La pandemia que azota el mundo ha puesto de manifiesto un sinfín de cosas; para empezar nadie estaba preparado para enfrentar un confinamiento que esta pronto a cumplir un año, mucho menos en las condiciones en las que estamos forzados a vivir. Millones de habitantes trabajan en las peores condiciones, con bajos salarios, se vive al día, no hay ahorros, la mayoría de la población no puede darse ese lujo. Otra parte de la población ni siquiera tienen un trabajo formal, viven del ambulantaje o dentro de uno de los miles de rubros de la economía informal, en los que no tienen un ingreso fijo, ni acceso a la seguridad social.
Por otra parte, la rapacidad de la burguesía y sus representantes en los gobiernos ha llevado a un bestial saqueo de los sistemas de salud. Asimismo, nos dimos cuenta de que el personal de salud es insuficiente, además de las carencias que tiene en cuanto a material de trabajo, salarios y prestaciones.
Y la lista es interminable. En nuestros países existen muchas cosas que explicar sobre la actual pandemia, la marcada desigualdad, la pobreza, el cinismo de la burguesía ylas medidas tibias de los gobiernos o su incapacidad para enfrentar la pandemia, son aspectos relevantes para entender por qué la pandemia no logra controlarse. Para erradicar al virus se necesitaría algo más que buenas intenciones, que es lo único que la mayoría de nuestros gobiernos tienen para enfrentar la situación tan difícil para la mayoría de la población.
América Latina o Latinoamérica comprende a los países que fueron colonizados por las potencias imperialistas con lenguas derivadas del latín, como España, Portugal y Francia. Después de las luchas por la independencia de la mayoría de los países se dio una separación de amplios territorios, algunos de los cuales aún existen bajo el “protectorado” de los países que los colonizaron, como es el caso de Guadalupe o la Guayana Francesa, en los que los gobiernos aniquilaron a sus habitantes originarios para el beneficio de una clase parásita, y que actualmente siguen viviendo en condiciones de pobreza y miseria extrema.
Un elemento importante en los procesos de independencia es que algunas regiones fueron divididas de forma arbitraria. El mejor ejemplo son los países de Centroamérica, sin dejar de lado regiones en Sudamérica, en los que la separación de los territorios se dio para frenar la unificación en las luchas. En Centroamérica por ejemplo, existen mínimas diferencias en el lenguaje y las costumbres, incluso hasta los procesos revolucionarios han sido muy similares, pero para fines de control y dominio, era más aplicar la estrategia de “divide y vencerás”.
No es el espacio ni el momento de hablar del intervencionismo del imperialismo en América Latina; pero, es imprescindible mencionarlo, porque justamente las políticas liberales y neoliberales, que supuestamente se enfocaban a “desarrollar” la región, a “impulsar” la economía, a “mejorar” las condiciones de vida de la población, solo sirvieron (y en realidad fueron pensadas con ese objetivo) para el beneficio de un sector minoritario de la población en cada país, es decir, la burguesía y la élite gobernante.
Dejo el siguiente enlace en el que pueden observar más a detalle los resultados de la intervención del imperialismo en esta región del mundo. https://marxismo.mx/el-intervencionismo-imperialista-en-america-latina-en-el-siglo-xxi/
Algunos datos sobre América Latina y el impacto del Covid-19
Aunque es difícil afirmar en qué país de la región se inició el brote del nuevo coronavirus, se cree que el primer caso positivo se dio en Brasil. También se sabe que los contagios se dieron de una forma más rápida que en Europa, incluso más rápido que en España e Italia, dos de los países más golpeados por el nuevo virus.
No es muy difícil de entender; las condiciones en las que se vive en esta región del mundo son diametralmente distintas a cualquier país europeo, aun de los más pobres del viejo continente.
La población total en Europa es aproximadamente de 448 millones de personas en 2020, sin contar al Reino Unido que ya ha formalizado su salida de la Unión Europea. En comparación con América Latina, en 2019, se tenía una estimación de 629 millones de habitantes en América Latina y el Caribe. Lo que significa que tan solo por el número de habitantes, el ritmo de contagios tenía que ser necesariamente mayor; eso sin mencionar las condiciones en las que vivimos, las cuales favorecen un mayor ritmo de contagios, así como el número de muertes causadas por el nuevo coronavirus.
Otro factor en contra es el nivel educativo y cultural más bajo que en otras regiones. Históricamente los países latinoamericanos han sido sumergidos en la ignorancia, la cual se acentúa en la población que no posee los recursos para que sus hijos estudien en el nivel superior. Existen políticas muy marcadas de rechazo en los exámenes de ingreso a estos niveles, que marginan a los hijos de familias obreras, campesinas e indígenas a una preparación técnica para el trabajo.
Lo anterior repercute en el grado de conciencia sobre las medidas a tomar para prevenir los contagios; sumémosle, las campañas de desinformación que plagaron algunas redes sociales con noticias falsas sobre el COVID-19 o sobre las teorías conspirativas. La población con menor acceso a la educación (no necesariamente de un nivel superior) son más proclives a creer lo que dicen “los amigos” o caer en el juego de los medios de comunicación.
Para tener un panorama más claro tenemos que en algunos casos es el sector público el que realiza los mayores esfuerzos para el sostenimiento de las instituciones de educación superior, como sucede en México, Argentina o Panamá, por citar algunos casos, mientras que en otros países de la región esto queda en manos predominantemente del sector privado, como es el caso en Chile, Colombia o Guatemala. También es importante ver la proporción de instituciones públicas y privadas, que tiene como casos extremos a Uruguay, Bolivia y Argentina con la mayor participación estatal, frente a Chile, Brasil o El Salvador, donde existe un predominio de instituciones privadas.
El acceso a la educación superior es un elemento que repercute en la preparación o capacitación de una parte de la población, por ejemplo, en el caso del personal médico o de la salud, que como mencione en un inicio, ha sido insuficiente para enfrentar la pandemia.
Un dato revelador sobre la preparación en los países de la región, según un ranking de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en la que menciona cuáles son los primeros 10 países con mayor número de estudiantes universitarios, tenemos que entre ellos no se encuentra ningún país latinoamericano. Para la OCDE, los países «más educados del mundo» son aquellos con mayor porcentaje de personas entre las edades de 25 y 64 años que han completado algún tipo de educación terciaria en la forma de un título o un programa vocacional. Aunque esto oculta la crisis de los estudiantes universitarios que pasan hambre o que no tienen dónde dormir. De América Latina tan solo tres países entraron en la lista, Costa Rica ocupa el lugar 30 y es el país latinoamericano con mayor número de población universitaria; le sigue Colombia en el lugar 32; y finalmente México en la posición 36 general.
Por otro lado, el gasto en salud en Latinoamérica y el Caribe durante el 2020 corresponde a un 6.6% del PIB, inferior al 8.8% en los países miembros de la OCDE. Aunque existen algunas excepciones en las que se supera el promedio, como el 1,1% en Venezuela, el 11,7% en Cuba y el 9,2% en Uruguay en 2017.
Lo anterior repercute en que los sistemas de salud en esta región no tengan los recursos y la capacidad que otros países de la OCDE para enfrentar la pandemia de COVID-19. Por ejemplo, América Latina tiene un promedio de dos médicos por cada 1,000 habitantes, y la mayoría de los países están muy por debajo del promedio de la OCDE de 3.5, con solo Cuba, Argentina y Uruguay registrando más. El número promedio de camas hospitalarias es de 2.,1 por 1,000 habitantes, es decir, menos de la mitad del promedio de la OCDE de 4.7. Barbados, Cuba y Argentina tienen más camas hospitalarias que el promedio de la OCDE, mientras que el stock está por debajo de una cama hospitalaria por cada 1,000 habitantes en Guatemala, Honduras, Haití, Venezuela y Nicaragua. Además, según los datos recopilados justo antes de la pandemia de COVID-19, en promedio solo había 9.1 camas de UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) por 100,000 habitantes en 13 países de Latinoamérica, lo cual es mucho más bajo que las 12 camas UCI en promedio en países de la OCDE. Brasil, Uruguay y Argentina están por encima del promedio, mientras que las tasas más bajas se observan en Costa Rica y El Salvador.
Un factor más que incide en la forma de abordar la pandemia es la cuestión laboral. América Latina no tiene los sindicatos que existen en Europa, ni tampoco existe un porcentaje muy elevado de sindicalización, por ende, existe un bajo nivel de acceso a la seguridad social o un ente u organismo que defienda, al menos en el papel, los derechos de los afiliados. Nuevamente con datos de la OCDE, tenemos que Islandia es el país con mayor tasa o porcentaje de trabajadores sindicalizados, con unos 300 mil habitantes, el 92% está afiliado a algún sindicato, en el segundo y tercer lugar se encuentran, Suecia y Bélgica, con un 66 y 50%, respectivamente.. Muy lejos se encuentran nuestros países; México, en 2018, tenía el 12% de los trabajadores afiliado a un sindicato. Tenemos a Chile y Argentina, con un porcentaje de 17.7 y 39%, respectivamente, pero en 2018 la OCDE no incluyó a Chile y Argentina no es miembro del organismo, sin embargo, ambos países, al igual que el resto de América Latina, se encuentran muy por debajo del 50% de Bélgica.
Otro dato alarmante en la cuestión laboral es la elevada tasa de trabajo informal que ronda el 53% en América Latina y el Caribe. Esto significa que cerca de 140 millones de trabajadores se encuentran en esa situación, aunque debemos de tener en cuenta que no hay una forma cien por ciento segura de medir la informalidad en la región. Lo que los obliga a salir a trabajar ante el doble riesgo que enfrentan, morir de inanición o contagiarse de COVID-19, y que, en cualquiera de los dos casos, les toca perder.
Todo lo que he mencionado hasta ahora son algunos elementos que hay que tener presentes para entender los problemas a los que se enfrenta la población y por los que los números de contagios y muertes son tan alarmantes.
En lo que a eso respecta, hasta el 22 de febrero de 2021, había un total de 20,747,458 casos de COVID-19 registrados en América Latina y el Caribe; siendo Brasil el país más afectado con alrededor de 10.2 millones de casos confirmados, le sigue Colombia con más de 2.2 millones de infectados. México, por su parte, ha registrado un total de 2,041,380 casos. Dentro de los países más afectados por el nuevo tipo de coronavirus en América Latina también se encuentran Argentina, Perú, Chile y Ecuador.
Sobre el rubro de personas infectadas y que perdieron la vida, hasta el 22 de febrero de 2021, se habían registrado un total de 659,297 casos, siendo nuevamente, Brasil, México y Colombia, los países con un número mayor de casos con 246,504; 180, 107; y 58,834, respectivamente. Y aunque los datos son reveladores, bien puede existir un sesgo en el método con el cual se contabiliza el número de contagios y de decesos, pues hay comunidades en las que no se habla español, portugués o francés, así como también no podemos esperar que los números que emiten los diferentes gobiernos sean cien por ciento confiables.
Cuba: el caso atípico de Latinoamérica
Dentro de todos los países de la región las condiciones son muy similares, por lo tanto, los resultados no distan mucho de un país a otro. Así mismo, los gobiernos mantienen de una forma u otras políticas que no benefician a la gran mayoría de la población en ningún aspecto ya sea económico, educativo, de salud, de vivienda, laboral, etc.
Cuba se ha mantenido con muy pocos contagios y con pocos fallecimientos respecto al resto de los países de la región.
Aunque aquí no es el espacio para analizar a profundidad la realidad cubana, ni hablar del proceso revolucionario; es importante mencionar que los beneficios, que aún quedan, y que ahora gozan los cubanos y cubanas son conquistas de la lucha revolucionaria y del rompimiento con el capitalismo. Existe una economía nacionalizada y planificada que trae consigo muchos beneficios entre ellos el sistema de salud cubano, uno de los mejores en el mundo. A pesar del bloqueo económico en la isla se tienen altos estándares sanitarios, de los más elevados en América Latina e incluso no les pide nada a los países con mayores recursos económicos en materia de salud.
Cuba ha sufrido muchas reformas en los últimos años, ha sido afectada por la crisis económica mundial. Varias de las medidas implementadas contienen enormes peligros que debilitan a la revolución e incluso pueden avanzar a una restauración capitalista. Eso sería un desastre contra el que debemos luchar tanto luchando por extender la revolución socialista fuera de cuba como con el establecimiento de una auténtica democracia obrera. Sin embargo, hoy Cuba mantiene grandes conquistas que le siguen ayudando a afrontar de la forma mas eficaz esta crisis sanitaria.
En 2019 Cuba llegó a la cifra de más de 100,000 médicos activos, la cifra más alta en su historia, con una proporción de nueve médicos por cada mil habitantes. En contraste con el resto de los países latinoamericanos, para 2020, y con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) podemos saber que el promedio de médicos por cada mil habitantes es de 2.2 y el de personal de enfermería llega al 1.5, frente al 2.28 de personal sanitario que la OMS establece como mínimo necesario para prestar los servicios esenciales.
Y por si fuera poco Cuba se da el lujo de enviar médicos a diversas partes del mundo, no ha sido únicamente durante esta pandemia, anteriormente enviaba médicos ante catástrofes humanitarias o ambientales.
No es mi intención abordar todos los aspectos beneficiosos de una economía planificada, aun con el lastre la burocracia, sino de esbozar al menos las ventajas que en materia de salud tienen los cubanos y cubanas frente al resto de países de la región.
Conclusiones
La pandemia ha demostrado que las condiciones tan bestiales a las que nos enfrentamos son el resultado de las políticas que solo han beneficiado a una ínfima minoría rapaz, y que en la gran mayoría de países de la región se mantienen, dado que, aunque en el discurso se diga una cosa, por la vía de los hechos se hace todo lo contrario.
A lo largo de la historia en Latinoamérica las masas explotadas se han enfrentado a la más vil represión, al intervencionismo extranjero, a la imposición, a fraudes, golpes de estado, dictaduras y más, todo con el único fin de expoliar a nuestros pueblos. También hemos visto que los esfuerzos por reformar el capitalismo, que intentar hacerlo más humano es algo totalmente imposible, y que todos los discursos que van en ese camino no sirven más que para perpetuar las miserables condiciones en las que vive la mayoría de nuestros hermanos y hermanas en América Latina.
Los beneficios que trae aparejados una economía planificada son totalmente superiores a la anarquía capitalista que reina en cada uno de nuestros países y la única forma de poder llegar a eso es que en cada país las masas tomemos nuestro destino en nuestras propias manos. Nadie va a hacer nada por nosotros más que nosotros mismos, porque tenemos más en común nosotros como trabajadores, campesinos e indígenas de cualquier país de la región, que con algún cerdo capitalista en cada uno de nuestros países.
Desde la Corriente Marxista Internacional hacemos el llamado para sumarse a nuestras filas en los diversos países de Latinoamérica en los que nos encontramos, porque la organización en estos momentos se vuelve una necesidad. Ningún problema tiene salidas individuales, la pandemia también ha demostrado que la unidad de todos los explotados se vuelve algo cada vez imprescindible para enfrentarnos a la barbarie capitalista que tanto nos ahoga.