Las crisis forman parte de la vida del sistema capitalista, son resultado de la incapacidad de la sociedad burguesa para convertir las mercancías que ella misma produce en capital, algunos confunden esto con incapacidad de las masas para adquirir los productos que le son necesarios (subconsumo). En realidad, esto no explicaría las crisis cada vez más frecuentes y duraderas en países capitalistas avanzados.
Marx explicó que el capitalismo tiene su motor en la utilización del capital en la producción de mercancías con el único objeto de obtener un capital superior generando un proceso de reproducción ampliada o si preferimos digamos compuesta.
Al capitalista no le basta con producir exclusivamente lo que va a vender dado que si fuera así el ciclo se cerraría, no habría más ganancias, además no está sólo en el mercado, en cualquier momento un capitalista en expansión podría ocupar su parte del mercado con alguna innovación o un nuevo producto.
A esto añadamos que la inversión del capitalista en materia prima, tecnología, etc., va reduciendo el margen de valor añadido que le confiere el trabajo humano a la mercancía, esto es porque las materias primas, las máquinas, etc. sólo le transfieren valor al producto final, sólo el trabajo humano le puede otorgar a la mercancía un valor superior a la suma de los valores iniciales en la medida que el capitalista no paga lo que el obrero produce, solamente le paga el tiempo de trabajo que dedica a la producción.
Al capitalista la reducción de la tasa de beneficios lo obliga a buscar vender más para mantener e incluso aumentar su masa de beneficios, también puede intentar reducir el tiempo entre producción y consumo, de tal modo que para un periodo de tiempo haya más ciclos y más ganancias; otra forma es exportar, encontrando nuevos mercados en donde tal vez pueda encontrar una ganancia extraordinaria si el precio en estos nuevos mercados es superior a los precios de venta del lugar de origen. El mercado mundial también puede ofrecerle producir a costos más bajos, incluyendo la mano de obra, etc. Otro modo es eliminar a la competencia, sufriría un tiempo, pero si tiene reservas, puede vender debajo de los costos para hacer quebrar a los demás, a esto se le llama dumping.
La competencia lleva a la concentración y centralización de capitales con el fin de sacar ventajas en cuanto a reducción de costos, a control de precios de venta y por supuesto también de los salarios.
Si se forman grandes conglomerados estos pueden también establecer sus propias compañías de transporte y distribución de mercancías. No obstante, no puede haber un capitalista dominante que no se involucre en la banca, en el control del crédito. Como sabemos, es una regla de la actualidad que la creación de una empresa y la producción capitalista se realiza con dinero que se le debe a los bancos. De no ser por el crédito, ya sea en la forma de adelantos de una venta futura o de un crédito de los proveedores en la adquisición de insumos, el sistema colapsaría.
Y quién lo diría, los periodos de crisis son los escenarios para que se acelere esta concentración y centralización, el pez grande se come a muchos chicos y, por cierto, muchos peces grandes también colapsan.
Surge pues el mercado de capitales, la oferta de dinero que se hace desde particulares, pero también entre particulares y gobierno, la especulación y las apuestas a posibles negocios o ventas futuras que a su vez se convierten en objetos de compra y venta (mercado de valores).
Todo con el objeto de que las ganancias sigan creciendo porqué si no crecen todo el sistema colapsa.
La caída de la tasa de ganancia mueve al capitalismo a buscar mecanismos para contrarrestar sus efectos y lo pude hacer por un tiempo, hasta que el sistema se satura y cualquier pequeño problema puede generar un derrumbe.
En el escenario actual, ante la cada vez más notoria incapacidad del capitalismo para expandir el mercado en función de las necesidades de crecimiento económico, ha sido el crédito la tabla de salvación.
Un productor, digamos de celulares, pide un millón de pesos para producir 10,000 celulares, pero resulta que sus ventas sólo le permiten regresar al banco medio millón, si quiere seguir en el juego debe pedir otra vez prestado o entregar su empresa al banco (cosa que muchos hacen) o convertirse en tributario del banco, condenándose a aportar, de por vida, parte de sus ganancias al banco por intereses de deuda.
Mientras más grande es una empresa más está sujeta a este juego, incluso llega a suceder que la deuda de las empresas o los estados se puede comprar o vender y hay compañías que se dedican a calificar que tan confiable es comprar deuda de tal o cual empresa o país.
Uno de los efectos de la crisis es que el crédito se colapsa en la medida de que no existe la capacidad de recuperar no sólo lo que se prestó sino ni siquiera los intereses, esto puede darse en una rama de la economía y luego extenderse a todas. La especulación puede ser el mecanismo para generar un efecto de estampida o de sálvense quien pueda, tan común en nuestros tiempos; por ejemplo, cuando de forma masiva se retiran depósitos en un banco o se exigen pagos a un creedor.
El gran problema del Estado mexicano, para hacer frente a la crisis, es que se ha dedicado a preservar y proteger esta dinámica perversa en vez de buscar avanzar sobre nuevas bases.
Por supuesto que esto es lógico dado que el Estado mexicano ha sido patrocinador y conductor de la dinámica capitalista durante la mayor parte del siglo XX y lo que va del XXI.
El presupuesto
En el presupuesto del año 2021 que ha se ha enviado a la Secretaria de Hacienda se sostiene la visión de sostener, no de transformar el estado actual de cosas.
El documento parte de estimar que habrá una tendencia hacia la recuperación económica, arrastrada por el reinicio de actividades en los Estados Unidos, país en el que, a pesar de que la cifra de muertos se acerca a los 200 mil, hay una franca reapertura, de hecho, el documento estima un crecimiento de los Estados Unidos cercano al 4%.
Sobre esta base se propone un crecimiento real del 4.6%, hay que tomar en cuenta que este año se estima que la economía caerá un 8% respecto al 2019. Además, se estima una inflación del 3%, un tipo de cambio en torno a los 22 pesos por dólar, asimismo, se estima una tasa de interés interbancaria del 4%, el precio del petróleo se fija en 42 dólares y una producción petrolera de 1 857 millones de barriles diarios.
En cuanto a ingresos se propone un 3% inferior respecto al año que corre, algo así como 5 billones y medio de pesos (23% del PIB), especialmente debido a la reducción de la actividad económica y a la caída del precio del petróleo. En particular de la industria petrolera se estima un ingreso de casi un billón de pesos.
El presupuesto espera ingresos por impuestos inferiores en un 2.6% respecto del presente año. Esto supondrá un déficit que se cubrirá con un endeudamiento interno de 756 mil millones de pesos, esto es poco más del 3% del PIB.
Los egresos se estiman 6 billones 300 mil millones de pesos (25.2% del PIB), prácticamente lo mismo en términos reales que este 2020.
Del total de egresos, el 72% aproximadamente corresponde a gastos fijos: nómina, mantenimiento, pensiones, apoyos sociales de diversa índole, entre ellos se destaca el gasto en inversión que representa unos 830 mil millones de pesos, en cifras redondas un 3.5% del PIB. La cantidad si bien no es desdeñable no se compara con años como 1980 cuando representaba alrededor de 12% del PIB. Los proyectos de Dos Bocas, el Tren Maya y
Aeropuerto suponen poco más de cien mil millones de pesos. El gasto en los apoyos sociales estratégicos: adultos mayores, sembrando vida, construyendo el futuro y becas de bachillerato representa 230 mil millones de pesos, prácticamente 1% del PIB, si consideramos esto como una inversión llegaríamos a un 4.5% del PIB, algo muy lejano de los bueno tiempos del desarrollo estabilizador y al mismo tiempo muy parecido al gasto en inversión de los gobiernos llamados neoliberales.
Si revisamos los mayores incrementos por rubro encontramos que la mayoría no representa un esfuerzo en inversión productiva: turismo, Instituto Nacional Electoral, desarrollo agrario, Defensa Nacional, Cámara de diputados, salud, poder legislativo, IMSS, poder judicial, etc. De todos ellos sólo turismo y en parte salud y defensa nacional significan algo relacionado con creación de nueva infraestructura. Por el contrario, llama la atención la caída del 11% de presupuesto para la Comisión Federal de Electricidad, la reducción en Derecho Humanos del -13%, en el INEGI del -55% (al parecer las estadísticas no sirven para nada) y el miserable 0.3% de incremento en educación, precisamente cuando se necesita una inversión masiva en equipo tecnológico (equipos de cómputo y medios de comunicación) para maestros y alumnos.
Los docentes están al pie del cañón y los estudiantes hacen lo que pueden para seguir sus cursos pero, en medio de esta situación de emergencia, se les abandona para que le hagan como puedan. He aquí un ejemplo de nuestra afirmación de que la gestión económica del gobierno tiene lamentablemente muy pocas diferencias con respecto de los anteriores gobiernos llamados neoliberales.
En el contexto de contratos millonarios a las televisoras para que trasmitan clases, cuando se podría crear una poderosa red de televisión educativa, o cuando se anuncia que Black Rock será uno de los principales inversionistas del Tren Maya o que se planea un programa de inversiones del sector privado (Con Slim como principal beneficiario), en este contexto, tenemos que decir que el programa económico para el año que viene representa hambre para los trabajadores y pan para la burguesía.
El gobierno prevé un crecimiento para el próximo año, esto es posible en la medida de los que los avances anunciados en cuanto a una vacuna para el COVID-19 se materialicen, que se incremente el comercio con los Estados Unidos, además de veamos un incremento en el precio del petróleo como producto de la reactivación económica mundial y a la creciente demanda de bienes y servicios para recuperar lo que se perdió, pero nos preguntamos, si este escenario ideal se diera, ¿crecimiento para quién sería? ¿Nos seguiremos apretando el cinturón para que los megaricos acumulen más y más?
Ya son tres años de presupuestos del gobierno de AMLO pero aun no hemos visto ninguno que sea digno de llamarse de la cuarta trasnformación.