El carismático intelectual de izquierda, norteamericano, Noam Chomsky es conocido en el mundo académico por su peculiar teoría sobre el lenguaje, e internacionalmente entre los activistas y el movimiento en general, por sus posturas de izquierda. En este breve artículo pretendemos discutir someramente su teoría del lenguaje y su postura política anarquista, que contrapone a lo que él llama el leninismo y bolchevismo autoritario.
Chomsky y la metafísica del lenguaje
En lo que respecta al primer tema, Chomsky plantea una teoría llamada “gramática generativa”, que pretende explicar el desarrollo y origen del lenguaje humano. Chomsky sostiene que: “El lenguaje humano es el producto de descifrar un programa determinado por nuestros genes”. O sea que, la capacidad de comunicarnos verbalmente se sustenta en una estructura gramatical innata, o a priori, que subyace a todas las lenguas o idiomas del mundo.
Chomsky retoma la vieja idea kantiana de que existe un conocimiento a priori, independiente de la experiencia. Ese programa impreso en nuestros genes se realiza culturalmente en una lengua determinada que se aprende de acuerdo al lugar donde se nace. Pero, independientemente del idioma que nos haya tocado en suerte hablar, según Chomsky, en todo lenguaje humano subyace una estructura gramatical común. Se aduce como evidencia la capacidad de cualquier niño pequeño de responder a estímulos lingüísticos, no obstante no haber aprendido aun a hablar un idioma concreto. Otra evidencia sería la posibilidad de traducir cualquier idioma a otro, traducción que sin ser perfecta, es posible porque supuestamente existe una estructura subyacente compartida. Esto explicaría, según Chomsky, que mientras más idiomas hable un sujeto más fácil es aprender otros, pues los políglotas son más capaces de detectar esa estructura común a los idiomas.
Es indiscutible que la lengua es una manifestación cultural que se aprende socialmente desde la más tierna infancia, esto resulta una obviedad desde un punto de vista marxista e incluso para cualquier lingüista que se precie. Pero el planteamiento apriorista de Chomsky y la existencia de una gramática impresa en los genes carece de sustento. La inclinación de todo niño pequeño normal de establecer comunicación y de aprender rápidamente no revela alguna gramática innata sino la naturaleza social de nuestra especie y la plasticidad del cerebro (especialmente del cerebro infantil que debe adquirir el conocimiento y habilidades de su entorno social). La capacidad de traducir un idioma a otro no revela una gramática innata sino la función social de cualquier lengua tanto de describir acciones (verbos y adverbios), cosas y sus relaciones (nombres, adjetivos, pronombres, artículos, etcétera), como de expresar un mundo material más o menos compartido. Lo a priori a la experiencia humana es un mundo material objetivo, que incluye relaciones sociales concretas, que se expresan en el lenguaje.
¿Esto quiere decir que no existe una base biológica que posibilite el lenguaje? Obvio es que se requiere un mundo social de sujetos capaces de pensar y hablar para que exista el lenguaje. La evolución biológica y cultural también se expresa en el surgimiento de un cerebro humano y un aparato vocal capaz de comunicarse. La necesidad creó al órgano, pero el órgano se creó y recreó en su ejercicio. El cerebro creció, impulsado por la producción de herramientas, como un órgano muy flexible, adaptable y especializado en buscar y reconocer patrones. De este reconocimiento dependía la vida o la muerte de las primeras hordas de homínidos carroñeros y sus sucesores cazadores.
Muchas veces el debate entre lo innato y aprendido peca de unilateralidad y expresa un pensamiento mecánico bastante miope. De una parte la evolución biológica —condicionada por relaciones sociales cada vez más estrechas y la producción de herramientas de nuestros ancestros homínidos— se reflejó en el progresivo crecimiento del cerebro y modos de comunicación cada vez más sofisticados en las especies homínidas que nos antecedieron. A su vez, cerebros más capaces y la evolución de la laringe a una forma cada vez más humana imprimieron un impulso al desarrollo del lenguaje. Evidentemente toda función —en este caso el lenguaje— requiere un órgano, por lo que pareciera que estamos en la clásica paradoja del huevo y la gallina. Sin embargo, la producción de herramientas fue el factor decisivo, puesto que el crecimiento del cerebro fue su consecuencia; el cerebro del tamaño de un chimpancé del Australopithecus contaba con la “masa crítica” para su subsecuente desarrollo, en el contexto cambiante que demandaba la generación de herramientas de forma regular.
De tal forma que la base biológica y el contexto social se alimentaron mutuamente. Esto explica que distintos padecimientos cerebrales o genéticos impidan a ciertos individuos un pleno desarrollo del lenguaje. Pero no existe evidencia alguna de una gramática innata impresa en el cerebro, en los genes o alguna otra parte de la biología; por el contrario hay evidencia de que el lenguaje y su gramática evolucionaron de forma histórica y cultural. Engels escribió:
“El dominio de la naturaleza comenzó con el desarrollo de la mano, con el trabajo, y amplió el horizonte del hombre con cada nuevo paso hacia adelante. A cada instante descubría propiedades nuevas, hasta entonces desconocidas, en los objetos naturales. Por otro lado, el desarrollo del trabajo ayudó por fuerza unir a los miembros de la sociedad entre sí, al incrementar los casos de ayuda mutua y actividad conjunta, y poner en claro la ventaja de esta actividad conjunta para cada individuo. En una palabra, los hombres en formación llegaron al punto en que tenían algo qué decirse”[1].
También hay bastante evidencia de que el cerebro se conecta y genera nuevas conexiones a partir de la experiencia. Al surgir como órgano propio de nuestra especie, tras una larga historia de producción de herramientas y transformación del entorno, ese órgano tiene la capacidad de reconectarse y activarse a través de la vida y desarrollo del sujeto, sobre todo a edades tempranas.
El lenguaje no es un producto de un individuo aislado y su biología, sino un producto social e histórico que ha evolucionado y ha sido transmitido a través de miles de generaciones. Los lingüistas e historiadores pueden seguir esa evolución a través de los registros históricos, dotando de una base empírica a sus investigaciones. E incluso antes del surgimiento de la escritura, es posible inferir la complejidad creciente del lenguaje a partir de los procesos mentales y sociales necesarios para producir herramientas y otras formas de producción social que el antropólogo e historiador puede analizar, en otros artículos hemos tratado de estudiar ese proceso: La producción de herramientas y el origen del lenguaje.
En contraste, la gramática universal impresa en los genes, que plantea Chomsky, se presenta como una entidad metafísica que se presupone pero cuya existencia no se puede demostrar. En contraste, creemos que la teoría marxista del lenguaje de Lev Semiónovich Vygotski es mucho más coherente y consistente tanto con la ciencia, la historia y la cultura humanas, como con corrientes pedagógicas progresistas. Véase: La educación y la revolución rusa: Makárenko y Vygotski y una crítica marxista más pormenorizada y exhaustiva de la teoría del lenguaje de Chomsky la podemos leer aquí: Determinismo biológico y epistemología en lingüística: algunas consideraciones sobre la «revolución chomskyana».
El anarquismo de Chomsky
A primera vista parece no existir una relación entre el idealismo evidente de la “gramática generativa” y las posiciones políticas de Noam Chomsky. El propio Chomsky ha señalado que «uno no puede inferir nada sobre política a partir de lo que sabe sobre la gramática universal, o viceversa»[2]. Pero ambas comparten una base idealista. Para el lenguaje una gramática universal impresa en la biología, para la sociedad y la política una naturaleza humana permanente que se va revelando conforme progresa la historia. Chomsky plantea que una posición política debe tener como base una interpretación de una supuesta naturaleza humana:
“cualquier actitud que se adopte hacia los problemas sociales o hacia las relaciones humanas… debe basarse en alguna concepción de la naturaleza humana, alguna concepción de cómo deben llevarse a cabo los arreglos sociales o las relaciones interpersonales de tal manera de ser conducente a las necesidades humanas»[3].
En contraste con la posición empirista que plantea al ser humano como una tabla raza marcada por la experiencia, considera que si los seres humanos fuéramos naturalmente maleables por la historia y la cultura seríamos objetos de la manipulación del poder. Pero, en la superación histórica de relaciones sociales como la esclavitud, Chomsky ve el descubrimiento gradual de una supuesta naturaleza humana eterna o «un avance hacia la comprensión de nuestra propia naturaleza y los principios morales y éticos que se derivan de ella»[4]. Pero tal como señala Peter Jones en su brillante crítica marxista a Chomsky:
“uno todavía puede sentir que el vocabulario ‘racionalista’ de la libertad y la creatividad se sienta bastante incómodo con una visión determinista biológica de la naturaleza humana. De hecho, este último dogma no suele asociarse con puntos de vista liberales, y mucho menos socialistas”[5].
Chomsky se define a sí mismo como “socialista libertario”, pues este modelo estaría mas acorde con la supuesta naturaleza humana que la historia va delineando. Como referentes plantea una amplia gama bastante variopinta: Humboldt, Jefferson, Bakunin y Rosa Luxemburgo, pero desmarcándose de Lenin y los bolcheviques a los que acusa de autoritarios, situándolos en el mismo costal que al fascismo:
“Estamos en un período de corporativización del poder, consolidación del poder, centralización. Se supone que eso es bueno si eres un progresista, como un marxista-leninista. Del mismo trasfondo surgieron tres cosas principales, el fascismo, el bolchevismo y la tiranía corporativa. Todos surgieron de las mismas raíces más o menos hegelianas”[6].
Si bien no existe ningún texto específico donde Chomsky critique directamente a Marx —Chomsky mismo admite que no es un erudito de Marx—, sí plantea la idea de que la vertiente leninista del marxismo es autoritaria. Pero las críticas vagas y laxas que hace del marxismo demuestran que no lo comprende en absoluto.
La centralización de la vida política y social tiene su origen, según Chomsky, en la forma en que los legisladores otorgaron el poder a pequeños grupos privilegiados a finales del siglo XIX:
“las cortes y los abogados aparecieron y crearon un nuevo cuerpo de doctrina, que les dio a las corporaciones autoridad y poder que nunca antes habían tenido. Si miras el trasfondo, es el mismo trasfondo que condujo al fascismo y al bolchevismo”[7].
Pero la centralización del poder no fue producto de los legisladores, como insinúa Chomsky, sino de la centralización económica del capitalismo. Tal como se señala en el artículo “Noam Chomsky y el marxismo: sobre las raíces del ‘autoritarismo’ moderno”:
“Uno de los resultados de la centralización de la economía capitalista es la urbanización. ¿Debemos suponer que esto también es producto de las ideas hegelianas? ¿Es el dominio mundial de las ciudades sobre el campo producto del diseño hegeliano? De hecho, Chomsky, como Hegel, hace de ‘la idea’ la fuerza motriz de la economía y la sociedad”[8].
La legislación puede acelerar, retrasar e incluso moldear ese proceso en el plano formal, legal y político; pero, en última instancia, no lo determina.
Chomsky afirma cosas muy bellas sobre el anarquismo y especialmente sobre Bakunin, pero no las prueba en absoluto sino que retoma algunas citas de Bakunin que le han sido especialmente agradables. El anarquismo es lo que Chomsky cree y desea que sea. Pareciera ignorar que Bakunin solía imponer un régimen de dictadura personal en las organizaciones secretas que fundó y en la Alianza con la cual lanzó una campaña deshonesta, de intrigas y calumnias para atacar a Marx y apoderarse de la dirección de la Primera Internacional. La actividad política de Bakunin involucra aspectos bastante oscuros y siniestros, como es el caso Nachayev y los ataques antisemitas que Bakunin no dudaba en utilizar como armas en la lucha política. Alan Woods ha escrito un pormenorizado estudio de las actividades de Bakunin contra Marx. Basta tomar cualquier libro de Bakunin para percatarse de inmediato que sus textos no son más que panfletos de agitación, repletos de frases altisonantes, pero con un contenido teórico prácticamente nulo. Chomsky ve en alguna cita de Bakunin un anuncio perspicaz contra el estalinismo, pero la verdad es que para Bakunin la única dictadura buena era la suya propia.
Las opiniones de Chomsky contra el marxismo han sido tomadas de los prejuicios más comunes contra el marxismo, Lenin y el bolchevismo que abundan en los medios académicos y liberales, y que se retoman sin ningún análisis serio. En realidad el Partido Bolchevique se caracterizó por un constante y profundo debate sobre todo tipo de complicados problemas teóricos, estratégicos y tácticos; incluso en las condiciones más difíciles, de revolución, guerra civil e invasiones extranjeras. Basta revisar los testimonios directos de personajes como John Reed o Víctor Serge. Pero Chomsky se salta olímpicamente estos detalles y hace aseveraciones vagas y generales en forma de opiniones laxas.
Chomsky afirma:
“El anarquista consecuente debe ser socialista, pero socialista de una clase particular. No sólo se opondrá al trabajo alienado y especializado y aspirará a la apropiación del capital por parte del conjunto de los trabajadores, sino que insistirá, además, en que dicha apropiación sea directa y no ejercida por una élite que actúe en nombre del proletariado”[9].
Evidentemente aquí Chomsky está criticando el proceso de burocratización de la revolución rusa que generó a una élite que se subió a las espaldas de los trabajadores. Pero el proceso de estalinización no derivó del leninismo, sino que fue su negación burocrática. El estalinismo no surgió de ningún planteamiento teórico de Lenin o de alguna falla en el marxismo, sino de las condiciones de atraso, aislamiento, invasión y guerra civil que sufrió el naciente poder soviético. Stalin representó a una casta de burócratas cuya consolidación en el poder tuvo que pasar por la eliminación física del Partido Bolchevique. Culpar a los bolcheviques del ascenso del estalinismo es casi como culpar a Cristo de los crímenes de la Inquisición. Del ascenso del estalinismo la conclusión que debemos extraer no es el rechazo del leninismo, sino su afirmación en el sentido de que la revolución socialista debe ser internacional, pues sólo a nivel global existen las condiciones objetivas para instaurar el verdadero socialismo y evitar que una casta burocrática usurpe a los trabajadores y destruya la democracia obrera.
Chomsky dice defender la apropiación directa del capital por parte de los trabajadores. Estamos de acuerdo. Pero ¿cómo los trabajadores pueden apropiarse del capital que está en manos de la burguesía y es defendida por todo el aparato estatal? Evidentemente la burguesía no va a renunciar a su monopolio, su estado y sus beneficios sin una lucha sin cuartel. Los trabajadores, a la cabeza del pueblo explotado, sólo podrían apropiarse del capital por la fuerza, mediante una revolución social, y se verán obligados a imponer ese poder popular a la resistencia de las clases dominantes. A esto el marxismo le llamó “dictadura del proletariado”, es decir, un periodo transitorio donde la mayoría popular se impone a una minoría, apoyándose en la más amplia democracia obrera. Pero el anarquismo está en contra de todo poder político, de toda imposición, con lo cual se reduce a sí mismo a la impotencia. Chomsky sostiene que los trabajadores pueden y deben realizar esa revolución de forma espontanea, por un largo proceso de educación. Pero la educación implica la acción, la lucha y la lucha requiere organización, o sea un Partido. Pero Chomsky sólo admite como organización de los trabajadores a consejos de obreros, o sea asambleas que tomen el control de ciertos aspectos de la sociedad. En esto, por supuesto, no estamos en desacuerdo pero este tipo de experiencias sólo se pueden generalizar y organizar si los trabajadores se agrupan como clase, es decir, como Partido dispuesto a ejercer el poder.
¿Cuál es el programa político que platea Chomsky? Podemos encontrar respuestas contradictorias a esta pregunta, a veces Chomsky parece plantear la refundación de la sociedad a partir de las pequeñas comunidades —al estilo de los caracoles neozapatistas— o, a veces, desde la base industrial moderna. Él señala:
“Desde estas posiciones podríamos concebir el anarquismo como una especie de socialismo voluntario, es decir: como un socialismo libertario, o como un anarcosindicalismo, o como un comunismo libertario o anarquismo comunista, según la tradición de Bakunin, Kropotkin y otros. Estos dos grandes pensadores proponían una forma de sociedad altamente organizada, aunque organizada sobre la base de unidades orgánicas o de comunidades orgánicas. Generalmente, por estas dos expresiones entendían el taller y el barrio, y a partir de este par de unidades orgánicas derivar mediante convenios federales una organización social sumamente integrada que podría tener alcances nacionales e internacionales. Toda decisión, a todo nivel, habría de ser tomada por mayoría sobre el terreno y todos los delegados representantes de cada comunidad orgánica han de formar parte de ésta y han de provenir de la misma, a la cual han de volver y en la cual, de hecho, viven”.[10]
Pero la economía moderna no funciona —al contrario de lo que supone la pequeña burguesía— a partir del “taller y el barrio”, o de alguna otra “comunidad orgánica” de ese estilo. La concepción económica de Proudhon —de la cual las confusas ideas de Bakunin no eran más que refritos— era la del pequeño taller artesanal que intercambia sus productos libremente, o sea, la simple idealización del pequeño comercio. Sin embargo la economía moderna funciona a partir de gigantes monopolios, grandes empresas, gigantescos bancos; que concentran a miles y millones de trabajadores. La revolución socialista tiene como tarea poner esas gigantes palancas económicas en manos de los propios trabajadores, para planificar la economía mediante la democracia obrera, con el fin de satisfacer las necesidades colectivas y liberar a la humanidad del lucro privado y a la anarquía del capitalismo. Pero el anarquismo está en contra de toda imposición —y un plan común significa coordinación y subordinación de cada parte a un plan armónico—, y plantea la creación de una federación de pequeñas comunas locales. Un planteamiento así tendería a disgregar la economía, convirtiendo a los trabajadores de cada taller en competidores por el mercado. Ya Preobrazhenski, viejo bolchevique, escribió un libro excelente demoliendo los planteamientos e inconsistencias de la “economía” anarquista[11].
En otras ocasiones Chomsky plantea la fábrica moderna como base del socialismo. Chomsky cita largamente a Anton Pannekoek, un revolucionario neerlandés que se opuso al modelo organizativo de Lenin, y presenta a los consejos obreros como si fueran lo opuesto a la propiedad colectiva de un Estado obrero:
“El socialista revolucionario rechaza que la propiedad del Estado pueda terminar en algo distinto del despotismo burocrático. Hemos visto por qué el Estado no puede controlar democráticamente la industria. La industria sólo puede ser democráticamente poseída y controlada por los trabajadores cuando éstos eligen directamente los comités administrativos industriales entre sus propias filas. El socialismo será, fundamentalmente, un sistema industrial; su estructuración tendrá un carácter industrial. Así, aquellos que se hagan cargo de las actividades sociales e industriales de la sociedad tendrán representación directa en los consejos locales y centrales de la administración. De este modo, el poder de dichos delegados emanará de quienes llevan a cabo el trabajo y permanecerá atento a las necesidades de la comunidad. Cuando el comité administrativo industrial central se reúna, representará a cada sector de la actividad social. Por tanto, el Estado —político o geográfico— capitalista será sustituído por el comité administrativo industrial del socialismo. La transición de uno a otro sistema social será la revolución social. A lo largo de la historia el Estado político ha significado el gobierno de los hombres por las clases dirigentes; la República del Socialismo será el gobierno de la industria administrada por toda la comunidad. El 18 primero representaba el sometimiento económico y político de la mayoría; esta última significará la libertad económica de todos y será, por tanto, una verdadera democracia”[12].
¿Pero qué es un consejo de obreros que se reune para planificar la economía sino un estado obrero —así sea en embrión—, o sea, una clase que se reune para imponer su volutad en forma de un plan económico coherente? Pero para defender a la industria en manos de los trabajadores de la burguesía recién expropiada también los trabajadores y sus aliados populares estarían obligados a reunirse para defender con las armas esas conquistas ¿Y qué es esto sino un estado obrero? O ¿Chomsky pretende prohibir a los trabajadores que se defiendan so pena de ser autoritarios? ¿Pensará Chomsky que la burguesía dejará funcionar esos consejos sin intervenir? ¿deberían los trabajadores permitir que el estado burgués siga existiendo al mismo tiempo que forman esos consejos y toman las fábricas? ¿Qué debe hacer una revolución con el estado burgués, lo debería dejar existir o hacer como que no existe —como pretenden los neozapatistas—? La historia de las revoluciones del siglo XX —e incluso antes con la comuna de París— nos demuestra que esos embriones de poder obrero, que esas regiones liberadas —mejor dicho, una situación de doble poder entre el proletariado y la burguesía— no pueden subsistir indefinidamente. O se impone el poder obrero o la burguesía retoma el control. No hay término medio. Pero Chosmky parece creer que de forma espontánea esos gérmenes de control obrero van a sobrevivir sin que la clase obrera y el pueblo se organicen como clase, es decir, como Estado. Estos vacíos en las ideas de Chomsky revelan —más allá de sus buenas intenciones— su alejamiento del movimiento real y concreto de los trabajadores.
A fin de cuentas, los planteamientos políticos de Chomsky llevan consigo todos los defectos y limitaciones de los planteamientos anarquistas —cuyos postulados y representantes Chomsky idealiza con suma ingenuidad—. Sus críticas al leninismo y bolchevismo expresan los prejuicios más corrientes y comunes del liberalismo burgués.
[1] Engels, “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, en: Dialéctica de la naturaleza, México, Grijalbo, 1983, p. 140.
[2] Edgley, R et al (1989) ‘Interview with Chomsky’, Radical Philosophy, p.31.
[3] Ibidem.
[4] Ibidem.
[5] https://www.marxists.org/subject/psychology/works/jones/biology.htm?fbclid=IwAR09hzX10mgtklvjrWPUzLKm16jpZZnsNduuTSVvF0npBhPwO61EAO2zzL4
[6] Chomsky, Lucha de clases, conversaciones con David Barsamian, Barcelona, Crítica, p. 23.
[7] Ibidem.
[8] https://www.marxist.com/noam-chomsky-marxism-authoritarianism1151004.htm?fbclid=IwAR3G7vc_qmKxt1a9EpTVkOxKWKckpy637Jmq54Sxvz7rnlgY5ZWTkDkpnKA
[9] Chomsky, Apuntes sobre anarquismo, p. 16. En: file:///Users/macair/Downloads/apuntes-sobre-anarquismo-marxismo-y-el-futuro.pdf
[10] Chomsky, “La sociedad anarquista”, Conversación con Peter Jay: https://webs.ucm.es/info/bas/utopia/html/convlib2.htm
[11] https://centromarx.org/documentos/teoria/teoria-marxista-del-estado/127-prologo-de-alan-woods-de-anarquismo-y-comunismo.html
[12] Chomsky, Apuntes sobre anarquismo, p. 17: file:///Users/macair/Downloads/apuntes-sobre-anarquismo-marxismo-y-el-futuro.pdf