinos, que han sido prácticamente cancelados de la ecuación. Mientras Netanyahu procedía con las negociaciones con los saudíes, indicó muy claramente que no se haría ni una sola concesión a los palestinos.
De hecho, Netanyahu, al frente de una coalición gubernamental que incluye a fanáticos de extrema derecha, ha estado promoviendo sistemáticamente cada vez más anexiones de tierras palestinas en Cisjordania. Ha promovido asentamientos de algunos de los más fanáticos colonos sionistas ultra-fundamentalistas, están armados y respaldados por el ejército israelí, y que han estado aterrorizando sistemáticamente a las comunidades palestinas en Cisjordania.
Los funcionarios saudíes, al tiempo que se disponen a llegar a un acuerdo con Israel, han seguido, por supuesto, refiriéndose en público a los derechos nacionales de los palestinos, pero sin mover un dedo para ayudarlos a lograrlos. Este acercamiento inminente entre Israel y Arabia Saudita fue descrito como un potencial “cambio tectónico” que serviría para hacer retroceder la creciente influencia de Irán en la región. El problema es que Irán había “normalizado” sus relaciones con Arabia Saudí en marzo de este año, en un acuerdo negociado por China.
Aquí vemos una clara expresión del cambiante equilibrio de poder e influencia. China ha estado promoviendo sus intereses económicos en la región, ya que intenta mantener su propia estabilidad. Rusia tiene interés en abrir un corredor directamente al Golfo Pérsico a través de Azerbaiyán e Irán, y está presionando por un alto el fuego con el objetivo de estabilizar la región.
En un intento por eludir las sanciones estadounidenses (reforzadas bajo Trump), Irán ha estado tratando de extender su influencia por toda la región. El restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los saudíes fue parte de este proceso.
Los propios gobernantes saudíes reaccionarios se han estado moviendo hacia una posición más independiente de los EE. UU. Durante la Primavera Árabe de 2011, Arabia Saudita observó con horror cómo Washington abandonaba a Mubarak, su fiel aliado durante más de tres décadas. Estados Unidos no tenía otra opción, ya que la alternativa era una revolución en Egipto que podría haber barrido no solo al odiado Mubarak, sino que habría amenazado la propia existencia del capitalismo en el país.
La camarilla gobernante saudí llegó a una conclusión clara: Estados Unidos no es un aliado confiable y no nos defenderá hasta el final. Decidieron tratar de equilibrarse entre Estados Unidos, Rusia y China para adquirir una posición un poco más independiente. Esto se ha expresado en el período reciente en la política de Arabia Saudita de recortar el suministro de petróleo de la OPEP, manteniendo así los precios del petróleo, en beneficio de Rusia, una política que enfureció a Washington.
Es en este contexto que tenemos que entender la alianza del imperialismo estadounidense con Israel. Este último sigue siendo su único aliado estable, el único con el que puede contar en última instancia. Estados Unidos ha seguido respaldando a Israel no solo con palabras, sino también con la melodía demiles de millones de dólares de ayuda militar. Y cuando lo considera necesario, como en la crisis actual, puede aumentar masivamente ese nivel de ayuda, con el envío de más armas.
Los EE. UU. también han enviado dos portaaviones a las proximidades de Israel, el USS Gerald R. Ford y el USS Dwight D. Eisenhower, junto con otros ocho buques de guerra estadounidenses, lo que hace un total de 10 buques de guerra con aproximadamente 12.000 efectivos a bordo, y más de 130 aviones de combate, en caso de que sean necesarios. No tienen la intención de involucrar directamente al personal militar estadounidense en ningún combate, sino que están tratando de disuadir a cualquier otra potencia, en particular a Irán, de intervenir contra Israel.
La guerra podría ampliarse
Lo que el gobierno de Estados Unidos teme en este momento es que el conflicto actual pueda extenderse más allá de Gaza. Ya hay señales de que eso es posible. Las fuerzas de Hezbolá han lanzado cohetes contra Israel, alcanzando puestos del ejército israelí y otros objetivos. Israel a su vez ha respondido disparando contra el Líbano.
Durante la última semana hubo una serie de incidentes de este tipo, lo que confirma que podría surgir un conflicto más amplio, especialmente en el caso de una invasión terrestre de Gaza. Miles de personas que viven en la región fronteriza del Líbano han huido hacia el norte por temor a tal conflagración, mientras que Israel ha comenzado a evacuar a habitantes de la frontera con el Líbano.
En 2006, 1.000 libaneses murieron en los combates entre las fuerzas israelíes que invadieron el sur del Líbano y los combatientes de Hezbolá. Desde entonces, Hezbolá ha aumentado significativamente su poderío de fuego, con la ayuda de Irán. Cabe señalar que la aventura de 2006 terminó en una derrota táctica para Israel, que se vio obligado a retirarse sin haber logrado sus objetivos.
El líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, afirma que ahora tiene 100.000 combatientes a su disposición. Estados Unidos estima que también tiene alrededor de 150.000 cohetes almacenados. El ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, ha respondido a la posible amenaza de guerra de Hezbolá amenazando con “…devolver el Líbano a la Edad de Piedra”. Sin embargo, un tono tan beligerante apenas enmascara la preocupación subyacente de que la apertura de un segundo frente representaría una grave amenaza para Israel.
Según un artículo del 16 de octubre del New York Times: “Los funcionarios israelíes y estadounidenses actualmente evalúan que el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, no quiere una guerra total con Israel, por temor al daño que haría a su grupo y al Líbano”. Pero luego añade de inmediato que “los funcionarios estadounidenses dijeron que la evaluación podría cambiar a medida que se recopile más información de inteligencia y se desarrollen los acontecimientos”.
Sin embargo, los acontecimientos se están desarrollando, entre ellos: la invasión terrestre que Israel está preparando en Gaza. El asesinato de 500 civiles en el Hospital Al-Ahli Arab y sus alrededoreses otro evento que ha causado conmoción en todo el Medio Oriente y más allá, y es algo para lo que los estadounidenses no se habían preparado.
Los gobiernos de Estados Unidos e Israel temen una escalada del conflicto, que significaría que el ejército israelí tendría que luchar en al menos dos frentes, si no más, al mismo tiempo, y podría conducir a la intervención directa de las fuerzas estadounidenses, al menos en términos de ataques aéreos desde los buques de guerra estacionados en el área.
Los recientes intercambios de disparos entre las fuerzas de Hezbolá y el ejército israelí han sido los más graves desde 2006, y la evacuación de Israel de la frontera norte, junto con el envío de unidades militares adicionales a la zona, indican que, a pesar de sus evaluaciones, su temor de que se abra un conflicto en la frontera norte de Israel es real. Tal escenario obligaría a Israel a mover las fuerzas que necesita en Gaza y dificultaría cada vez más la vigilancia de la situación cada vez más inestable en Cisjordania.
Mientras tanto, Al-Sisi, el presidente de Egipto, ha advertido a Israel que no obligue a los palestinos a salir de Gaza y entrar en la península del Sinaí, ya que esto inevitablemente convertiría el área en una base palestina desde la cual golpear a Israel, de manera similar a la situación en el sur del Líbano. Esto abriría el escenario de que las fuerzas israelíes bombardearan el territorio egipcio en el futuro, llevando así a Egipto a la guerra con Israel.
La ira de los pueblos árabes
La invasión terrestre de Gaza por parte de Israel conduciría inevitablemente a la muerte de un número aún mayor de palestinos, y esto calentaría masivamente toda la región. Los pueblos árabes, a diferencia de sus líderes políticos, sienten genuinamente la difícil situación de los palestinos, al que ven como hermanos y hermanas. Si el derramamiento de sangre a gran escala en Gaza, mucho más allá de lo que hemos visto hasta ahora, continúa dominando las pantallas de televisión, esto inevitablemente radicalizará a la población árabe en todo el Medio Oriente, comenzando por los jóvenes.
El domingo 15 de octubre tuvo lugar una enorme manifestación en Rabat, Marruecos, en solidaridad con los palestinos.
Esto es muy significativo, dado que el régimen marroquí fue uno de los últimos en firmar un acuerdo de normalización con Israel en 2020. Las opiniones de las masas marroquíes son claramente muy diferentes a las de la élite gobernante. En Jordania, hemos visto a manifestantes marchando hacia la frontera con Cisjordania en apoyo de los palestinos.
También estallaron protestas masivas en Ammán, la capital de Jordania. Protestas similares se han visto en Irak, así como en Egipto. Algunos han estimado que las protestas que han estallado en Túnez son las más grandes desde la Primavera Árabe en 2011.
Cualquier gobierno de la región que parezca apoyar de alguna manera a Israel, o incluso aparecer como cercano a los Estados Unidos, corre el riesgo de ser derrocado por su propio pueblo. Esta es precisamente la razón por la que Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina, junto con el rey de Jordania y el presidente egipcio, se vieron obligados a cancelar su cumbre con Biden después de la carnicería del bombardeo del hospital de Gaza.
Inestabilidad económica y revolución
Más allá de la ira masiva y la radicalización que el conflicto ya está provocando, también existe el temor real de los efectos económicos de una guerra prolongada en Gaza. El Financial Times publicó un artículo, “La Guerra entre Israel y Hamás genera nerviosismo en los mercados de deuda de sus vecinos”, que explica que los costos de los préstamos para Jordania y Egipto están aumentando en la medida que los inversores se vuelven más cautelosos a la hora de mantener su dinero en estos países. Esto sin mencionar la situación en el Líbano, que se declaró insolvente de su deuda hace solo tres años.
Todo esto se produce después de la guerra de Ucrania, que ha provocado una grave crisis alimentaria debido a las interrupciones del suministro y al aumento de los precios de los productos agrícolas básicos. Algunos países de Oriente Medio se han visto directamente afectados debido a su alta dependencia de las importaciones procedentes tanto de Rusia como de Ucrania. El Líbano es extremadamente vulnerable económicamente, y Egipto se enfrentaba al riesgo de un creciente malestar masivo incluso antes de que estallara el conflicto actual en Gaza. Este país depende en gran medida de las importaciones de alimentos, en particular del trigo.
Lo que estamos viendo aquí es el riesgo real de agitación social y revolución en Egipto. Ya tuvimos un anticipo de lo que las masas egipcias son capaces de hacer en 2011, y tal movimiento está destinado a repetirse a medida que las condiciones de los trabajadores de Egipto continúen deteriorándose.
Esto sin mencionar el impacto en los mercados energéticos, que ya se habían enfrentado a una inflación vertiginosa debido a la guerra de Ucrania. Como escribe el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales:
“Los ataques de Hamás contra Israel tendrán repercusiones en el mercado petrolero si el conflicto se amplía para incluir a Hezbolá o Irán. Es probable que haya llamados para aumentar la aplicación de sanciones a las exportaciones de petróleo iraní, que han aumentado en los últimos seis meses. Las conversaciones de normalización entre Arabia Saudita e Israel podrían suspenderse en medio de la profundización del conflicto israelo-palestino, cerrando una importante vía de cooperación entre Estados Unidos y Arabia Saudita”.
Los aumentos de los precios de la energía y los alimentos han sido un factor importante para provocar una lucha revolucionaria en el pasado, particularmente en Oriente Medio, África del Norte y Asia.
La situación de inestabilidad en el Líbano y Egipto se replica en toda la región. Túnez se enfrenta a problemas similares; sin mencionar a Yemen, que está sacudido por un desastre humanitario; junto con Sudán, que está envuelto en una guerra civil entre las alas de la contrarrevolución militar, y varios otros países.
La amenaza de Irán
Las declaraciones de los líderes del régimen iraní no han servido para calmar los nervios de los inversores en la región. El ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Hossein Amirabdollahian, ha amenazado con una “expansión de los frentes de guerra” si la guerra en Gaza no se detiene. Añadió que “Irán no puede quedarse de brazos cruzados y ver cómo se desarrolla esta situación”. El gobierno iraní ha declarado que el envío de Estados Unidos de dos portaaviones a la región es en sí mismo una escalada del conflicto, y tiene razón.
Hezbolá es considerado un representante de Irán en la región y está fuertemente respaldado por el régimen iraní. Eso explica por qué los líderes de Hezbolá han amenazado con atacar las posiciones estadounidenses en el Medio Oriente si Estados Unidos se involucra directamente en el conflicto actual. The Times of Israelha citado a un portavoz de Hezbolá diciendo: “Si Estados Unidos interviene directamente, todas las posiciones estadounidenses en la región se convertirán en objetivos legítimos del eje de resistencia y enfrentarán nuestros ataques. Y ese día no habrá línea roja”.
Todo esto explica por qué el secretario de Estado de los Estados Unidos, Blinken, fue enviado corriendo por todo el Medio Oriente para reunirse con los líderes de Egipto, Baréin, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos, Israel, Jordania y Arabia Saudita. El objetivo declarado de su visita era precisamente evitar que estallara una guerra más amplia en la región. Está claramente preocupado de que Irán y los grupos respaldados por Irán puedan involucrarse. El hecho de que, inmediatamente después de la visita de Blinken, la administración estadounidense pensara que era necesario enviar a Biden a tener conversaciones directas con Netanyahu, es una indicación de cuán grave consideran la situación.
Una guerra que se amplíe para incluir el frente norte y Cisjordania, donde hasta ahora 79 palestinos han sido asesinados por las fuerzas de seguridad israelíes, y varios por colonos, desde el ataque del 7 de octubre, tendría efectos enormemente desestabilizadores, no solo en la región en sí, sino mucho más allá. Llevaría a conflictos internos desde Jordania hasta Marruecos, con el riesgo de la caída de los regímenes.
La región sigue siendo extremadamente importante para la economía mundial. Casi el 30 por ciento de la producción mundial de petróleo se encuentra en la región, incluido el segundo mayor productor del mundo, Arabia Saudita. Aquí también se produce una gran cantidad de gas. Como se señaló: una guerra prolongada, especialmente si absorbe a otros países en el conflicto, podría afectar los precios globales, precisamente en un momento en que estos ya habían subido después del inicio de la guerra de Ucrania. En el periodo más reciente, parecía que la inflación de los precios había empezado a bajar un poco. Pero hoy, la incertidumbre reina una vez más.
Justo cuando se acerca el invierno en Europa y la demanda de combustible aumenta, podríamos ver nuevas subidas de precios y la presión sobre millones de hogares podría continuar, lo que se suma al estado de ánimo de descontento que existe en todo el continente.
Estados Unidos camina por la cuerda floja
Las preocupaciones del imperialismo estadounidense y sus socios europeos se pueden ver en el lenguaje que utilizan. Inicialmente se trataba de que “Israel tiene derecho a defenderse”. Esta cantinela continúa, por supuesto, pero ahora tenemos advertencias sobre “proteger a los civiles”.
Su repugnante hipocresía clama al cielo. No les preocupan los civiles palestinos. Más bien, les preocupa que las escenas de sangre y destrucción, la barbarie que las fuerzas armadas israelíes son capaces de desatar a la vista del público, puedan desestabilizar toda la región y amenazar catastróficamente sus intereses imperialistas en la región y potencialmente mucho más allá.
La visita de Biden a Oriente Medio nunca tuvo la intención de ayudar a los palestinos. Por el contrario, fue en primer lugar para expresar solidaridad con Israel, como se demostró cuando prometió “… asistencia militar adicional, incluidas municiones e interceptores para reponer la Cúpula de Hierro”. Mientras tanto, para las víctimas del bombardeo del Hospital Al-Ahli en Gaza, Biden ofreció sus “condolencias”, mientras usaba su posición para afirmar que Israel no era responsable del ataque.
El imperialismo estadounidense está caminando sobre una cuerda floja, y cualquier cosa podría inclinarle hacia el abismo. Por un lado, ven que sus intereses estratégicos fundamentales los obligan a respaldar a Israel. Pero también se dan cuenta de que no tienen un control total sobre la situación. Hagan lo que hagan, Estados Unidos ha recibido un golpe histórico en la región, algo que tendrá repercusiones globales.
Eso explica por qué tanto Blinken como Biden han comenzado a hacer gestos verbales de “preocupación” sobre los civiles palestinos, y afirmar que Israel debería llevar a cabo su “derecho legítimo a defenderse” dentro de los parámetros del llamado “derecho internacional”. Blinken realizó visitas diplomáticas a varios países para involucrar a los líderes locales en el trabajo para evitar que la guerra se extendiera, en las que discutió la creciente crisis humanitaria. Planteó la necesidad de asistencia humanitaria y una vía segura para aquellos que desean salir de Gaza, mientras que Biden presionó para que se permitiera la entrada de ayuda humanitaria a Gaza.
Todo esto, por supuesto, es mera palabrería. Están discutiendo sobre permitir la entrada de unos míseros 20 camiones de ayuda en el enclave asediado, al tiempo que prometen 10 mil millones de dólares en ayuda militar a Israel. Si se tomaran en serio su “asistencia humanitaria”, usarían su poder e influencia para detener la guerra. Pero eso es lo último que van a hacer. Por el contrario, Estados Unidos acaba de vetar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para permitir una “pausa humanitaria” en el ataque de Israel para permitir la ayuda a Gaza (con la abstención de Gran Bretaña y Rusia).
La potencia imperial más poderosa del planeta apoyará a Israel para aplastar a los palestinos. Pero al mismo tiempo, se preocupan por los efectos de todo esto. Y tienen muchas razones para preocuparse, porque el mundo está preñado de revolución, incluso en casa, donde a millones de jóvenes les repele la política imperialista estadounidense y simpatizan instintivamente con los palestinos. La vida de millones de personas se ha vuelto insoportable.
Guerra: continuación de la política por otros medios
Las mismas tensiones que preparan la guerra entre las naciones, producen la guerra entre las clases. Es el callejón sin salida del capitalismo a nivel mundial lo que ha preparado la barbarie actual a la que nos enfrentamos. Es la clase capitalista la que tiene interés en las guerras depredadoras. En este caso, tenemos a la clase capitalista de Israel, respaldada por las clases capitalistas de Estados Unidos y Europa, promoviendo sus intereses a través de la guerra.
En 1917, refiriéndose a la Primera Guerra Mundial, Lenin planteó la cuestiónde “…qué causó esa guerra, qué clases la están librando y qué condiciones históricas e histórico-económicas la provocaron”.
Y explicó que: “La guerra es una continuación de la política por otros medios. Todas las guerras son inseparables de los sistemas políticos que las engendran. La política que un estado dado, una clase dada dentro de ese estado, siguió durante mucho tiempo antes de la guerra es inevitablemente continuada por esa misma clase durante la guerra, cambiando solo la forma de acción”.
Durante décadas, desde la creación de Israel, la clase dominante sionista ha estado arrebatando cada vez más territorio al pueblo palestino. Esto es evidente para cualquiera que se tome el tiempo de estudiar un mapa de Cisjordania. Está claro que la política del gobierno israelí en “tiempos de paz” ha sido presionar sistemáticamente a los palestinos. Su política en tiempos de guerra es la misma.
Ya no hay un territorio palestino contiguo digno de tal nombre. Cisjordania ha sido dividida por el creciente número de asentamientos judíos. En 1972, había poco más de 10.000 colonos dispersos por todo el territorio palestino. Desde entonces, esa cifra se ha disparado a alrededor de 750.000.
Volviendo a las palabras de Lenin: “Esto me lleva a la última pregunta, la de cómo poner fin a la guerra”. Y respondió muy claramente: “Solo una revolución obrera en varios países puede derrotar esta guerra [la Primera Guerra Mundial]. La guerra no es un juego, es algo espantoso que afecta a millones de vidas, y no se va a terminar fácilmente “.
El mismo principio se aplica hoy en día. Mientras la clase dominante capitalista sionista esté en su lugar en Israel, y mientras en los países circundantes el poder permanezca en manos de las élites burguesas, la guerra actual no será la última. Mientras el pueblo palestino permanezca sin hogar propio, no habrá paz duradera. Incluso si Netanyahu, a través de una brutal campaña militar con gran cantidad de bajas, reduce temporalmente la capacidad de Hamás para atacar a Israel, la barbarie actual está acumulando un gran resentimiento entre los palestinos, en particular entre los jóvenes, que encontrarán formas de defenderse y el conflicto continuará.
La única fuerza que puede ayudar a los palestinos a lograr su objetivo histórico de una patria que puedan llamar suya son las masas de la clase trabajadora y los pobres de todos los países de Oriente Medio. Eso significa una lucha revolucionaria internacional para derrocar a todos los regímenes capitalistas de la región, junto con las potencias imperialistas que los respaldan. Por lo tanto, si queremos detener la guerra, debemos eliminar del poder a esa clase que se beneficia de la guerra: los capitalistas de todos los países.
“Si permitimos que un país grande intimide a otro más pequeño, que simplemente lo invada y tome su territorio, entonces abriremos la temporada de caza, no sólo en Europa sino en todo el mundo”. En estos términos denunció el Secretario de Estado estadounidense Anthony Blinken la invasión rusa de Ucrania en agosto del año pasado. Sin embargo, el jueves 12 de octubre -mientras el imperialista Israel, dotado de armas nucleares, seguía reduciendo a escombros un minúsculo enclave empobrecido- Blinken estuvo al lado de Netanyahu en una conferencia de prensa conjunta y prometió solemnemente: “Puede que seáis lo bastante fuertes por vosotros mismos para defenderos, pero mientras exista Estados Unidos nunca, nunca tendréis que hacerlo”. Sí, es ‘temporada de caza” en Palestina.
En Ucrania, los imperialistas occidentales se hacen pasar por defensores de una pequeña nación. Hoy, en Palestina, las mismas damas y caballeros envían portaaviones para proteger a Israel mientras masacra a un pueblo en gran medida indefenso. En Ucrania, cada misil ruso que alcanza una infraestructura civil es denunciado como un “crimen de guerra”. Hoy, el arrasamiento de barrios enteros en Gaza y el bombardeo de escuelas y hospitales es legítima “autodefensa”.
“Todo debe hacerse dentro del derecho internacional”, explicó ese lacayo de la clase dirigente británica, Sir Keir Starmer, “pero no quiero alejarme de los principios básicos de que Israel tiene derecho a defenderse.”
Ah, sí, el “derecho internacional”, el “orden internacional basado en normas”. Éstas marcan la delgada línea que separa al Occidente civilizado de nuestros bárbaros enemigos, una línea que Rusia, según se nos dice, viola descaradamente y con frecuencia en Ucrania.
En esa guerra, los políticos occidentales contabilizaron todas las violaciones cometidas por los rusos -reales o imaginarias- y las recopilaron en un pliego de cargos para llevarlo al Tribunal Penal Internacional. Según el fiscal general ucraniano, el número de esos crímenes supera los 65.000.
Los tribunales burgueses de todo el mundo se basan en la llamada “doctrina del precedente”. Pues bien, seguramente ningún defensor de los “valores liberales” pondrá objeciones si utilizamos la doctrina del precedente y el pliego de cargos redactado contra Putin para ver cuál es la posición de Israel en relación con su “orden internacional basado en normas” y su “derecho internacional”.
O tal vez descubramos, como sospechamos, que todo lo que se dice de “normas”, “derecho internacional”, “valores liberales” y demás es una máscara hipócrita de las políticas más viles y depredadoras del imperialismo.
Crímenes de guerra
A medida que se desarrollaba la guerra de Ucrania, los políticos occidentales y la prensa no tardaron en tachar a Putin de criminal de guerra. Lo primero en la lista de acusaciones: que los rusos atacaron deliberadamente a civiles, una práctica prohibida por la Convención de Ginebra de 1949. El Secretario de Estado estadounidense enumeró los siguientes presuntos crímenes:
“Las fuerzas rusas han destruido edificios de apartamentos, escuelas, hospitales, infraestructuras críticas, vehículos civiles, centros comerciales y ambulancias, dejando miles de civiles inocentes muertos o heridos. Muchos de los lugares atacados por las fuerzas rusas eran claramente identificables como lugares utilizados por civiles.”
Eso fue un mes después del inicio de la guerra de Ucrania.
Sin embargo, a las pocas horas de la campaña israelí, el segundo edificio más alto de la ciudad de Gaza -un bloque de apartamentos residenciales- fue arrasado. Esto no fue más que el preludio de la destrucción de barrios enteros.
Según informó el New York Times el 10 de octubre -cuando sólo habían transcurrido dos días de bombardeos-, los ataques aéreos israelíes habían demolido mezquitas, alcanzado al menos dos hospitales, dos centros gestionados por la Media Luna Roja Palestina y dos escuelas donde se hacinaban los refugiados.
Tras sólo dos noches de bombardeos, 187.000 palestinos habían sido desplazados, casi uno de cada diez de los 2 millones de habitantes de Gaza. 130.000 de ellos están alojados en escuelas, el resto con amigos. No conocemos la cifra más reciente.
Sin duda, el número de desplazados habría sido muy, muy superior si los habitantes de Gaza tuvieran adónde ir. Netanyahu aconsejó enfermizamente a los gazatíes que huyeran, pero las Fuerzas de Defensa Israelí ya habían establecido un bloqueo total de la Franja de Gaza, sin que entrara ni saliera nada. Se había cortado el suministro de combustible, alimentos y agua.
Y mientras la gente intentaba huir por el paso fronterizo de Rafah hacia Egipto, las FDI respondieron bombardeando el paso.
“La depravación de todo esto es alucinante”, denunció el embajador estadounidense Michael Carpenter. “Primero aceptaron abrir un corredor humanitario […] pero luego bombardearon el camino de salida justo cuando los civiles estaban huyendo. Es pura maldad”.
Sí, arremetió contra el bombardeo de un corredor humanitario… para salir de Mariúpol el año pasado. Cuando Mariúpol estaba sitiada, cuando los puertos ucranianos del Mar Negro estaban sitiados, el imperialismo occidental formó un coro único de denuncia. El Secretario de Estado de EEUU, Anthony Blinken, el jefe de política exterior de la UE y muchos, muchos otros, denunciaron estos hechos como “crímenes de guerra”.
La Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, explicó en un tuit que “los ataques de Rusia contra las infraestructuras civiles, especialmente la electricidad, son crímenes de guerra”. Pero un día después de que la única central eléctrica de Gaza se haya quedado sin combustible a causa del bloqueo, y de que se haya ido la luz y empezado a estropearse la comida… la Presidenta de la CE está en viaje de “solidaridad” con el pueblo israelí y aún no ha tuiteado ni una palabra sobre la difícil situación de los gazatíes. No es que no haya tenido tiempo de conectarse a Twitter, ya que el 10 de octubre tuvo tiempo de tuitear que “condenaba enérgicamente cualquier acto de destrucción de infraestructuras críticas”… ¡Refiriéndose a una fuga en un gasoducto entre Estonia y Finlandia!
En vano se buscaría en Twitter y en los periódicos la condena de los atroces crímenes contra los palestinos por parte de secretarios de Estado, embajadores y presidentes de la CE estadounidenses.
Y sin embargo, jurídicamente hablando, la tarea del fiscal debería ser mucho más sencilla en el caso de Israel.
Siempre es más difícil que las acusaciones prosperen cuando la parte acusada las niega. Los rusos siempre han negado haber atacado intencionalmente objetivos civiles o haber matado de hambre a civiles. El gobierno israelí, por el contrario, ha sido muy claro al respecto: están atacando a todos los habitantes de Gaza, ¡y no se disculpan por ello! Como explicó el ministro israelí de Energía:
“¿Ayuda humanitaria a Gaza? No se encenderá ningún interruptor eléctrico, no se abrirá ninguna boca de riego ni entrará ningún camión de combustible hasta que los secuestrados israelíes sean devueltos a sus hogares. Humanitario por humanitario. Y nadie nos predicará la moral”.
Esto está bastante claro, ¿no? Gaza está sitiada y sus 2 millones de habitantes son rehenes. Sus vidas están en peligro y la cuenta atrás irá avanzando hasta que mueran de hambre (si no los matan antes los misiles), hasta que los 200 israelíes secuestrados sean liberados.
El ex primer ministro Naftali Bennet planteó la cuestión en términos bastante descarados en su entrevista, bastante díscola, con un presentador de Sky News. Refiriéndose al corte de electricidad a Gaza, su entrevistador le preguntó: “¿Qué pasa con los bebés en incubadoras en Gaza a los que se les ha cortado el soporte vital porque los israelíes han cortado la electricidad?”.
Bennet replicó: “¿En serio preguntas por los civiles palestinos? ¿Qué te pasa?”.
Gritando por encima de su entrevistador, que se atrevió incluso a plantear la cuestión de si deberíamos considerar la posibilidad de perdonar vidas palestinas inocentes, Bennett comparó la campaña israelí con el famoso bombardeo de Dresde, cuando la Royal Air Force británica utilizó deliberadamente artefactos incendiarios para crear una tormenta de fuego que devoró la ciudad y se cobró 25.000 vidas de civiles.
Y hablando de armas incendiarias, en la semana transcurrida, Israel ha utilizado fósforo blanco en zonas densamente pobladas – y sí, eso también es un crimen de guerra.
Más tarde, el Presidente de Israel, Isaac Herzog, dejó muy clara su actitud hacia los palestinos de Gaza. Son colectivamente culpables y, por tanto, se enfrentarán a un castigo colectivo:
“No es cierta esa retórica de que los civiles no [están] al tanto, no participan. Es absolutamente falsa. Podrían haberse sublevado, podrían haber luchado contra ese régimen malvado que se apoderó de Gaza en un golpe de Estado”.
Mientras se escriben estas líneas, el castigo colectivo que se está imponiendo al pueblo palestino se intensifica exponencialmente. Hoy, el gobierno israelí ha dado a todo el millón de residentes en el norte de Gaza -el 50% de toda la población del enclave- un plazo: evacúen al sur en 24 horas o arriesguen su vida. Estados Unidos ha dado todo su apoyo a los israelíes que, como ven, están desplazando a todo un pueblo sólo para salvar vidas.
Es difícil encontrar siquiera un precedente de tales delitos.
El peor crimen de guerra de todos
En un ensayo de 2001, la historiadora belga Anne Morelli describió lo que denominó los “diez mandamientos” de la propaganda de guerra. El tercero de su lista reza así: “El líder de nuestro adversario es intrínsecamente malvado y se parece al diablo”.
Para conseguir apoyo público para su guerra a distancia en Ucrania, Occidente no consideró suficiente acusar a Putin y a Rusia de “crímenes de guerra”. No, de conformidad con este “mandamiento”, con el fin de hacer que Putin pareciera un verdadero demonio, lo acusaron de cometer el peor crimen de guerra, el que supera a todos los demás e invoca comparaciones hitlerianas: el genocidio.
Esa acusación en particular ha ocupado un lugar destacado en la propaganda de Occidente. Como dijo Biden en abril de 2022: “Lo llamé genocidio porque cada vez está más claro que Putin está intentando eliminar la idea de ser ucraniano”.
La afirmación de genocidio está respaldada por la referencia a las justificaciones de Putin para la guerra, en las que afirma que rusos y ucranianos son un solo pueblo, que no existe una nación “ucraniana” separada, que fue una invención bolchevique. Según Biden, esto constituye un genocidio.
Es más, se ha citado a funcionarios rusos refiriéndose a los funcionarios del gobierno ucraniano como “cucarachas”. Este lenguaje, se nos dice, es “deshumanizador”, y por tanto, aparentemente, “genocida”. Francamente, sería difícil argumentar en contra de la descripción rusa, que podría extenderse para describir a los funcionarios occidentales. Estos últimos, mientras tanto, no parecen tener ningún problema con que el ejército y el gobierno ucranianos describen a los soldados rusos como “orcos”.
Pero si quieren un lenguaje deshumanizador realmente colorido, remitimos a nuestros lectores al ministro de Defensa israelí Yoav Gallant, que el primer día del bombardeo israelí de Gaza declaró: “Estamos luchando contra animales humanos”. Y una vez más, por supuesto, no se ha formulado la más mínima objeción en Occidente, donde las clases dirigentes han reiterado a cada paso su pleno e imperecedero apoyo al desenfreno israelí.
Pero dejemos a un lado las palabras duras y fijémonos en la intención, que en los tribunales penales representa la línea divisoria entre homicidio involuntario y asesinato, y entre asesinato en masa y genocidio.
El régimen israelí ha dejado bien claro cuál es su objetivo. Se trata de venganza: venganza colectiva contra todo el pueblo palestino. Un portavoz oficial de las FDI explicó al Canal 13 de Israel cuál iba a ser el resultado: “Gaza se convertirá en una ciudad de tiendas de campaña”.
Mientras tanto, un miembro del Knéset (Parlamento) del partido Likud, Revital Gotliv, sugirió utilizar armas nucleares para arrasar Gaza. ¿Dónde está el alboroto entre nuestras damas y caballeros democráticos de Occidente? ¿Dónde está la preocupación por la humanidad que expresaron con tan aparente sentimiento en Ucrania, cuando los legisladores del partido gobernante israelí proponen eliminar a millones de personas con bombas nucleares?
Escuchemos los planes de genocidio, más fríos y cuidadosamente pensados, del actual Ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich.
En 2017, este encantador caballero propuso un “plan decisivo” para abordar el problema palestino, un plan que en todos los aspectos se parece a la política del actual gobierno del año pasado. En primer lugar, apoyar plenamente una agresiva política de asentamientos en Cisjordania. En segundo lugar, imponer violentamente esta política. Sobre esta base, Smotrich hizo una predicción: “Los esfuerzos terroristas árabes no harán sino aumentar”. Pero estos “esfuerzos” deben ser bienvenidos, porque Israel aplastará a los palestinos sin piedad, y la desesperación se apoderará de ellos.
“La afirmación de que el anhelo árabe de expresión nacional en la Tierra de Israel no puede ser ‘reprimido’ es incorrecta”. La solución de los dos Estados ha fracasado, explicó, porque “no hay espacio en la Tierra de Israel para dos movimientos nacionales en conflicto.”
Las aspiraciones nacionales del “pueblo” palestino (las comillas son de Smotrich) pueden, serán y deben ser aplastadas.
Se mire por donde se mire, se trata de un llamamiento al genocidio mucho más descarado que cualquier cosa que haya salido de los labios de Putin, y constituye la ideología central de los elementos de extrema derecha y fascistas que apuntalan el gobierno de Netanyahu.
¿Dónde está la denuncia de “genocidio” por parte del Occidente civilizado? Esperen sentados.
Una mirada a Nagorno-Karabaj, que en los últimos meses ha sido testigo de una completa limpieza étnica de su población armenia por parte de Azerbaiyán, nos dice todo lo que necesitamos saber sobre la actitud de los gobiernos occidentales ante tales crímenes contra la humanidad… cuando son llevados a cabo por nuestros “aliados”.
En una cosa, sin embargo, tenemos que estar de acuerdo con Smotrich: sobre la base del capitalismo, no puede haber una “solución” a la cuestión Israel-Palestina que no implique la limpieza étnica y la destrucción del pueblo de Palestina. Una parte significativa de la clase dominante sionista quiere claramente una nueva Nakba y está trabajando con ese fin.
Sólo una intifada que se extienda mucho más allá de Palestina -una revolución socialista para establecer una federación socialista de Oriente Medio, derrocando al Estado sionista y a sus aliados regionales y patrocinadores imperialistas internacionales- puede salvaguardar los derechos nacionales del pueblo palestino.
Una broma de mal gusto
Dejemos pues de hablar aquí del “orden internacional basado en normas”. Es una broma de mal gusto por parte de las potencias occidentales, y lo que está ocurriendo actualmente en Gaza no es ninguna broma.
Todo esto apesta a hipocresía. Los acontecimientos que se están desarrollando en Gaza deberían dejar claro a todos, excepto a los que deliberadamente cierran los ojos, que los imperialistas occidentales no se inmutan ante la violación de los derechos de las “naciones pequeñas” y la masacre de civiles inocentes. Todas sus afirmaciones de justicia no son más que hojas de parra para cubrir la vergüenza de sus intereses imperialistas.
Su justa furia contra Putin es relativamente reciente. Hubo un tiempo en que los imperialistas occidentales pensaban que podían manipular al hombre del Kremlin, como manipularon a su predecesor, Yeltsin. Pero el gran “crimen” de Putin ha sido hacer valer los intereses de la clase dominante rusa frente a los del imperialismo occidental: en Georgia, en Siria y en Ucrania.
En ese conflicto, el régimen ucraniano es una mera marioneta, y el pueblo ucraniano mera carne de cañón, como los propios imperialistas occidentales han declarado explícitamente. En palabras del ex candidato presidencial republicano Mitt Romney: “Apoyar a Ucrania debilita un adversario, aumenta nuestra ventaja en seguridad nacional y no requiere derramamiento de sangre estadounidense”.
También dejaremos de hablar de cualquier punto de comparación entre la guerra de Ucrania y lo que está ocurriendo en Gaza. No hay comparación, aunque Zelensky insertó una broma de mal gusto de las suyas en una reunión de la OTAN el lunes: que hay una equivalencia entre Ucrania e Israel y entre Rusia y Hamás: “la esencia es la misma”.
En este cuento de hadas, Ucrania e Israel se enzarzan en una lucha maniquea entre el Bien y el Mal. Lo único que tienen en común Ucrania e Israel es que ambos son puestos avanzados del imperialismo occidental: los dos están armados hasta los dientes por Estados Unidos y la OTAN, pero mientras que uno está librando una guerra regular contra un poderoso competidor del imperialismo occidental, el otro está librando una guerra unilateral de venganza contra un pueblo indefenso y empobrecido, sin ejército, marina ni fuerza aérea, sin una economía de la que hablar, con sólo los medios más primitivos de autodefensa a su disposición.
Israel es importante para Occidente como bastión seguro para los intereses del imperialismo estadounidense en una región de importancia estratégica histórica. Los imperialistas nunca han dejado de intervenir en la región, mientras Estados Unidos luchaba por establecer un firme dominio, creando un infierno para millones de seres humanos. Y sin embargo, a pesar de sus sangrientos esfuerzos, ha sufrido un revés tras otro en los últimos años. Cada revés le obliga a apoyarse cada vez más en su aliado, Israel.
Por ello, las masas de la región consideran la lucha del pueblo palestino por su liberación como una prolongación de su propia lucha contra el imperialismo. Por eso la causa palestina goza de una simpatía tan abrumadora entre los pueblos oprimidos de Oriente Medio y de todo el mundo. Una victoria para los palestinos sería una victoria para todos aquellos que, durante generaciones, han sufrido la opresión, la muerte y la destrucción a manos de la fuerza más reaccionaria del planeta: El imperialismo estadounidense y sus aliados regionales.
Pocas veces la historia de la humanidad ha conocido una barbarie tan asimétrica como la que estamos presenciando. Cuando el ejército ruso lanzó su ofensiva inicial en febrero de 2022, lo hizo con 200.000 soldados repartidos en un frente de 1.000 km de longitud. En Israel, se ha llamado a filas a 380.000 reservistas, además de los 200.000 soldados ya desplegados, para una guerra contra un enclave del tamaño de Filadelfia.
Este vasto ejército -uno de los más avanzados del mundo- se enfrenta a 40.000 hombres, armados con armas ligeras y primitivos artefactos improvisados. En sólo seis días, Israel ha lanzado 6.000 bombas sobre Gaza. Son tantas como las que Estados Unidos lanzó en todo un año durante la guerra de Afganistán.
La maquinaria propagandística occidental puede intentar todo lo que quiera convertir esto en una guerra de “autodefensa”, pero ni siquiera ella es capaz de hacer milagros. Millones de personas ya se han dado cuenta. Millones más lo verán a medida que aumente la barbarie de las FDI en Palestina.
Antes de esta invasión, una persona ingenua pero quizá bienintencionada podía hablar de la necesidad de “diplomacia” para resolver el conflicto entre Israel y Palestina, de que la “comunidad internacional” ejerciera “presión” sobre Israel para que respetara el “derecho internacional”.
Pero ahora, la hipocresía y la falsedad que rodean estas palabras dejan un sabor amargo en la boca. En cuanto a la “comunidad internacional” de gobiernos imperialistas occidentales: a estas alturas debería estar bastante claro que son tan culpables, si no más, del caos actual que el propio Estado de Israel.
Para los partidarios de la causa de la liberación palestina en Occidente, la lucha revolucionaria contra nuestra propia clase dominante representa el único medio que puede aportar alguna ayuda a la lucha del pueblo palestino. Corresponde a la clase obrera dictar sentencia contra nuestras propias clases dominantes criminales.
Cientos de personas murieron ayer en el bombardeo del Hospital Al-Ahli al-Arabi (Baptista), en el distrito de Al-Zeitoun de la ciudad de Gaza. El hospital no sólo atendía a sus propios pacientes -muchos heridos en ataques aéreos israelíes-, sino que también albergaba a miles de personas que buscaban ponerse a salvo de la embestida de las Fuerzas de Defensa de Israel. Al difundirse la noticia, decenas de miles de airados manifestantes tomaron inmediatamente las calles de Líbano, Jordania, Turquía, Túnez y Cisjordania, atacando embajadas israelíes y edificios de los imperialistas estadounidenses y franceses. La cumbre entre dirigentes árabes y Biden en Jordania se ha cancelado.
El Estado israelí, como de costumbre, se apresuró a negar cualquier responsabilidad. Primero culparon a ‘un cohete de Hamás que no había funcionado correctamente’. Luego cambiaron su versión culpando a la Yihad Islámica Palestina (YIP). La maquinaria propagandística israelí se puso a toda marcha, proporcionando todo tipo de “pruebas” para distanciarse de la horrible masacre. Esa cantinela la hemos oído antes. De hecho, este es el modus operandi al que recurre el Estado israelí para intentar minimizar las consecuencias cuando comete un acto de brutalidad especialmente cruel contra los palestinos.
Historia de las mentiras
Pongamos un ejemplo relativamente reciente. En mayo de 2022, la periodista palestina israelí Shireen Abu Akleh fue asesinada mientras cubría una incursión del ejército israelí en el campo de refugiados de Yenín, en Cisjordania. Israel negó primero cualquier conocimiento o implicación. Luego afirmaron que la periodista había muerto por disparos de un militante palestino. Eso no encajaba con los hechos, así que cambiaron su historia: Shireen había muerto en el fuego cruzado entre militantes palestinos y soldados israelíes, un “trágico accidente”. Pero no había militantes palestinos en la línea de fuego en el momento en que Shireen fue asesinada. Finalmente, se demostró sin lugar a dudas que había sido asesinada por un francotirador israelí que la había apuntado deliberadamente, a pesar de que llevaba una chaqueta de “prensa” muy visible. Nadie ha comparecido ante la justicia por su asesinato.
Para colmo de males, el día del funeral, las fuerzas de seguridad israelíes asaltaron la casa de la familia de la periodista asesinada para confiscar banderas palestinas e impedir que ondearan en el funeral. No contentos con eso, atacaron a los portadores del féretro en el cortejo fúnebre, casi obligándoles a soltar el ataúd.
Tenemos otro ejemplo reciente, que guarda un paralelismo aún más estrecho con lo ocurrido ayer. En agosto de 2022, un ataque aéreo israelí alcanzó el campo de refugiados de Jabaliya, en Gaza, matando a cinco niños. La primera reacción del Estado israelí fue decir… esperen… ¡que habían muerto por un fallo de un cohete de la YIP! Una semana después, se vieron obligados a admitir la verdad. No había habido lanzamiento de cohetes de la YIP en la zona. Los cinco niños palestinos habían sido asesinados por un ataque de la Fuerza Aérea israelí.
Por poner otro ejemplo histórico, en 1996 Israel atacó deliberadamente con un misil un complejo de la ONU en Qana (Líbano). El complejo de la ONU albergaba a civiles que buscaban protección de los ataques de Israel. Murieron 106 personas, 52 de ellas niños. Este fue el informe de Robert Fisk en :
“Desde Sabra y Chatila [cuando la Falange libanesa asesinó a miles de civiles chiíes palestinos y libaneses en 1982] no había visto una matanza de inocentes como ésta. Las mujeres, niños y hombres refugiados libaneses yacían amontonados, sin manos, brazos o piernas, decapitados o destripados. Eran más de cien. Un bebé yacía sin cabeza. Los proyectiles israelíes los habían atravesado mientras yacían en el refugio de las Naciones Unidas, creyendo que estaban a salvo bajo la protección del mundo”.
Primero Israel afirmó que se había producido un error de puntería. Después culpó a Hezbolá de “utilizar a civiles como escudos humanos”. Finalmente, investigaciones exhaustivas de la ONU, Amnistía Internacional y periódicos israelíes determinaron que el ejército israelí había atacado deliberadamente el complejo de la ONU y era responsable de la matanza.
La historia israelí sobre el bombardeo del hospital Al-Ahli al-Arabi está llena de agujeros. Justo después de que publicaran la historia sobre el “cohete de la YIP que funcionó mal”, el periodista independiente Séamus Malekafzali señaló que uno de los vídeos que los portavoces israelíes estaban utilizando para respaldar su afirmación de que el hospital había sido alcanzado había sido filmado entre media hora y una hora después del ataque al hospital. Esto obligó a las cuentas oficiales de Israel a borrar o editar sus tuits en consecuencia. Estaban mintiendo y se les había pillado in fraganti.
Inmediatamente después del ataque, varias fuentes oficiales y semioficiales israelíes ofrecieron explicaciones completamente distintas, en algunos casos reivindicando la autoría del ataque y tratando de justificarlo. Nananya Naftali, un propagandista israelí que trabajó como asesor de medios para Netanyahu, sostuvo que el ataque de las FDI había tenido como objetivo “una base de Hamás dentro del hospital”. A continuación se vio obligado a borrar el post de y ofrecer “una disculpa” .
No fue el único que intentó justificar los ataques aéreos contra hospitales alegando que Hamás los utiliza como bases militares. La vicesecretaria de prensa del Pentágono, Sabrina Singh, afirmó que Hamás “está colocando sus unidades de mando y control dentro de los hospitales”, una afirmación totalmente inventada. La BBC también había publicado un artículo el día anterior en el que se hacía la pregunta capciosa: “¿Construye Hamás túneles bajo hospitales y escuelas?”‘. La cadena pública británica proporcionando justificación para el bombardeo de hospitales y escuelas por parte del Estado israelí.
Lo que realmente sabemos es lo siguiente. Durante 10 días, Israel ha estado bombardeando Gaza sin descanso. De hecho, ya en la primera semana habían utilizado más bombas que las fuerzas invasoras estadounidenses en Afganistán en todo un año. Se trata de una zona densamente poblada, por lo que han muerto cientos de civiles inocentes, entre ellos más de 800 niños según el último recuento, y se sospecha que hay muchos más bajo los escombros. En esta campaña no hay “objetivos de precisión”. Su objetivo es infundir terror en los corazones de 2,3 millones de personas.
Antes de ayer, la aviación israelí ya había atacado 17 hospitales y centros de salud. El mismo día del mortífero ataque contra el hospital, una escuela de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) en el campo de refugiados de Al Maghazi, en el centro de Gaza, fue alcanzada por un ataque aéreo israelí que causó al menos seis muertos, entre ellos personal de la UNRWA, decenas de heridos y graves daños estructurales en el edificio. La escuela estaba siendo utilizada como refugio por los palestinos desplazados por los ataques aéreos israelíes, pensando que las FDI no atacarían una instalación de la ONU, ya que tiene las coordenadas de GPS de todas ellas. Estaban equivocados, trágicamente equivocados.
Continúan los asesinatos en masa
Incluso después de la masacre en el hospital, Israel siguió golpeando Gaza y su población con ataques aéreos. Ni una pausa, ni siquiera un respiro. Dos personas murieron en el bombardeo de una panadería en el campo de refugiados de Nuseirat, cerca de Deir al-Balah. ¿Cuál es la razón de atacar este tipo de objetivo? Israel ya está bloqueando Gaza, por lo que no pueden entrar ni alimentos ni suministros. Destruir los medios para hornear pan obligará a los gazatíes a abandonar el norte de la franja, como les ha ordenado el Estado israelí.
A primera hora de la mañana de hoy, 25 personas, hombres, mujeres y niños, murieron en un ataque aéreo contra la casa de la familia Al-Astal. Muchos de ellos eran miembros de la misma familia, mientras que otros habían sido desplazados de sus hogares por ataques aéreos anteriores.
También sabemos que Israel había ordenado a toda la población del norte de Gaza que evacuara hacia el sur y que eso incluía instrucciones específicas para evacuar los hospitales. Lo sabemos porque la Organización Mundial de la Salud nos lo dijo: “El hospital era uno de los 20 del norte de la Franja de Gaza que se enfrentaban a órdenes de evacuación del ejército israelí. La orden de evacuación ha sido imposible de llevar a cabo dada la inseguridad actual, el estado crítico de muchos pacientes y la falta de ambulancias, personal, capacidad de camas del sistema sanitario y refugios alternativos para los desplazados.”
No sólo eso, ¡sino que el hospital Al-Ahli al-Arabi ya había sido alcanzado por un ataque aéreo israelí el sábado! Según un comunicado del Servicio Anglicano de Noticias “El Centro de Diagnóstico y Tratamiento del Cáncer del hospital Al-Ahli al-Arabi de Gaza ha sido alcanzado por un cohete israelí. Dos pisos superiores del centro, que alberga las salas de ultrasonidos y mamografía, resultaron gravemente dañados.”
La mañana del ataque, el ejército israelí lanzó una advertencia específica a los habitantes del distrito de Al-Zeitoun, donde se encuentra el hospital. El jefe de la operación mediática en lengua árabe de las FDI, Avichay Adree, amenazó: “Un mensaje a los residentes del barrio de Zaytoun. Sabéis que el barrio está abarrotado y lleno de guaridas de Hamás. Por lo tanto, para preservar vuestra seguridad y la de vuestras familias y seres queridos dirigíos al sur de Wadi Gaza”.
Todas las pruebas circunstanciales apuntan a la responsabilidad israelí en esta horrible masacre. Esta es también la conclusión de Yolanda Álvarez, ex corresponsal en Oriente Medio de RTVE:
“Sobre la masacre en el hospital de Al Ahli, después de haber cubierto dos guerras en Gaza (2012 y 2014): Sólo los ataques de Israel pueden matar a cientos de personas (con bombas de una tonelada). Los cohetes de Hamas y la Yihad también matan, pero no tienen esa capacidad.Cuando en 2014, el ejército de Israel lanzó su primer ataque mortal sobre una escuela de la UNRWA en Beit Hanoun, Gaza, recibí un SMS de su portavoz que decía: “Ha sido Hamas”. La investigación independiente de la ONU demostró que todos los ataques a escuelas eran de Israel.”
Doble rasero
Es repugnante ver la hipocresía y el doble rasero de los medios de comunicación occidentales y las potencias imperialistas cuando se trata de los derechos humanos y el llamado derecho internacional. Si es “nuestro bando” el que comete atrocidades, siempre buscan una justificación (“Hamás utiliza a civiles como escudos humanos”), o exigen un examen forense exhaustivo antes de determinar la culpabilidad. Se inventan todo tipo de razonamientos, hablan de “daños colaterales” para encubrir el hecho desnudo de que “nuestro bando” está cometiendo todo tipo de brutalidades contra civiles inocentes en pos de sus objetivos imperialistas.
Qué diferencia con las histéricas denuncias en portada de los crímenes de guerra y atrocidades rusas, reales, inventadas o groseramente exageradas, en Ucrania. El contraste no podría ser más sorprendente. Entonces se trataba de ablandar a la opinión pública en apoyo de “nuestro bando”. Ahora se trata de moldear a la opinión pública para que también apoye a “nuestro bando”.
La última “narrativa” promovida por los medios de comunicación occidentales y por el Estado de Israel es la siguiente: “Sí, estamos matando civiles, pero está justificado. ¿Acaso no matamos a muchos civiles cuando se trataba de derrotar a los nazis?”. Ni siquiera se intenta negar que los ataques aéreos están matando a civiles inocentes, sino que se trata de buscar una forma de justificarlo.
A algunos en Israel ni siquiera les importa encontrar una justificación. Culpan abiertamente a todo el pueblo de Gaza de las acciones de Hamás y abogan por el castigo colectivo. “Es toda una nación la responsable”, dijo el presidente israelí Herzog. Y para subrayar el punto añadió: “No es cierta esta retórica sobre que los civiles no son conscientes, no están implicados. Es absolutamente falsa. Podrían haberse sublevado. Podrían haber luchado contra ese régimen malvado que se apoderó de Gaza en un golpe de Estado”.
Las atrocidades israelíes, continuación de 70 años de violencia y opresión, no son sólo responsabilidad del Estado israelí. Durante décadas han contado con el pleno apoyo del imperialismo occidental y, en particular, de Estados Unidos. Este apoyo no ha disminuido en los últimos 10 días de matanza en Gaza. Todos los líderes imperialistas occidentales se han unido públicamente para apoyar el llamado “derecho de Israel a defenderse”. La sangre de los cientos de víctimas del hospital de Gaza también está en sus manos.
En los últimos días, antes de la amenaza de una ofensiva terrestre sobre Gaza, que no hará sino multiplicar la carnicería, los líderes occidentales han hecho cola para visitar Israel y subrayar públicamente su apoyo a su campaña asesina: Scholz, von der Leyen, Macron y ahora Biden. Tanto Alemania como Francia, en una demostración de lo democráticas que son, han prohibido las manifestaciones de solidaridad con Palestina.
Masas entrando en escena
La masacre en el hospital de Gaza ha provocado una ola masiva de repulsa en todo Oriente Próximo y el mundo árabe. Miles de personas salieron a las calles de Beirut, Ammán, Estambul, Túnez y otras capitales para atacar edificios diplomáticos israelíes, pero también, con toda razón, contra intereses estadounidenses y franceses. En Turquía, decenas de manifestantes se dirigieron a la base de radar de la OTAN de Kürecik , con personal de Estados Unidos, e intentaron violar su perímetro.
En Hebrón, Yenín, Ramala y otras ciudades y pueblos de Cisjordania, multitudes enfurecidas coreaban “el pueblo quiere el derrocamiento del presidente”, en referencia al presidente de la Autoridad Palestina (AP), Abbas, que actúa como contratista de seguridad local para el Estado israelí. Las fuerzas de seguridad de la AP se enfrentaron a los manifestantes y abrieron fuego, hiriendo a una joven.
El escenario está preparado para un levantamiento regional contra el imperialismo israelí y occidental. La ira de las masas se dirige también contra sus propios gobernantes, a quienes considera, con razón, cómplices, por sus acciones o por la falta de ellas.
Los ánimos están tan caldeados que el ministro jordano de Asuntos Exteriores anunció la cancelación de la cumbre prevista entre Biden, Abbas, Jordania y Arabia Saudí, que iba a celebrarse hoy. Ninguno de estos dirigentes quiere ser visto como cercano al imperialismo estadounidense por miedo a ser derrocado por su propio pueblo. Incluso los gobiernos árabes que ya han normalizado sus relaciones con Israel se han visto obligados a emitir enérgicas condenas, culpando a Israel del bombardeo del hospital.
Por un lado, Biden y el imperialismo estadounidense pretendían que su visita sirviera como muestra de apoyo a Israel, un aliado que no necesariamente sigue sus órdenes. Por otro lado, intentan forzar algunos gestos por parte de los israelíes, con el fin de contener el peligro de una escalada regional del conflicto. En la práctica, pues, la administración estadounidense considera que su papel consiste en impedir que nadie más se implique mientras permite a Israel masacrar a los palestinos.
La situación ya era complicada de antemano, pues el gobierno israelí, dominado por elementos de extrema derecha, no estaba ni está de humor para corredores humanitarios de ningún tipo, y está decidido a ejercer represalias sobre los palestinos de Gaza en su conjunto. Tras el baño de sangre en el hospital, toda la estrategia de Washington está hecha trizas. Las masas de Oriente Próximo y del mundo árabe están entrando en escena.
Ha llegado el momento de intensificar la campaña contra la guerra asesina de Israel contra Gaza, contra el imperialismo occidental y por la liberación nacional del pueblo palestino. La lucha por los derechos nacionales palestinos requiere un levantamiento revolucionario en toda la región. La tarea de los comunistas de Occidente es mostrar nuestra solidaridad y apoyo y preparar las condiciones para el derrocamiento de nuestras propias clases dominantes, que son responsables y cómplices de los asesinatos en masa que se están cometiendo actualmente.
Los principales medios de comunicación burgueses de Suiza – 20 Minuten, Tagesanzeiger, NZZ, Weltwoche – han lanzado una caza de brujas contra los comunistas. Nos atacan porque nos organizamos en solidaridad con el pueblo palestino.
La portada de 20 Minuten se llenó recientemente con el titular: “Un grupo desconocido convoca una concentración pro-Hamás en Zúrich”. Poco después, 20 Minuten y NZZ ajustaron sus calumnias para eliminar la referencia a Hamás.
En sus escabrosos artículos afirman que nuestra concentración es un “llamamiento a la violencia” y nos acusan de antisemitismo por enarbolar el lema de la solidaridad con Palestina.
Las universidades de Zúrich, Berna y Friburgo han retirado los derechos de reserva de salas para reuniones en el campus a nuestros compañeros estudiantes.
La Universidad de Zúrich (UZH) escribe: “La UZH no tolera los llamamientos a la violencia. El llamamiento a la ‘Intifada hasta la victoria’ difundido por ‘Der Funke’ y ‘CMI’ no es compatible con la postura de la UZH. La UZH apoya los debates llevados a cabo democráticamente”.
Esa misma tarde, tres furgones de policía fueron movilizados a la otra universidad principal de Zúrich (ETH) para impedir la concentración de solidaridad.
La clase dirigente suiza, al igual que su homóloga británica, por ejemplo, pasa inmediatamente a la ofensiva contra cualquier intento de los trabajadores y los jóvenes de mostrar su solidaridad con la lucha palestina. El derecho democrático básico a la libertad de expresión y de reunión se enfrenta a la represión.
Hipocresía burguesa
La reacción histérica de los medios de comunicación suizos no es un signo de fuerza, sino de debilidad. Es el intento desesperado de la clase dominante en Suiza -y en Occidente en su conjunto- de justificar el imperialismo israelí, intimidar y silenciar a todos los que quieren luchar contra la opresión, y poner fin a cualquier debate sobre la agresión israelí y la ocupación de Palestina.
Sin embargo, su hipocresía no tiene límites. Son los mismos medios de comunicación que durante décadas han mirado hacia otro lado ante todas las atrocidades del imperialismo occidental e israelí en Oriente Próximo.
¿Dónde están los titulares denunciando el asesinato de miles de palestinos en los últimos años? Más bien defienden sin piedad el “derecho a defenderse” de Israel.
Los medios de comunicación burgueses presentan la situación como si fuera un conflicto entre dos fuerzas iguales. Sin embargo, todos ellos ignoran el hecho de que lo que tenemos aquí es ¡una sofisticada potencia imperialista marchando con su moderno ejército hacia la mayor prisión al aire libre del mundo! Todo ello mientras niega a cientos de miles de personas el acceso al agua potable, la electricidad y la atención sanitaria.
Como comunistas, nuestra respuesta debe ser decidida: debemos defender el derecho de los palestinos oprimidos a resistir.
¡Somos muchos! ¡Organizad la resistencia! Los medios de comunicación burgueses no representan a la clase obrera.
El mitin “prohibido” en Zurichfue un gran éxito de asistencia, con mucha gente que vino indignada por el artículo de 20 Minuten. Varios trabajadores y jóvenes también se han puesto en contacto con nosotros para participar activamente en la lucha.
Este es un mensaje que recibimos en nuestra página web:
“Soy un hombre inculto, pero incluso yo sé que cuando se acosa a la gente durante años, privándola literalmente de sus casas y sus tierras, en algún momento ocurrirá exactamente lo que está ocurriendo ahora. El 90% del mundo señala con el dedo a Palestina y los llama terroristas. ¿Qué son entonces los israelíes si ni siquiera se apegan a los derechos humanos?”.
Cada día discutimos con más y más comunistas para que se organicen en la lucha por la revolución. Desde el domingo, Palestina es el único tema a la orden del día. Un informe de uno de estos debates describe las experiencias de una nueva asistente:
“Viene de Egipto. Ha visto los bombardeos de Palestina por televisión desde que tenía siete años. Ha vivido en primera persona todos los crímenes del imperialismo y comprende la historia de Israel y la hipocresía del imperialismo occidental. Defendió intuitivamente la posición de la CMI en su totalidad como si se la supiera de memoria: desde “Israel es el agresor” hasta “Hamás es el único liderazgo disponible, pero las masas tienen que luchar y es bueno que luchen. No las confundas con Hamás” hasta “¡la clase obrera israelí no será libre hasta que triunfe la Intifada!”. Cuando le expliqué nuestra posición y le dije que estamos construyendo una Internacional que para dirigirla lucha de estas masas hacia la victoria, casi lloró porque nuestra posición da en el clavo y porque quiere formar parte de una organización internacional que defienda esto”.
Debemos dar voz al creciente resentimiento de los trabajadores y jóvenes suizos contra esta guerra bárbara y unilateral. También debemos unirnos contra cualquier represión o propaganda de la clase dominante.
Si tú también te sientes asfixiado bajo el espeso torrente de propaganda de los medios de comunicación burgueses, si realmente sólo quieres expresar tu solidaridad con los oprimidos – ¡entonces organízate con los comunistas!
Los comunistas de la CMI son evidentemente los únicos que defienden la lucha palestina sin ceder a la presión de la clase dominante.
Por eso intentan darnos un escarmiento. Tienen que enviar una clara advertencia a toda la izquierda: “Si os atrevéis a decir una sola palabra coherente contra el Estado israelí, os llamaremos antisemitas y simpatizantes del terrorismo”.
Esto no nos intimida lo más mínimo. Vamos a pasar a la contraofensiva. Para ello te necesitamos a ti y a todos los que quieran luchar por la liberación del pueblo palestino.
El SVP y la traición de la dirección de las Juventudes Socialistas
Entretanto, Benjamin Fischer, político del derechista Partido Popular Suizo (SVP), también se ha sumado a la cínica histeria sobre nuestro cartel. No es de extrañar. El SVP es el partido de la burguesía gorda, para el cual ningún método está descartado a la hora de defender los intereses de los capitalistas suizos. Están firmemente del lado del imperialismo israelí en su bárbara opresión del pueblo palestino.
Es un escándalo absoluto que la dirección de las Juventudes Socialistas (JUSO) en torno a Nicola Siegrist participe ahora también en esta represión. En Twitter, JUSO declaró que es correcto que la Universidad de Zúrich no tolere nuestro acto y pide a otras universidades que hagan lo mismo.
En otras palabras, ¡están pidiendo la supresión de nuestro derecho democrático básico a organizar un acto en solidaridad con el pueblo palestino oprimido!
En un momento en que debería ser natural para la izquierda y el movimiento obrero unirse en defensa del pueblo palestino, la dirección de la JUSO se une a la burguesía para agitar cínicamente en interés del imperialismo.
Estamos convencidos de que esta actitud no refleja la opinión de todos los miembros de la JUSO.
Llamamos a todos los miembros de la JUSO a tomar posición en sus grupos locales y a ponerse incondicionalmente del lado del pueblo palestino en la lucha contra la opresión imperialista.
La escandalosa actitud de la dirección de la JUSO no nos afecta a los comunistas, pero es una traición al pueblo palestino y a todos los oprimidos del mundo.
Lo más importante hoy es que los comunistas cortemos por lo sano con la propaganda burguesa y su moral hipócrita y adoptemos una posición de clase clarísima sobre esta cuestión.
¿Es antisemita la lucha contra el régimen israelí?
Nuestros enemigos nos acusan ahora de antisemitismo, como hacen siempre que alguien se atreve a oponerse al imperialismo israelí. Cínicamente confunden la crítica al sionismo con el antisemitismo.
Pero la verdad es simple: no es antisemita criticar al gobierno de Israel. No lo criticamos por su religión, sino por sus acciones: décadas de opresión violenta del pueblo palestino.
Afirmar lo contrario es una mentira deliberada que apuntala al régimen israelí y deslegitima la resistencia justificada a los opresores.
Nunca, ni en una sola palabra, hemos culpado a la población judía -ni en Suiza ni en Israel- de la opresión de los palestinos.
Esa no es nuestra posición y cualquier periodista honesto tiene el deber de investigar nuestras posiciones genuinas antes de tacharnos de antisemitas.
Pero la honestidad y la integridad no son atributos de estas damas y caballeros que día tras día ocultan los crímenes de la clase dominante.
¿Qué puedes hacer?
La invasión israelí de Gaza y la ocupación total de Cisjordania podrían provocar una explosión social en todo Oriente Próximo. Los movimientos revolucionarios están implícitos en la situación actual.
En Suiza y en todo el mundo, ¡la CMI está organizando a todos los que quieran estar al frente de esta lucha revolucionaria!
¿Eres comunista? ¿Apoyas la lucha de liberación de los palestinos contra el imperialismo? ¡Entonces no debes permanecer aislado! ¡Únete a nosotros!.