Pronto llegará el día de mi suerte, sé que antes de mi muerte, seguro que mi suerte cambiará, pronto llegará, se escucha la canción escrita por Lavoe y Colón1 a lo lejos. Llegan las 7 de la noche y es hora de empezar a levantar el puesto, quitar lonas, de empezar a barrer, de recoger y llevarse la mercancía que no se vendió. Ya casi no hay nadie quien compre a esa hora, pues ya saben que es hora en que levantan los comerciantes. Y sí se quedó algo que se pueda echar a perder hay que rematarlo “aunque sea de a diez pesos”2. Dejar la basura amontonada para que en un rato pase el camión y se lleve los montones de basura a un lugar que “ni sabemos a dónde la van a tirar, pero se la llevan”.
Por las mañanas, mínimo tres días a la semana, hay que levantarse desde las cuatro de la mañana para apartar un lugar en el tianguis, lidiar con la inseguridad de caminar por las calles a altas horas de la noche hacía el lugar de las ventas, si se es que vive cerca, ¡claro!, se tiene esa ventaja. Si se viene de otro lugar, se levantará más tempano, mucho más temprano, porque tienen que traer cosas, porque en el mercado, en este mercado, no se viene con las manos vacías. Una actividad que se hace sólo o con trabajadores y hasta con la propia familia; compartir labores, compartir el proceso de trabajo. Jornadas extenuantes de hasta 15 horas diarias trabajando y 5 horas en los días que no se vende para preparar todo un día antes y no “nos agarren las carreras y poder dormir 5 minutitos más” y así haber llevado tu vida 50 o más años trabajando. 15 horas diarias, 50 años de tu vida.
Pensar el tianguis etimológicamente nos remonta a tiempo prehispánicos desde las raíces de la palabra náhuatl, tianquiztli, del que es la variante. Se conoce ahora como mercado. Un lugar de intercambio, en donde predominaba el trueque, y si había discrepancias en los productos, podía ser compensado con granos de cacao. Al igual que hoy en día, se colocaba en días específicos de la semana.
A los comerciantes del tianguis no les queda ni el nombre de trabajadores. ¿Por qué?, ¿por qué a pesar de las largas jornadas diarias, a los que les gusta contar y hacer censos les denominan «informales» si se trabaja 15 horas diarias? Se ve amanecer y se ve anochecer en un mismo lugar ¿Cómo se puede ser alguien informal? ¿Sólo porque no se les cobra en su ingreso un 30% como a los trabajadores de oficina se les cree que no aportan nada a las cuentas del país? ¿Sólo porque no van 8 horas a una oficina? ¿Por qué si ambos salen a la par a sus lugares de trabajo, toman el mismo metro para moverse se ha de odiar al comerciante por ser «improductivo» y estorbar para que no pase el coche del que va a la oficina que le queda a tres horas de su residencia? ¿Por qué no queda el comercio en los tianguis a la par que otros trabajos? Es que acaso ¿La oficina te otorga dones? ¿Estar en un cuarto de 3×3 te da dones? ¿Cuáles?
Llega la tarde, hay que atender y prepararse, porque se llega la hora pico de 12 a 3 de la tarde, es el momento donde más llega la gente a comprar y hay que estar al tanto porque “hay gente buena como gente fea”. Dan las 3 de la tarde, el sol y el entorno se siente caluroso provocado por las lonas, aún se sigue atendiendo, sólo que la afluencia de gente empieza a bajar, “ya da tiempo de echar taco”. Pasan las horas hasta que dan las 7, misma rutina, empezar a levantar todo porque es hora en que pasa la basura.
Se les pregunta de forma rápida que ¿con cuánto dinero se imaginarían que pudiesen vivir? En donde se reconoce que en el imaginario de los comerciantes el pensar un pago digno ni siquiera es posible. “Uno nunca ha pensado eso, no sabemos” se repiten, unos “4 mil mensuales” o comentarios como “mi familia y yo somos muy gastalones, con 5 mil yo creo”, ni siquiera es posible pensar en un ingreso el cual no sólo tenga que llegar al día de mañana, porque actualmente el salario mínimo es de 7 mil 500 pesos.
Vivir en la constante angustia de ir al día, de apenas y salir al día, lidiar con la degradación que eso provoca, tener que lidiar con las ideas de éxito económico, lidiar con peleas en su trabajo con sus propios compañeros, lidiar con los que recaban datos al no considerarles como trabajadores formales, el que no se les reconozca que colaboran a la economía, lidiar críticas de las demás personas, lidias largas jornada, lidiar regateos de la gente, lidiar todos los días con lo mismo y aun así no se les reconozca a pesar de que los tianguis tengan milenios de ser actividad constante. 15 horas, 50 años, 4 mil pesos. 13 pesos vale la hora de ellos, 13 pesos el valor de cambio a costa de una vida. “Te juro que no puedo fracasar estoy cansado de tanto esperar, y estoy seguro que mi suerte cambiara, pero ¿Cuándo será?” Termina la canción.
16/12/2024
1La canción que esta al inicio y al final del escrito es Héctor Lavoe & Willie Colón (1973). El día de mi suerte [Canción]. En Lo Mato. Fania
2Las palabras entre comidillas son palabras de trabajadores de diversos tianguis en la Ciudad de México