El golpe de Estado en Myanmar ha desencadenado un movimiento de proporciones revolucionarias. La determinación de las masas de evitar que los militares tomen el poder se puede ver en el generalizado y creciente movimiento de huelgas y protestas que se ha desatado. La junta militar claramente subestimó el grado de oposición al que se enfrentaría.
La campaña de desobediencia civil ha ido creciendo, y lo que más debe preocupar a los jefes militares es que ha tomado la forma, no solo de protestas callejeras, sino de un movimiento de huelga generalizado. Como informó el New York Times:
“El movimiento de desobediencia civil, o C.D.M., como se le conoce, cuenta con un amplio apoyo en todo el país. Tiene como objetivo atacar los amplios intereses comerciales de los militares y las funciones gubernamentales esenciales para el régimen militar, además de abarcar manifestaciones callejeras y un nuevo y ruidoso ritual nocturno de golpear ollas y sartenes.
“La enorme avalancha de apoyo es aún más impresionante si se tiene en cuenta la brutal historia militar de abatir a tiros a manifestantes a favor de la democracia en 1988 y 2007. Un experto en el sistema de servicio civil del gobierno estimó que el país cuenta con alrededor de un millón de funcionarios, de los cuales tres cuartas partes habían abandonado sus trabajos. Muchos son esenciales para que el país siga funcionando». (NYT, 15 de febrero de 2021)
Movimiento de huelga generalizado
Una cosa es hacer frente a protestas estudiantiles o protestas por los derechos civiles, pero cuando la clase trabajadora comienza a intervenir, cambia la naturaleza del conflicto. La clase obrera es la fuerza que puede transformar la sociedad; puede paralizar a todo el país, y si tuviera el liderazgo, podría arrastrar a todas las demás capas de la población: la juventud, las clases medias, los campesinos, las minorías nacionales, y no solo eliminar el régimen militar, sino también barrer el capitalismo de Myanmar, que está en la raíz del actual estancamiento.
La tragedia de Myanmar es que la clase trabajadora no cuenta con una dirección que esté preparada para ir más allá de las limitadas demandas democráticas. A pesar de ello, los trabajadores se están moviendo instintivamente en la dirección correcta, organizando huelgas y sentadas, eligiendo comités de huelga, etc. Un testimonio del papel que desempeñan los activistas laborales es el hecho de que los trabajadores en huelga encabezaron la campaña, y algunos de ellos se encuentran entre las más de 400 personas que se sabe que han sido detenidas desde el golpe.
Los primeros en promover el movimiento de masas en Rangún fue la FGWM, anteriormente conocida como Federación de Trabajadores de la Confección de Myanmar, que ahora ha crecido hasta convertirse en un sindicato general de trabajadores con miles de afiliados. La líder de la FGWM, Moe Sandar Myint, se ha convertido en una figura prominente en el movimiento de protestas. Como explicó en una entrevista con la Fundación Thomson Reuters: “Los trabajadores ya estaban indignados, ya había tensión. Una sensación familiar de sufrimiento había regresado y no podían permanecer en silencio. Solo necesitaban a alguien a quien seguir, y esa es la razón por la que me atreví a iniciar la huelga».
Salió a movilizar a los trabajadores en los días posteriores al golpe, convocando a la gente para “luchar contra la dictadura militar hasta el final”. Las autoridades militares intentaron silenciarla asaltando su casa, pero logró eludirlos. En la misma entrevista, dijo: “Por la noche, trabajo en la estrategia —cómo hacer huelga, dónde protestar— y luego envío convocatorias a los trabajadores: cuándo, dónde y cómo actuaremos contra esta dictadura militar. Estoy en grave peligro… pero no me silenciarán».
Desafortunadamente, cuando hizo un llamamiento a otros sindicatos para que tomaran medidas, recibió una respuesta menos militante: sus organizadores sindicales pidieron calma. Pero la presión desde abajo seguía creciendo, y cuando el personal médico y los trabajadores del gobierno comenzaron a declararse en huelga, se formó un frente unido de varias organizaciones sindicales. Moe Sandar Myint reflejó el estado de ánimo en el terreno cuando dijo: “Los trabajadores están listos para esta lucha. Sabemos que la situación solo se deteriorará bajo la dictadura militar, por lo que lucharemos unidos hasta el final”.
Trabajadores de base y líderes locales de huelgas de trabajadores en otros sectores se unieron al movimiento. Funcionarios, médicos y profesores, incluso algunos agentes de policía, se han declarado en huelga, así como abogados, ingenieros, agricultores y obreros de fábricas. Los trabajadores ferroviarios también se han unido a la huelga y han paralizado los servicios ferroviarios. Los hospitales han cerrado y diversos ministerios de la capital, Naipyidó, como los de inversión, transporte, energía y bienestar social, están luchando por permanecer abiertos, ya que se han visto enormemente afectados por las huelgas masivas.
Las huelgas también están teniendo un impacto en los conglomerados dirigidos por militares. Una mina de cobre de la región norte de Sagaing, se ha paralizado después de que más de 2.000 mineros se marcharan. Se trata de una empresa conjunta controlada por la compañía MEHC (propiedad de los oficiales del Ejército) y la estatal china Yantsee Copper. Cientos de ingenieros y otros trabajadores de Mytel, la empresa de telecomunicaciones que pertenece parcialmente al Ejército, también se declararon en huelga. 5.000 trabajadores en Hlaing Tharyar, una zona industrial de Rangún, se han unido a la huelga y afirman que continuarán mientras la junta militar permanezca en el poder.
Los trabajadores bancarios también se han sumado a la ola de huelgas en gran número, participando en el movimiento de desobediencia civil. KBZ, uno de los bancos privados más grandes, ha tenido que cerrar. El banco estatal, Myanmar Economic Bank, que paga los salarios del gobierno, se ha visto afectado. Hay una lista interminable de lugares de trabajo que han formado parte de las huelgas.
En 2007, durante la Revolución del Azafrán, hubo protestas callejeras, pero ninguna huelga generalizada con el claro objetivo de atacar los intereses económicos de los militares como el que estamos presenciando hoy. La actual ola de huelgas representa un inmenso avance en el pensamiento de las masas y muestra que han extraído importantes conclusiones de experiencias pasadas.
En la última década, surgió un movimiento sindical joven y militante en Myanmar, después de que los militares entregaran el poder a un gobierno de civiles y se levantara la prohibición de los sindicatos. Fue esta capa nueva, joven y fresca, junto con los estudiantes, una de las primeras en protestar contra el golpe. El liderazgo de esta nueva generación de activistas obreros, a su vez, dio impulso a otras capas para unirse. Los trabajadores no han olvidado que, bajo los regímenes militares anteriores, se les negó el derecho a organizarse, y están decididos a no regresar a esos días.
La represión no tiene el efecto deseado
El Ejército ha respondido a este movimiento creciente de trabajadores y jóvenes de la única manera que sabe: intensificando la represión. En repetidas ocasiones se ha bloqueado la conexión a Internet durante la noche, para facilitar su táctica de detener a esas horas a los activistas más conocidos en sus hogares. Varias figuras conocidas han sido detenidas de esta manera.
También han aumentado el nivel de violencia en las calles utilizando cañones de agua, disparando balas de goma e incluso munición real contra la multitud, lo que dejó a una joven en estado crítico tras recibir un golpe en la cabeza. Otras cuatro personas tuvieron que ser trasladadas al hospital en la capital, Naipyidó, y muchos otros han resultado heridos en todo el país. Los soldados dispararon contra una multitud que se había reunido en la ciudad norteña de Myitkyina aparentemente con el objetivo de cerrar la red eléctrica.
Hay una fuerte presencia en todas partes de vehículos militares y fuerzas especiales, cuyo objetivo es intimidar a la gente y obligarla a mantenerse alejada de las calles. Pero hasta ahora, la represión solo ha tenido el efecto de enfurecer aún más a las masas. Las protestas más recientes han sido de las más grandes hasta ahora protagonizadas, y fueron la respuesta de las masas a la conferencia de prensa de la junta militar en la que declararon no haber dado un golpe.
El régimen militar ha bloqueado repetidamente el acceso a Internet en un intento de quitarle una herramienta importante a los manifestantes. El Ejército de Myanmar está acostumbrado a operar oculto a la vista del público, pero ya no estamos ni en 1998 ni en 2007. Por mucho que intenten cerrar las redes sociales, el movimiento les sigue atacando.
El lunes estallaron más protestas en Rangún, la principal ciudad de Myanmar, a pesar del apagón de Internet durante la noche y a pesar del despliegue de vehículos militares blindados pesados en las calles, así como de fuerzas especiales, como la 77a división de infantería ligera, entrenada para la guerra y conocida por su brutalidad contra las minorías étnicas. Esta es una clara advertencia a las masas en las calles de que, si continúan, podrían llegar a un derramamiento de sangre. El historial del Ejército de Myanmar está ciertamente plagado de represiones sangrientas y despiadadas, como la de 1988, donde mataron a miles de personas.
Sin embargo, la gente permanece impávida, se mantiene en las calles e, incluso, desafía a las tropas. Está claro que todas las medidas tomadas hasta ahora no están teniendo el efecto deseado. Los militares se están desesperando ante una oposición tan generalizada. Han introducido una nueva ley que permite penas de prisión de 20 años para todo el que intente obstruir las operaciones de los soldados en las calles.
Los jefes del Ejército están acostumbrados a mandar. Tienen una mentalidad militar y durante décadas tuvieron el control total, por lo que pensaron que podrían recuperar el control fácilmente. Fue un gran error de cálculo. La situación ha revelado claramente que tienen una base social muy pequeña y que solo pueden contar con su maquinaria militar opresiva y los elementos lumpen de la sociedad. Así lo demuestra el hecho de que, en un intento desesperado por aterrorizar a las masas, liberaron a 23.000 criminales. Pero no tuvieron en cuenta que no se pueden dar órdenes militares a todo un pueblo una vez que se han rebelado.
Es tal la determinación de la gente de resistir que en algunas zonas del país se han establecido brigadas de vigilancia vecinal para proteger a sus comunidades y resistir el intento de los militares de arrestar a los activistas locales por desobediencia civil.
Explotando la cuestión nacional
El Ejército de Myanmar es famoso por su trato brutal a los manifestantes, pero su trato a las minorías nacionales en particular es infame. Ahora, irónicamente, en un movimiento desesperado, están intentando cooptar a los líderes de varios grupos étnicos. En algunos casos, han llegado a liberar a algunos de estos líderes previamente encarcelados.
Precisamente porque los militares tienen una base muy débil en la sociedad en su conjunto, están jugando a «divide y vencerás», pero al revés. Su política general es azuzar el chovinismo bamar/budista y dirigirlo contra las minorías. Este fue el caso de los rohinyá, por ejemplo. Ahora intentan apoyarse en el comprensible resentimiento de las minorías étnicas y usarlo contra los trabajadores y jóvenes bamares, que están en las calles protestando.
Los jefes militares están tratando de explotar los genuinos sentimientos de resentimiento de las minorías étnicas hacia la depuesta líder Aung San Suu Kyi (ASSK) y la Liga Nacional para la Democracia (NLD). Lo han hecho invitando a partidos políticos de base étnica a su administración militar, como Mahn Nyein Maung del Partido Popular de Kayin, quien perdió en las elecciones de noviembre de 2020, pero ahora tiene un puesto en el gobierno militar.
Antes de asumir el cargo, ASSK había hecho muchas promesas a las minorías étnicas. Sobre esta base, muchas de las diferentes nacionalidades étnicas de Myanmar apoyaron a ASSK y a la LND durante las elecciones de 2015, con la esperanza de avanzar en sus luchas por la autodeterminación bajo un sistema federal. En aquel entonces, la LND prometió que trabajaría por la paz y pondría fin a los diversos conflictos étnicos, algunos de ellos relacionados con luchas armadas, y que haría cambios en la constitución de 2008 para adaptarse a las necesidades de las minorías. Sin embargo, esto no fue así: una vez en el cargo se comprometió con los militares y respaldó y justificó sus atrocidades.
El caso de Arakan (rebautizado como Rakhine) puede servir para resaltar las contradicciones. Se trata de una región geográfica en el sur del país, una franja larga y estrecha a lo largo de la costa este de la Bahía de Bengala. Uno de los pueblos que vive aquí es precisamente el rohinyá, al cual los militares tratan brutalmente. El gobierno reconoce a los arakaneses tibeto-birmanos como rakhine, pero no reconoce al pueblo musulmán rohinyá.
Los militares llevaron a cabo ataques contra los rebeldes de Arakan, pero oficialmente la orden de hacerlo provino de la administración de la NLD a principios de 2019, quien, irónicamente a la luz de los acontecimientos de hoy, más tarde ese mismo año también restringió el acceso a Internet en gran parte del Estado. En las elecciones de noviembre, cerca de las tres cuartas partes de los votantes elegibles en el Estado quedaron privados de sus derechos. ¡Es comprensible por qué la gente de este Estado no confía en la NLD!
Ahora, los militares intentan fingir que son amigos de la gente de Rakhine. Y mientras se preparaban para imponer restricciones en Internet en el resto del país, el 2 de febrero las levantaron en Rakhine. El día 12, conocidos presos políticos arakaneses se encontraban entre los miles liberados de prisión.
Todo esto explica por qué ASSK, a pesar de mantener el apoyo de masas entre los bamar, perdió el apoyo de muchas de las minorías. Es un hecho lamentable, sin embargo, que ahora los llamados «líderes» de las minorías estén apoyando los militares. Los utilizarán como un pequeño cambio en sus maniobras militares y luego los descartarán. Tal y como los traicionaron ASSK y la NLD, también lo harán los militares cuando ya no les sean útiles.
La capitulación de estos líderes de minorías, sin embargo, va en contra de los instintos sanos de importantes capas de dichas minorías. Algunos de ellos se han sumado a las protestas, ya que comprenden que el nuevo gobierno militar es enemigo de todos los pueblos de Myanmar, tanto de los bamares como de las minorías étnicas. Entienden que el Ejército simplemente los está utilizando en su momento de necesidad.
Los derechos de las diversas minorías étnicas no pueden ganarse ni mediante la colaboración con el actual gobierno militar ni con la burguesía liberal que respalda a ASSK y a la NLD. Hace falta un partido independiente de los trabajadores de Myanmar que tenga como una de sus principales consignas el derecho a la autodeterminación de todos los pueblos dentro de una federación. Sin embargo, eso no va a suceder sobre una base capitalista, sino que habría que luchar por una Federación Socialista de Myanmar.
¿A dónde va el movimiento?
El movimiento de masas está aumentando actualmente. La represión de los manifestantes en Naipyidó, Rangún, Mandalay, Magway y otras ciudades ha tenido el efecto contrario del que el Ejército esperaba y está impulsando las protestas. En términos puramente militares, el Estado tiene los recursos para aplastar brutalmente el movimiento. Pero no se trata simplemente de una cuestión militar. Es principalmente una cuestión de equilibrio de fuerzas de clase y liderazgo.
Como hemos visto, los trabajadores jugaron un papel clave en el movimiento de protesta. Desafortunadamente, su liderazgo político tiene otros planes: limitar el movimiento a simplemente restablecer a ASSK. Algunos pretenden negociar con el régimen, pero como se suele decir, «la debilidad solo invita a la agresión». Lo que hace falta es convocar una huelga general que involucre a todos los sectores y todos los puestos de trabajo, combinada con sentadas y grupos de autodefensa, que deben estar bajo el control de los comités de empresa y de barrio.
Junto a esto, hay que hacer un llamamiento a los estudiantes universitarios y de secundaria para que ocupen todas las escuelas y universidades, y también se hay que instar a los agricultores a unirse a las protestas. Asimismo, el movimiento debe dejarles claro a las minorías nacionales que se tienen en cuenta sus necesidades y que está dispuesto a luchar por sus derechos.
Sin embargo, es aquí donde radica el problema. El movimiento ha declarado que su objetivo central es restaurar a ASSK en su cargo, pero están ignorando su verdadera naturaleza de clase. ASSK representa los intereses del capital internacional, no los intereses del pueblo de Myanmar. Es comprensible que el pueblo defienda la democracia. Los marxistas también defendemos los derechos democráticos: el derecho a organizarnos, tanto sindicalmente como en partidos; el derecho a la libertad de expresión; el derecho a la huelga, etc. En ese aspecto, los marxistas estamos en contra de la junta militar, pero ¿debemos apoyar a la NLD y a ASSK? Ahí es donde nos diferenciamos de la burguesía liberal. Abogamos por la organización independiente de la clase obrera en oposición a los militares, pero también a los liberales burgueses emergentes.
Si ASSK consigue volver a gobernar, volverá a su postura anterior. Traicionará tanto a las minorías nacionales como a la mayoría bamar, y no actuará en defensa de los trabajadores y la juventud, sino que gobernará en interés de la clase capitalista. Es necesario construir urgentemente una alternativa a ASSK y la NLD basada en la clase trabajadora.
Lo que está ocurriendo en Myanmar es un proceso de diferenciación de clases, que se encuentra solo en sus primeras etapas. El hecho de que la clase obrera no tenga una dirección revolucionaria a la altura del orden del día es lo que permite que los acontecimientos se desarrollen como lo están haciendo. Las filas del movimiento y los activistas obreros en general están muy por delante de los líderes sindicales, pero no hay ningún partido que aúne todo esto y lo transforme en una fuerza política que pueda intervenir en la situación.
El hecho de que los trabajadores hayan iniciado una huelga desde abajo, combinada con sentadas, demuestra que tienen el instinto y la comprensión correctos. Al contrario de lo que algunos podrían pensar, los trabajadores están demostrando tener una conciencia avanzada. El problema, sin embargo, es que los líderes sindicales, incluso cuando lideran protestas, generalmente respaldan a ASSK y la NLD, por lo que no permiten que surja una voz independiente de los trabajadores.
Hay algunos dirigentes sindicales que destacan por su enfoque militante, pero los sindicatos están en su mayoría plagados de dirigentes reformistas, que están influenciados por tantas ONG, entre ellas las impulsadas por la OIT, cuyo propósito es presionar a los dirigentes sindicales a limitar el alcance del movimiento obrero y promover la colaboración de clases, especialmente en el frente político. La clase capitalista ha entendido que no se puede reprimir a las masas por medios meramente militares, sino que es necesario contar con la colaboración de los propios dirigentes obreros para cooptar al movimiento obrero dentro del marco legal. Como resultado, los líderes sindicales se alinean detrás de los liberales burgueses. No al «mal menor»: ¡Por una acción independiente de los trabajadores!
Los trabajadores, no obstante, están acumulando presión desde abajo, ya que quieren luchar, y eso explica por qué los líderes se ven obligados a convocar alguna acción. Pero lo hacen de una manera que limita el alcance del movimiento y vincula todo a la NLD, con lo que convierten así a los trabajadores en aliados de la burguesía liberal, lo cual supone apoyar a un sector de la clase capitalista.
El vacío político que se crea lo llenan ASSK y la NLD. Hará falta tiempo para que se produzca una diferenciación dentro del movimiento. Por el momento, la única idea que domina el pensamiento de las masas es que hay que detener el golpe de Estado y restablecer la democracia. Quieren mostrar lo fuerte que es la oposición al golpe y esperan que los militares de alguna manera les escuchen y se retiren. Los marxistas simpatizamos enormemente con este espíritu, pero reconocemos que no es suficiente.
Lo que obligaría a los militares a dar marcha atrás es el desarrollo de un movimiento de masas tan fuerte y generalizado que amenazara con pasar a un nivel superior poniendo en jaque todo el sistema económico, no solo el régimen militar. En ese caso, algunos de los estrategas más inteligentes dentro de la élite gobernante comprenderían que sería mejor enviar a los militares de regreso a los cuarteles y recurrir a ASSK nuevamente en un intento de calmar a las masas.
El Instituto de Estrategia y Políticas de Myanmar, patrocinado por el National Endowment for Democracy, en realidad una voz del imperialismo estadounidense, y otros autores famosos, como el nieto del exsecretario general de la ONU e historiador formado en Harvard, Thant Myint-U, entre otros, están valorando precisamente eso. El Instituto de Estrategia y Políticas emitió inicialmente un comunicado en el que instó a la junta a “encontrar una solución pacífica mediante el diálogo político con actores clave para resolver todas las crisis provocadas por el golpe”. Algunos de los estrategas más inteligentes dentro de la élite gobernante se dan cuenta de que es muy peligroso presionar a las masas para que tomen medidas directas y se involucren en política, porque una vez que se movilizan, las masas verán lo poderosas que son en realidad. Como dice el refrán «el apetito viene con la comida», y los estrategas serios del capital, especialmente los más vinculados al imperialismo, están preocupados. El objetivo principal es que las masas vuelvan a la “normalidad”, donde vuelvan a desempeñar un papel pasivo.
Un movimiento independiente de los trabajadores y la juventud es algo que ASSK y la NLD temen tanto como los generales. No debemos olvidar que mientras estuvo en el cargo, ASSK colaboró con ellos, aceptó su constitución y sus privilegios. Esto se debe a que el Ejército es un gran actor económico en el país: la junta son los propios capitalistas. La única forma real de sacarlos del poder sería eliminar su poder económico, y eso significaría la expropiación de todas las empresas de propiedad militar.
El problema para los liberales burgueses es que tal medida solo podría llevarse a cabo movilizando a los trabajadores, y si los trabajadores se movilizan para hacerse cargo de los intereses económicos de los militares, estaríamos hablando de la mitad de la economía. Si se pusiera en marcha a la clase trabajadora para expropiar a los militares, el movimiento no se detendría ahí, sino que desafiaría al capitalismo en su conjunto. Esto explica la colaboración entre ASSK, la NLD y el Ejército.
El movimiento actual es de carácter espontáneo. Las masas todavía tienen grandes ilusiones en la democracia burguesa, pero para ellas la democracia no es un principio abstracto, sino un medio para un fin: mejorar sus vidas, obtener mejores salarios y condiciones, más empleos, educación mejor y universal, atención médica para todos, etc. Bajo la democracia burguesa podrían organizarse, tener sindicatos de trabajadores, sindicatos de estudiantes, expresar su opinión y plantear sus demandas. Además, las masas no han olvidado el régimen militar. Ven a los generales como el principal enemigo. Por eso están dispuestas a protestar, incluso arriesgando sus vidas, para defender la democracia. También por eso las masas en general todavía apoyan a ASSK. Y eso explica por qué es posible que la devuelvan en algún momento a su cargo, con el objetivo de usar su autoridad para garantizar que el movimiento de masas no se salga de control.
Las masas aprenden de la experiencia, y hará falta tiempo para que las ilusiones que tienen en ASSK desaparezcan de su conciencia. Cuando la economía crece y el sistema puede proporcionar puestos de trabajo, vivienda, etc., pueden incluso tolerar la corrupción y los privilegios. Este fue el caso hasta cierto punto en los primeros años de ASSK en el poder. Pero cuando el sistema ya no puede proporcionar el mínimo requerido para una existencia digna, el pueblo comienza a cuestionar a las personas que están arriba. Eso sucederá en cierto momento y los trabajadores y la juventud verán la verdadera cara de los liberales burgueses como ASSK.
Ahora bien, hay diferentes capas dentro del movimiento. Las consignas que se están lanzando son “Abajo la dictadura militar, libertad para ASSK y el presidente”. Si bien, en general, las masas todavía tienen ilusiones en la NLD y quieren ver a este partido en el gobierno, hay capas más avanzadas que ya han superado los límites de ASSK y la NLD. Otras consignas que se están planteando son “Abolir la constitución de 2008” y “Construir la democracia federal”, que van directamente contra el poder de los militares y también dan cabida a las minorías nacionales. También van más allá de lo que la LND estaba dispuesta a ir cuando estaba en el gobierno.
La experiencia está enseñando a los trabajadores y jóvenes más avanzados que el camino liberal burgués es un callejón sin salida. Se les pide que respalden a ASSK como el «mal menor» frente a los militares. Lo que hay que explicar es que luchar por la democracia no significa en absoluto que haya que sembrar ilusiones en ASSK. Se puede luchar contra los militares y, al mismo tiempo, advertir a las masas de las limitaciones de los liberales burgueses.
El movimiento de masas en Myanmar ha partido de las tareas democráticas, pero para lograr sus objetivos debe continuar su revolución hasta el final, lo que solo puede significar luchar por una federación socialista de Myanmar que sirva de faro a los trabajadores de toda la región. Estamos viendo grandes movimientos en India y Tailandia, que demuestran que un avance de los trabajadores de Myanmar podría extenderse muy rápidamente al plano internacional.
En resumen, es necesario un llamamiento firme a la huelga general indeterminada con el objetivo de derrocar al régimen. Para ello hay que extender los comités de huelga a todos los centros de trabajo, barrios y pueblos, y coordinándolos a nivel regional y nacional. De esa forma el movimiento tendría un liderazgo nacional. Además de esto, es necesario crear grupos de autodefensa en los centros de trabajo y barrios.
Hay que exigir la eliminación de la constitución de 2008 y organizar una Asamblea Constituyente Revolucionaria como verdadera expresión de la voluntad del pueblo. ¡Fuera los escaños reservados para los militares! Al mismo tiempo, los trabajadores organizados en los sindicatos deben poner en marcha la construcción de un partido independiente de la clase obrera. Sin una voz propia, los trabajadores se ven obligados a seguir a los liberales burgueses, quienes les traicionarán tan pronto como vuelvan a gobernar.
Los problemas que afrontan las masas de Myanmar, los trabajadores, la juventud, los campesinos y las minorías nacionales tienen sus raíces en la crisis global del capitalismo. El movimiento revolucionario que se está produciendo hoy no puede limitarse solo a las demandas democráticas, sino que debe ir más allá y plantear sus propias demandas. No es posible encontrar la solución para el impasse actual sobre una base capitalista. Es necesario expropiar a los grandes capitalistas, los oligarcas militares, las empresas extranjeras y que sean gestionadas democráticamente por los propios trabajadores.