Este 14 de febrero falleció en el Sanatorio Los Arcos de la Ciudad de Buenos Aires, a los 90 años y en total impunidad por sus crímenes políticos y económicos, el expresidente del país entre 1989 y 1999. Menem represento la continuación y profundización del esquema neoliberal, que se había abierto paso a sangre y fuego con la dictadura cívico-militar de 1976, pero en el marco de la democracia parlamentaria.
Con el consenso de Washington y tras la caída de la Unión Soviética, que cambio la correlación de fuerzas entre el imperialismo y la clase obrera a nivel global, hizo lo que ni siquiera los gobiernos militares habían podido hacer. «Nada de lo que deba ser estatal, permanecerá en manos del Estado” sería el santo y seña para avanzar en un proceso de privatizaciones atravesadas por cientos de irregularidades y corrupción. Así el Estado perdió el control de empresas en sectores estratégicos disparando la desocupación y el hambre entre la clase obrera a la vez que avanzó con una reforma laboral reaccionaria y de todo el sistema sanitario y educativo.
Apenas asumió la presidencia absolvió a los pocos militares genocidas que habían sido condenados. Menem fue la expresión nativa de la ola neoliberal que empresarios, banqueros y terratenientes venían impulsando a través de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Helmut Kohl en el mundo entero.
El disfraz de caudillo y las promesas de “revolución productiva y salariazo” en 1989 generaron cierto apoyo inicial por parte de un sector de las masas que había atravesado la frustrada experiencia con el retorno de la democracia burguesa en 1983 con la presidencia de Raúl Alfonsín, cuyo gobierno había terminado anticipadamente acosado por golpes de mercado, maniobras especulativas y corridas bancarias que fueron derivando en hiperinflación y saqueos. Así el poder económico le soltaba la mano al dirigente radical porque ya no le servía para contener a las masas y porque la renovada voracidad neoliberal del “fin de la historia” exigía más y más. Así se impuso en la realidad nacional el Pacto de Olivos.
Privatizaciones y desregulación del capital se sucedían en el marco de una economía golpeada por la inflación, hasta que, en enero de 1991, de la mano del ex funcionario de la dictadura Domingo Cavallo se implementó la ley de convertibilidad que ataba el peso al dólar a través de un acelerado endeudamiento externo. Esto trajo algunos años de relativa estabilidad y recomposición del PBI, pero al mismo tiempo soldaba cada vez más firmemente la economía a los vaivenes del mercado mundial. Produciendo que las diversas crisis capitalistas de mediados de los ‘90 como las de México, el Sudeste asiático, Rusia o Brasil impactaran de lleno empujando a la economía a la recesión a partir de 1998 y a Menem al comienzo de su declive político ante un país hambreado, saqueado y despojado.
La lista de atropellos, obscenidades, tropelías, desfalcos, miseria, represión, violencia e impunidad del Menemismo en los años noventa es dolorosamente enorme para la clase trabajadora, y no es otra cosa que la lista de atropellos, obscenidades tropelías, desfalcos, miseria y represión propias del capitalismo; ya que de sus características inherentes: la propiedad privada de los medios de producción y la sed ilimitada por las ganancias surge la fase puntual del capitalismo que adopta el nombre de “neoliberalismo” y que a partir de la crisis de sobreproducción del ’73 y ’74, la burguesía va a descargar sobre la clase obrera, con la instauración del Plan Condor primero y con la democracia parlamentaria burguesa y los partidos del régimen después.
La política de Menem expreso las necesidades económicas de la clase dominante que, obligada a salir de la dictadura, encuentra el camino para profundizar las políticas neoliberales a través de los mecanismos de la democracia burguesa utilizando la autoridad política del peronismo y sus dirigentes. Hoy gran parte de ellos transformados en dirigentes del Frente de Todos y de la oposición.
La clase trabajadora se encontraba traicionada, entregada de pies y manos por la burocracia sindical, golpeada por las cada vez más difíciles condiciones vida y enfrentada al abismo de la desocupación masiva lo cual dificultaba la respuesta colectiva, en el ya mencionado marco de retroceso ideológico. Pero esto no impidió una heroica resistencia por parte de sectores de nuestra clase y que poco a poco van a ser el preludio del argentinazo de 2001. La histórica huelga ferroviaria que se extendió a lo largo de 45 días votada, convocada, sostenida y dirigida por las bases, los 50 días de huelga de los trabajadores telefónicos ante la privatización de la empresa telefónica, las luchas de base en los lugares de trabajo contra el plan privatizador, el santiagueñazo en 1993, la histórica lucha de los trabajadores Somiseros, el surgimiento de los fogoneros de Cutral Có, el estallido de General Mosconi, los piquetes en La Matanza, las marchas de los jubilados, o las grandes luchas docentes contra la Ley de Educación Superior y la destrucción de la educación pública, son distintos jalones en la resistencia al Menemismo.
Pero sería recién en el proceso iniciado a fines de 2001 ya con Menem fuera de la presidencia, y con una clara fisura en la clase dominante, cuando las masas a través de la acción directa conseguirían golpear duramente al andamiaje político del neoliberalismo, permitiendo el advenimiento de una política diferente a partir de 2003, en el marco de un ciclo de ascenso económico inédito en el país y la región vinculado al crecimiento de China y la compra de materia prima, ciclo que comenzó a revertirse desde el inicio de la crisis capitalista mundial en 2008, arrastrando al capitalismo criollo a 5 recesiones.
A partir del 2011, la economía ha permanecido con una tendencia de estancamiento y descenso, agravado luego por 4 años nefastos de macrismo. Una crisis que hoy se profundiza ante un escenario que combina crisis económica y crisis sanitaria, con más del 44,2% de la población en la pobreza aumentando cada vez más la brecha entre ricos y pobres.
Las crisis recurrentes del capitalismo argentino, como eslabón débil del capitalismo mundial, nos empujan cada vez mas abajo. Los partidos del régimen juegan el papel de transferir la crisis a las espaldas de la clase obrera asegurando las ganancias de los capitalistas y garantizando la gobernabilidad. Gestionar la crisis capitalista implica esto y no otra cosa. La única salida viable para la clase trabajadora y la juventud es la organización y la lucha por sus reivindicaciones en los lugares de trabajo, los sindicatos, las fábricas, barrios, escuelas y universidades. La tarea de la izquierda revolucionaria es la construcción de una poderosa corriente marxista insertada en el movimiento de la clase trabajadora que pueda conducirla hacia la toma del poder. Es la ausencia de esta dirección la que permite al nacionalismo burgués reciclarse.
Carlos Saul Menem murió libre e impune como un honorable miembro del Senado de la Nación Argentina en la bancada del Frente de Todos y reconocido por gran parte de la dirigencia política a ambos lados de “la grieta”. Nuestro más amplio repudio