Título original: Women in the Red Army
Escrito en: febrero de 1928
Fuente: Rose Smith, Lily Webb, Fanny Deakin, Florence Maxwell, Women in Russia , Communist Party of Great Britain, February 1928, pp. 27-28.
Ninguna mujer había sido entrenada en esta academia militar, pero nosotros teníamos una muy buena amiga que estaba a cargo del entrenamiento militar de las mujeres a lo largo y a lo ancho de la Unión Soviética. Ella había viajado con nosotras desde Bakú, y ninguna de nosotras olvidará jamás a Boggatt. Ella nos contó su historia durante el viaje en el tren.
Una estudiante de medicina antes de la revolución, se unió al ejército y fue herida varias veces. Luego de tomar parte en la guerra ella se inscribió en la escuela de caballería para formarse como oficial.
Llegó acompañada simplemente de una nota que decía: «La camarada Boggatt viene a recibir formación como comandante». El oficial estaba estupefacto al ver que la aspirante era una mujer. Él se negó a tomarla, y ella en su ira fue directo a Trotsky: «¿Debo ser insultada de esta forma?», preguntó. «¡Yo, que dejé mi sangre en el frente!».
Trotsky la apoyó, y fue admitida a la academia. Ella fue la primera mujer en ser entrenada de esta forma, y le advirtieron que no podría soportarlo. Todos los hombres estaban presentes para ver cómo ella tomaría su primera lección de equitación, cuando hubo muchas risas y especulación sobre si podría mantenerse en el lomo del caballo o no.
Habiendo tenido experiencia en el frente, y consciente de las profecías de que ella se daría por vencida a la primera caída, Boggatt se aferró a su caballo como la parca.
«No me caí ni más ni menos veces que los otros principiantes», dijo, sonriendo.
Al principio ella estaba temerosa de dormir en las barracas con todos los hombres, pero luego de las primeras tres semanas durmió en un cuarto con treinta de ellos. Ellos la trataron como una buena camarada, y ni siquiera una vez fue insultada o se le hizo sentir diferente por ser mujer.
Pasó el examen final con notas más altas que muchos de los hombres, y algunos de ellos le pidieron que los ayudara. A veces la gente se burlaba de los hombres por tener a una mujer en su regimiento. «No tenemos mujeres», ellos respondían. Entonces agregaban, «¡Oh! ¿Quiere decir Boggatt? Ella es sólo uno de nosotros».
Llevaba el uniforme ordinario y vivía en las mismas condiciones que el resto. Cuando se fue, le entregaron un reloj de oro de hombre inscrito con muchos nombres.