Por: David García Colín
Leyendo las obras históricas de Paco Ignacio Taibo II podemos enterarnos de que en tiempos de Juárez y la Guerra de Reforma la Guardia Civil fue un ejército revolucionario formado por las comunidades armadas y cuyo mando tenía raíces en las comunidades mismas, un ejército que se enfrentó al ejército regular controlado por los conservadores e, incluso, venció al ejército francés que era considerado como el más poderoso del mundo. Así por ejemplo, los «chinacos» fueron una de esas guerrillas que en el sureste -y también en el occidente michoacano bajo el mando de Riva Palacio,- se habían armado desde la guerra de independencia y que se levantaron de nuevo con el Plan de Ayutla. En lo que respecta a los mandos, solían provenir de la clase media radicalizada: poetas, periodistas, oficiales, abogados, curas de pueblo. El propio Taibo, en una entrevista con Carmen Aristegui, ha expuesto esta experiencia como un referente histórico a recuperar en el debate abierto con respecto a la Guardia Nacional.
El nuevo gobierno pretende apropiarse del legado juarista pero sólo como un eufemismo, no para armar al pueblo sino para dotar de legitimidad constitucional a la militarización de las tareas policíacas. El “Plan Nacional de Paz y Seguridad” presentado por Andrés Manuel López Obrador y Alfonso Durazo, próximo Secretario de Seguridad, pretende modificar la constitución para crear una Guardia Nacional con elementos de la policía naval, federal y militar bajo el mando operativo de la Secretaría de la Defensa Nacional, es decir, bajo el mando militar.
Un paso adelante, dos pasos atrás: todas las organizaciones sociales -y se suponía que también la dirección de Morena- están de acuerdo que la militarización ha aumentado la violencia e inseguridad. Gracias a la victoria electoral cayó la odiada «Ley de Seguridad Interior» de Peña Nieto que legalizaba la participación militar en labores policiacas… pero el nuevo gobierno propone legalizar la intervención del ejército, justo el punto más sensible señalado por las organizaciones sociales como una de las causas de la barbarie.
El nuevo gobierno pretende conformar la Guardia Nacional con los elementos que más quejas acumulan por violaciones a derechos humanos y cuya participación en matanzas como las de Ayotzinapa, Tlatlaya y Tanhuato está más que documentada. En el periodo que va del 2006 al 2017 se han acumulado 20 mil quejas contra el Ejército, la Marina y la Policía Federal. La iniciativa representa una regresión legal pues actualmente, de acuerdo a la Constitución, la Guardia Nacional se debería formar por el «ciudadano-soldado», si bien se trata de una ley añeja que ha sido simple letra muerta. Lo cierto es que la iniciativa de AMLO es lo opuesto al ejército revolucionario de la mejor época juarista.
Se podría responder que con la gravedad de la violencia e inseguridad no es posible que las policías estatales y municipales, corrompidas y sin capacidad logística ni material, se enfrenten a los carteles. Además es cierto que la iniciativa incluye programas sociales, becas a jóvenes y capacitación paran el empleo, que intentan incidir en la descomposición social que ha sido caldo de cultivo para la violencia y AMLO ha señalado y reiterado que jamás se utilizarán a las fuerzas armadas para reprimir movimientos sociales.
Por supuesto que estamos a favor de que se destinen muchos más recursos a programas sociales en salud, educación y empleo. También es cierto que las estructuras policiales están podridas, pero esto es tanto o más cierto en el caso del ejército. Los altos mandos militares están corrompidos hasta la médula, acostumbrados al autoritarismo, comprados por el narco; legalizar su intervención bajo su mando operativo no hará sino empeorar la crisis en derechos humanos. Incluso si AMLO no utiliza al ejército con fines represivos la militarización en sí misma trae como consecuencia la violación sistemática de los derechos humanos pues la fuerza militar entra en las comunidades como un verdadero ejército de ocupación, donde la tropa es ajena y está desligada de las comunidades. Además la modificación constitucional será un regalo para eventuales gobiernos de derecha. ¡No es casualidad que el sector empresarial, el gobierno de Peña y el PRI apoyen esta iniciativa! De forma cínica René Juárez, coordinador de lo que queda de la bancada priísta en la Cámara de Diputados, afirmó “no es lo mismo ser borracho que cantinero”. Las bases de Morena deberían prender sus alarmas y afilar su sentido crítico cuando una de las iniciativas de AMLO atrae a esta clase de apoyos indeseables.
Pero en realidad muchas de las organizaciones civiles que han criticado la formación de la Guardia Nacional tampoco tienen ninguna alternativa seria. En realidad ni el nuevo gobierno ni las organizaciones civiles quieren reconocer que el Estado burgués está -al igual que el propio sistema capitalista- irremediablemente podrido y ninguno de sus brazos -policías o militares- puede brindar una solución. Intentar utilizar un aparato en descomposición para terminar con la crisis social que afecta todos los órdenes está condenada al fracaso, la solución debe venir desde abajo.
¿Hay acaso alguna salida? en el México reciente existe una experiencia realmente exitosa de lucha contra el narco: las policías comunitarias que, en estados como Michoacán, lograron a inicios de 2014, mantener a raya a los matones y delincuentes que extorsionaban a las comunidades. Prácticamente las policías comunitarias y autodefensas tenían el control de buena parte del estado creando un doble poder que si no tomó el control político del Estado fue porque carecía de un programa. Este vacío le permitió al gobierno cooptar, corromper, reprimir e intentar sepultar esta experiencia formidable de lucha del pueblo. Sin embargo sobreviven Cherán en Michoacán y las CRAC en Guerrero como experiencias exitosas de autodeterminación del pueblo. Los pobladores de Cherán han logrado hacer mucho más para imponer la paz y la seguridad que años de militarización porque sus policías están formadas por el pueblo mismo, bajo el control de sus comunidades, que conocen mejor que nadie dónde operan y viven los delincuentes. Las CRAC, por su parte, están íntimamente relacionadas con el movimiento magisterial y las comunidades indígenas. Es el pueblo en armas el que ha impuesto la paz, no el ejército de un Estado burgués en bancarrota.
El gobierno bien podría formar una verdadera Guardia Nacional recuperando esta experiencia de lucha -allí está la experiencia de Néstora Salgado y el doctor Mireles- promoviendo su extensión a todas las zonas afectadas por la inseguridad y con la participación democrática de las comunidades, con lo que no sólo se tendría un instrumento popular formidable, verdaderamente democrático, de lucha contra el narco sino una base de lucha contra la reacción que inevitablemente intentará derribar al nuevo gobierno. Seguramente esta propuesta escandalizará a los intelectuales de la burguesía, pero recordemos que incluso el gobierno de Cárdenas armó, en regiones como La Laguna, a las comunidades campesinas para apoyar la reforma agraria, así que nuestra propuesta no está desligada de la historia de nuestro país ni de las experiencias de los últimos años. No se trataría de imponer en el lugar que sea el armamento del pueblo, sino partir de las propias necesidades de los vecinos y comunidades. De cualquier forma en muchas regiones del país la inseguridad es tan grave, por ejemplo en el Estado de México, que los propios vecinos se organizan para hacerse cargo de la seguridad, cuidar a sus hijos y combatir los feminicidios. La idea es apoyar estas iniciativas, coordinarlas y promoverlas en las organizaciones vecinales, populares y sindicales.
Con base a esta experiencia se demostraría que los trabajadores podemos conformar nuestro propio Estado y que es posible desmontar esa mole de corrupción, despilfarro, burocracia y autoritarismo que representa el Estado burgués. Para salir del callejón sin salida de la represión policial o militar, recuperemos la historia de lucha de nuestro pueblo y sus experiencias exitosas de autodeterminación y control popular. Creemos que por allí se vislumbra la única salida.