Por: Hamid Alizadeh
En la noche del 4 de julio se llegó a un acuerdo para compartir el poder entre el Consejo Militar de Transición (TMC), la junta militar actualmente en el poder, y las Fuerzas para la Libertad y el Cambio (FFC), que incluye a los principales dirigentes del movimiento revolucionario que estalló en diciembre pasado. Esto tiene lugar tras la impresionante movilización de un millón de personas el 30 de junio pasado.
El acuerdo establece un «consejo soberano» compuesto por 11 personas, cinco militares, cinco civiles y un miembro de «compromiso» acordado por ambas partes. Inicialmente, el último miembro de compromiso fue presentado como un civil, pero desde entonces se ha revelado que este «civil» es un oficial militar retirado. Así, la mayoría en el consejo será leal al TMC, todos miembros del antiguo régimen del ahora depuesto dictador, Omar Bashir.
Además, durante los primeros 21 meses, el jefe de este consejo soberano será nombrado por el TMC. Esto será seguido, en teoría, por 18 meses de un jefe de estado designado por el FFC. Y solo entonces, según el acuerdo, después de más de 3 años, se organizarán las elecciones, ¡si es que se celebran!
Según algunos rumores, el TMC nombrará a su jefe Abdel Fattah al-Burhan como jefe de Estado. Ese es el mismo hombre que, junto con Mohamed Hamdan Dagalo «Hemeti», ha estado librando una campaña de terror contra el pueblo sudanés en el último mes.
El acuerdo también incluye el lanzamiento de una «investigación transparente e independiente» sobre la violencia que comenzó el 3 de junio. En ese día, las Fuerzas de Apoyo Rápido (una milicia Janjawid dirigida por Hemeti), comenzaron una campaña de terror empezando por atacar el principal campamento revolucionario en Jartum, seguido por acciones destinadas a aterrorizar a las masas revolucionarias desde entonces. El número total de muertes es de cientos, mientras que miles han sido golpeados o maltratados de una manera u otra. Muchas de las víctimas eran mujeres que fueron violadas por los rabiosos Janjawids. ¿Cómo puede una investigación de estos acontecimientos ser independiente y transparente cuando sus principales perpetradores dirigen el Estado y controlan a todas las agencias policiales, militares y de inteligencia? Si la policía y las fuerzas armadas fueran de alguna manera independientes, nunca habría habido el baño de sangre que hemos experimentado en el último mes. Para probar el punto, el acuerdo no menciona la retirada de las fuerzas Janjawid de las calles.
El TMC es un descendiente directo del antiguo régimen. En cada giro de los acontecimientos, ha demostrado sin lugar a dudas que no se comprometerá con las masas revolucionarias a quienes considera una amenaza para la posición de la clase dominante. Encabezado por sus tropas de choque Janjawid, han estado aterrorizando a las masas durante toda la revolución. En cada paso, su objetivo ha sido alargar el tiempo para desorientar y cansar el movimiento, con el fin de lanzar nuevos contraataques. El presente acuerdo es una continuación de los mismos métodos. El acuerdo no hace nada para tocar el poder del TMC y el resto del antiguo régimen que queda completamente intacto. Pero bajo su disfraz, el TMC intentará desmovilizar a las masas y crear las condiciones para restaurar el «orden», es decir la sumisión total de las masas al régimen. Si el régimen actual organiza las elecciones (¡y eso es muy improbable!), la clase dominante se asegurará de que se lleve a cabo de una manera que no sea una amenaza para sus privilegios.
¡Es una tragedia que los líderes de la revolución ahora apoyen esta farsa y ayuden a este gobierno como un socio minoritario en la contrarrevolución! Apoyarán a un gobierno de los Burhans y Hemetis, los carniceros de la revolución que simplemente están esperando nuevas oportunidades para desatar su terror. Tenemos que decir las cosas como son. Este acuerdo es una completa traición a las masas revolucionarias. Es una traición a todos aquellos que arriesgaron sus vidas y la perdieron luchando por la justicia y por una sociedad mejor. Por todos esos millones que en los últimos 8 meses, en condiciones de dificultades económicas extremas, han sacrificado su hoy por un mejor mañana.
Desde diciembre pasado, la revolución pudo haber tomado el poder en varias ocasiones. En primer lugar, en el proceso que condujo a la deposición de Omar Bashir en abril. Luego durante las dos huelgas generales de mayo y junio. E incluso durante las últimas semanas previas y posteriores a la Marcha del Millón del domingo pasado, el movimiento ha tenido un impulso y todavía está presente para organizar la toma del poder.
Incluso después del 3 de junio, cuando los soldados de la Janjawid comenzaron a vagar por las calles y perseguir a los revolucionarios, las masas lanzaron un impresionante contraataque que condujo probablemente a la mayor protesta en la historia de Sudán la semana pasada. En todas estas ocasiones, el poder ha estado dentro del alcance del movimiento. Pero los líderes de la Asociación de Profesionales Sudaneses (SPA), que es el verdadero liderazgo de la revolución, ha dudado y se ha negado a tomar las medidas necesarias.
A pesar de que la mayoría de los soldados están en contra del TMC, la SPA se ha negado a pedir que las filas del ejército rompan con sus generales contrarrevolucionarios. Sobre la base de mantener los asuntos «pacíficos», se negó a organizar comités de autodefensa ni presentó ningún tipo de plan para desarmar al RSF y otras milicias contrarrevolucionarias que ahora controlan partes importantes de Sudán. En su lugar, se han lanzado a ronda tras ronda de negociaciones. Debemos preguntar honestamente, ¿los resultados han sido pacíficos?
Ahora, la SPA se ha unido a un gobierno con la junta. ¿Realmente creen que esto llevará a un curso de sucesos más pacífico? ¿Y cómo va a satisfacer este acuerdo cualquiera de las aspiraciones de las masas?
El pueblo sudanés se levantó contra la dictadura militar de Omar Bashir, contra décadas de represión y humillación. Contra una clase dominante, que a pesar de toda la riqueza del país solo ha logrado hundirla cada vez más en el atraso. Es una revolución por el pan y la justicia para los pobres y contra la enorme concentración de riqueza entre una pequeña minoría. Pero ninguno de estos problemas ha sido resuelto. Todas las principales palancas de poder en la sociedad, el Estado y la economía, todavía están bajo el control del antiguo régimen.
En este momento parece haber mucha confusión en las calles alrededor del acuerdo, sería natural que muchas personas se sintieran aliviadas. Después de ocho meses de lucha implacable sin ningún plan específico presentado por la dirección sobre cómo lograr la victoria, algunas capas estarían cansadas y desorientadas. En ausencia de propuestas alternativas, verían el acuerdo como una victoria parcial para la revolución. Pero tarde o temprano el engaño se aclarará.
Las masas han demostrado su enorme potencial y creatividad una y otra vez durante el curso de esta revolución. En condiciones de extrema dificultad, han construido un movimiento impresionante organizado en comités en todo el país y con un poder imparable. Estos deben expandirse a las fuerzas armadas y fusionarse con los comités de defensa locales como un medio de defensa contra la violencia de los Janjawid. Al mismo tiempo, deben estar vinculados a nivel nacional para prepararse para los inevitables choques futuros con la contrarrevolución.
Los intereses de los trabajadores, los campesinos y los pobres no pueden reconciliarse con los de los generales y los ricos. Las masas solo pueden confiar en su propio poder. Ninguna negociación o protesta callejera puede “convencer” a estos contrarrevolucionarios de actuar en interés de las masas. La única solución es que la revolución tome el poder y elimine a estos parásitos de todas las posiciones estratégicas dentro del aparato estatal, las fuerzas armadas y la economía.
¡No al compromiso traicionero!
¡No a una coalición con Burhan y Hemeti, los carniceros de la revolución!
¡Abajo el TMC!
¡Abajo el régimen contrarrevolucionario!