Por: Dersu Heri
La huelga de mujeres del 14 de junio adquirió un carácter verdaderamente masivo en muchas ciudades. ¿Cómo ocurrió? ¿Y qué conclusiones podemos sacar de la mayor movilización de Suiza en muchos años?
El viernes pasado, más de 500.000 personas salieron a las calles en todo el país. Este enorme movimiento de masas superó las últimas grandes movilizaciones contra la guerra de Irak en 2003, y también la histórica huelga de mujeres del 14 de junio de 1991. En muchas ciudades, fue la mayor manifestación de los últimos 50 años. El entusiasmo y la voluntad de luchar se sintieron claramente en todas partes.
Actualmente se está despertando una verdadera ola de conciencia política, al menos entre los jóvenes. En la primavera, las huelgas sobre el cambio climático sacaron a la calle a decenas de miles de personas en varias ocasiones. Esto representa un extraordinario período de movilización para Suiza. Y confirma la perspectiva marxista de los últimos años. Como ya analizamos en nuestro documento de perspectivas, no debe cegarnos la calma superficial. Incluso en Suiza, debajo de la situación estable en la superficie, la frustración se acumula sobre las condiciones existentes. Esta frustración no ha encontrado una salida… hasta hace poco.
En los últimos años, hemos visto un aumento mundial de las luchas contra la opresión de las mujeres y en defensa del medio ambiente. Los movimientos en Suiza no son una coincidencia, ni una peculiaridad suiza. Son parte de un desarrollo internacional, cuyos orígenes se pueden encontrar en la crisis orgánica del capitalismo. Y esta crisis golpea particularmente fuerte a las mujeres de todo el mundo. El sistema capitalista está exponiendo cada vez más su incapacidad para permitir que los jóvenes y los trabajadores vivan una vida libre de opresión.
Mujeres en la Suiza reaccionaria
Hay innumerables razones para que las mujeres en Suiza hayan participado en la huelga. Empezando con la enorme doble carga que enfrentan. Las madres con niños pequeños realizan hasta 46 horas de trabajo doméstico no remunerado por semana. En un 5 por ciento de los hogares solamente el hombre hace la mayor parte del trabajo doméstico. Además, el 80 por ciento de estas mujeres tienen un trabajo asalariado.
Esta pesada doble carga es posible gracias a una peculiaridad suiza: el trabajo a tiempo parcial. El 60 por ciento de las mujeres trabajan a tiempo parcial, el segundo porcentaje más alto del mundo. Sin embargo, por esta «oportunidad», se espera que las mujeres acepten agradecidas las malas condiciones de trabajo que este sistema ofrece.
La posición de las mujeres en la familia y en la sociedad está cimentada por una alta desigualdad salarial de casi el 20 por ciento. Las familias tienden a confiar a las mujeres las tareas domésticas y, eventualmente, el trabajo a tiempo parcial. De promedio, el salario de las mujeres que trabajan a tiempo parcial representa sólo el 24 por ciento de los ingresos familiares. Esto significa que las mujeres son materialmente dependientes de los hombres. Esta dependencia es un elemento importante de la opresión de las mujeres, en todas sus desagradables facetas.
La opresión de la mujer penetra en todos los ámbitos sociales. El 31 por ciento de las mujeres en Suiza han sido acosadas al menos una vez en su puesto de trabajo. El 63 por ciento de las mujeres afirman haber sido acosadas en público durante los últimos 12 meses. En términos de violencia doméstica contra las mujeres, se registró un aumento del 12 por ciento entre 2012 y 2016.
La profunda opresión de las mujeres en Suiza no cae del cielo. Es el resultado, y al mismo tiempo un estabilizador, del gran capitalismo suizo reaccionario. El sufragio de las mujeres no se introdujo hasta 1971. Hasta 1992, la violación en el matrimonio no se consideraba legalmente como tal y sólo desde 2004 se trata de un delito penal, que debe ser procesado por las autoridades incluso si la víctima no presenta cargos.
Otro factor decisivo es el pobremente desarrollado estado de bienestar en Suiza. Es el segundo y último país en Europa occidental y septentrional en términos de apoyo económico para las familias. En Suiza, el cuidado de los ancianos y las personas con discapacidad también es responsabilidad de los hogares (y, por lo tanto, está principalmente atendido por mujeres). Mientras que en los países de la OCDE, de media, el 85 por ciento de la atención a largo plazo es financiada o subsidiada por el Estado, en Suiza esta proporción es inferior al 40 por ciento. El número de guarderías cubre sólo al 11 por ciento de los niños en Suiza. Y, finalmente, no existe la baja legal por paternidad, y las 14 semanas de baja por maternidad para las mujeres son de por sí increíblemente cortas.
Esto muestra claramente que el capitalismo tiene cada vez menos que ofrecer a las mujeres trabajadoras (y los hombres). Más y más personas están tomando conciencia de ello y están dispuestas a luchar contra ello. Esta debería ser una de las ideas más importantes para todas las organizaciones de izquierda que han participado en la enorme movilización del 14 de junio.
Sin embargo, los principales partidos, y especialmente los sindicatos, se están quedando muy por detrás de estos desarrollos en la conciencia de los trabajadores y los jóvenes. Los sindicatos siempre han tenido poca representación entre las mujeres trabajadoras. Esto se refleja en el bajo número de afiliación sindical en ocupaciones típicas de mujeres. En los sectores de educación y crianza de niños, el 6 por ciento de los trabajadores están sindicalizados, en la atención médica es del 3 por ciento y en el sector de la limpieza se alcanza el 6 por ciento. El bajo nivel de sindicalización significa que las mujeres apenas han podido participar en luchas organizadas por mejores condiciones. Por lo tanto, los sindicatos tienen una gran responsabilidad por el débil Estado del bienestar y las malas condiciones de vida de las mujeres en Suiza.
El papel de los organizadores
La huelga de mujeres no se originó a través de las organizaciones de masas, sino por algunas destacadas mujeres sindicalistas y activistas feministas. La idea se lanzó después de la gigantesca huelga de mujeres del 8 de marzo de 2018 en España, donde 6 millones de personas salieron a la calle. La fecha elegida para la huelga de mujeres suizas fue el 14 de junio, aniversario de la histórica huelga de mujeres de 1991.
También en ese momento participaron medio millón de personas. La atención se centró en la «ley de igualdad». Se había incluido en la constitución en 1981, pero había permanecido como una promesa vacía. La huelga de mujeres de 1991 fue, como la de hoy, una manifestación masiva contra las condiciones atrasadas en Suiza. El movimiento de huelga de mujeres de 1991 fue rápidamente sustituido por la política parlamentaria y medidas simbólicas, es decir, por la idea de que es suficiente con elegir mujeres en el gobierno y reemplazar las movilizaciones en las calles –idea que hemos analizado en detalle en una serie de artículos. El hecho de que la situación de las mujeres en Suiza no haya mejorado realmente en los últimos 28 años es suficiente para demostrar el fracaso de estas políticas.
Pero esta importante lección no se ha aprendido. Incluso hoy, es parte de la estrategia consciente de los sindicatos para compensar su falta de influencia entre las trabajadoras a través de acciones y campañas simbólicas. Hasta cierto punto, esto también incluye el proyecto de una huelga de mujeres. Los sindicatos creyeron que el simple anuncio de la huelga les ahorraría el arduo pero necesario trabajo a largo plazo para convertirse en referente dentro de los sectores de mujeres.
El enorme entusiasmo del viernes pasado muestra claramente la enorme fuerza que puede desencadenar la lucha contra la opresión de las mujeres. Sin embargo, es decepcionante que los preparativos para este día de lucha no se hayan utilizado para construir una base sindical a largo plazo. Al final, el 14 de junio se organizó como un único día de acción aislado.
Simbolismo
El 14 de junio de 2019, se demostró en Suiza que hay ganas para luchar por mejores condiciones de vida. Sin embargo, fue imposible para la gran mayoría de los trabajadores en Suiza secundar la huelga. Al carecer de organización, no podían demostrar el verdadero equilibrio de poder en la empresa. Cientos de miles de trabajadores dispuestos a luchar «sólo» podían participar en las manifestaciones masivas. La responsabilidad de esto recae enteramente en los sindicatos.
Los sindicatos ni siquiera intentaron convertir el 14 de junio en un verdadero día de huelga. Desde el principio, se movilizaron exclusivamente para un día de acción, con manifestaciones al final del día, así como algunas pequeñas acciones simbólicas como una segunda pausa para el café a las 11 de la mañana.
Los sindicatos explicaron su falta de iniciativa con dos excusas. Por un lado, según los sindicatos y los organizadores de la huelga de mujeres, la gente en Suiza «no está lista para una huelga», explicando que la falta de una tradición de huelgas en Suiza jugó un papel importante. Simplemente hacen la vista gorda al hecho de que es exactamente su tarea construir una tradición de huelga y así preparar a los trabajadores para ella.
Las masas del 14 de junio indicaron claramente que quieren luchar. La fuerza que adquirió la movilización fue enorme. Decir que los trabajadores no están listos es una enorme subestimación. La falta de confianza en el poder de la clase obrera es una característica crucial de los reformistas.
La segunda excusa para no convocar huelga entre los trabajadores es una gran confusión con respecto a la huelga como un arma de combate. Según las organizadoras feministas, el «concepto de huelga debe extenderse», ya que la opresión de las mujeres no sólo tiene lugar en el lugar de trabajo. “La huelga es múltiple» fue su lema. Esto significa que las huelgas pueden tener lugar en todas partes y todos pueden ponerse en huelga. En particular, una huelga doméstica es tan efectiva para la liberación de las mujeres como cualquier otra huelga, dicen. El objetivo es «hacer visible» la precaria situación de las mujeres. Por lo tanto, los organizadores también consideraron toda acción como una huelga que «envía una señal».
La huelga es el arma más efectiva de la clase obrera
Debemos llamar a esta política lo que es: reformismo, es decir, un obstáculo activo para el desarrollo futuro de las luchas. Con el enfoque en «hacer visible», se supone que simplemente tenemos que mostrar cuán precaria es la situación de las mujeres. Una vez hecho esto, la situación cambiará. Sin embargo, ignoran la cuestión de quién constituye la fuerza activa que cambia la sociedad. Al final, el cambio se traslada a otra autoridad, en realidad al Estado burgués. Y así, a aquellos gobiernos y parlamentos que durante décadas sólo han aprobado medidas de empeoramientos y austeridad. En otras palabras: ¡»Hacer visible» es una excusa!
Los marxistas defendemos el principio de que la clase obrera solo puede liberarse por ella misma. Lo mismo se aplica a la opresión de las mujeres. En este sistema inhumano, la situación cotidiana de las mujeres se vuelve cada vez más difícil. Para las mujeres trabajadoras, su propia situación no sólo es «visible», sino incluso físicamente insoportable. Pero nada cambiará hasta que juntos, trabajadores y trabajadoras, luchen contra estas condiciones.
Al final, surge la pregunta sobre qué práctica política realmente mejora la vida de las trabajadoras. ¿Estamos satisfechos con el simbolismo y la instrumentalización del movimiento por parte de políticos reformistas, quienes al final se venden por un compromiso hipócrita en el parlamento, que presentarán como una gran victoria para el movimiento? ¿O nos enfrentamos a la realidad y aceptamos que, en el período actual, sólo las luchas duras y reales traerán mejoras verdaderas?
Es un hecho que el lugar de trabajo es el lugar más efectivo para que las mujeres se organicen contra la opresión y el capitalismo. Casi el 80 por ciento de las mujeres en Suiza realizan trabajos asalariados. Esto significa que las mujeres se concentran en los lugares de trabajo, lo que hace que la organización sea mucho más fácil en ese contexto. Organizar a las mujeres en los hogares, es decir, una «huelga de trabajo doméstico», es mucho más difícil e ineficiente. Nos enfrentamos a 3,7 millones de hogares aislados. Y, sobre todo, al organizarnos en el lugar de trabajo, estamos atacando directamente a los capitalistas, que se benefician de varias maneras de la opresión de las mujeres.
Lavado violeta
Por lo tanto, hubo una clara contradicción entre las políticas que son objetivamente necesarias para combatir la opresión de las mujeres y la forma en que se organizó el 14 de junio. Esto también explica la reacción contradictoria de la burguesía suiza ante la huelga de las mujeres. Los estratos más conscientes de la clase dominante siempre han estado orgullosos de que casi no hay huelgas en Suiza, y querían defender este «logro». Magdalena Martullo-Blocher, diputada de derecha, multimillonaria e hija de Christoph Blocher, líder histórico del conservador Partido de los Pueblos, amenazó a sus miles de empleados con el despido si realmente se declaraban en huelga el 14 de junio. Lo mismo sucedió con otras compañías, como la aerolínea suiza.
Pero la mayoría de los empresarios y políticos burgueses adoptaron una postura de menor confrontación. Eran conscientes de que en realidad no había peligro de huelga laboral. Ofrecieron públicamente a aquellas mujeres que lo desearan la oportunidad de tomarse un día libre o establecer horarios de trabajo flexibles. Al hacerlo, intentaron presentarse como «empleadores progresistas». No obstante, todos se aseguraron de señalar que se debería respetar la prohibición de facto de las huelgas en Suiza. El tono fue similar en los medios de comunicación burgueses.
En varios artículos y presentaciones, nos hemos opuesto claramente a estas y otras formas similares de «feminismo burgués». Pero también debemos dejar claro que este comportamiento supuestamente benevolente de los empresarios sólo fue posible porque no se sintieron realmente amenazados. Dado que no se había preparado una jornada de paro laboral sobre una base de clase clara, los capitalistas suizos no se sintieron amenazados en ningún momento por una huelga real y, por lo tanto, apenas tuvieron que exponer su verdadera faceta reaccionaria. Por ejemplo, los capitalistas más grandes del mundo, como Credit Suisse, afirmaron que querían permitir que todos los empleados participasen «en apoyo al espíritu de la huelga de las mujeres». ¡La interpretación trivial de la burguesía de la lucha contra la opresión de las mujeres es sólo un reflejo de los métodos inofensivos de los principales organizadores de la huelga de mujeres!
Una vez más, la participación masiva del 14 de junio ha demostrado que los sindicatos y los organizadores están claramente rezagados con respecto a la conciencia de las masas. Las demandas de los comités organizadores y los sindicatos brillaron por su ausencia en las manifestaciones masivas. El hecho de que las masas estén comenzando a ignorar la pasividad de los organizadores es un desarrollo muy positivo.
Pero el 14 de junio también estuvo marcado por una gran falta de perspectiva. Esto es una consecuencia directa de la forma en que se organizó la huelga de mujeres, es decir, como un día de acción único y aislado. Ni una sola organización, aparte de la tendencia marxista, Der Funke, planteó la cuestión fundamental de cómo continuar la lucha. Las masas han demostrado su dedicación en la lucha contra la opresión de las mujeres. Son plenamente conscientes de que el sexismo y las condiciones de vida precarias no pueden superarse en un solo día. ¡Los trabajadores y trabajadoras en Suiza están buscando respuestas!
La magia del 14 de junio
La falta de una base sindical sólida no impidió que el 14 de junio se convirtiera en el mayor día de movilización en Suiza en décadas. Aunque no fue una huelga real, sí hubo algunas huelgas combativas. Las guarderías de Ginebra y Zurich estuvieron a la vanguardia de la lucha. El personal se organizó en su puesto de trabajo (la mayoría por primera vez) y decidió ponerse realmente en huelga el 14 de junio. Debido a la gran proporción de mujeres en el personal, los pocos hombres no podían mantener las guarderías solos. Así que la mayoría de las guarderías cerraron (más temprano) ese día. En todas partes del país, incluso en pequeñas ciudades y pueblos, se llevaron a cabo pausas prolongadas y picnics en los vecindarios.
Pero las manifestaciones en la tarde superaron todas las expectativas. De todos los puntos acudieron multitud de personas al lugar de las manifestaciones. A las 15:24, muchas mujeres (y hombres) se fueron del trabajo, en el momento simbólico que representó el momento después del cual las mujeres no recibirían un salario, debido a la brecha salarial del 20 por ciento.
El ambiente en las manifestaciones fue de una enorme solidaridad y muy conmovedor. Un gran grupo de mujeres musulmanas de Ginebra, que se habían organizado en su comunidad para la manifestación, fue particularmente electrizante. Corearon: «Queremos hacer un buen trabajo, queremos obtener un buen salario por ello, ¡y que dejen en paz a nuestros velos!» Una gran cantidad de jóvenes estudiantes se pusieron en huelga. Odian el sexismo, odian el sistema, quieren luchar contra ambos. La mayoría ya había participado en las manifestaciones sobre el cambio climático. ¡Por primera vez en décadas, toda una generación de jóvenes en Suiza está teniendo experiencias reales de lucha en diferentes movimientos! También quedó claro que el feminismo pequeñoburgués no encontró ningún fundamento en estas masas. Los hombres fueron bienvenidos en todas partes en solidaridad, la necesidad de luchar juntos era obvia.
Huelga de mujeres 2019 – ¿Cómo seguir luchando?
La participación de diferentes estratos de la población subraya el carácter masivo de estas protestas. A primera vista, la enorme lista de discriminaciones que se denunciaron y las numerosas demandas planteadas forman una imagen difusa. Sin embargo, los contornos reflejan claramente las experiencias compartidas de discriminación de las trabajadoras y cómo la opresión de las mujeres penetra profundamente en la vida cotidiana. La conclusión es evidente: el carácter sistémico de la opresión de las mujeres no es de ninguna manera una cuestión puramente teórica; Es una realidad cotidiana para millones de mujeres en Suiza. La solución a todas estas diferentes demandas radica en superar el capitalismo ¡Y sólo la clase obrera tiene el poder de derribar este sistema!
En el período de crisis actual, incluso las reformas pequeñas sólo pueden lograrse con métodos revolucionarios. ¡Esto significa la organización de huelgas y protestas contra la clase capitalista! El programa revolucionario, por lo tanto, no es una estrategia viable entre otras, sino la única continuación consistente de las demandas del movimiento de huelga de mujeres.
Con esta confianza en nuestras ideas y en la clase trabajadora intervinieron el 14 de junio los miembros de la sección suiza de la CMI. La edición actual de nuestro periódico se agotó incluso antes de que terminaran las manifestaciones. En él, explicamos que las luchas de las mujeres y por el medio ambiente deben estar unidas en la lucha contra el capitalismo. Los 500 ejemplares de nuestro folleto «Huelga de mujeres 2019 – ¿Cómo continuar la lucha?» también se agotaron rápidamente. A lo largo del día, defendimos nuestra demanda por la socialización del trabajo doméstico: guarderías gratuitas para todos, lavanderías y restaurantes públicos en barrios y puestos de trabajo. La demanda aborda numerosos problemas que las familias trabajadoras, y especialmente las mujeres, experimentan en Suiza a diario. La socialización del trabajo doméstico sería un hito en la emancipación de la mujer. Pero simplemente no es posible bajo el capitalismo. ¡Por eso también la lucha revolucionaria es una necesidad!
El 14 de junio de 2019 podría ser un punto de inflexión en la lucha de clases en Suiza. Cientos de miles de trabajadores y jóvenes experimentaron su primera lucha de masas, que sin duda tendrá una gran influencia en su conciencia. Sintieron el poder de las masas y la solidaridad de clase y reconocieron que la opresión de las mujeres no se puede combatir individualmente. Esto no les llevará automáticamente a conclusiones revolucionarias, pero tendrá un efecto duradero en su conciencia.
La actual ola de politización sobre el cambio climático y las huelgas de mujeres representa una ruptura con el bajo nivel de luchas en Suiza. Esto confirma nuestra perspectiva de que, incluso en un país aparentemente tranquilo, encontramos turbulencias debajo de la superficie; y que la juventud y los estratos más oprimidos se están radicalizando. El hecho de que este descontento con el sistema existente y sus numerosas formas de opresión aún no haya encontrado expresión política es sólo porque las organizaciones de masas de la clase trabajadora son incapaces de expresar este descontento.
La movilización masiva del 14 de junio demuestra que el potencial de las ideas marxistas es enorme. Debemos prepararnos para nuevas oleadas de radicalización, porque el sistema capitalista en crisis es incapaz de mejorar las condiciones de vida de las personas. Der Funke, la sección suiza de las CMI, está haciendo todo lo posible para llevar el programa revolucionario que se necesita con urgencia al movimiento y así armar a la clase trabajadora para las próximas luchas.
O como lo expresó una joven compañera:
«Solo recuerda por un momento el 14 de junio, entonces sabrás de inmediato por qué vale la pena y la necesidad de luchar día a día por la clase obrera y la revolución».