El 10 de junio de 1971, un episodio en la lucha estudiantil fue marcado con sangre, se le conoce como “El Halconazo” o “matanza del Jueves de Corpus”. La cifra oficial de muertos fue de 120 pero en realidad no se sabe cuántos murieron. Una movilización que salía del Casco de Santo Tomás, en la Ciudad de México, rumbo al zócalo fue dispersada por el grupo paramilitar llamado los halcones.
La lucha que los estudiantes en 1968 impulsaron contra el régimen priísta tuvo olas expansivas, tanto en la lucha sindical de los trabajadores como con los estudiantes en diferentes estados del país. Desde la matanza el 2 de octubre no hubo una movilización abierta de los estudiantes. Ya bajo el gobierno de Luis Echeverria, que en apariencia quería mostrar su gobierno como mediador y abierto a resolver los problemas del sector estudiantil, sus acciones mostraron lo contrario.
Los estudiantes organizados de la Universidad Autónoma de Nuevo León presentaron un proyecto de ley orgánica que proponía un gobierno paritario. El gobierno no estaba de acuerdo y comenzó una serie de recortes a la universidad, obligando al Consejo Universitario aprobar una ley que suprimía la autonomía de la UANL. Esto provocó una serie de protestas de los estudiantes en las calles de Nuevo León, quienes integraban el comité de estudiantes en la UANL e hicieron un llamado a los estudiantes de las diferentes universidades del país a solidarizarse. Ante esto los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional y la Universidad Nacional Autónoma de México, principalmente, respondieron a este llamado.
Jueves de Corpus
La movilización salió nutrida, era la primera manifestación en las calles desde la matanza de Tlatelolco. Había una cierta confianza en manifestarse, pero también muchas reservas para volcar a todos los estudiantes a las calles, el núcleo duro delos sectores organizados en los comités de lucha que surgieron después del 68 organizaron las movilizaciones y asistieron. Avanzada la movilización, las calles que desembocan en la Avenida de los Maestros, estaban copadas de granaderos y agentes policíacos, los cuales impidieron el paso a los estudiantes. Ahí es justo cuando aparecen los Halcones, un grupo de choque entrenado por la Dirección Federal de Seguridad y la CIA.
Los halcones era un grupo formado por militares y jóvenes reclutados en barrios marginados y violentos de la capital mexicana, explica Jacinto Rodríguez Munguía, estudioso de la historia de los aparatos de inteligencia de México. Originalmente el grupo nació para proteger instalaciones estratégicas de la capital, como la primera línea del metro inaugurada en 1969, sin embargo, poco a poco fue entrenado para confrontar y desmovilizar a los sectores organizados y en lucha.
La movilización fue dispersada a punta de balazos, caídos en las calles estudiantes y personas que se encontraban en el lugar, los halcones llegaron a los hospitales donde se encontraban los heridos y ahí los remataron. Esa era la intención asesinar a sangre fría a los estudiantes organizados.
Las prácticas del régimen priísta y el Estado mexicano para resolver los problemas en ese entonces no distinta de lo que vivimos en 2014 con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, la formación de los grupos paramilitares, grupos de choque que se mantenían en “secreto” o al margen de los cuerpos institucionales, como la clásica policía, eran utilizados para cometer los crímenes y torturas y así el Estado poder deslindarse de los hechos.
La matanza del jueves de corpus dejaba en claro que el nuevo gobierno tenía la misma política de diálogo que la de Díaz Ordaz y justo tras este hecho comienza lo que en México se conoce como “guerra sucia” una política de persecución, desaparición, tortura y encarcelamiento a todo estudiante o sector organizado. Fue la década de los 70 y mediados de los 80 en que tuvo cabida la guerra sucia. Tras el 10 de junio, un sector de los estudiantes y egresados optaron por la lucha armada, la guerrilla urbana, y aunque hubo algunas acciones “heroicas” terminaron por aislarse y dejar de lado los métodos de organización de la clase trabajadora.
Este 10 de junio del 2021 se cumplen 50 años del halconazo y las nuevas generaciones en lucha estamos dando la batalla bajo el marco de una pandemia y crisis a nivel internacional, un periodo donde la gente está sacando conclusiones y donde es necesario reivindicar la memoria de la lucha estudiantil, no por un aspecto sentimental sino político. La organización estudiantil no es un juego de niños, para el estado somos una amenaza latente, por eso nos criminaliza, nos desaparece y asesinan.
Hoy más que nunca necesitamos organizarnos y combatir este sistema de opresión y miseria, levantar las banderas de una educación pública y gratuita, vacunación contra el COVID-19 antes de regresar a clases para todos los estudiantes, solidarizarnos con los sectores en lucha y unirnos con los trabajadores ahora que han salido a las calles para mejorar sus condiciones de vida.
¡10 de junio, no se olvida, es de lucha combativa!
¡Ni perdón ni olvido, castigo a los asesinos!