Por: Izquierda Marxista (Honduras), Bloque Popular Juvenil (El Salvador), La Izquierda Socialista (México)
Bajo presión y amenazas de Trump, el gobierno mexicano ha aceptado una serie de condiciones en relación a la política migratoria que revierten las medidas iniciales tomadas por Andrés Manuel López Obrador y en la práctica convierten a México en el guarda fronteras de los EEUU. La nueva política impuesta por Washington significa además un espaldarazo del gobierno mexicano al gobierno ilegítimo de Juan Orlando Hernández (JOH) en Honduras que se enfrenta a una creciente rebelión popular. ¿Qué significan estos acuerdos? ¿Por qué los ha firmado AMLO?
El imperialismo americano siempre ha considerado que Centroamérica y México es parte de su territorio o, mejor dicho, su patio trasero. Esto se demuestra a lo largo de la historia. Si tomamos algunos ejemplos recientes, podríamos decir que la embajada americana fue uno de los principales artífices, sino es el que más, del golpe de Estado, en el 2009, en Honduras contra el presidente Mel Zelaya; en 2015 las movilizaciones de las masas en Guatemala fueron capitalizadas por la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) creada por la ONU, institución que avala o trata de maquillar la intervención del imperialismo americano; en El Salvador y Guatemala financió, armó y asesoró a los ejércitos locales para aplastar a ambos pueblos con el pretexto de la lucha contra la guerrilla en la década de los 70 y 80; en México ha diseñado y respaldado la política de guerra civil que se ha desatado en los últimos doce años bajo el pretexto de la lucha contra el narco. Esto solo es una muestra muy pequeña de la actuación imperialista en la región.
Esta intervención política y militar ha sido para mantener su control político y económico en la región. La explotación de los recursos naturales, la mano de obra y el control de los sectores financieros y económicos más rentables son los objetivos estratégicos del imperialismo. No le ha importado lo que deje atrás para conseguir sus objetivos. La miseria, violencia y sufrimiento es el resultado más refinado de esta política.
Los gobiernos locales de estos países han sido cómplices de todo esto, han sido fieles lacayos de toda esta brutalidad. Las burguesías de la región tratan de acomodarse a este saqueo, ya sea como socios menores, siempre aprovechando las migajas que caigan de la mesa. Como la avaricia de la clase burguesa reaccionaria y cobarde, y la burocracia sangrienta y brutal nunca ha tenido límites, suele manejarse bajo perfil en el mercado negro, tráfico de personas, narcotráfico, trata de personas, robo descarado, etc. No es casual que, al gobierno actual de Honduras, Juan Orlando, impuesto por un fraude electoral, está fuertemente vinculado al narcotráfico y robo descarado del dinero del Estado. Los gobiernos del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador han estado marcados por la corrupción y el servilismo a la política del imperialismo con el Asocio para el Crecimiento que firmaron en 2009, una serie de políticas para la extracción de la riqueza de los países del triangulo norte de Centro América a través de las transnacionales norteamericanas. El pasado gobierno guatemalteco de Otto Pérez estuvo vinculado en un saqueo masivo a los recursos del Estado. En México hay investigaciones abiertas contra ex-presidentes, gobernadores, toda la clase política por los mismos cargos. Esto lo ve todo el mundo.
Como se sabe, cuando en una región del planeta hay mejores salarios y hay ciertas conquistas que gozan los trabajadores, en la mayoría de los casos es fruto del saqueo y miseria de otras regiones del planeta. La pobreza de nuestros países está íntimamente ligada al proceso de acumulación capitalista del imperialismo americano. Las masas de estos países han buscado en la migración la esperanza de encontrar una vida más digna y justa. Huyen de la miseria, la violencia y la represión policial, causadas directamente por el expolio imperialista e indirectamente por el apoyo de los EEUU a gobiernos represivos y reaccionarios fieles a sus dictados. No es fácil dejar atrás familia, amigos, el terruño de tierra que te vio nacer. Sin embargo, ya sea por la violencia o la pobreza nuestra clase trabajadora se va para el norte, buscando el “sueño americano”.
La política migratoria de la clase dominante de EEUU es muy clara, utiliza la mano de obra extranjera e ilegal para bajar los salarios generales de la clase obrera estadounidense, para mantener una recaudación de impuestos permanente para el estado, y en el momento que les plazca se convierten a los migrantes en un chivo expiatorio culpándoles de lo mal que va la vida. Cuando para la clase dirigente norteamericana les parece que es demasiada la cantidad de migrantes que entran, endurecen sus políticas migratorias y utilizan a los gobiernos mexicanos como verdaderos perros de casa de migrantes. No es incorrecto decir que la política migratoria estadounidense no comienza en el Río Bravo -frontera México EEUU- sino en el Suchiate -frontera México Guatemala-.
Desde la llegada al gobierno de los EEUU de Trump la política migratoria es mucho más dura. Él llegó al gobierno prometiendo un muro para salvar a ese país de la invasión “mexicana” -refiriéndose a todos los latinos-. Aunque la política no es nueva realmente, Obama expulsó del país a más de 2 y medio millones de latinos. Lo que sí es nuevo es su agresividad racista, su chovinismo americano, su brutal verborrea reaccionaria. Amenazó y cumplió el reducir los fondos de ayuda para Centroamérica (parte de los cuales ahora van a la oposición reaccionaria en Venezuela); no ha quitado el dedo del renglón sobre la construcción de su muro y que este sea pagado por los mexicanos; ha encerrado, separado a las familias migrantes y encerrado en jaulas a los niños migrantes, etc.
La llegada de AMLO al gobierno mexicano ha sido recibida con mucha simpatía, no sólo por los sectores más pobres de México. En la región centroamericana su gobierno se veía como una esperanza para que el camino a los EEUU no fuera tan brutal. Desde el 2006 a la fecha el narcotráfico junto con sectores del aparato estatal mexicano ha secuestrado, violado, asesinado y raptado de forma sistemática a los hermanos migrantes que pisan ese territorio. Esta esperanza se fortaleció cuando AMLO anunció que no reprimiría a los migrantes, que quien quisiera podría pasar legalmente, que se terminaría con los asesinatos y desaparición de migrantes, que daría visas de trabajo, etc.
Todo este sueño terminó muy rápido y la realidad ha sacudido a todo el mundo. El gobierno imperialista de Trump amenazó con imponer aranceles a todas las mercancías que México exporta a los Estados Unidos comenzando con un 5% y llegar hasta un 25%, si el gobierno no endurecía su política frente a los migrantes y evitaba que entraran a suelo americano. Rápidamente vimos como 6.000 efectivos de la recién creada Guardia Nacional -el ejército y la marina- fueron movilizados a la frontera sur a la caza -literalmente- de migrantes centroamericanos. Estos acontecimientos dejaron claro algunas cosas: el que tiene un verdadero control de la política y economía mexicana no es AMLO sino el imperialismo americano, que si no se sigue la política que los EEUU quiere, se pueden tomar medidas para arrodillar a cualquiera de estos países y la más importante, que la única forma de resolver la migración, la pobreza y violencia es por la vía de la revolución socialista.
La cosa no terminó ahí, en días pasados Andrés Manuel López Obrador se ha reunido con el nuevo presidente de El Salvador, Nayib Bukele y con el ilegítimo narco presidente de Honduras, Juan Orlando, para implementar un plan anti-migración el cual consta de una inversión millonaria por parte de los EEUU, algunos países de Europa y México para que, supuestamente, se desarrollen planes para crear empleo y combatir la violencia.
La reunión con Juan Orlando Hernández es particularmente escandalosa. El régimen hondureño, surgido de unas elecciones que hasta incluso la OEA (“el ministerio de colonias de los EEUU” en la descripción del Che) declararon fraudulentas, y que traza su “legitimidad” al golpe de 2009, se enfrenta a un levantamiento popular de trabajadores y jóvenes que ha reprimido brutalmente. Al reunirse con él en una cumbre de algo nivel que además implica 30 mil millones de dólares de inversión, AMLO envía un mensaje claro de respaldo que JOH va a utilizar en Honduras para fortalecer su régimen asesino.
Esta política no es una “intervención humanitaria” para salvar a Centroamérica de la violencia. Es una política de contención, para evitar que diferentes sectores de la región no salgan del país. Además, el dinero se le otorga, en el caso de Honduras, a una figura presidencial ilegítima, vinculada al narcotráfico, al asesinato de activistas políticos, de saqueo de las finanzas del Estado hondureño. Este dinero seguramente no llegará a los más necesitados, pero sí servirá para mantener al régimen asesino de Juan Orlando.
Incluso en el caso más favorable, el de que se creen 20.000 empleos en cada uno de los tres países implicados, eso sería como una gota de agua en el océano. En el mes de mayo, más de 130.000 personas fueron detenidas por la guardia fronteriza de EEUU cruzando ilegalmente la frontera de México-EEUU.
Las concesiones de López Obrador a Trump en política migratoria no van a hacer más que envalentonar al presidente estadounidense que ahora además exige que México sea declarado “tercer país seguro”, una condición que ya Guatemala ha aceptado. En realidad lo que Trump trata de hacer es subcontratar su política xenófoba a sus vecinos del sur, y que estos sean los que asuman los costos y las responsabilidades.
AMLO debería usar todo el capital político que ha acumulado, el enorme apoyo que tiene entre los trabajadores, jóvenes, campesinos y los más pobres para oponerse y enfrentarse a las pretensiones del inquilino de la Casa Blanca. En los propios EEUU hay una creciente corriente de opinión contra las brutales políticas migratorias de Trump, las condiciones horribles en los campos de concentración de migrantes, la separación de menores de sus familias, las muertes en custodia y las redadas del odiado ICE AMLO debería hacer un llamado a esos sectores y solidarizarse con ellos, en lugar de ceder a las presiones de Trump. Igualmente, debería vincularse y apoyar a la resistencia en Honduras en lugar de avalar y darle legitimidad al odiado régimen de JOH.
La clase obrera y la juventud mexicana tiene el deber de oponerse a las imposiciones de Trump. Las masas No llevaron a AMLO a la presidencia para que adoptara las políticas reaccionarias de Washington, sino para que cumpliera con las propias.
En política no hay buenas y malas intenciones, sino políticas reaccionarias o revolucionarias. Las primeras están identificadas con el tratar de mantener la situación tal como está, sosteniendo a ladrones, corruptos y asesinos en el poder. La segunda está vinculada con las esperanzas de cambio de las masas, lo que implica terminar con el control imperialista de la región y terminar con las burguesías parasitarias y violentas de estos países.
No es posible servir a dos amos al mismo tiempo. O se está con los migrantes, con los pobres y con los oprimidos, o se hacen concesiones al imperialismo y se está con los ricos, los poderosos, los corruptos y se termina siendo el ejecutor de las políticas xenófobas de Trump.
La única salida par terminar con la violencia, pobreza y sufrimiento del territorio es terminar con el capitalismo, expropiar a las burguesías locales y unirnos en una gran nación centroamericana. Una federación socialista de América Latina frenaría la política agresiva del imperialismo americano y liberaría de las ataduras milenarias a nuestros pueblos.
Solidaridad con los migrantes
Cierre de los campos de detención
No a la Guardia Nacional
Que la crisis la paguen los capitalistas
No a los gobiernos serviles al imperialismo yanqui en Centroamérica
No a la intromisión imperialista de Trump