“Estamos, entonces, frente a dos posibles escenarios: o se aventuran a dar clases en línea hasta semáforo verde o se atreven a llamar a los estudiantes a las aulas. En el primer caso, sería menester recordar la situación en la que estábamos en marzo y abril, momento en el que se realizaron encuestas que arrojaron que una parte importante de la población estudiantil no podía adaptarse fácilmente a la situación de las clases en línea por motivos socioeconómicos, familiares, personales e incluso hasta geográficos. Por todo lo anterior, en este escenario podríamos estar previendo una gran oleada de bajas.”
Estas palabras las habíamos escrito nosotros mismos en septiembre del año pasado, pensando en un caso muy específico de la Universidad Nacional Autónoma de México. En aquel entonces, todavía estábamos en la antesala del primer semestre que la universidad llevaría a cabo totalmente en línea debido a las medidas de aislamiento que la pandemia nos obligó a tomar.
Desde ese momento, denunciamos la decisión de realizar el semestre y las clases en línea debido a su carácter antidemocrático y apresurado. No era factible realizar un semestre totalmente en línea durante una crisis sanitaria sin esperar un correspondiente aumento de las bajas estudiantiles cuando según sus propias encuestas de movilidad, el 20% de la población estudiantil, es decir, 72 mil estudiantes, no contaban con todas las condiciones óptimas para poder tener clases en esta modalidad.
Otros datos que se recogieron en la encuesta son el hecho de que solamente el 62% de los estudiantes matriculados en la universidad cuentan con acceso a internet en su casa. El 25% de ellos reporta no tener en su casa un espacio adecuado en el cual poder estudiar (lo que influye negativamente en la calidad de la preparación que el estudiante recibe). El 34% estableció no contar con una computadora y 18% es la proporción del estudiantado universitario que reportó si tener una Tablet en casa.
Rectoría de la UNAM estableció al principio del aislamiento que podrían colocar a disposición del estudiantado un total de 20 mil equipos electrónicos para que estos pudiesen llevar sus clases en línea. De por sí desde el principio esta cantidad no era suficiente para la totalidad de los estudiantes cuya estadía en la universidad se veía vulnerada. Sumado a eso está el hecho de que desde septiembre hasta la fecha solo se han entregado alrededor de 9 mil.
Los resultados lógicos están ahora a la vista. Hace poco se reveló que, al finalizar el semestre 2021-1 (transcurrido entre septiembre de 2020 y febrero de 2021), en la UNAM se habían dado 7,700 casos de suspensión de estudios, entre suspensiones temporales y definitivas. Esta cantidad representa un aumento de 229% respecto a la cantidad de estudios suspendidos en el mismo periodo entre 2019 y 2020.
Las facultades y escuelas donde se reportaron mayor número de bajas fueron en Ciencias Políticas y Sociales, Cuautitlán, Acatlán; y los planteles del Colegio de Ciencias y Humanidades, principalmente Oriente y Sur.
El caso del Instituto Politécnico Nacional resulta más inquietante y desesperanzador. Resulta que desde el fin del ciclo escolar 2019-2020 (misma época en la que inició el confinamiento) se han contabilizado 23,793 bajas. No hay ninguna institución educativa cuya población estudiantil se haya visto más afectada por las circunstancias.
De estas casi 24 mil bajas, 6,036 estudiaban en alguno de los Centros de Estudios Científicos y Tecnológicos (o “vocas”, como popularmente se les llama) y los otros 17,757 estaban matriculados en alguna de las escuelas superiores, unidades profesionales interdisciplinarias o escuelas nacionales.
La Escuela Superior de Comercio y Administración (ESCA) en sus dos sedes, Santo Tomás y Tepepan, tiene la mayor cantidad de deserciones, con más de 6,500. Le siguen la Escuela Superior de Ingeniería Química e Industrias Extractivas (ESIQIE) con 2,054 bajas y la UPIICSA, con 1,024.
La estrategia del IPN para llevar a cabo el semestre de manera virtual, no se diferencia realmente nada de la estrategia seguida por la UNAM. Ahí también se tomó la decisión de llevar a cabo todas las clases y todos los trámites a través de plataformas remotas, sin tomar en cuenta la situación de los estudiantes y la capacidad de estos de acceder a los medios tecnológicos necesarios, situación que, tal como comprobó la realidad, era la misma e inclusive un poco peor que la situación de los estudiantes de la UNAM.
Situación similar es la que ocurre en la UAM y en las universidades de provincia de otras partes del país, particularmente ilustrativo es el caso de la Universidad Veracruzana. La situación de la Universidad Veracruzana (UV) no es mejor que la de otras universidades de la República, desgraciadamente no hay datos concretos ni públicos a cerca de los índices de deserción actuales. Sin embargo, la Subsecretaría de Educación Media Superior y Superior de Veracruz registró en el periodo 2019-2020 un 70% de abandono escolar en el nivel superior, temporal y definitivo., Esto hablando de tiempos antes de la pandemia, donde la accesibilidad a la educación suponía ser mejor que en el confinamiento y la crisis económica.
Esto nos demuestra que, a pesar de la supuesta disponibilidad de apoyo a los estudiantes; la exigencia del pago de una excesiva cuota de patronato (promejoras), que se supone que sirve para apoyo del mantenimiento de las instalaciones y financiamiento de eventos, conferencias, etc., y un mínimo apoyo del Estado en el presupuesto de la universidad, son factores que desde hace años han propiciado los índices de deserción en la región. Muchos estudiantes no pueden permitirse pagar los costos de inscripción y las cuotas promejoras que impone la UV, convirtiéndose en parte del gran porcentaje de población que debe obligarse a truncar sus estudios debido a la cruel naturaleza del capitalismo y sus instituciones burguesas.
Aunque, como anteriormente se mencionó, no existen datos oficiales de la cantidad de bajas temporales o definitivas en la UV, nosotros como estudiantes hemos sido testigos de los estragos de la pandemia y la manera en cómo se maneja la situación en la universidad. Hemos visto como las afectaciones de salud mental, económicas y sociales van calando en nuestros compañeros, desgastándolos poco a poco o de inmediato dependiendo de su contexto y optando finalmente por abandonar los estudios.
Los más afectados en este caso son los estudiantes que trabajan y mantienen solos, puesto que, por la crisis y perdida tan grave de empleos, deberán dedicarse de lleno a sobrevivir en trabajos precarios, viéndose en la imposibilidad de culminar sus estudios. Lo peor e irónico de esta situación es que, además de lo duro que es tomar la decisión de dar de baja tu carrera por las presiones económicas, para tener derecho a dicho trámite primero se debe de pagar la inscripción de tu semestre (nada barata, por supuesto), y así después pagar tu baja, ya sea temporal o definitiva. Esto es una burla y un desinterés indignante por parte la universidad, la cual dice entender la situación de los estudiantes ante las dificultades de la pandemia.
Como estudiantes que hemos experimentado las injusticias y negligencias del sistema capitalista es muy importante tomar conciencia de lo que se vive en nuestro alrededor. De nada servirá quedarse callados esperando que los directivos muestren comprensión y empatía. Como la mayoría de las instituciones privadas y gubernamentales, ellos sólo sirven al capital y a los intereses de la burguesía, no hay nada que podamos hacer dentro de los estándares institucionales para hacer escuchar nuestra voz.
La única alternativa confiable que tenemos es la organización de todos nosotros, unidos en una sola voz que represente los intereses de los estudiantes de la clase trabajadora. Dejemos de depositar nuestra confianza y nuestro destino a personajes e instituciones que responden al amo del capital y que hacen oídos sordos a la crisis, negando cualquier iniciativa de movimiento independiente de sus intereses.