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Las elecciones del pasado martes en Estados Unidos están significando un verdadero terremoto, no sólo en este país. Las bolsas de valores del mundo se resintieron de forma inmediata. El nerviosismo de la burguesía a nivel internacional es claro.
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México es uno de los países que más va a sufrir este terremoto; en la misma noche de las elecciones, aun cuando no había una certeza del triunfador, el peso cayó más del 10%. En total, en el último año el peso ha perdido un 25% de su valor frente al dólar. Esto nos habla de la fragilidad y el vínculo económico entre estos dos países.
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Estas elecciones están representando un vuelco brusco que va afectar de forma profunda las relaciones sociales en las entrañas del imperio. Siendo EEUU la mayor potencia económica y militar del mundo, cualquier cambio en sus órganos dirigentes tiene una repercusión en las relaciones sociales a nivel internacional.
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El que Trump resultara electo como presidente ha sido una sorpresa para gran parte de la inteligencia americana y mundial, se pensaba que las elecciones eran un simple trámite para dar cabida al gobierno de Hillary y a los grandes monopolios internacionales. Una gran sorpresa han recibido.
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La burguesía y sus ideólogos no entienden el proceso internacional que se ha abierto desde la crisis del 2008. La crisis de ese año no era una crisis más del capitalismo, por su envergadura y extensión podemos hablar de la mayor crisis económica mundial en la historia. Todos los pronósticos prevén una nueva recaída. La burguesía, agotando las formas tradicionales para salir de las crisis, ha optado por arrebatar todos los derechos de los trabajadores adquiridos con anterioridad.
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Eso significa, en términos prácticos, terminar con los estados de bienestar en los diferentes países desarrollados; las pequeñas reformas que los obreros, los jóvenes y las mujeres pudiesen haber obtenido en generaciones pasadas, en los países ex coloniales están siendo aniquiladas en aras de mantener la tasa de ganancia. El mismo derrotero están siguiendo los recursos naturales de los diferentes países.
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Las masas no se han quedado cruzadas de brazos; país tras país han salido una y otra vez, en algunos casos en huelgas generales, movilizaciones prerrevolucionarias o en movimientos abiertamente insurreccionales. Desde la India, pasando por toda Europa, los países Árabes, Latinoamérica, etc., todos los rincones del mundo están siendo sacudidos bajo golpe de martillo.
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En su búsqueda de alternativas, hemos visto el colapso de partidos reformistas, socialdemócratas, tradicionales de los trabajadores. Los casos de España con el colapso del PSOE y la formación de Podemos; en Grecia con el del Pasok y la formación de Syriza, su llegada al poder y la bancarrota y frustración que ha traído a las masas su política entreguista, etc. Todo esto es parte de la búsqueda de la clase obrera y sus familias por transformar su realidad.
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En la misma sintonía pudimos ver los fuertes fenómenos de masas en organizaciones como el Partido Laborista en Gran Bretaña, con Jeremy Corbyn a la cabeza, y la formación de su fracción Momentum, la cual ha logrado afiliar, en pocos meses, más de 300 mil nuevos miembros y que amenaza con limpiar al Partido Laborista de su ala de derecha. Un ejemplo similar se puede observar en el propio EEUU meses atrás con Bernie Sanders, este hombre que parecía no tendría nada que hacer frente a Hillary Clinton, de un mes para otro se convirtió en un polo aglutinador del descontento de la juventud, que al final claudicó.
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Otros giros bruscos en el terreno social son el voto masivo a favor del Bretix en Gran Bretaña y el triunfo del No al cese al fuego en Colombia. Por esto no podemos sorprendernos con este nuevo giro que estamos viendo en los Estados Unidos con la victoria de Trump.
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En cada caso observamos cómo organizaciones que vendieron cielo y estrellas a las masas, terminan defraudando a los sectores que confiaron en ellas, en algunos casos partidos de izquierda, en otros, demagogos populistas. Esta incapacidad de los gobiernos o líderes ha traído decepción y frustración para las masas, preparando el camino para que la derecha pueda llegar al gobierno.
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El tan mencionado giro a la derecha de las masas, es una hoja de parra con que los partidos reformistas y populistas intentan tapar el desastre que han significado sus políticas de tratar de reformar o crear un capitalismo con rostro humano.
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El nuevo inquilino de la Casa Blanca trae consigo una serie de cambios bruscos en las relaciones políticas, económicas y sociales para México. Los efectos no se quedarán en lo que se ha venido mencionando en los diferentes medios de comunicación: la construcción del muro en la frontera norte, la deportación masiva de inmigrantes –mexicanos y en general latinos-, el salir del Tratado de Libre Comercio (TLCAN), etc. Está de por medio el terminar con el modelo económico que se diseñó en las oficinas mismas de la Casa Blanca hace más de 20 años. Reducir México a un país exportador de mercancías manufacturadas para los EEUU.
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Esta no es una cosa que se pueda plantear de forma inmediata, sin embargo todo lo que ha anunciado en pre campaña está orientado hacia allá. Actualmente el 80 % de las exportaciones de México va a EEUU, esto representa el 25% del Producto Interno Bruto (PIB). El hecho de querer sacar a EEUU del TLCAN en términos oficiales, es decir con una votación por parte del congreso (que no es tan fácil que suceda pues aunque la mayoría lo tienen los republicanos, dentro de estos muchos no apoyan a Trump) no es muy factible, pero puede implementarse de forma extraoficiales, por ejemplo, hacer más tardados los trámites burocráticos, poner sanciones por normas de higiene o cualquier otra excusa, e intentar tasar las mercancías de exportaciones mexicanas, han dicho que hasta un 30%.
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Esto significaría la reducción de inversiones extranjeras. La caída de la Inversión Extranjera Directa en el último año ha sido de un 11%. A mediano plazo, los analistas piensan que esto podría significar la pérdida de un 3% del PIB.
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El tema de las remesas es bastante delicado para los ingresos nacionales. Trump ha planteado la idea de que para construir un muro, en los más de 3 mil kilómetros de frontera, su gobierno retendrá parte de las remesas (25 mmdd en 2015). Esto representa uno de los pilares importantes de la economía mexicana. Algunos analistas pensaban que en pocos años las remesas serían la primera fuente de entrada de divisas nacionales, por encima de la inversión extranjera directa.
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Justo, los estados más pobres del país, como lo son Guerrero, Michoacán y Oaxaca, son los que más captan esas remesas. Hay pueblos enteros que dependen de éstas, no para ahorrar, sino para salir al día con los gastos corrientes.
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Hay otro aspecto muy sensible que está ligado a esto, la situación de los migrantes. El republicano ha insistido de forma reiterada que echará a los más de 11 millones de indocumentados, que en su mayoría son latinos. La deportación no va a ser un tema que Trump inaugure, el gobierno de Obama ha expulsado, sólo en el 2015, 207 mil 398 personas. En lo que va del año han sido 164 mil 433, de los cuales 9 mil 440 son menores de 18 años. (La Jornada 9-11-2016)
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La migración, por muchos años, particularmente los últimos 35 años de gobiernos neoliberales, funcionó como una válvula de escape para la economía mexicana. Durante los 90s, 500 mil personas por año iban a buscar trabajo para mandar dinero a sus familias. Lo anterior representó una salida para todos esos jóvenes del campo y la ciudad que no veían alternativas en sus lugares de origen. La amenaza de repatriar a esos 11 millones implicaría que los gobiernos latinoamericanos pudieran absorber dicha mano de obra, sin embargo, es claro que no hay ni la más mínima posibilidad de que esto suceda.
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La política migratoria más agresiva irá acompañada por un incremento de ataques racistas por parte de grupos nacionalistas, blancos, antimigrantes, etc. “Entre 2014 y 2015, el número de grupos de odio o extremistas en Estados Unidos pasó de 784 a 892, de acuerdo con un reporte del Southern Poor Law Center (SPLC, por sus siglas en inglés), una organización que hoy integra al grupo de expertos más importante sobre el tema en ese país.” (Sinembargo, 9-11-2016)
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A esto sumemos lo que representa la pérdida del valor del peso frente al dólar. La deuda externa, que ahora suma casi el 50% del PIB, está tasada en billete verde. Las importaciones de productos alimenticios –cereales y carnes-, de aseo personal, de calzado, etc. se encarecerán a corto plazo. Esto es una forma en que las familias de los trabajadores pagarán esta devaluación, que el gobierno no ha hecho nada para detener.
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Como lo hemos mencionado antes, todo lo anterior representa las consecuencias más próximas, no obstante, a mediano plazo la situación se volverá más compleja. El cierre de maquilas y empresas exportadoras se podría dar en masa. Definitivamente EPN no sabe qué hacer, los encargados del Banco de México y Hacienda se han reunido y lo único que han dicho es que la economía es sólida y está en posibilidades de enfrentar cualquier dinámica internacional. Lo que podríamos observar, a mediano plazo, es el fin de un modelo que diseñaron los gobiernos en turno en los EEUU y que los diferentes gobiernos mexicanos han aceptado sin chistar. De alguna forma, la economía mexicana se amarró a la cola de la americana, ahora Trump pretende cortar la cuerda – aunque aún está en discusión por los fuertes intereses que existen por parte de la burguesía americana metida en negocios en México, y, lo más importante, veremos si es que los mismos trabajadores y la juventud americana le permiten llevar adelante su programa – y los gobiernos locales no tienen la menor idea de qué hacer ante esta perspectiva.
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Las declaraciones del gobierno nos recuerdan a un hombre que va cayendo en caída libre de un edificio de 10 pisos y en el quinto alguien le pregunta -¿Cómo estás?-, y el hombre responde -hasta ahora bien-. El desenlace, tarde o temprano, será trágico.
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El mensaje que ha dado Andrés Manuel López Obrador, ante la victoria de Trump, nos hace rascar la cabeza. AMLO nos dice que no nos preocupemos porque somos un país soberano e independiente, que estemos unidos. AMLO confunde sus deseos con la realidad y la formalidad legal con el contenido real. En realidad debemos encender una señal de alerta frente a posibles golpes de los imperialistas. El pueblo de México, a lo largo de su historia, ha hecho valer su soberanía a través de heroicas luchas contra la intromisión imperialista.
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La unidad nacional no es tal, los trabajadores estamos unidos con nuestros sufrimientos y necesidades. Los capitalistas nacionales están viendo cómo pueden clavar más el diente al pueblo mexicano para mantener su margen de ganancia y siempre han sucumbido frente a los imperialistas. La unidad que la burguesía busca se cimienta sobre la lógica de aguantar la explotación de nuestros connacionales, la unidad de un jinete y su caballo. La solución para los problemas de nuestro pueblo no la vamos a encontrar en la burguesía nacional, sino nacionalizando la economía bajo un gobierno de los trabajadores.
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Que seamos soberanos es aún más falso, nuestro país, todos los países ex coloniales, se independizaron de manera formal de sus metrópolis, pero desde ese momento hemos mantenido un lazo de sometimiento al imperialismo, particularmente al americano. Cualquier intento de resolver los problemas de nuestro pueblo sin tener una política anti imperialista, y luchar por una verdadera soberanía económica y política fracasará. El anti imperialismo sólo se puede comprender bajo la lógica de la lucha por el socialismo.
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Los años que vienen serán difíciles. La economía del pueblo, ya golpeada de por sí, tenderá a empeorar. Los efectos de la miseria, como es la drogadicción, el narcotráfico, la violencia, y en general, el proceso de degradación social se incrementará. Esta situación no podrá mantenerse por mucho tiempo. Todo tiene un límite y éste está llegando.
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Veremos grandes batallas a corto y mediano plazo –dentro de éstas se encuentran las elecciones del 2018- La juventud ha dado muestras de que no se mantendrá con los brazos cruzados, la clase obrera comienza a moverse. En términos generales podemos decir que la lucha de clases será el terreno donde tendremos la posibilidad de liberarnos de esta situación.
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Las elecciones en EEUU han mostrado la enorme inestabilidad del sistema capitalista. Trump ha ganado apoyo de un sector de la población con base en promesas de prosperidad y generación de empleos y toda una serie de ofrecimientos imposibles de cumplir bajo este sistema en decadencia, cuando la desilusión venga, también habrá una reacción de los trabajadores. La movilización de los jóvenes contra Trump ha empezado incluso antes de que se haya sentado en la Casa Blanca. Se prepara un periodo turbulento en el corazón del imperialismo. La clase obrera de EEUU, migrante y no migrante, es nuestra mejor aliada en la lucha contra Trump y los imperialistas.
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Nuestra organización, nuestra Internacional, la Corriente Marxista Internacional (CMI), se prepara conscientemente para este nuevo período, con las armas que nos dota el marxismo, con la energía que da la juventud y la experiencia de nuestra clase. Te invitamos a que te organices con nosotros, porque es tiempo de organización; te invitamos a que luches con nosotros, porque es tiempo de lucha. El socialismo, hoy más que nunca, es la salida a la crisis en que el capitalismo ha hundido a la humanidad.