El pasado 2 de septiembre, un grupo de panistas, incluido su coordinador del Senado, el veracruzano Julen Rementería, y el 60% de sus senadores, se reunieron con Santiago Abascal, dirigente de Vox, el partido español ultrderechista. Firmaron la llamada carta de Madrid, que se plantea como objetivo el combatir la amenaza del comunismo en América Latina.
En bien de la corrección política, panistas históricos tratan de deslindar al partido de la derecha fanática. La dirección del partido se deslindó de este acto diciendo que esto se hacía a título personal y que ellos mantienen relación institucional con el derechista Partido Popular en España. Santiago Creel dijo que el PAN es un partido incluyente que siempre ha reprobado las posturas y conductas discriminatorias, sean xenofóbicas, racistas, antisemitas, homofóbicas o cualquier otra, algo que sabemos es falso. Buscan tomar distancia de la derecha más ultra. Lo que ha salido a la superficie es una división entre la derecha y la ultraderecha mexicana.
No fue accidente, es reflejo de la evolución de la reacción
Pidieron disculpas personajes como la senadora Lily Telles y Julen Rentería, el coordinador de la bancada panista en el senado, quien sería el principal responsable de la reunión con el dirigente de Vox. La cabeza que se sacrificó fue la de Christian Camacho, un simple asesor del senado que era encargado de sus redes, quien propuso la visita de Santiago Abascal. Él respondió que estaba orgulloso de hacer lo correcto y que “La vida, la libertad, la familia, la patria, la propiedad privada y la democracia se defienden al precio que sea”. Tras su despido recibió el respaldo de cuadros de la ultraderecha internacional como Hermann Tertsch y Agustín Laje, quien dijo que este hombre será clave en la construcción de un nuevo partido de ultraderecha y llamó al PAN cobarde, acusándolo de estar arrodillado frente a la agenda de la izquierda.
Aunque hoy, arrepentidos, se den golpes de pecho, este hecho sacó a la superficie la existencia de esas fuerzas reaccionarias fanáticas, cercanas al fundamentalismo. AMLO se ha burlado de ellos diciéndoles: “‘Fuera máscaras, ¡salgan del clóset!’, y digan ‘soy fascista y qué’”. En el PAN hay una tradición de grupos de ultraderecha que han actuado clandestinamente, tal es el caso del Yunque.
¿Peligro fascista? No, derecha arrastrada
El fascismo fue un movimiento poderoso, basado en la reacción de derecha de la pequeña burguesía agobiada por el gran capital financiero. Nace en un periodo de crisis, pero también de derrotas profundas de la clase obrera, que le permitió imponerse y destruir cualquier organización de los trabajadores, imponiendo un régimen bonapartista burgués, racista y sanguinario, que al final no resuelve los problemas de las masas de la pequeña burguesía, perdiendo su base social.
Es importante analizar los fenómenos que se desarrollan frente a nuestros ojos. Si la ultraderecha levanta cabeza, quien va a pagar las consecuencias es la clase obrera; es un peligro que debemos aplastar desde ahora. Pero debemos tener un sentido de la proporción y lo que vemos hoy muy lejos está de ser fascismo. Estos pigmeos, más que reflejar un signo de fortaleza son una expresión de la crisis de la derecha, que desprende a sus pequeñas sectas fanáticas.
Esta ultraderecha mexicana es fiel a su tradición de subordinación al monarca extranjero. Así como Iturbide pedía a un borbón venir a gobernar y los conservadores trajeron a Maximiliano de Habsburgo, Christian Camacho dice que Santiago Abascal podría posicionarse como candidato presidencial si viniera un año a mover la agenda política de Vox. Quieren construir la sección de Vox en México. Estos monárquicos de Vox quieren una España unida, suprimiendo todo derecho de las naciones oprimidas como los catalanes, vascos, etc., con base en la represión y fortalecimiento de las fuerzas armadas del Estado. Hablan de la Iberosfera; en sus sueños añoran a una especie de reconquista de los antiguos dominios coloniales. El tweet de Vox en el aniversario 500 de la caída de Tenochtitlan lo deja muy claro:
“Como hoy de hace 500 años, una tropa de españoles encabezada por Hernán Cortés y aliados nativos consiguieron la rendición de Tenochtitlán. España logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas. Orgullosos de nuestra Historia”.
Tal día como hoy de hace 500 años, una tropa de españoles encabezada por Hernán Cortés y aliados nativos consiguieron la rendición de Tenochtitlán.
España logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas.
Orgullosos de nuestra Historia💪🇪🇸 pic.twitter.com/qstez3iytC
— VOX 🇪🇸 (@vox_es) August 13, 2021
Lo que vemos aquí es una expresión de la decadencia de la derecha mexicana, ausente de ideólogos. En las pasadas elecciones, se posicionó a la cabeza del frente de derechas el empresario Claudio X. González, pero poco terreno pudieron arrebatar a Morena con su alianza sin principios entre el PAN, PRI y PRD. La derecha no tiene ideólogos con autoridad y tiene que agarrarse a los flacos faldones de los monárquicos de ultraderecha y otros cuadros internacionales.
La carta de Madrid
La correlación de fuerzas entre las clases es favorable a los trabajadores, pero estos, ante la ausencia de una dirección revolucionaria, no han podido llegar más lejos. Se ha establecido un gobierno que no rompe con el capitalismo, pero que no se sustenta en el programa de ataques frontales a la clase obrera y en las privatizaciones. Aplica reformas que no gustan a la oligarquía, incluso algunas mínimas como el cobrarles impuestos o tomar medidas de control de precios. La ultraderecha reacciona gritando sobre la amenaza del comunismo, que muy lejos están de plantear los dirigentes de los llamados gobiernos progresistas.
La carta de Madrid, impulsada por Vox y firmada por varios panistas y otros derechistas mexicanos dice:
“una parte de la región está secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla, que se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica”.
Y también:
“El avance del comunismo supone una seria amenaza para la prosperidad y el desarrollo de nuestras naciones, así como para las libertades y los derechos de nuestros compatriotas”.
“El Estado de Derecho, el imperio de la ley, la separación de poderes, la libertad de expresión y la propiedad privada son elementos esenciales que garantizan el buen funcionamiento de nuestras sociedades, por lo que deben ser especialmente protegidos frente a aquellos que tratan de socavarlos”.
No podemos explicar la reunión con el dirigente de Vox como un error. Si tuvo eco entre dirigentes panistas habla de que hay un sector de la derecha mexicana que busca una radicalización. En este contexto, los grupos antiaborto como Provida han realizado acciones de protestas contra la despenalización del aborto; en el contexto del debate de la suprema corte de justicia. Nuevamente calientan músculos los sectores conservadores.
La caída del viejo régimen
Desde mediados de los años 70, viene todo un periodo de décadas de ataques contra las conquistas de la clase trabajadora, los campesinos y la juventud. Los partidos del régimen se desgastaron y desacreditaron junto con las instituciones del Estado, eso los ha llevado a la pérdida de la mayoría de su base social. Hay un colapso del viejo régimen, donde la burguesía no puede gobernar como históricamente lo ha hecho y, por el contrario, no tiene más opción que soportar a un gobierno reformista que no aplica el programa de ataques que exigen, pero que contiene la lucha de clases al no verse protestas como las vividas durante el sexenio de EPN o como se da al sur de América.
Que no tengan, hasta ahora, la fuerza para derrocarlo no significa que la oligarquía esté conforme con AMLO. Por otro lado, las políticas de AMLO frente a una crisis tan profunda son capaces de palear un poco los efectos de la crisis, pero no de eliminarla ni de resolver los problemas de la clase trabajadora y de la pequeña burguesía, de la que un sector le ha retirado su apoyo.
El PRI y el PAN, sin mencionar al PRD, se niegan a morir, pero son cartuchos quedamos. La burguesía no es capaz de sustituirlos con una nueva formación política, aunque ha habido varios intentos de hacerlo, sobre todo de sectores más a la derecha, que van desde el intento de crear el partido de Felipe Calderón, hasta la creación del Frente Nacional Anti AMLO (FRENAA), de tintes cristeros y sinarquistas. Ahora, esas expresiones de ultraderecha se expresan dentro del mismo PAN, un partido que se ha basado en un actuar parlamentario histérico y de odio.
Dirigentes del PAN intentan reivindicar a Gomes Morín y a Clouthier. Quieren que se les vea como una derecha con ideales de progreso nacional y democráticos, capaces de desarrollar al país frente a “la incapacidad de la izquierda”. El problema es que las masas les identifican bien con los gobiernos de Fox y Calderón, que significaron la continuidad de los programas de ataques aplicados por el PRI, avanzando en la espiral descendente de la sociedad, sumiéndola en la pobreza y la violencia. Los aparatos partidistas del PRI y el PAN se niegan a morir, pero tampoco se pueden quitar de encima el lastre del pasado, por lo que sectores de la burguesía quisieran una nueva opción que no logran consolidar. La crisis del PAN es producto de su propia política histórica.
Socialismo, comunismo y estalinismo
La dirección oficial del PAN ha definido al gobierno de AMLO como populista y autoritario pero la ultraderecha, dentro y fuera de este partido, incluso le acusa de comunista. El comunismo lo caracterizan como un régimen sin libertad, autoritario y asesino, donde nadie tiene derecho de nada. Su alternativa es vivir bajo un sistema de libre mercado donde en la realidad la mayoría tiene la libertad de ser explotado, morir de hambre o bajo la violencia que provoca el capitalismo.
El socialismo es una sociedad dirigida por la clase obrera que construye un Estado para su defensa y bajo su dirección, distinto al existente en la sociedad de clases, donde los grandes medios de producción son propiedad común, permitiendo planificar la economía en beneficio del conjunto de la sociedad. Su economía es radicalmente distinta a la capitalista, que puede tolerar la injerencia de su Estado, pero en defensa de los beneficios privados, que ésta tenga algunas empresas bajo su control o tome algunas medidas de control, pero permitiendo el libre mercado. Es decir que fuera de Cuba no hay elementos de economía socialista en toda América. El Comunismo es una etapa superior, donde ya no existe el Estado, las clases sociales han desaparecido y se da una distribución de la riqueza mucho más equitativa. Cualquier tipo de opresión por razón de raza, de preferencia sexual o de genero habrá desaparecido.
La revolución rusa de 1917 derivó en el régimen más democrático que ha visto la humanidad, pero por toda una serie de razones objetivas (profundo atraso económico y cultural, aislamiento debido a las derrotas revolucionarias en Europa, cansancio de las masas, etc.), la revolución se burocratizó generando un régimen de terror que no eliminó en lo inmediato la economía planificada, pero sí la democracia obrera a la que terminaría reprimiendo, asesinando a miles de comunistas. El estalinismo es una caricatura burocrática del socialismo, no es su evolución ni su esencia: es su opuesto. Nada tiene que ver con el marxismo. La burguesía usa los crímenes del estalinismo para atacar al marxismo, al socialismo y al comunismo.
Los programas de Pedro Castillo en Perú, de Alfredo Fernández en Argentina, de Maduro en Venezuela, de Luis Arce en Bolivia, de López Obrador en México y demás gobiernos a los que suelen llamarles progresistas no se plantean el socialismo y mucho menos avanzar hacia el comunismo. Pero la ultraderecha grita histérica que hay que frenar el peligro del comunismo. Este “peligro” existe, pero no en lo inmediato, no dentro del movimiento de AMLO, debido al freno objetivo que significa la dirección actual del movimiento de los trabajadores, pero en el devenir se abrirán importantes posibilidades de acabar con el capitalismo, a condición de construir una dirección revolucionaria.
Los límites del reformismo abren terreno a la derecha
El problema no es el régimen sino el capitalismo. La contradicción fundamental es que los males del sistema no se pueden resolver con pequeñas reformas. Estos gobiernos logran dar algunas concesiones parciales que al final no resuelven nada fundamental, dando paso a la desilusión, lo que puede abrir paso a un retorno de la derecha al gobierno. Es una expresión de la crisis del sistema incapaz de dar reformas profundas y duraderas, algo que en otros periodos del pasado sí pudo dar. El descredito de las viejas instituciones Estatales han llevado a una crisis del viejo régimen y a su caída. Eso incluye a sus partidos. Lo que vemos son desprendimientos de pequeños sectores de la ultraderecha que buscan pasar a acciones más contundentes, pero aún no muestran una base sólida de acción. En el futuro podemos ver que alguna de estas expresiones encuentre un canal más firme y podemos ver formaciones de partidos burgueses de derecha o ultraderecha que alcancen un verdadero cause.
Las masas saben lo que significa el PRI y el PAN en el gobierno, no los quieren de regreso. Sigue existiendo grandes ilusiones con AMLO, pero también hay señales de alerta de que algo no va bien, como lo fue el resultado electoral de la Ciudad de México, el peor resultado desde que la izquierda se presenta a las elecciones. Si AMLO se sigue resistiendo a atacar firmemente los privilegios del gran capital, lo que tendremos para las masas no serán, en el mejor de los casos, más que migajas. Eso permitirá que a la larga la derecha gane terreno y se traduzca en alguna nueva formación política. Eso, lo único que reflejará, no es el fracaso del socialismo, ni la debilidad de la clase obrera, sino simple y claramente el fracaso del reformismo.
El proceso puede tardar un tiempo por el profundo descredito del viejo régimen y las grandes ilusiones que aún existen en AMLO. Pero sin una política revolucionaria que realmente avance en acabar con el capitalismo en líneas socialistas, el proceso de polarización irá desarrollándose. La profundidad de la crisis juega en ese sentido. En el futuro inmediato, o en el mediano plazo, el fracaso del reformismo se puede expresar en un reposicionamiento de la derecha al frente del gobierno.
Hoy, con toda razón, nos reímos de las ridiculeces de la derecha. Son débiles y están divididos. Necesitamos avanzar en construir un partido, una dirección, realmente revolucionarios, anticapitalistas y socialistas, para pararlos en seco y no permitir que levanten cabeza y ataquen a la clase trabajadora.