Escrito por: Michel Vega
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es una universidad pública mexicana con extenso trabajo académico. En 2012 y 2017 fue reconocida como una de las mejores 100 universidades del mundo. Es una universidad con gran actividad académica, tecnológica, artística y de violencia.
De acuerdo con cifras de la propia institución, en 2017, 300 personas de las cuales el 96.6% son mujeres, reportaron haber sido víctimas de acoso sexual en el interior de su cotidianidad escolar. Aunado a esto, se han presentado 36 muertes de personas en los distintos campus, de esos fallecimientos, los más recientes ocurrieron en poco más de un año. En algunos casos las investigaciones del ministerio público se quedan en la sospecha y especulación de que se traten de asesinatos.
Como en la situación de la Ciudad de México –sino es que en todo el país- éstos actos junto con las desapariciones son consecuencia de un contexto porril, narcomenudista e indiferente. Las mafias están dentro de la universidad, tienen áreas designadas para ejercer la compra-venta de drogas; incluso tienen salones en donde despachan y es absolutamente ingenuo creer que cada profesor, director y/o autoridades en general no sepan de esto. Lo saben, saben quién trafica porque con la ayuda de su tan inteligente tecnología (ya mencionada), se desarrolla un sistema de observación continuo y tan es así, que optan por establecer pactos de no agresión ante la imposibilidad de superarlas.
La situación en la UNAM –y demás universidades- son espejismos a (son reflejos de) la realidad en el país. Una característica básica, es que las autoridades de la universidad se han preocupado más por otro tipo de cuestiones que no son precisamente el cuidado de su comunidad, atender sus necesidades y procurar seguridad en donde pasan continuamente los y las estudiantes.
A cambio, los intereses de estas autoridades están en los gastos superfluos y convenientes en beneficio del director y funcionarios en turno.
Las autoridades en la máxima casa de estudios declaran que el narcomenudeo no es nuevo ahí dentro pero que el problema es que ya se ha diversificado en todas las facultades; lo cual habla de una gran incompetencia, conformidad e indiferencia de las mismas, pues de haber detenido a tiempo el tráfico de drogas y la violencia, no habría llegado a los niveles actuales. No pudiendo escapar de tan evidente “error”, la universidad presentó apenas una denuncia únicamente por venta de drogas en sus instalaciones.
La UNAM reconoce oficialmente que 35 personas murieron en sus instalaciones entre 2006 y ha aumentado hacia 2018. Hay específicamente dos casos en los que la universidad se ha apresurado a decir que fueron suicidios:
- Víctor Manuel Orihuela Rojas, estudiante de la Facultad de Odontología, quien “cayó” de varios pisos en la Facultad de Filosofía y Letras.
- Lesvy Berlín Osorio, encontrada en una cabina telefónica (ahora ya estipulado feminicidio por parte de su ex pareja).
Ciertamente, Ciudad Universitaria no es sólo dentro de las aulas y sus cercanos alrededores, ha habido casos de asesinatos fuera de las instalaciones y la Universidad no los toma en cuenta.
Como parte de las agresiones, 300 se han presentado como ataques sexuales dentro de la escuela, la mayoría hacia las mujeres. La violencia sexual y de género se imparte desde la oficina principal hasta la última aula de clases de las alumnas. Se cree que por pedir apuntes y tareas a los compañeros ya se quiere “todo” con ellos, se cree que el medio de comunicación entre el docente y una calificación aprobatoria, es el cuerpo de las estudiantes.
Lo “curioso” es que, ante la obvia cosificación de la mujer y la normalización de la violencia, pocas personas lo toman como motivo suficiente y válido para protestar. Ante las insatisfactorias respuestas institucionales, las medidas a las que han recurrido los y las alumnas han sido las marchas internas y externas, tendederos exhibiendo casos de violencia y acusaciones en redes sociales, sin embargo, estas denuncias no producen un efecto como se desearía ante la justicia.
Como medida para frenar la violencia y el narcomenudeo, se comenzaron a pegar carteles, pequeños espectaculares en todas las facultades y preparatorias de la UNAM con leyendas referidas a no acceder a los ofrecimientos de droga, acción que fue criticado y juzgada por los estudiantes pues lo consideraron incompetente y es que las medidas que se sigan decidiendo sin consultar y sin dialogar con el estudiantado, fracasará inevitablemente.
Es verdad que una institución como lo es la UNAM, va mucho más allá de estadísticas violentas, habiendo tantos logros y reconocimientos mundiales, incluso premios Nobel. Por supuesto que éstos méritos no los ha ganado a nombre del narcomenudeo ni a nombre de feminicidios, homicidios e impunidades dentro de ella. Grandes profesionistas egresan de las distintas facultades con honores, pero hay quienes ya no pudieron hacerlo, estudiantes que quizá pudieron haber aportado grandes cosas al país y no sólo un número más a las estadísticas de violencia en su Universidad.
Nadie está en contra de reconocer dichos logros académicos propios de la UNAM, pero dejar como segundo o último término a la violencia ejercida, sólo opacarán éstos méritos. Además de que la integridad de los estudiantes en la máxima casa de estudios debería ser primordial en las políticas de la escuela y de los directivos.