El año antepasado comenzó a gestarse un megaproyecto de extracción y distribución de gas natural licuado en Sonora bajo el nombre clave de Proyecto Saguaro, desarrollado por la corporación Mexico Pacific, prometiendo ser una de las obras en materia energética más ambiciosas con un privado a la cabeza. Por la naturaleza de la colosal tarea, se construyó una terminal de correspondiente escala que se encargará de la recepción, el proceso de licuefacción y la exportación del producto cuando entre en operaciones, y la cual se localiza estratégicamente en las proximidades del Puerto Libertad, en Pitiquito, Sonora. Para la exportación de la producción, sería necesario el uso de enormes buques entrando y saliendo del Golfo de California, y también se ha hablado de la creación de un gigantesco gaseoducto de 800 kilómetros con destino a Texas para la producción energética del vecino norte.
El fin de Mexico Pacific es convertirse en la exportadora de gas natural licuado más competente del Pacífico norteamericano y por consiguiente posicionar a México como una potencia en el comercio energético aprovechando la inconmensurable riqueza natural del Noroeste, con la expectativa de una producción anual que ascienda a las 15 millones de toneladas de gas licuado que, por más está decir, irá directamente a los bolsillos de la iniciativa privada conforme la moribunda inversión pública continúa mermando en el mercado energético de un capitalismo salvaje que tuvo génesis en las reformas neoliberales propias del período de Peña Nieto, y que prevalece ante los intentos reformistas tibios de los gobiernos de Morena.
Y sin embargo, el anterior panorama económico no es ni siquiera la parte más aterradora del megaproyecto; eso le corresponde a su carácter abiertamente ecocida, pues, tal como ha sido advertido por organizaciones no gubernamentales como Greenpeace, el tránsito de buques tan masivos resultaría en lo sumo peligroso para las 12,105 especies identificadas que tienen al Mar Bermejo como hogar. El Golfo de California es uno de los ecosistemas más diversos del mundo, no en vano llamado popularmente el acuario del mundo, alberga en sus aguas a la tercera parte de los cetáceos por su calidez y tranquilidad.
Mucho se ha hablado de las distintas especies de ballenas propias de este mar, pues al tratarse de animales que utilizan la comunicación a largas distancias para ubicarse y aparearse, la constante contaminación auditiva de los buques resultaría en su desorientación, cambiando sus rutas naturales y posiblemente conduciendo a la muerte de muchos gigantes marinos, así ocasionando no sólo la vulneración de los propios estados de conservación de las ballenas gris, jorobada, franca, azul, cachalote y otras, sino todos los procesos ecotróficos de la región que permiten el funcionamiento del ecosistema del Golfo de California. Es por esto y el cariño que muchísimos mexicanos sienten por las distintas especies de cetáceos que la ballena se ha convertido en el símbolo de facto de los movimientos de resistencia hacia el Proyecto Saguaro, como se ha visto en las recientes manifestaciones en la capital.
No hay que dejar pasar la mención de que en el Mar Bermejo también se encuentra el santuario de conservación de la vaquita marina, el pequeño cetáceo que es quizás la especie animal más amenazada en el planeta, y a la que se le estaría sumando otra hostilidad para ver su pronta extinción. Este proyecto, cínicamente ocultándose detrás de un nombre de una planta insigne de la biodiversidad del Noroeste, está declarando guerra abierta contra toda forma de vida en el golfo por los intereses del capital, que en nombre del enriquecimiento, será capaz de llevar hasta las últimas consecuencias esta gestión abusiva de la naturaleza.
Los manifestantes contra el ecocidio, habiéndose reunido en el pasado 29 de enero en el centro histórico de Ciudad de México, alzando el cartelón de “Ballenas o gas” y una ballena jorobada inflable han buscado la atención de la presidenta Claudia Sheinbaum, con las esperanzas puestas en que la mandataria se oponga al proyecto como exigiría su formación científica como experta en temas medioambientales. Sin embargo, el silencio de Sheinbaum al respecto la posiciona como cómplice, y demuestra la tendencia de Morena a someterse a los intereses del capital, en especial si involucra el comercio con el vecino norte y con ello el “crecimiento” de la economía mexicana y la mayor competitividad mercantil, tal como explícitamente expuesto en el discurso de Sheinbaum para el Plan México.
No podemos más que encomiar la noble lucha por el respeto al medio ambiente que muchas ONG, científicos, estudiantes, y demás personas conscientes de la gravidez del problema continúen resistiendo el intento de ecocidio y presionando a la administración de la “Cuarta Transformación” a tomar una postura ecológicamente responsable y detener este proyecto asesino. Aunque ésta no será una empresa sencilla, pues el capital se defiende con garras y colmillos contra todos quienes vayan contra sus vampíricos intereses, y porque evidentemente, el gobierno federal mexicano no sólo ha dado el visto bueno a la inversión, sino que están más que informados de antemano de todas las catastróficas consecuencias que acaecerán sobre el ecosistema del golfo.
A este punto de la historia es redundante señalar cómo la preservación ecológica y el capitalismo resultan incompatibles, pues donde nosotros vemos seres vivos y belleza, ellos sólo ven números; así opera un sistema que devora todo lo que tenga a su paso, despreciando la vida, y que por sí sólo no se detendría hasta haber destruido el mundo entero. Es por ello que los comunistas no buscamos la transformación o mejora del capitalismo, más bien su destrucción por tratarse de un cáncer que trae sufrimiento no sólo para la clase trabajadora, sino para todo nuestro planeta y los seres vivos con los que lo compartimos.