Estas palabras parecen haberse pronunciado en este mismo año, pues explican a la perfección la situación, no solo de Europa, sino de todo el mundo. Por donde sea que volteemos a ver la realidad nos muestra guerras, genocidios, pandemias, desastres naturales, crisis económicas y demás horrores. Hoy toda esa basura del “fin de la historia” no puede ser sostenida por nadie que tenga un mínimo de dignidad. El capitalismo no logró ser el sistema final, la cúspide del desarrollo humano, todo lo contrario, trajo de regreso las guerras, la militarización, las crisis médicas, los genocidios, el proteccionismo y, con ello, la miseria de la inmensa mayoría de la humanidad. Todo aquel que diga que el capitalismo es el mejor sistema que hemos tenido es o porque no quiere abrir los ojos para ver el horror sin fin, o es porque se beneficia de dicho horror.
Pero en nuestro país la cosa parece mostrarse diferente, en apariencia tenemos un contexto de democracia, de estabilidad económica y política, así como una relativa paz (cosa fácil de lograr cuando se comete abiertamente un genocidio contra todo un pueblo sin vergüenza alguna). Podemos salir y observar que la gente lleva sus días con relativa normalidad, con sus trabajos o estudios. No parece haber ese ambiente revolucionario prometedor. Pero esto no es más que la costra del sistema, su manto externo, sobre el cual se cubre la realidad. Las aguas tranquilas son las más peligrosas y ese es el caso de nuestro país.
Si arrancamos ese velo apaciguado y dejamos al desnudo el contexto nacional podremos ver que por todos lados empieza a germinar el espíritu revolucionario, con los trabajadores que comienzan a luchar por las cuarenta horas laborales, con las mujeres hartas de los feminicidios y la violencia, con los jóvenes precarizados y desplazados por la especulación inmobiliaria, con los profesores cansados de los ataques a la educación pública, con los normalistas que no solo han soportado diez años sin justicia sino que observan cómo sigue y se profundiza la militarización. A su vez, las clases dominantes y sus administradores, el gobierno de la “4T”, se han adentrado en un callejón sin salida del que no podrán escapar. Sus medidas reformistas y del supuesto “humanismo mexicano” no lograrán solucionar en absoluto nada. Contando con el ejecutivo, con ambas cámaras del congreso, y ahora con el judicial, el gobierno podría hacer pasar cualquier reforma que le apetezca, y algo tan sencillo y fácil como la reforma laboral para la reducción de la jornada laboral a 40 horas lo han mandado al congelador. ¿Cómo se puede explicar esto? ¿Qué acaso no era que por el bien de todos primero los pobres? La respuesta se hace totalmente clara cuando vemos la frase completa, si, primero los pobres, siempre y cuando no afecta a los más ricos, siempre y cuando el dinero salga del Estado y no de los empresarios. El límite del gobierno es fijado no por las leyes o los jueces como lo querían hacer ver, sino por la clase dominante, por los empresarios y multimillonarios que no están dispuestos a dar ni un centavo más.
Si algo tan sencillo como la reducción de la jornada laboral no lo harán, que podemos esperar de una reforma al sector inmobiliario que pueda garantizar vivienda a las generaciones actuales y venideras. Qué podemos esperar que se haga justicia por nuestros compañeros de Ayotzinapa cuando el gobierno parece estar más comprometido a lavarle la cara al ejército y ponerlo al servicio de la propiedad privada con la reciente integración de la Guardia Nacional a la Sedena. Qué podemos esperar de una mejora en la educación pública cuando se ha impuesto a un oportunista corrupto como Mario Delgado en la Secretaría de Educación Pública. Qué podemos esperar del mejoramiento del sistema de salud pública cuando se presume estar “mejor que el de Dinamarca” a la par que a los médicos se les explota, con turnos inhumanos, con servicios sociales sin paga y con estructuras en declive.
Todo esto demuestra que el camino tomado por el gobierno, si bien aminoró algunos problemas como el aumento del salario mínimo, no resolvió ninguno de los principales problemas del país. Y el llamado “segundo piso de la 4T” no promete más de lo mismo, sino mucho menos. Se cuenta ahora con un margen de acción en el gasto mucho más rígido, lo que seguramente se verá reflejado en un recorte al gasto público en sectores clave, así como una disminución de los programas sociales, lo cual no es más que la receta clásica de la derecha económica: Estados con gastos mínimos que dejen campo libre a la iniciativa privada. Pero el problema es que la iniciativa privada en nuestro país es una paria, un lastre inútil. Ahora la burguesía ya no invierte en industria ni mucho menos en infraestructura, han emigrado por completo a la especulación financiera e inmobiliaria. Nada de sus ganancias se invierte en el país, sino que lo regresan a su orgía de especulación en la bolsa. No les preocupa perder, pues saben que aún cuentan con las viejas fábricas y empresas que les regaló el neoliberalismo y en las cuales explotan intensamente a los trabajadores todos los días.
El reformismo está demostrando sus limitaciones, cada día se adentra más en ese callejón del que no podrá salir sino es por la puerta de atrás dejando en su lugar la más profunda crisis política, social y económica. Y un retorno de la derecha conservadora únicamente aceleraría el proceso de colapso.
Este escenario donde las dos vías tradicionales están en un callejón no es característico solo de México, sino de todo el mundo. Demócratas y Republicanos, Laboralistas y Conservadores, etc. ¿Qué alternativa tenemos entonces ahora la juventud?
Esta pregunta se vuelve central cuando ya no es algo de interés exclusivo de la política, sino que rebasa al terreno de la propia subsistencia. Somos la generación a la que el capitalismo le ha arrebatado todo sueño de vivienda propia, de un trabajo estable, de vacaciones, de una jubilación (ya no digamos digna, tan solo una maldita jubilación), ya no tenemos seguro ni el acceso al agua potable por un demonio. Y a la par de esto tenemos que soportar la violencia desencadenada por el narcotráfico y su hermano gemelo, la militarización. Hoy como jóvenes el detenernos a buscar una alternativa a este sistema rapaz ya no es una decisión sino una respuesta de supervivencia.
Se nos ha culpado de ser la generación de cristal, que ya no podemos aguantar nada y que nos quejamos de todo, pero se les olvida que nosotros hemos nacido, crecido y vivido en crisis permanente, no conocemos algo distinto a la crisis, no sabemos lo que es una buena vida, no conocemos la felicidad, así que sí, nos quejamos de todo porqué todo este maldito sistema está mal y no estamos dispuestos a soportarlo ni un día más.
El capitalismo nos ha arrebatado todo antes siquiera de nacer, y con ello nos arrebató todo el miedo. ¿Qué más podríamos perder al luchar? El sistema ya no nos puede arrancar nada más que la vida misma, y esto, lo hace diario, luchemos o no. Luchemos o no, diario son asesinadas decenas de mujeres, de hombres y niños. Luchemos o no, diario son asesinados miles de personas por el hambre. Luchemos o no, cada minuto es asesinado un ser humano en el genocidio en Gaza. Nada nos detiene a luchar hasta el final contra este maldito sistema, y la clase dominante lo sabe, y teme con su alma la lucha amplia de las masas, pues sabe que con todos juntos no hay ejército capaz de detenernos. Muestra de ello es hoy Bangladesh.
Por ello, la burguesía ha tomado como tarea principal evitar cualquier tipo de organización seria. Busca alejarnos como juventud de la organización y la formación política, y tiene para ello todos los medios de comunicación, todas las escuelas y universidades, toda la farándula y todo un arsenal de armas químicas (drogas y alcohol) listo para adormecer a la juventud.
Pero cada vez somos más los que hemos logrado quitar esa espesa neblina de enajenación y buscamos con firmeza una vía radical de cambio. Cada vez somos más los que ya no creemos en la aspirina del reformismo, sino que buscamos el mazo con el que aplastemos al sistema y a la hoz con la cual cortarlo de raíz.
Tal como lo decía el propio Engels:
“¿No es natural que entre nosotros, en el partido de la revolución, predominen los jóvenes? Somos el partido del porvenir, y el porvenir pertenece a la juventud. Somos el partido de los innovadores, y la juventud sigue siempre con mayor agrado a los innovadores, Somos el partido de la lucha abnegada contra la vieja podredumbre, y la juventud va siempre la primera a la lucha abnegad.” [1]
El porvenir es nuestro, compañeros. Somos los responsables históricos del devenir, de nosotros depende que las futuras generaciones puedan vivir con un techo, con trabajo, con agua, con salud, con felicidad. Esto no se trata ya de una cuestión abstracta, estamos hablando directamente de una lucha por nuestra humanidad, por nuestra esencia. Sí, no se trata de una lucha sencilla, lo tenemos todo en contra, y claro que una tarea como esta es abrumadora, pero es a su vez infinitamente gratificante saber que estamos haciendo algo por mejorar este mundo, saber que por pequeño que sean hoy nuestros resultados, se irán sumando y acumulando, para convertirse en la odisea que ponga fin a esta barbarie.
“¡Preparaos, pues, sin perder un solo minuto para nuevas y nuevas batallas! ¡Armaos cada uno con lo que podéis; formad inmediatamente destacamentos de luchadores dispuestos a pelear, con energía abnegada contra la maldita autocracia; recordad que mañana o pasado mañana los acontecimientos os llamarán, en todo caso e ineluctablemente, a la insurrección y se trata únicamente de que sepáis actuar preparados y unidos o desconcertados y separados!»
“¡Qué la explosión venidera nos encuentre a todos en nuestro puesto!”[2]
Estamos en tiempos de guerra, hoy más que nunca debemos estar preparados y organizados para dar la gran batalla por nuestra liberación. No temamos, pues no tenemos nada que perder más que nuestras cadenas, pero tenemos, sin embargo, todo un mundo por ganar.
Es por ello que se necesita más que nunca una disciplina y entrega de carácter militar. El sistema no será derribado por activismos dispersos ni por actos de terrorismo individual, únicamente con la organización basada en la formación política que nos brinde de perspectivas y de un programa podremos lanzar la ofensiva necesaria.
¡Avanzad, en todos lados donde se encuentre un compañero joven, con conciencia y audacia, donde sea que haya un comunista, se debe de crear una célula organizada que sea el inicio de la agitación y organización de las masas! ¡En cada escuela, plantel, universidad, colegio, en todos lados donde exista juventud abnegada debe de crearse, o en caso de ya existir, profundizarse la lucha revolucionaria! ¡Seamos la chispa que encienda la llama de la revolución proletaria!
Los jóvenes de todo el mundo no solo tendrán la dicha de luchar, sino también la de triunfar en la futura revolución proletaria”[3]
¡HASTA LA VICTORIA, COMPAÑEROS!
¡POR LAS 40 HORAS!
¡POR JUSTICIA A LOS 43 COMPAÑEROS DE AYOTZINAPA!
¡POR EL FIN DEL GENOCIDIO EN GAZA!
¡POR NUESTRA HUMANIDAD!
¡ORGANÍZATE, LUCHA, ÚNETE A LA OCR!
[1] F. Engels, Contribución al problema de la vivienda, 1873.
[2] V. I. Lenin Enseñanzas de los acontecimientos de Moscú, 1905.
[3] Informe sobre la revolución de 1905 pronunciado por Lenin el 22 de enero de 1917.