Escrito por Rubén Rivera
La noticia se regó como pólvora: el influyente periódico norteamericano The New York Times dio a conocer que el gobierno mexicano había adquirido el software maligno Pegasus -con un costo de más de 2mil millones de pesos (que podrían invertirse en asuntos como salud y educación)- y que tenía pruebas de que había sido utilizado, no solo para espiar criminales sino también a periodistas, organizaciones de derecho humanos y civiles. Por supuesto, todo el mundo sabe que el gobierno espía pero el hecho de tener pruebas por parte de elementos aparentemente neutrales como una publicación extranjera dejan muy poco espacio a las torpes explicaciones gubernamentales en el sentido de que todo es falso o producto de algún periodista resentido.
Los aludidos, entre ellos la periodista Carmen Aristegui, han interpuesto una demanda ante organismos de defensoría de derechos de periodistas, una instancia dependiente de la Procuraduría General de la República, a su vez dependiente de Peña Nieto, quien es sin lugar dudas el responsable político del espionaje, en suma el gobierno tendrá que determinar si él mismo es culpable. Incluso el gobierno llegó al extremo de espiar al hijo adolescente de Aristegui «De qué más es capaz, presidente siniestro» cuestionó la periodista en conferencia de prensa. El régimen ha demostrado, sin embargo, que es capaz de esto y mucho más: represión, asesinatos, militarización, fraudes, encubrimientos, pactos con el narco; lo que sea con tal de mantenerse en el poder y defender los intereses de una clase decadente.
El gobierno finge demencia, NSO Group, la compañía desarrolladora del software lo instala ella misma y lo opera, incluso cobra la tarifa módica de 650 000 dólares por cada 10 personas espiadas, es decir se trata de una plataforma de espionaje global, a los gobiernos o agencia solo se les dan terminales, claves de acceso e instrucciones de uso.
La situación es un escándalo a nivel internacional, justo cuando el gobierno de peña nieto actúa, por medio de su canciller Luis Videgaray, de manera vil en contra del gobierno bolivariano de Venezuela, justo también, después del escandaloso fraude en dos entidades de la república.
El gobierno recurrirá a la negación sistemática, a formar una o dos comisiones para investigar pero sobre todo al control de los medios de comunicación para hacer ruido sobre otros temas; fútbol, Venezuela, lo que sea, para que las denuncias de espionaje se pierdan casi como un ruido de fondo que nadie pueda oír.
Aún más, procederá a denunciar y a amenazar con sancionar a aquellos que han sido espiados, como el propio Peña Nieto ha declarado el 22 de junio “pueda aplicarse contra aquellos que han levantado estos falsos señalamientos en contra el gobierno”.
Es decir el viejo truco de criminalizar a las víctimas.
En realidad la actividad de espionaje bajo la forma del famoso software es sólo una variante, los organismos de seguridad del estado, intervienen teléfonos, investigan vida privada, pasado y si pudieran el futuro de todo el mundo, ello incluye funcionarios mismos y a sus propios periodistas chayoteros, como Loret de Mola –que ahora usará este caso para presentarse como periodista independiente-.
Durante el año anterior fuimos testigos del rastreo de información de teléfonos por parte de personal de la secretaria de gobernación en contra de miembros del comité ejecutivo de la sección LX, la cual no se caracteriza precisamente por su carácter combativo.
Apenas hace un par de semanas se filtró una conversación telefónica entre funcionarios del IPN al respecto de un conflicto local. Nadie tiene los medios o el interés para actuar así más que la propia secretaria de gobernación.
Osorio Chong, el Big Brother, cuyo centro de operaciones se encuentra en la calle de Bucareli actúa a sus anchas, sabe todo de todos y cuando le parece, lo hace evidente, como una demostración de fuerza, la fuerza de la impunidad, del cinismo.
Así como la secretaria de gobernación puede corregirle la plana a alguna instancia de gobierno filtrando información, así también el gobierno de los Estados Unidos recurre a todo tipo de chantajes para someter aún más al régimen de Peña Nieto. Todos se tienen agarrados de sus partes más sensibles, amenazando con apretar cuando así convenga. No deja de ser irónico que el miserable espía sea espiado por sus superiores. En el capitalismo donde domina el interés individual y en donde la lucha de clases es cada vez más extrema, nadie puede confiar en nadie, ni siquiera los amos en sus lacayos y el régimen demuestra su debilidad con la paranoia y el voyerismo más enfermizos.
Indudablemente detrás de la filtración o de la investigación en The New York Times se encuentra el gobierno de Donald Trump, el cual no está lo suficientemente conforme con el dócil sometimiento de Peña Nieto, no dudamos que esto forma parte de una estrategia para ablandar aún más a la parte mexicana de cara a la próxima negociación del Tratado de Libre Comercio.
El espionaje es solo un elemento, durante el gobierno se han presentado evidencias de actos de corrupción ante los cuales la impunidad ha prevalecido.
No sólo eso, la violencia en contra de los trabajadores y estudiantes que luchan, las desapariciones forzadas, el sensato de periodistas, el incremento de la delincuencia, la degradación social en todos los niveles son los signos de un régimen putrefacto que solo se sostiene por la vía del monopolio de la violencia organizada.
En estos momentos las denuncias judiciales no valen ni el papel con el que se escriben, lo importante es organizarse ya, exigiendo la caída del gobierno de Peña Nieto, y prepararse por todos los medios para evitar que en el 2018 logren otra vez imponer otro fraude monumental.
Es muy posible que Osorio Chong tenga toda la información sobre todo el mundo, no obstante al final nada impedirá que este gobierno caiga. Ese debe ser el empeño de todo el pueblo organizado.