El jueves 7 de noviembre, el Maccabi de Tel Aviv jugó en Amsterdam contra el Ajax en la Europa League de la UEFA. Los hinchas del Maccabi, el segundo equipo más popular de Israel, son considerados como los segundos más racistas del país, sólo superados en este aspecto por los del Beitar Jerusalén.
Estos seguidores son conocidos desde hace tiempo por su intolerancia y discriminación abiertas y descaradas hacia jugadores árabes y negros. Ni siquiera los que jugaban en el club se han librado de su odio, como Maharan Radi, que se acostumbró a los insultos antiárabes contra él durante sus 3 años en el club, o Baruch Dego, un jugador etíope-judío que durante sus 5 años jugando en el estadio Bloomfield del Maccabi era sometido regularmente a ruidos de monos desde las gradas.
El jueves, los «amarillos» hicieron honor a su reputación de ser una de las hinchadas más retrógradas y reaccionarias del fútbol mundial, al prender fuego a una bandera de Palestina y atacar a los taxistas a su llegada a Ámsterdam. Al entrar en el metro de camino al estadio, fueron filmados cantando «Que gane el IDF, que se jodan los árabes», como parte de una canción cuya segunda estrofa incluye «¿Por qué no hay colegio en Gaza? Porque no quedan niños», regodeándose descaradamente en la masacre de miles de niños palestinos a manos de las IDF.
En el propio estadio, la depravación continuó, ya que los aficionados israelíes interrumpieron un minuto de silencio oficial por las víctimas de las inundaciones de Valencia con cánticos y pirotecnia. Lo hicieron porque el Estado español ha reconocido el estado palestino.
Como consecuencia de las tensiones antes y durante el partido, después se produjeron violentos enfrentamientos en las calles entre los seguidores del Maccabi y los jóvenes holandeses-marroquíes locales, que animaron a los visitantes de Tel Aviv a hacer un poco de footing ligero por el centro de la ciudad y a probar el agua de sus famosos canales, además de despojar de sus pasaportes a ex soldados de las IDF. Los lugareños debieron recordarles lo diferente y más difícil que es luchar desarmado contra adversarios de fuerza similar, en lugar de utilizar armas automáticas y otros equipos de grado militar para masacrar a civiles y niños.
En cualquier caso, la reacción de la prensa y los políticos burgueses tras estos sucesos ha sido poco menos que histérica. Todos los portavoces del capital – Starmer, Scholz, Biden y Trudeau – salieron al instante en un coro armonioso para condenar lo sucedido como «horribles ataques antisemitas» contra «inocentes» aficionados al fútbol que supuestamente sólo querían disfrutar del partido, llegando incluso a utilizarse el término «pogromo» en muchos casos.
Utilizar un término como «pogromo» para describir el castigo recibido por los hooligans sionistas de extrema derecha que arrasaron Ámsterdam causando estragos no hace más que burlarse trágicamente del verdadero antisemitismo al que millones de judíos se han enfrentado a lo largo de la historia y siguen enfrentándose hoy en día. También expone la flagrante hipocresía de la clase dirigente.
Los trabajadores y los jóvenes empiezan a darse cuenta de las mentiras. Todos hemos visto las pruebas en vídeo de lo que realmente ocurrió en Ámsterdam. También hemos escuchado el silencio ensordecedor de estos mismos medios de comunicación y belicistas durante el último año con respecto a las injusticias reales que tienen lugar en Gaza, donde el genocidio continúa, pagado y disculpado por «nuestros» propios gobiernos. Ninguna cantidad de propaganda puede cambiar eso.
Al final, somos nosotros, la clase obrera, quienes tenemos el papel de derrocar a nuestros representantes moralmente en bancarrota. Nosotros, los trabajadores y la juventud, pondremos fin a la maquinaria de guerra imperialista -que alimenta el sionismo israelí y lo respalda hasta la médula- eliminando el propio sistema capitalista.
Por lo que luchamos es por un mundo libre de las ideologías cancerígenas que pueden encontrarse entre los seguidores del Maccabi Tel Aviv, y en el que por fin podamos disfrutar del deporte, la cultura, las artes y mucho más sin la presencia de racismo, sexismo, homofobia o discriminación de ningún tipo.