Escrito por Jorge Martín
Se cumplen 85 días desde el inicio de la actual ofensiva de la derecha, apoyada por el imperialismo, contra el gobierno venezolano del presidente Maduro, que ha dejado 85 muertos. Hasta el momento la oposición reaccionaria no ha conseguido ninguno de sus objetivos. En la medida en que su capacidad de movilizar a grandes cantidades de gente en las calles va disminuyendo, los disturbios han aumentado en su grado de violencia y de mortandad. El gobierno ha convocado elecciones para una Asamblea Constituyente para el 30 de julio, que serán una prueba importante de su nivel de apoyo popular. La oposición se ha declarado en “desobediencia” y ha amenazado con impedir que las elecciones se celebren.
La actual campaña de la oposición venezolana (que representa los intereses de la oligarquía apoyada por el imperialismo) tiene un objetivo claro: el derrocamiento del gobierno democráticamente electo del presidente Maduro, por todos los medios necesarios. La oposición ha combinado manifestaciones de masas en las calles con pequeños grupos “vanguardistas” bien equipados que provocan disturbios violentos. La presión internacional del imperialismo, particularmente a través del secretario general de la OEA, Almagro, era parte de esta misma estrategia. Para conseguir sus objetivos ellos esperaban provocar dos cosas: 1) un levantamiento popular en los barrios obreros y populares, tradicionalmente plazas fuertes del chavismo, 2) una ruptura en las instituciones del estado y en particular dentro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana que llevara a un golpe de Estado para sacar a Maduro.
A pesar de todos sus esfuerzos han tenido resultados muy limitados. Las manifestaciones de masas han empezado a menguar, en la medida que sus seguidores empiezan a cansarse y se desmoralizan ante su falta de resultados. En el terreno internacional todos sus intentos de aprobar resoluciones contra Venezuela (en la OEA y la ONU) han sido frustrados. Con muy pocas excepciones no se han dado protestas ni disturbios significativos en los barrios obreros y populares, y el que diga lo contrario miente. En los barrios existe una profunda desconfianza y un odio de clase sano contra la oposición y sus dirigentes, a quienes el pueblo trabajador identifica correctamente como los representantes de los capitalistas, terratenientes y banqueros y como agentes del imperialismo. Por último no han provocado ninguna fisura pública dentro de la FANB, aunque han logrado empujar a la Fiscal General a hacer declaraciones públicas contra el gobierno y tomar algunas iniciativas legales para bloquearlo.
El nivel de violencia que la oposición ha utilizado en esta guarimba, es el mayor que nunca hayamos visto. A las tácticas usadas en el 2014 (barricadas, guayas – cables de acero tensados cruzando las calles para decapitar a los motorizados -, ataques incendiarios contra edificios públicos y unidades de transporte, etc.) ahora hay que añadir el uso de explosivos de fabricación casera y lanzacohetes, el uso de fuego de francotiradores desde edificios residenciales contra civiles y fuerzas del orden, ataques a instalaciones militares, etc. En algunas zonas del país (San Antonio de los Altos, Miranda; Socopó, Barinas entre otros), grupos violentos bien organizados, en connivencia con las fuerzas de policía de municipios o gobernaciones controladas por la derecha, lograron tomar control de algunas zonas en centros urbanos durante un periodo de tiempo, destruyendo todos los edificios públicos, obligando al cierre comercial y básicamente sustituyendo la autoridad del estado. En algunos casos es claro que elementos paramilitares y criminales han estado implicados en las acciones violentas de la oposición.
En estos 85 días también han generado una mentalidad de linchamiento contra los chavistas. El caso de Orlando Figuera, golpeado, apuñalado y después incendiado por una turba de manifestantes opositores en Altamira, Caracas, es el ejemplo más conocido. Figuera murió en el hospital a causa de las heridas provocadas por esta turba reaccionaria. Su “crimen” era el de ser un supuesto “infiltrado chavista” aunque otros alegan que era un “ladrón”. En la cabeza de la clase media enloquecida y enrabiada que compone la base social de masas de la oposición, estas dos cosas vienen a ser lo mismo: los chavistas son pobres, de piel oscura, y por lo tanto, en su mente, criminales. Este ambiente de linchamiento también causó el asesinato de un guardia nacional retirado en Cabudare, Lara, y varios casos más de ataques y intentos de linchamientos (el propietario de un negocio al que confundieron con un cargo chavista en el CCC Tamanaco en el este de Caracas, una periodista opositora “que llevaba una camisa roja”!)
Claramente lo que la oposición quería provocar era un escenario “Maidan ucraniano”, algo que ellos mismos han admitido públicamente: protestas insurreccionales violentas en las calles que llevaran a un derrocamiento del “régimen”. Por ahora han fracasado.
Derrotar la ofensiva contrarrevolucionaria
Tenemos que decirlo claramente: todos los marxistas revolucionarios, todos los demócratas consecuentes para ser claros, debemos oponernos a esta ofensiva reaccionaria. Si la oposición llegara al poder, aplicarían una política feroz para hacer pagar a los trabajadores y los pobres la crisis económica. Eso lo harían con un recorte masivo del gasto público para eliminar el déficit presupuestario (que ahora mismo está en el 15% del PIB), aplicarían despidos masivos de trabajadores del sector público, destruirían las misiones sociales de la revolución bolivariana (salud, educación, pensiones, subsidios, etc.), privatizarían total o parcialmente la petrolera estatal PDVSA, destruirían los derechos laborales que ahora protege la Ley del Trabajo, privatizarían las viviendas sociales (1,6 millones de viviendas construidas y entregadas por la Misión Vivienda), privatizarían las empresas estatales y devolverían las fábricas y fincas expropiadas a sus antiguos dueños, etc. En cuanto a los derechos democráticos, aplicarían una purga política en todas las instituciones del estado y lanzarían un ataque sin piedad contra trabajadores, campesinos y el pueblo pobre, sus activistas y sus organizaciones (consejos comunales, sindicatos clasistas, colectivos revolucionarios, etc.). La oposición venezolana no tiene ni un átomo de contenido progresista y está dirigida por la misma gentuza que llevaron adelante el golpe de estado de abril 2002.
No podemos ser neutrales en este conflicto. Un puñado de antiguos altos cargos chavistas se han posicionado “fuera de la polarización”, intentando crear un “tercer polo”. Marea Socialista les ha dado cobertura política. Estos “despolarizados”, como ellos mismos se denominan, representan el griterío asustado e impotente de los liberales que pretenden defender los principios sacrosantos de la democracia (burguesa), cuando lo que estamos viendo es una lucha abierta entre las clases. Al rehusar tomar partido, formalmente, en realidad están siendo empujados al campo de la oposición, sirviendo como trampolín para los que empiezan a saltar la talanquera del chavismo a la reacción abierta. Su impotencia queda patente en sus propias acciones: ruedas de prensa y declaraciones, con la participación de estos autodenominados “chavistas críticos” codo con codo con empresarios y cargos electos de partidos que pertenecen a la MUD. Dicen representar a una mayoría de la población venezolana que rechaza tanto al gobierno como a la oposición, pero en sus convocatorias apenas logran reunir a una docena de almas en pena.
Nuestra posición es clara: nos oponemos de manera implacable a la ofensiva reaccionaria de la oposición, que representa una amenaza mortal a los trabajadores y el pueblo pobre y también a las conquistas de la revolución bolivariana.
La cuestión crucial es, cómo se puede derrotar esta ofensiva? Hasta el momento la táctica del gobierno ha sido en tres frentes: utilizar la guardia nacional para contener y disolver los disturbios opositores, convocar manifestaciones de masas como demostración de fuerza del apoyo popular al gobierno y contrarrestar de manera hábil las maniobras del imperialismo en la OEA y la ONU. Esto se ha combinado con llamados al diálogo y a la negociación con la oposición y los capitalistas, incluyendo en relación a la convocatoria de la asamblea constituyente.
Esta táctica es claramente insuficiente en dos aspectos. Uno, no implica al pueblo revolucionario directamente en la defensa de la revolución por medios revolucionarios, sino que se basa únicamente en el aparato del estado. Dos, no hace nada por tratar de resolver el problema fundamental del colapso del nivel de apoyo al gobierno, que se deriva de la crisis económica y la consiguiente crisis de abastecimiento de productos básicos, agravada por el sabotaje económico de la clase capitalista.
Iniciativa revolucionaria de la base
Al mismo tiempo, ha habido iniciativas tomadas por la izquierda chavista para organizar la autodefensa y acciones revolucionarias para contrarrestar la campaña reaccionaria (http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/06/05/venezuela-nacen-brigadas-chavistas-para-defender-los-territorios/). En Guasdalito, Apure, bastión de la Corriente Revolucionaria Bolívar Zamora (CRBZ), se han creado las Brigadas de Defensa Popular Hugo Chávez (BPD-HC). Estas Brigadas están basadas en las Comunas e involucran a las Milicias Bolivarianas. Su tarea es la defensa del transporte público y todo lo relacionado con la distribución de alimentos. Del mismo modo, en Socopó, Barinas, organizaciones revolucionarias han establecido el Frente de Defensa Integral Hugo Chávez (FDI-HC) con el objetivo de defender a los dirigentes revolucionarios locales y edificios públicos y evitar la actividad insurreccional de las fuerzas reaccionarias que en Socopó alcanzó su máximo grado de intensidad en abril y mayo. La protección de los activistas revolucionarios locales se ha convertido en una necesidad, ya que los elementos reaccionarios durante las dos insurrecciones derechistas en Socopó tenían listas de dirigentes locales conocidos para ser eliminados.
Socopó, en Barinas, ha sido uno de los centros de la guerra civil de baja intensidad que se ha estado desarrollando en el campo venezolano. Los dos levantamientos reaccionarios del 19 al 20 de abril y del 22 al 24 de mayo fueron dirigidos, organizados y financiados por terratenientes y capitalistas locales. Por ejemplo, un conocido latifundista local proporcionó a los alborotadores una pala excavadora que utilizaron para lanzar un asalto contra la estación de policía local y otros edificios oficiales. Las organizaciones campesinas locales han decidido ahora ocupar una finca perteneciente a este latifundista (http://www.latabla.com/campesinos-de-barinas-inician-el-rescate-de-finca-de-terrateniente-que-presto-retroexcavador-para-saqueos-en-socopo/).
Esta historia resume en pocas palabras el contenido de la lucha actual, pero también las limitaciones y el carácter contraproducente del gobierno y la burocracia estatal en combatirla. El terrateniente local había recibido una calificación de «tierra productiva» por parte del Instituto Nacional de Tierras (INTI) encargado de la reforma agraria para permitirle evitar los intentos campesinos de ocupar las tierras. Esto revela la corrupción del aparato estatal y la connivencia de la burocracia a todos los niveles con las empresas capitalistas y los latifundistas. Al mismo tiempo, la primera respuesta a esta ocupación de tierra ha sido el envío del ejército a la finca.
En muchas otras zonas rurales han surgido organizaciones de defensa similares. El 19 de junio, un dirigente campesino local, Francisco Aguirre, fue asesinado en Tinaco, Cojedes, mientras estaba de guardia en una finca terrateniente local que fue expropiada por Chávez en 2010 y entregada a las comunas campesinas (https://www.facebook.com/ManosFueradeVenezuela/photos/rpp.146741375355036/1765323343496823/?type=3&theater).
Esta es la única manera de luchar contra la contrarrevolución: con medidas revolucionarias, expropiación de las propiedades de los golpistas y dando el poder a los obreros y campesinos. Es precisamente la política de medias medidas, concesiones y conciliación, junto con la burocracia y la corrupción, lo que ha llevado a la situación actual. El problema es que, hasta ahora, estas expresiones de lucha revolucionaria permanecen en gran parte aisladas y se han producido principalmente en las zonas rurales entre los campesinos y no en las fábricas y entre la clase obrera.
La Asamblea Constituyente
La decisión del Presidente Maduro de convocar una Asamblea Constituyente fue inmediatamente rechazada por los líderes de la oposición, pero al principio fue recibida con entusiasmo entre la izquierda chavista y la base revolucionaria. Fue vista como una oportunidad para hacer oír la voz de la base revolucionaria obrera y campesina. El anuncio de que las elecciones constituyentes no tendrían lugar sobre la base de las listas de partidos fue recibido con alivio debido a la odiada práctica de la burocracia del PSUV a todos los niveles de nombrar candidatos sin ninguna consulta a la base. En un corto espacio de tiempo se crearon una serie de listas y coaliciones de la izquierda chavistas que expresaban el deseo de hacer avanzar la revolución como única manera de luchar contra la reacción.
Una de ellos es la Plataforma Popular Constituyente (http://www.plataformapopularconstituyente.org.ve/?q=node/5), compuesta por organizaciones vecinales, de pobladores e inquilinos, medios de comunicación revolucionarios, etc., principalmente de Caracas, que pretende representar «el chavismo de a pie que hace cola y se mueve en transporte público.» También aboga por un «una referencia popular y revolucionaria para superar flagelos propios del sistema burgués de gobierno; como la corrupción, el acomodamiento, el reformismo y el burocratismo.».
La Fuerza Patriótica Alexis Vive también ha lanzado sus propios candidatos a la Asamblea Constituyente en una amplia alianza con otras organizaciones revolucionarias. Alexis Vive tiene presencia en Caracas en el barrio 23 de Enero, pero también se ha expandido a nivel nacional, construyendo una fuerte presencia en lugares como Tocuyo, Lara. Quieren «dar voz en la Asamblea Nacional a aquellos de abajo, chavistas de mentalidad crítica, a la izquierda, a los que luchan» para construir un «nuevo liderazgo revolucionario» y «limpiar nuestro propio movimiento si es necesario» (https://www.facebook.com/ComunaElPanal2021/videos/1389349884484676/).
También en Mérida, una serie de organizaciones revolucionarias han elaborado un «Manifiesto de los de abajo» (https://tatuytv.org/index.php/analisis-y-opinion/comunicados/3692-comunicado-al-pueblo-que-en-venezuela-lucha) Que reconoce «el fracaso del capitalismo» y «la necesidad de aplastar al Estado burgués».
Los programas avanzados por estas diferentes corrientes reflejan un profundo odio a la burocracia y al reformismo y un deseo de avanzar, de tomar el poder. Todos comparten también una debilidad común en su programa económico. Aunque contienen frases anticapitalistas generales, no hay una comprensión clara de la necesidad de expropiar los medios de producción bajo el control de los trabajadores y, por lo tanto, una falta de claridad sobre el papel de liderazgo que tiene que desempeñar la clase trabajadora.
Estas diferentes iniciativas fueron acompañadas por grandes reuniones en barrios y lugares de trabajo justo al inicio de la campaña. Sin embargo, lenta pero seguramente, la maquinaria burocrática del PSUV ha comenzado a imponerse. Los alcaldes locales, los gobernadores regionales, etc., han utilizado su control del aparato para imponer a sus candidatos. El corto período de tiempo que se permitió recolectar las firmas necesarias para presentarse ha hecho muy difícil que nadie fuera del aparato pudiera confirmarse como candidato. El estado de ánimo ha comenzado a cambiar, y muchos ahora temen que la Asamblea Constituyente (ANC) esté completamente dominada por la burocracia.
Se trata de una situación muy grave, ya que la única manera de obtener una participación significativa en las elecciones es si las masas revolucionarias sienten que tienen voz propia, que pueden usar la Asamblea para imponer su voluntad. Si la burocracia y los reformistas tienen el control, será una receta para el desastre. Una baja participación en las elecciones sería un duro golpe para la legitimidad del gobierno e incluso podría preparar una derrota en el referéndum ratificatorio posterior si la oposición se decidiera participar.
Esto es lo decisivo. El PSUV fue derrotado en las elecciones de la Asamblea Nacional de diciembre de 2015, cuando perdió casi 2 millones de votos. Eso ya era un voto de protesta contra la burocracia, la corrupción, el reformismo y el impacto de la crisis económica. La mayoría de esos votos no fueron a la oposición que apenas aumentó su voto, sino a la abstención. La revolución bolivariana no puede recuperar su apoyo si no aborda los problemas de la economía y la burocracia (en el Estado y en sus propias organizaciones).
Hugo Chávez en sus últimos discursos planteó dos puntos clave: 1) todavía tenemos una economía capitalista y necesitamos avanzar hacia el socialismo; 2) tenemos que destruir el viejo Estado burgués y reemplazarlo por un Estado comunal. Chávez, a pesar de sus limitaciones, respondiendo a la presión del pueblo revolucionario y al asalto de la reacción, era capaz, de una manera más o menos clara, de avanzar en la dirección correcta.
Crisis económica
Nadie niega que hay una crisis económica muy grave en Venezuela y que esto ha jugado un papel muy importante en la caída del apoyo al movimiento bolivariano. ¿Cuáles son sus causas y cómo puede ser resuelta?
Lo que desencadenó la crisis fue claramente el colapso en el precio del petróleo, que proporciona la mayor parte de los ingresos en divisas del gobierno. Esto a su vez redujo la capacidad del gobierno para financiar programas sociales y subsidiar la importación de alimentos y otros productos básicos. La reducida disponibilidad de productos básicos llevó a una explosión del mercado negro, la corrupción, el acaparamiento, la especulación, el bachaquerismo y el contrabando de extracción. El gobierno se vio obligado a abandonar la política de subsidios alimentarios generales y adoptar uno de abastecimiento dirigido, a través de los CLAP. Al mismo tiempo, los capitalistas redoblaron su sabotaje del sistema de precios regulados, a pesar de que el gobierno hizo concesiones significativas. La política de un tipo de cambio preferencial (altamente subsidiado) para la importación de productos básicos (DIPRO) se ha convertido, mediante la corrupción y el fraude, en un canal para la transferencia de los dólares de la renta petrolera a los bolsillos de la clase capitalista, ladrones y especuladores, fomentando al mismo tiempo una explosión de la tasa de cambio del mercado negro (que en los últimos dos meses ha subido de 5000 BsF por dólar a los US $ 8000). El intento del gobierno de financiar el gasto social y el déficit presupuestario mediante la impresión de dinero ha alimentado una enorme espiral inflacionaria. La liquidez monetaria M2 ha aumentado un 80% desde el comienzo de este año y un enorme 377% desde enero de 2016. El gobierno ha concedido regularmente aumentos significativos en el salario mínimo, pero la inflación los anula rápidamente.
Mientras tanto, el gobierno ha continuado pagando la deuda externa a tiempo, agotando las reservas de divisas, de US $ 16.000 millones en enero de 2016 a poco más de US $ 10.000 millones ahora. De las reservas restantes, un gran porcentaje son en oro en lugar de dinero líquido, lo que limita el margen de maniobra del gobierno. Esto ha llevado a movimientos desesperados como la reciente venta de US $ 2.800 millones de bonos de PDVSA en manos del Banco Central a Goldman Sachs con un descuento del 70%. Se está negociando a otra operación del mismo tipo, mientras que el gobierno ha tenido que reprogramar algunas de sus deudas a Rusia, y PDVSA ha utilizado algunos de sus activos más valiosos como garantía para préstamos en efectivo. La situación es desesperada.
Esta crisis revela las limitaciones de una revolución que lleva a cabo una política de gasto social dentro de los límites del capitalismo. Los capitalistas durante todo este tiempo se embarcaron en una huelga de inversión, ya que temían que la revolución les quitara sus activos (y en algunos casos lo hizo). Los controles del gobierno impidieron que la economía capitalista funcionara normalmente, pero no fueron lo suficientemente lejos como para crear un sistema de planificación democrática de la economía para reemplazarlo. Una vez que los precios del petróleo se derrumbaron se hizo evidente que el Emperador («el socialismo petrolero») no llevaba ropa.
¿Qué camino seguir?
Hay dos maneras de salir del profundo agujero en que se encuentra la economía venezolana. Uno, es el que quieren los capitalistas: un ajuste masivo que haga pagar el precio a los trabajadores y a los pobres. Esto implicaría la liberación de los tipos de cambio, la reducción del déficit presupuestario a través de recortes y el levantamiento de cualquier regulación y protección (derechos de los trabajadores, derechos ambientales, etc.) que impida el funcionamiento «normal» del capitalismo.
La otra es avanzar y abolir el sistema capitalista, haciendo que los bancos, las industrias y la tierra sean de propiedad pública y estén bajo control democrático, es decir, hacer pagar a la oligarquía. Eso no haría que el precio del petróleo volviera a subir, por supuesto, pero al menos pondría los recursos del país en manos del pueblo trabajador para que pueda planificarlos democráticamente en beneficio de la mayoría.
El gobierno de Maduro ha elegido una política que no avanza hacia el socialismo, pero tampoco permite plenamente el funcionamiento del mercado capitalista. Hace todo tipo de concesiones a los capitalistas, que para ellos no son suficientes. Se compromete a no tocar la propiedad privada y jura que es un amigo de los empresarios, pero esto no les convence plenamente. Le da a los capitalistas dólares preferencial y otros subsidios, pero ellos simplemente se llevan el dinero y lo guardan en cuentas el extranjero o lo venden en el mercado negro.
Al mismo tiempo, en lugar de confiar en la iniciativa revolucionaria de las masas, la burocracia estatal y del partido la frena constantemente. La crisis económica, combinada con la corrupción de altos funcionarios, la forma burocrática en que los funcionarios aplastan las aspiraciones de la base, los constantes llamamientos y concesiones a los capitalistas que sabotean la economía, etc., son factores que actúan como un cáncer en el corazón de la revolución bolivariana, fomentando el escepticismo, la apatía, la desmoralización y el cinismo. Incluso ahora, mucha gente en los barrios chavistas tradicionales no puede ver que la Asamblea Constituyente vaya a servir para abordar la cuestión fundamental del suministros de alimentos y la economía. Maduro habla de un «modelo económico post-petróleo», pero nadie sabe lo que se supone que significa, aparte de que cualquier referencia al socialismo ha sido reemplazada por garantías a los capitalistas.
Este camino lleva al desastre. Hemos dicho esto antes y lo repetimos otra vez. Se está preparando el terreno para que la derecha llegue al poder, tarde o temprano. Esto podría ser ahora o podría retrasarse unos meses. Podría tener lugar a través de una insurrección reaccionaria, un golpe militar, una derrota electoral o una combinación de éstos. Los activistas revolucionarios y los trabajadores, los campesinos y los pobres en general pagarán muy cara una derrota.
Las conquistas revolucionarias que aún quedan sólo se pueden defender completando la revolución, lo que significa aplastar el Estado burgués y sustituirlo por un Estado revolucionario basado en los consejos obreros y campesinos, así como la expropiación de la oligarquía (bancos, capitalistas y latifundistas) y el imperialismo.
Es crucial que la base revolucionaria chavista esté armada con este programa y se plantee la tarea de construir un nuevo liderazgo revolucionario sobre esa base (como los camaradas de Alexis Vive han señalado correctamente). Este es el único camino adelante, para esta batalla actual, para evitar el derrocamiento del gobierno de Maduro por parte de la contrarrevolución y también de cara a las batallas que vendrán más tarde.