Por: Juan de la Cruz – Bloque Popular Juvenil
Atravesamos un proceso convulsivo en todo el mundo que pone de manifiesto la lucha de clases. En toda América Latina los regímenes deformados de la socialdemocracia y el estalinismo están retrocediendo, pues al llegar a los gobiernos no hacen más que servir como la base que necesita el capitalismo para mantenerse en pie, gobernando o bien para la burguesía o para las transnacionales, mientras engañan a las masas con sus falsas promesas, esto no hace más que preparar el avance de la reacción burguesa contra el proletariado.
A épocas convulsivas como estas en donde la victoria del socialismo se ve retrasada por la traición de los dirigentes del proletariado le suceden gobiernos represivos, dictatoriales como el régimen de Juan Orlando en Honduras o el bonapartismo burgués de Daniel Ortega en Nicaragua.
La necesidad de categorizar políticamente los regímenes es un ejercicio fundamental para los revolucionarios. El cambio de forma de los regímenes políticos en la sociedad burguesa está profundamente determinado por las relaciones entre las clases en el país, que cambia en épocas diferentes. Su naturaleza fundamental está determinada, en última instancia, por su modo de producción, las relaciones de propiedad y por su carácter de clase. Es muy importante analizar todo esto para tener una idea del tipo de régimen en el que se encuentra sometida la sociedad y, por supuesto, para trazar una perspectiva de lucha en el movimiento de los trabajadores.
Como marxistas entendemos que bajo el capitalismo todos los regímenes serán la dictadura enmascarada del capital, porque donde existe el Estado se pone de manifiesto que hay intereses irreconciliables entre las clases y que, por tanto, se ha hecho necesario desarrollar un aparato que pueda mantener el orden, no conciliar, sino mantener la dominación que es la expresión correcta. Sin embargo, a medida las contradicciones de las clases se profundizan y los conflictos de clases quedan al descubierto, el régimen político adquiere formas diferentes.
En la actualidad, los dirigentes e intelectuales de la izquierda reformista fracasada no pueden brindar una respuesta científica a la bancarrota de sus gobiernos, y en cambio ahora intentan asustar con la inminente amenaza del fascismo a todo el regreso de la derecha. Lo hicieron con Macri en Argentina, con Donald Trump en Estados Unidos y con Bolsonaro en Brasil, recientemente. Pero, hasta la fecha, las organizaciones de la clase obrera argentina, estadounidense y brasileña se mantienen intactas y predispuestas para la lucha revolucionaria, en unos casos más que otros. Entonces: ¿Qué tipo de fascismo es ese que no ha acabado con las organizaciones de la clase obrera como se hizo en Italia, Alemania y España?
Estas afirmaciones y gritos de alarmas infundados sobre el regreso del fascismo hecho por intelectuales trasnochados no solo pasa en América Latina sino también en Europa. Actualmente, la actual crisis del capitalismo y la dificultad para que el proletariado pueda tomar el poder ha permitido el desarrollo de gobiernos reaccionarios y xenófobos como el de Donald Trump en EE.UU. o Bolsonaro en Brasil y el alzamiento de movimientos nefastos como VOX en España, Amanecer Dorado en Grecia, etc. Todo esto es cierto, pero eso no significa que estemos a la vuelta del fascismo en la actualidad, no tener una claridad respecto a este tema o tomarlo a la ligera sin una comprensión clara nos puede llevar a serios problemas, creando confusión en la clase trabajadora para saber en realidad cuando se acerquen regímenes como estos.
Desde la teoría marxista queremos explicar brevemente las características de los regímenes fascistas su origen y desarrollo y las condiciones que lo hacen aparecer en la sociedad, para luego aterrizar en una categorización del régimen que desarrolla Bukele y la evolución que podría seguir en el futuro. Veamos pues las condiciones que en el pasado permitieron el desarrollo de regímenes fascistas y qué intereses representaban.
Fascismo en Italia y Alemania
El fascismo que nació en Italia en los años 20 del siglo pasado, fue un régimen realmente violento y no tiene nada que ver con Bolsonaro o Donald Trump en la actualidad.
El fascismo, tal y como el movimiento obrero lo conoció, surgió a partir de la crisis del capitalismo, después de la primera guerra mundial que profundizó las contradicciones de clase impulsando procesos revolucionarios en la lucha por la toma del poder y de la traición de los dirigentes obreros de la socialdemocracia italiana. Estos dirigentes terminaron conciliando con la burguesía antes de llevar la revolución hasta las últimas instancias, como si sucedió en Rusia. A raíz de la traición, la clase obrera fue derrotada violentamente y sometida a un régimen sangriento y dictatorial comandado por el dictador Benito Mussolini.
Las condiciones para el desarrollo del fascismo en Alemania también tienen que ver con la crisis del capital, la profundización de las condiciones precarias a raíz de la primera guerra mundial y la traición de los dirigentes en los procesos revolucionarios del pasado, donde el proletariado estuvo dispuesto a tomar el poder a través de un levantamiento revolucionario, lo que creó un estado de decepción e histeria de la pequeña burguesía y el campesinado ante la barbarie capitalista.
En ambos casos emblemáticos del fascismo las relaciones de clases jugaron un papel fundamental. La burguesía nacional y el capital financiero se ven incapacitados para poder gobernar bajo los mismos métodos ante el avance del movimiento obrero que tiende a desarrollar una lucha socialista y, por tanto, tienen la necesidad de hacer uso de los regímenes dictatoriales para someter a los trabajadores.
Todos los regímenes fascistas tienden a tener una base de masas: Mussolini se apoyó en las bandas paramilitares denominadas Camisas Negras, las cuales estaban conformados por el lumpen, la pequeña burguesía, estudiantes y campesinos, que atacaban las sedes de los partidos obreros; perseguían, desaparecían y asesinaban a los dirigentes de la clase obrera con el solo objetivo de acabar con la resistencia revolucionaria. Lo mismo sucedió en Alemania, Hitler se apoyó en la pequeña burguesía, el campesinado y el lumpen para desarrollar un régimen violento que impulsó la ofensiva contra el movimiento obrero hasta menguar la presencia de los revolucionarios.
Una de las características del fascismo que hemos conocido es que utiliza la exaltación de los valores raciales y el ataque propagandístico sobre esto, pero estas son cuestiones de forma más que de contenido. Lo esencial es que el verdadero carácter del régimen fascista se lo dan las clases en las que se apoya y los intereses que persigue de fondo. En los análisis de los intelectuales de nuestra época se prepondera más las características de forma que de contenido, tal análisis es insuficiente para definir un régimen e inservible para guiarnos en la lucha de clases.
¿A qué responden los regímenes fascistas?
Cabe decir que el surgimiento de estos sangrientos regímenes no está condicionado por cuestiones subjetivas de la clase dominante, más bien surgen de condiciones objetivas concretas en la sociedad capitalista. Es decir no es que los capitalistas los creen por voluntad propia, sino que surgen a raíz de la agudización de las contradicciones de clase en la sociedad.
Hay que mencionar que al imperialismo no le son beneficiosos del todo los regímenes fascistas, para ellos lo mejor es que se mantengan los regímenes de las “democracias burguesas», pues entre más enmascarada se encuentre la dominación con tintes democráticos, mejor se encuentran resguardadas las relaciones de producción. Pero en la medida en que estas relaciones de producción y explotación se encuentran al descubierto, no dudan en utilizar este tipo de regímenes para establecer el orden hasta que la dominación y explotación vuelva a ser aceptada como normal en la sociedad.
“Ningún movimiento reaccionario contra la clase obrera careció del apoyo y la ayuda del capitalismo británico. Sólo cuando los nazis se adueñaron de sus cotos privados declararon la guerra en nombre del «antifascismo». Pero cuando sus necesidades de clase son tales que el fascismo se hace necesario, entonces en seguida recurren a Mosley o algún otro aventurero fascista, como los capitalistas alemanes se volvieron hacia Hitler y los italianos hacia Mussolini”.
Así los capitalistas se vieron obligados a financiar a regañadientes el régimen de Hitler en Alemania, este concentró todo el poder de los medios de producción en sus manos y lo puso al servicio de sus intereses. Los capitalistas toleraron este tipo de regímenes solo bajo la perspectiva de detener y aplastar a través de las armas la resistencia revolucionaria de los trabajadores para resguardar las relaciones de producción existentes, es decir, que ellos siguieran siendo los explotadores del pueblo.
Hay que ver que hay dos objetivos claros de los regímenes fascista: uno es acabar con el movimiento en ascenso de la clase obrera por la fuerza de las armas y, dos, el más importante, resguardar las relaciones de producción en momentos de crisis profunda hasta que la sociedad vuelva a la “normalidad”.
¿Fascismo en El Salvador?
Después de explicar las bases materiales de los regímenes fascistas, podemos preguntarnos si estamos cerca de la instauración de un régimen fascista en El Salvador. Norma Guevara (dirigente del FMLN), en esta semana, escribía un tendencioso artículo en el periódico Co Latinocon el título “Bukele inaugura practicas del fascismo” en referencia a los despidos de trabajadores del Estado, pero sobre todo al hecho de que Bukele ha expuesto a forma de show todo el nepotismo que desarrolló el FMLN en los gobiernos que presidió, revelando a través de Twitter todos los salarios, lazos familiares y de partido de más de 20 funcionarios relacionados con dirigentes del FMLN. A pesar de esta clasificación, Guevara en su escrito obvia definir científicamente qué es el fascismo.
La acusación de Norma Guevara es bastante pretenciosa y seguramente a medida se sigan desarrollando los acontecimientos seguirán calificando al gobierno de Bukele como fascista, utilizando la palabra no de una forma científica sino como una vulgarización del término. Como marxistas damos una absoluta importancia a los términos, porque solo a través de su adecuada aplicación podemos arrojar luces en la oscuridad de la lucha de clases y así anticiparnos a los acontecimientos.
Para nosotros el gobierno de Bukele no es un gobierno realmente fascista, muy a pesar de sus acciones que más parecen una vendetta contra el FMLN que otra cosa. Considerando que Bukele fuera fascista tendríamos que preguntarnos: ¿Tiene un apoyo de masas de la pequeña burguesía y el campesinado? ¿Estos grupos están dispuestos a armarse para atacar las sedes de sindicatos y del FMLN? ¿Ha habido asesinatos selectivos o persecución de dirigentes de la clase obrera? ¿Se han restringidos los derechos democráticos con la llegada al poder de Bukele? No, nada de esto ha sucedido hasta hoy.
Las condiciones para el fascismo
Debemos ser claros y decir que, hoy por hoy, no existen condiciones para el fascismo en El Salvador ni en el mundo, no estamos en una época de declive revolucionario sino en el ascenso de movimientos revolucionarios que no han sido derrotados (Francia, Sudán, Haití, Gran Bretaña, Catalunya, Brasil, etc.). Las clases intermedias que sirvieron de apoyo al fascismo en el pasado han desaparecido, aquí el campesino se ha proletarizado, los funcionarios, maestros e intelectuales se identifican más con la clase trabajadora porque sus salarios han caído a niveles similares a los de la clase obrera, los estudiantes que en el pasado fueron fascistas en los albores del capitalismo, hoy en el capitalismo decadente tienden a ser revolucionarios, ya los hemos visto en el país con las masivas marchas contra la privatización del agua ¿de dónde obtendrá una base de masas el fascismo en esta correlación de fuerza?
Por otra parte, la clase obrera salvadoreña de la actual generación no ha sido derrotada en un proceso revolucionario abierto y no hay una ruptura revolucionaria de los trabajadores con la democracia burguesa que los lleve a alzarse hacia la toma del poder —condiciones previas que hacen surgir los regímenes bonapartistas para luego convertirse en fascistas—, por tanto, tildar a Bukele como fascistas es erróneo. Al hacerlo caemos en el error del pastorcillo mentiroso, cuando de verdad exista una amenaza como esa no se nos tomará en serio.
¿A qué intereses responde el régimen de Bukele?
Para nosotros el régimen de Bukele responde a intereses económicos del capital internacional y a las relaciones de producción capitalista, esto está en contradicción con la base de apoyo que le votó. Tarde o temprano se generaran conflictos entre su base de apoyo y su autoridad, este escenario tiene algunas similitudes con Macron en Francia, el hombre fuerte que parecía que iba a gobernar con todo el apoyo de la sociedad, de los banqueros y empresarios, pero en cuestión de meses tuvo que llevar a cabo medidas draconianas para salvar el sistema atacando los intereses de los trabajadores, su imagen sufrió una caída abrupta que propició el desarrollo de una movilización de masas a través de los chalecos amarillos que aún se mantiene en resistencia. Es posible que Bukele quizá con un poco más de retraso que Macron sufra la misma caída.
Al revisar las propuestas del Plan Cuscatlán de Bukele vemos que las más grandes van enfocadas a facilitar la inversión de los capitalistas internacionales. La creación de un Tren del Pacífico facilitará el movimiento de mercancías de las empresas en el país, la eliminación de las trabas burocráticas para la inversión y con la “modernización” del Estado permitirá la expropiación de los recursos naturales del territorio salvadoreño. La construcción de un aeropuerto internacional en el oriente, la reactivación del puerto de Cutuco, la reactivación del agro en la zona norte, todo este plan abre las puertas a la inversión de las transnacionales y se compaginan perfectamente con los planes del control de los mercados que quiere imponer Estados Unidos en la región Centroamericana.
El financiamiento de estos megaproyectos será con base en los asocios público-privados, donde el 75 % de la inversión será de capital internacional, lo cual supone concesiones a los grandes capitalistas y el Estado debe renunciar a cualquier beneficio de las obras hasta que los capitalistas recuperen su inversión.
Esto sumado a la lucha en contra de la corrupción y la austeridad suponen que será un régimen anclado a los intereses de la burguesía internacional que intentará implementar un desarrollismo nacional a grandes costos. Sin embargo, todo esto supondrá una agudización de la lucha de clases en el país, pues el capitalismo ya no puede permitirse derechos como salud y educación de calidad, pensiones y mejores niveles de vida de la clase obrera porque esto significa gasto social algo que el FMI ha recomendado recortar al gobierno de El Salvador y hemos sido testigos que Nayib ya ha empezado la reducción del Estado despidiendo a centenares de trabajadores públicos.
Esto, a su vez, provoca resentimiento y rabia contra el orden capitalista, el rompimiento de la polarización política entre ARENA y el FMLN que resguardaron los intereses del capital en sus gobiernos, se volverá a expresar en líneas de clase en el futuro, en la medida en que la gente que votó a Bukele no vea que sus problemas fundamentales están siendo resueltos. El gobierno de Bukele viene a cumplir los planes de la dominación económica de los Estados Unidos en su guerra contra China y en la lucha por la conquista de los mercados.
El régimen de Bukele será un régimen de democracia burguesa, pero con algunos elementos de bonapartismo
En sus primeros días como presidente vemos que Bukele se desempeña en el gobierno congraciándose con las Fuerzas Armadas, destituyendo altos mandos del Ejército y poniendo miembros más serviles a sus intereses, reconfigurando las fuerzas policiales y restituyendo viejos aparatos extintos de la Policía Nacional Civil, obedeciendo al imperialismo más que a la burguesía tradicional del país, alzándose sobre los partidos del régimen, todo lo anterior lo hace quedar como el héroe de la tragedia. Los elementos mencionados reflejan una tendencia al bonapartismo y son posibles bajo las circunstancias concretas en las que él gobierna: fracaso de la izquierda en el gobierno, descrédito de los partidos del régimen incluyendo la derecha y la ausencia de un partido marxista revolucionario con raíces en el movimiento obrero. El régimen bonapartista, definido por Trotsky, plantea las siguientes características:
“Entendemos por bonapartismo el régimen en el cual la clase económicamente dominante, aunque cuenta con los medios necesarios para gobernar con métodos democráticos, se ve obligada a tolerar -para preservar su propiedad- la dominación incontrolada del gobierno por un aparato militar y policial, por un «salvador» coronado. Este tipo de situación se crea cuando las contradicciones de clase se vuelven particularmente agudas; el objetivo del bonapartismo es prevenir las explosiones.
“La sociedad burguesa pasó más de una vez por épocas así; pero eran, por así decirlo, solamente ensayos. La decadencia actual del capitalismo no sólo quitó definitivamente toda base de apoyo a la democracia; también reveló que el viejo bonapartismo resulta totalmente inadecuado; lo ha reemplazado el fascismo. Sin embargo, como puente entre la democracia y el fascismo (en 1917 en Rusia como «puente» entre la democracia y el bolchevismo), aparece un «régimen personal» que se eleva por encima de la democracia y concilia con ambos bandos, mientras, a la vez, protege los intereses de la clase dominante; basta con dar esta definición para que el término bonapartismo resulte totalmente aclarado”.
En campaña electoral Bukele también sentenció en movilizar a sus seguidores para llevar a cabo sus planes si la Asamblea se oponía a ellos, sin embargo, a la llegada al poder vemos que la Asamblea se ha replegado a sus decisiones y Bukele no tiene una oposición fuerte por ahora ni en la Asamblea, ni en la Fiscalía, ni en la Corte Suprema de Justicia, ni en las calles.
Con estas características podemos decir que en su régimen se encuentran elementos de bonapartismo, pero la sociedad no necesita por ahora el dominio de la espada: un régimen policiaco militar bonapartista para mantener el orden de las clases, porque aún se pueden utilizar las instituciones del Estado para encubrir la dominación de clase con tintes democráticos para mantener las relaciones de producción. Tampoco estamos ante un alzamiento de la clase obrera para tomar el poder a través de luchas revolucionarias, como para que se haga necesario que un salvador coronado venga a salvar las relaciones de producción capitalista.
Régimen de democracia burguesa
Las masas también tienen esperanzas en este gobierno, en la democracia parlamentaria, en las instituciones del Estado burgués, hay un partido-movimiento en favor de Bukele que podría ganar la mayoría de diputados en la Asamblea Legislativa en el 2021, por tanto, aún hay condiciones favorables para la dominación ideológica por la vía de la democracia parlamentaria, mientras tanto no hay una amenaza real a las relaciones de producción. La forma de gobernar de Bukele seguirá siendo bajo un régimen de democracia burguesa.
Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos inevitablemente nos llevará a un punto muerto en el que el alzamiento de un régimen bonapartista podría tener sentido, esto puede venir tiempo después de que las masas se han defraudadas por haber depositado sus esperanzas en los diputados y el gobierno que votaron pero este no resuelva sus problemas, y busquen a través de métodos extraparlamentarios la solución a sus problemas; hablamos de un proceso revolucionario abierto. Solo bajo estas condiciones puede desarrollarse un gobierno de corte bonapartista que pueda dominar a través de la policía y las Fuerzas Armadas, como pasa actualmente en Nicaragua.
Debemos prepararnos para los futuros acontecimientos
Es necesario que nos preparemos para las futuras batallas que se aproximan, aunque la amenaza de fascismo no está a la vuelta de la esquina, eso no significa que debamos estar relajados, o que no habrá represión al movimiento cuando empiece a mostrarse una oposición firme al programa de gobierno, sería iluso plantear que esto no pasará, pero esto no lo hace totalmente bonapartista ni mucho menos fascista, catalogarlo de esta manera no aporta nada a prepararnos para las batallas futuras.
Debemos construir cuanto antes una tendencia marxista fuerte que sea capaz de sacar de este impasse a la sociedad. Solo una dirección a la altura de los acontecimientos, con suficiente preparación teórica y práctica podrá detener la arremetida violenta de la burguesía y el capital. Como decía Trotsky: “Nada es más indigno que especular en si tendremos éxito o no en crear un poderoso partido revolucionario líder. Hay una perspectiva favorable a la vista, que justifica al activismo revolucionario. Es necesario utilizar las oportunidades que se ofrecen y construir el partido revolucionario”.