El pasado 8 de septiembre, el Senado avaló por mayoría una reforma de seguridad que incluye la integración de la Guardia Nacional (GN) a la Secretaria de la Defensa Nacional (Sedena), con ello se cierra una serie de discusiones sobre lo conveniente o no de este hecho. Lo cierto es que esto representa un paso más en la militarización del país. La Guardia Nacional nace tras la desaparición de la Policía Federal y se integra con elementos de esta corporación y de la policía Naval y Militar, incorporando también a elementos del ejército y civiles. El objetivo de esta corporación, se dijo, era la defensa de todos los mexicanos.
La conformación de la GN
La consigna de crear una Guardia Nacional surgió entre sectores de izquierda, poco antes de que AMLO tomara el gobierno, reivindicando a la Guardia Nacional que se conformó a mediados del siglo XIX de cara a la invasión francesa. En ese momento, la guardia fue una medida revolucionaria, la cual implicaba la organización armada del pueblo. La Guardia Nacional, en ese entonces significó la intervención armada del pueblo contra del invasor imperialista.
Una vez en el gobierno, AMLO retoma esta idea de la Guardia Nacional, pero con objetivos y formas totalmente diferentes. Comienza a formar esta nueva estructura de tipo militar para hacer un contrapeso a los sectores más de derecha dentro del ejército que veían a su gobierno como un intruso. En un primer momento esta agrupación sería el brazo armado fiel al presidente, cuando no tenía la plena confianza de que dentro del ejército se plegaran a su mandato. Otro de los objetivos al formar esta institución, era terminar con la odiada Policía Federal, la cual estaba corroída por la corrupción desde lo más alto de sus mandos. Recordemos que fue ésta la herramienta con la cual Felipe Calderón y García Luna hicieron el trabajo sucio para fortalecer durante aquel sexenio a uno de los cárteles del narco.
Conforme fue avanzando el gobierno obradorista y la relación con los militares fue cambiando, la Guardia Nacional fue tomada por los militares para su adiestramiento y disciplina, la escuela donde se adiestraba a sus miembros estaba en el Colegio Militar y demás instalaciones del ejército, muchos de los miembros de más baja graduación dentro de la milicia eran prestados a la GN para realizar las tareas de patrullaje, mientras que se reclutaba a nuevos miembros. Desde ese momento, la Guardia Nacional quedó, por los hechos, bajo el control del ejército. De lo que estamos hablando es que la votación en la cual se ratifica que la GN quede bajo control del ejército, sólo es una ratificación de lo que ya existía anteriormente.
AMLO y los militares
Esta votación también es una afirmación de la política que tiene la 4T con respecto a los militares y las fuerzas armadas. Esto implica la actitud frente al Estado. A pesar de que AMLO dice a diario que es un gobierno del pueblo y para los pobres, en ningún caso vemos que los pobres o el pueblo se hagan cargo de las refinerías, de las aduanas o la seguridad. Muy por el contrario, AMLO ha dicho de forma clara que está en contra de las políticas comunitarias y de cualquier intento del pueblo armado. Con ello queda clara su posición frente al pueblo y el Estado.
La posición sobre el Estado es uno de los aspectos más importantes que separan a los marxistas revolucionarios y los reformistas. Los marxistas tenemos claro que el Estado es una herramienta de la clase dominante para someter a la gran mayoría de la población. Los reformistas por su parte creen que el Estado es independiente de la pugna entre las clases y que es influido por quien llegue a gobernar, de esta forma el aparato estatal servirá o no a los intereses del pueblo. Sin embargo, esto es una equivocación y lo vemos en el ejemplo del propio gobierno de AMLO.
Pongamos un ejemplo, el gobierno quiso implantar una reforma que implicaba cambios constitucionales para que el Estado tenga asegurada la mayor parte del control de la producción de energéticos, pero la cámara de Diputados la rechazó. Se podría objetar que este es el precio de la democracia, pero ese argumento también es incorrecto. La democracia es hacer lo que la mayoría quiere y las encuestas a favor de la reforma energética eran muy claras en apoyar la propuesta de AMLO, no obstante, una capa de elementos provenientes de la derecha, las cámaras empresariales e institucionales del estado, actuaron para que esta reforma no sucediera.
Lo que demuestra esto es que tanto la democracia burguesa tiene limites y que el Estado, independientemente quien se siente en el sillón presidencial, defiende los intereses de la burguesía, esa capa parasitaria que se enriquece a costa de la mayoría de la población. El Estado es un órgano de opresión de una clase sobre otra, lo que incluye de forma directa al ejército, por supuesto, y a la Guardia Nacional.
AMLO es un liberal nacionalista, su vertiente teórica es capitalista y, por lo tanto, para él cualquier problema se solucionará a partir de la intervención del Estado. Su objetivo es fortalecer este aparato para que pueda jugar un papel en la economía y en lo político. Aunque asegura que gobierna para el pueblo, el poder se lo otorga al ejército, con ello deja claro que la palanca del cambio no es el pueblo interviniendo en su destino, sino dándole poder al ejército, porque supuestamente, allí no hay corrupción.
Hoy el ejército, la marina y la Guardia Nacional se hacen cargo de la seguridad, de las aduanas, de administrar hospitales, el Tren Maya, del Corredor Transístmico, del Aeropuerto Felipe Ángeles, etc. Las fuerzas armadas tienen una implicación en la vida política mucho mayor que en cualquier periodo de la historia reciente del país. Nos preguntamos, ¿esto no es la militarización de la vida política del país? La respuesta es un rotundo sí.
Puede argumentarse que AMLO lo hace de buena voluntad, pero de buena voluntad está cimentado el camino al inferno. Podemos hacer otra pregunta ¿Qué pasaría si la derecha regresara al gobierno, como utilizaría al ejército y la Guardia Nacional? Creemos que no hay que ser muy inteligente para responder esta pregunta. Se utilizará para reprimir al pueblo.
La lucha contra el crimen organizado
AMLO en una de las mañaneras reconoció que, a partir de la realidad en la que se encuentra el país, cambió su postura con respecto a las fuerzas armadas. Recordemos que una de las consignas con las que agitó en su campaña presidencial fue el de regresar al ejército a los cuarteles, acompañada de la frase “abrazos, no balazos”. No podemos recriminar el hecho de que alguien pueda corregir su postura política frente al la tozuda realidad.
Lo que sí podemos hacer es cuestionar es si al fortalecer al ejército y convertir a la Guardia Nacional en una policía militar se va a resolver el problema del crimen organizado. Parte de la respuesta la podemos ver en los 4 años de gobierno AMLO. ¿Se ha resuelto el problema de la violencia durante ese periodo? No. Definitivamente el problema sigue. Como dijimos anteriormente, la Guardia Nacional estuvo militarizada casi desde el principio, han pasado cuatro años y no hay un cambio sustancial.
El problema radica en lo siguiente. El crimen organizado actúa como una estructura guerrillera, en los lugares donde tiene consolidado su poder, somete y corrompe a la estructura del Estado, incluyendo militares —recordemos Ayotzinapa—. Donde no acuta como poder hegemónico, su fuerza actúa como célula, que se dispersan y actúan en lo profundo de la región. Esto no lo puede detener el ejército ni la GN, porque su aparato de inteligencia es insuficiente y porque sus activos no pueden cubrir el basto territorio nacional. Si verdaderamente se quiere dar la lucha contra el crimen organizado, la GN debería de tener decenas de cientos de miles de activos para tener gente e informantes en los barrios y comunidades. Esto no lo puede hacer porque el presupuesto no da.
La forma en la que se puede lograr una verdadera lucha contra el crimen organizado, lo podemos retomar de las comunidades indígenas y la policía comunitaria. En las regiones donde la comunidad, en asamblea, han formado su policía comunitaria o su comité de seguridad, los índices de violencia bajan de forma radical. Pero esto no lo puede permitir el gobierno, porque va en contra del monopolio de la violencia que debe ejercer el Estado capitalista. Esta es la verdadera razón de la debilidad de la política de AMLO con respecto a la lucha contra el crimen organizado. Él no cree en el pueblo organizado, sino en el fortalecimiento del Estado burgués. Él no quiere la auto organización de la defensa del territorio por parte de las comunidades, sino que el ejército y la GN actúen y desarmen los procesos de auto organización del pueblo —Ostula, Cheran y las comunidades del pueblo de Guerrero que se basa en usos y costumbres—.
Con esta política lo que está preparando es que, cuando la derecha regrese al gobierno, tenga las manos libres para reprimir, asesinar a dirigentes, de forma institucional. La política de militarizar al país es reaccionaria y criminal. Debe ser rechazada por todos los colectivos de izquierda y las bases de Morena.
La lucha contra el crimen organizado y la corrupción va ligada a una lucha contra el capital
Hace unos días el ejército asesinó a una niña, en el Estado de Tamaulipas en la frontera norte. AMLO ha dicho que no quedará impune esta acción. El problema es que no es la primera, ni será la última. El ejército está entrenado para sofocar cualquier intento de rebelión externa e interna —Plan DN1 y DN2—. Las fuerzas armadas son una fuerza de coacción contra cualquiera que no siga las reglas ¿Cuáles reglas? Las del sistema capitalista.
En el ejército existe la disciplina, pero no quiere decir que no exista la corrupción. El orden es enérgico y acatado porque si no te adaptas eres castigado severamente. No existe los debates y las buenas voluntades dentro del las fuerzas armadas; el buen soldado es el que cumple órdenes sin pensar. Con esto no se acaba la corrupción, ni el crimen organizado.
Para acabar con toda la podredumbre de esta sociedad, necesitamos la intervención consciente de la mayoría de la sociedad, organizándose y actuando bajo un plan de salvamento revolucionario. Sólo el pueblo puede salvar al pueblo, como lo dice AMLO, pero para hacer efectivo este dicho, necesitamos la organización y participación militante de todos. Es cierto que el ejército es reclutado del pueblo —AMLO ha dicho que el ejército es el pueblo uniformado—, pero sólo podrá ser útil a la causa revolucionaria, cuando rompa la actual disciplina que obedece a los intereses del gran capital y la alta burocracia estatal (militar y civil) y se adscriba bajo la organización y control de los trabajadores del campo y la ciudad y lucha de un partido socialista y revolucionario.
Sólo la organización y armamento del pueblo terminarán con el crimen organizado y garantizarán que el pueblo pueda decidir sobre su destino. No podemos tener confianza en los militares ni en la GN. Nuestra única garantía de triunfar es nuestra propia fuerza y nuestra propia clase organizada luchando por el socialismo.