Por Ninnette Torres y David García
El terremoto del pasado 19 de septiembre no sólo sacudió el centro de México, también removió el sedimento solidario que existe en las profundidades del pueblo. Increíble la labor de los voluntarios, sobre todo los «topos» que son la representación más inspiradora de la solidaridad y organización popular generada desde el terremoto de hace 32 años.
Los medios de comunicación tienden a sobreponer a esas muestras desinteresadas del pueblo el papel de soldados, marinos y policías federales con el objetivo de apuntalar a un gobierno desacreditado y rebasado. No negamos que los soldados son pueblo uniformado e incluso muchos soldados están haciendo su trabajo de forma honesta y desinteresada. Pero hay que reconocer que por sus funciones clasistas el Estado es incapaz de enfrentar esta situación aunque sólo sea porque es un aparato en cuyo ADN no está el rescate del pueblo, aunque sólo sea porque es un aparato que sólo representa e involucra a una minoría de personas que no podrían –aunque quisieran- atender la magnitud del desastre.
En el “Multifamiliar Tlalpan” -una vieja unidad habitacional construida en los 50s-, por ejemplo, pudimos calcular unos cien voluntarios por cada soldado. Miles de personas se volcaron a este punto, armados con cascos, picos y palas. Sobre todo jóvenes que formaban colas inmensas para relevar a otros voluntarios, mientras otras personas -mucha gente mayor- ofrecía alimentos, bebidas, cubrebocas. Vimos una solidaridad conmovedora e inspiradora. Los soldados controlaban los accesos y el ingreso del voluntariado pero solos no son nada. Los puños cerrados y en alto se han incorporado a nuestro lenguaje cotidiano y cada que con ellos se impone el silencio se transmite una esperanza de vida que hace un nudo en la garganta.
La gente de a pie dona incluso lo que no tiene mientras grandes consorcios como Walmart y Home Depot no han apoyado en nada digno de mención. En Coapa hay muchos centros comerciales llenos de herramientas que los rescatistas necesitan, llenos de medicinas que se solicitan. Pero ninguna de estas empresas ha ofrecido ni la décima parte del apoyo solidario que los vecinos y del pueblo en general han brindado con sus propios medios.
En Coapa desde el mismo momento del terremoto no ha dejado de fluir el apoyo aún cuando los supermercados y tiendas permanecen cerradas, los ríos de gente con víveres y herramientas se observan sobre Miramontes, Tlalpan y Taxqueña. En esta colonia se encuentra también la escuela colapsada “Colegio Rébsamen” donde vimos una montaña de botellas de agua, medicamentos y alimentos enlatados donados por la comunidad. A los voluntarios, como en otros lugares siniestrados, los soldados les impiden el libre acceso. Esto quizá no fuera del todo malo pues los heroicos “topos” requieren silencio y no se les ayuda estorbando pero es difícil por ahora saber hasta qué punto este control logístico es del todo necesario.
Los medios masivos, en su afán comercial de inflar su rating, dieron una cobertura desmedida a este colegio privado descuidando lugares más humildes como los pueblos de Xochimilco o la fábrica colapsada en la Colonia Obrera. En contraste, la solidaridad popular no discriminó posición social y de igual manera que en el multifamiliar, miles de personas se presentaron a este colegio de Coapa. Pero la cobertura de Televisa sí que tuvo un claro sesgo clasista al focalizar el 90% de su tiempo en este lugar.
Televisa llegó tan lejos en su “reality Show” que Incluso inventaron la existencia de una niña llamada Frida Sofía que resultó que no existió jamás. Todo con tal de lucrar con la tragedia. A Televisa se le ha dado un acceso preferencial con toma panorámica. En este operativo de Estado el acuerdo es claro: El ejército, quien controla los accesos, permite que Televisa transmita el desastre y ésta exagera el papel de instituciones podridas. Para eso los altos mandos y Televisa inventaron a Frida Sofía.
Lo que no dicen los medios es que el peso fundamental del rescate está cayendo sobre cientos de miles de personas, lo que demuestra que sólo el pueblo puede salvar al pueblo y que es la organización popular la única forma de superar esta situación. El Estado y sus instituciones no son necesarias, el pueblo puede reconstruir la sociedad desde sus cimientos.