Escrito por Jessica Cassell, Fightback Canadá
La crisis del capitalismo ha dado lugar a un clima de cuestionamiento y movimientos de masas en todo el mundo. Desde el movimiento de los Indignados en España, hasta la ocupación de la Plaza Syntagma, en Grecia y, más recientemente, el de la Nuit Debôut en Francia, los jóvenes comienzan a actuar y desafiar al sistema capitalista. Como parte de este estado de ánimo general, en los últimos años también han aparecido varios movimientos espontáneos contra las múltiples formas de opresión, que diferentes capas de la clase trabajadora experimentan bajo el capitalismo.
Artículo original publicado por Fightback, Canada
Los movimientos inspiradores como Idle No More,1 Black Lives Matter,2 las manifestaciones mundiales contra la violencia hacia las mujeres el 8 de marzo y elementos del movimiento anti-Trump, son sólo algunos ejemplos recientes del creciente deseo de trabajadores y jóvenes de combatir la opresión y la discriminación. Una de las visiones predominantes que han adoptado los líderes de muchos de estos movimientos –a menudo miembros de la izquierda académica o influidos por ella– es la de la «interseccionalidad». Por lo tanto, no es sorprendente que una capa de jóvenes y estudiantes que se están politizando a raíz de estos movimientos vean la opresión a través de esta lente. Pero ¿qué significa la interseccionalidad, es útil para luchar contra la opresión, y es compatible con el marxismo?
La interseccionalidad se usa más comúnmente para describir la existencia de formas múltiples y superpuestas de opresión, que están presentes en diferentes contextos para cada individuo, creando experiencias únicas y conjuntos de barreras sociales. La «necesidad de ser interseccional» es una frase común usada en los movimientos sociales [actuales], queriendo decir que cualquier lucha dada debe ser inclusiva y representativa de individuos que experimentan diferentes opresiones solapadas, en comparación con enfocarse estrechamente en un grupo o forma de opresión.
Los marxistas coinciden en que hay individuos o grupos que sufren múltiples formas de opresión superpuestas simultáneamente, y que cada configuración presenta un conjunto único de barreras sociales. Desde un punto de vista marxista, ninguna forma de opresión puede ser comprendida o superada aisladamente, y la lucha contra la opresión y la explotación debe atraer e, incluir, a todas las capas de los oprimidos. Los marxistas también se oponen firmemente a las actitudes y comportamientos discriminatorios y afirman que éstos sólo sirven para dividirnos, impidiendo la unidad necesaria de la clase obrera para lograr la emancipación. En la superficie, entonces, puede parecer que el marxismo y la interseccionalidad son complementarios. Sin embargo, si analizamos más profundamente la teoría subyacente a la interseccionalidad, podemos ver que su comprensión de la opresión y la forma cómo combatirla son muy diferentes del marxismo. La interseccionalidad, a pesar de las mejores intenciones de muchos de sus defensores, no puede explicar adecuadamente los orígenes de las diversas formas de opresión y, por lo tanto, las soluciones.
No podemos dejar de insistir en la lucha de los marxistas contra todas las formas de opresión. La crítica de un enfoque diferente para entender la opresión no es equivalente a ignorar la realidad de múltiples formas de opresión. Al contrario, porque es nuestra meta final terminar con todas las formas de opresión y explotación de una vez por todas, es nuestro deber potenciar las ideas y los métodos que los trabajadores y los jóvenes necesitan para alcanzar la emancipación. Ocultar nuestras diferencias no beneficiaría a la lucha social.
Interseccionalidad en contexto
Para entender las limitaciones de la interseccionalidad desde una perspectiva marxista, por supuesto tenemos que considerar los principios básicos de la interseccionalidad misma y el contexto histórico en el que consiguió repercusión. El surgimiento de la interseccionalidad coincidió con una derrota de las olas revolucionarias de los años sesenta y setenta, seguida de una reacción en los años ochenta, que culminó con el colapso de la Unión Soviética. Durante el consiguiente reflujo de la lucha de clases, la política de identidad se hizo predominante. Dicha política se desarrolló en ese período, y consiste en definir a las personas según sus características personales (etnia, sexo, etc.), en lugar de su clase o punto de vista político.
La clase dirigente la ha utilizado para promover el avance de los elementos carismáticos de la pequeña burguesía que son incorporados fácilmente en el sistema capitalista. La política de identidad también ha sido utilizada por la burocracia del movimiento obrero y por la clase dominante contra la izquierda y las posiciones de clasistas dentro del movimiento. Esta creciente orientación hacia ejes separados de identidad y opresión fue el resultado del fracaso de los dirigentes obreros, socialdemócratas y estalinistas en conducir a los trabajadores hacia el derrocamiento del capitalismo, lo que podría haber erradicado la base social y económica de las diversas formas de opresión.
El estalinismo, en particular, desempeñó un papel traidor. La Revolución rusa de 1917, impulsada por los bolcheviques bajo la dirección de Lenin y Trotsky, consiguió grandes avances para las mujeres, las lesbianas y los gays, y las nacionalidades oprimidas, muchos de los cuales retrocedieron con la degeneración de la Unión Soviética bajo Stalin. El aislamiento y el atraso de la Unión Soviética perpetuaron la escasez; los estalinistas usaron todas las viejas divisiones y formas de opresión para mantener su poder y frenar la revolución proletaria internacional. Las políticas estalinistas, como la re-criminalización de la homosexualidad en la Unión Soviética, y su reflejo en las prácticas discriminatorias que se llevaron a cabo en los partidos comunistas estalinistas en todo el mundo, repelían comprensiblemente a muchos trabajadores y jóvenes que se enfrentaban al peso de la opresión a través de la lucha socialista. Tales políticas no tienen nada en común con el genuino marxismo y han influido en la fragmentación del movimiento en ejes separados de lucha. El genuino marxismo se opone a todas las formas de opresión y reivindica la unidad de clase.
La interseccionalidad, una rama del feminismo, fue en realidad una reacción contra las políticas de identidad tradicionales que tendían a aislar el movimiento en luchas separadas. Las mujeres negras, en particular, habían denunciado durante décadas que el movimiento de mujeres estaba dominado en gran parte por mujeres blancas de clase alta, que ignoraban la realidad y las necesidades de las mujeres negras trabajadoras, y que el movimiento antirracista estaba dominado por hombres negros que a menudo minimizaban la opresión de las mujeres, críticas nada despreciables. Sin embargo, el fundamento ideológico de la interseccionalidad descansa en las teorías post-marxistas, como el postmodernismo y el post-estructuralismo, teorías que ganaron popularidad en los círculos académicos precisamente en un período de reacción capitalista y colapso del estalinismo, cuando los líderes sindicales y de izquierda abandonaron incluso la pretensión de luchar por el socialismo, y optaron abiertamente por la idea de hacer un capitalismo más «humano».
Si el período anterior al retroceso en la lucha de clases había incidido en la transformación social y económica radical; el ámbito de las ideas, el pensamiento y el lenguaje se convirtió en el blanco del análisis y del cambio del periodo que siguió. Habiendo perdido la fe en la capacidad de la clase obrera de transformar radicalmente la base económica y social de la sociedad, la izquierda académica puso el énfasis en cómo piensan los individuos. Partiendo de esta tendencia ideológica, la interseccionalidad enfatiza la experiencia subjetiva y el pensamiento, el lenguaje y el comportamiento individual, como la lente a través de la cual entender y superar la opresión.
Este es un enfoque profundamente idealista que se basa en la idea de que para cambiar la sociedad, primero hay que cambiar las opiniones de las personas, o peor aún, que al cambiar el «discurso» se puede transformar la realidad. La verdad es que la ideología dominante en una sociedad de clases es la de la clase dominante. La ideología del pueblo que realiza las revoluciones, las masas explotadas y oprimidas, está imbuida de todas las ideas reaccionarias y prejuicios impuestos por la clase dominante. Es en el transcurso de la lucha por transformar la sociedad que las personas (en gran número) se transforman y cambian (en gran medida) sus puntos de vista. Esto está muy bien explicado por Marx en La ideología alemana:
«Que tanto para engendrar en masa esta conciencia comunista como para llevar adelante la cosa misma, es necesario una transformación en masa de los hombres que solo podrá conseguirse mediante un movimiento práctico, mediante una revolución; y que, por consiguiente, la revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que se hunde y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases».
Se le atribuye a la académica afro-americana en Derecho, Kimberlé Crenshaw, haber acuñado el término «interseccionalidad» hacia 1989, específicamente para describir cómo el sistema judicial estadounidense no tenía en cuenta las distintas discriminaciones que las mujeres negras experimentan en el lugar de trabajo. En uno de sus artículos, Crenshaw citaba varios casos judiciales en los cuales el tribunal sólo consideraba las denuncias por discriminación sexual o por discriminación racial en el lugar de trabajo, negándose a reconocer que las mujeres negras experimentaban una discriminación doble, no sólo como mujeres o simplemente como individuos negros, sino como mujeres negras. Por ejemplo, en el caso de Emma DeGraffenreid contra General Motors, el tribunal desestimó la queja de la demandante por discriminación sexual y racial con el argumento de que General Motors había contratado a mujeres blancas y hombres negros en el período anterior.
Es una realidad que las mujeres negras y otros grupos que experimentan doble discriminación pasan inadvertidos en el sistema legal capitalista. Se trata de brechas estructurales que constituyen una verdadera barrera significativa para que las capas oprimidas de la clase trabajadora alcancen una verdadera igualdad de derechos. Los marxistas apoyan reformas legales que permitan una mayor capacidad de los trabajadores y capas oprimidas para luchar por sus derechos y mejorar sus condiciones de vida. Pero también debemos explicar que el racismo y el sexismo están arraigados en la sociedad de clases y forman parte de las necesidades del capitalismo, cuyo sistema judicial, en última instancia, existe para defenderlo.
El carácter de clase de la justicia burguesa no puede ser reformado fuera del sistema judicial, siempre y cuando descanse en una base capitalista. Así, mientras que la reivindicación de Crenshaw consistía en la aprobación de una nueva minoría protegida dentro del sistema judicial para las mujeres negras, debemos enfatizar que esto no cambiaría fundamentalmente las condiciones materiales y sociales que dan lugar a la discriminación compuesta –como bien señaló ella- que experimentan estas mujeres en el lugar de trabajo y en la sociedad en general. Si bien los estudios de algunas feministas interseccionales han aportado observaciones perspicaces sobre la discriminación compuesta sufrida por aquellos que viven bajo múltiples opresiones y las barreras a que se enfrentan, los marxistas explican la necesidad de ir más allá de la observación. Se podría crear un número infinito de categorías dentro del sistema judicial para reflejar todas las intersecciones posibles de la opresión, pero como marxistas debemos plantear la pregunta: ¿Por qué ocurre esa opresión y cómo puede erradicarse en última instancia?
Pensamiento y realidad social
En una charla online titulada: «La urgencia de la interseccionalidad», dada en 2016, Crenshaw se refería al fracaso del sistema judicial para abordar la múltiple discriminación que las mujeres negras sufren en el lugar de trabajo, como un «problema de marco de referencia». Sugería que si los jueces o los encargados de la formulación de políticas tuvieran un mejor marco para comprender la opresión y la naturaleza de la discriminación múltiple, los individuos o grupos que experimentaran opresiones superpuestas no pasarían inadvertidos. Las actitudes discriminatorias de los jueces que influyen en sus decisiones influyen, obviamente, en la vida de los grupos oprimidos y perpetúan su marginación. Mientras que hombres y mujeres negros experimentan altos índices de brutalidad policial y asesinatos, policías asesinos disfrutan de la impunidad; jueces en Estados Unidos y Canadá dejan en libertad, reiteradamente, a agresores sexuales. Es evidente que los jueces son libres de actuar de forma discriminatoria, y que esto funciona para sostener la opresión en la sociedad y mantener subyugados a los grupos oprimidos. ¿Pero de dónde surgen estas actitudes y cómo podemos librar a la sociedad de ellas?
Las actitudes discriminatorias perjudiciales de los jueces y de los responsables políticos reflejan las necesidades del sistema capitalista. El Estado capitalista y su sistema de tribunales existen para sostener las reglas de juego y los intereses de la clase capitalista. Un sistema, en el que no se eligen a los funcionarios de justicia, las promesas de campaña se rompen tan pronto como los políticos llegan al poder sin opción a la revocación, y muchas de las decisiones más importantes se hacen a puerta cerrada con entidades privadas (es decir, banqueros y ejecutivos), no puede tildarse de verdadera democracia o transparencia. Algo similar ocurre en el lugar de trabajo, donde es muy difícil hacer que los empresarios den cuenta de prácticas discriminatorias porque controlan nuestras condiciones de vida y no hay supervisión democrática en la producción capitalista. Aunque existen ejemplos de denuncias por discriminación que se han ganado tras duras luchas en los tribunales, esto implica a menudo años en los juzgados, costes astronómicos y muchas otras barreras, que lo convierten en una ruta imposible para muchos trabajadores oprimidos, especialmente teniendo en cuenta que las empresas siempre suelen contar con un mejor equipo legal y que el sistema judicial ya está sesgado a su favor. Cuando las empresas reciben sanciones, a menudo no les supone un gran cambio, pero sí tiene consecuencias dramáticas en la vida del querellante. Así, mientras que las actitudes discriminatorias pueden claramente desempeñar un papel pernicioso en la perpetuación de la opresión, es el fundamento social y económico sobre el que descansan estas instituciones la verdadera barrera para superar la opresión. Dicho de otro modo, la naturaleza capitalista de las instituciones es la raíz del problema, no las actitudes de los funcionarios que ocupan puestos en ellas.
Para los marxistas, entonces, no es fundamentalmente un problema de «enmarcar» o de cómo la gente aborda la opresión. La idea de que el pensamiento y el lenguaje son las fuerzas dominantes que moldean la realidad social proviene del idealismo filosófico; los marxistas abordan la historia desde un punto de vista materialista y argumentan que es la realidad social la que moldea el pensamiento. No nacemos con visiones del mundo elaboradas, ni tampoco las que desarrollamos a lo largo del tiempo caen del cielo. Lo que aprendemos y creemos sobre el mundo estará influido y moldeado por las condiciones materiales y sociales de la época histórica en la que vivimos, cuyo modo de producción establece la base para la organización del resto de la sociedad. Esto no significa que cada pensamiento o elemento de la cultura sea un producto directo de la base económica de la sociedad, sino que la base económica establece el fundamento general de los puntos de vista dominantes de cualquier época y fija ciertos límites a nuestra manera de pensar.
Por supuesto, no sólo los individuos en posiciones poderosas poseen y manejan ideas discriminatorias en su propio interés. Los trabajadores y la gente pobre también se socializan con estas actitudes. Las ideas dominantes en la sociedad son las de la clase dominante, que bajo el capitalismo es la burguesía. La clase capitalista se basa en actitudes discriminatorias para mantener a la clase obrera dividida en base a raza y etnicidad, idioma, sexo y género, religión y muchas otras divisiones. Estas divisiones sirven a múltiples funciones, tales como crear una presión a la baja sobre los salarios y entre los trabajadores de las nacionalidades que compiten entre sí, para impedir que la mayoría de explotados y oprimidos se unan contra su opresor común, la burguesía. La burguesía posee y controla los principales medios de difusión de ideas, tales como los principales medios de comunicación y los mercados culturales. Las ideas de la clase dominante también se reproducen a través de la iglesia, el sistema educativo y la familia. El contenido de nuestro pensamiento está formado por estas instituciones, que reflejan la sociedad capitalista.
El capitalismo obliga a la clase obrera a una competencia inhumana y desgarradora que distorsiona cómo nos relacionamos con nosotros mismos y entre nosotros. Las personas no nacen inherentemente codiciosas o discriminatorias, sino que surgen en una sociedad individualista que nos enfrenta unos a otros y utiliza poderosos mensajes de división para evitar que nos unamos. Desafiar cómo pensamos sin cambiar las condiciones materiales y sociales que dan lugar a actitudes discriminatorias es, por lo tanto, un enfoque limitado para luchar contra la opresión. Poner el énfasis en el pensamiento y las ideas, separándolo de sus orígenes sociales y materiales, resulta inevitablemente en una comprensión subjetiva individualista de la opresión, desvirtuando las raíces estructurales económicas y arriesgando atomizar el movimiento.
En última instancia, la base material de toda división social es la escasez. Una sociedad que puede proporcionar a sus ciudadanos un buen trabajo, un hogar, una escuela, etc., no tendrá que culpar a «otro» por la falta de vivienda, educación o empleo. Por el contrario, una sociedad en crisis verá un aumento de estas actitudes. Marx lo expresa así: «Cuando la necesidad se generaliza, toda la vieja basura vuelve revivir». Tales actitudes no pueden ser completamente erradicadas mientras persiste la escasez. Bajo el capitalismo, la escasez es totalmente artificial, ya que existen medios de producción tan avanzados que generan más que riqueza y recursos suficientes para garantizarle a todos un buen nivel de vida. El problema de este sistema es que la mayoría de la riqueza está en manos de una minúscula minoría y el resto de nosotros tenemos que luchar por migajas. Esta es la razón por la cual los marxistas piden la expropiación de la clase capitalista, para que podamos usar toda esta riqueza en beneficio de la mayoría y erradicar las raíces materiales de la división y la opresión.
Raíz de la opresión: ¿subjetiva u objetiva?
En los escritos feministas interseccionales, a menudo se hace referencia a la opresión «estructural», pero desde un punto de vista idealista, más que como un enfoque marxista y materialista. Por ejemplo, en lo que respecta a las formas de opresión múltiple e interseccionales, la escritora y activista feminista estadounidense, bell hooks (seudónimo de Gloria Jean Watkins, NdT) dice: «Para mí es como una casa, comparten los cimientos, estos son la creencia ideológica alrededor de la cual se construyen las nociones de dominación». Con esta visión, Patricia Hill Collins afirma que «empoderamiento implica rechazar las dimensiones del conocimiento, ya sea personal, cultural o institucional, que perpetúan la objetivación y la deshumanización». Así, las raíces de la opresión se ven en el sistema de creencias de una sociedad alrededor de la superioridad y la inferioridad de los diferentes grupos y el fin a la opresión implica rechazar esas creencias. La principal limitación con este enfoque es que no explica por qué y cómo tales creencias llegaron a existir y, por lo tanto, no puede proporcionar una manera de erradicar esas creencias a una escala de masas.
Hacer de cómo conceptualizamos la realidad el objetivo primario del cambio, supone que la opresión se perpetúa predominantemente a nivel individual e interpersonal. Desde este punto de vista, todo aquel que no experimenta una determinada forma de opresión es cómplice en perpetuarlo y beneficiarse de él. Como existen infinitas configuraciones de opresiones y características dominantes, la teoría de la interseccionalidad postula que todos existimos en una red infinita, en la que todos estamos oprimiendo y oprimiéndonos unos a otros. La clase obrera se convierte en el enemigo en lugar de la clase capitalista gobernante.
Si bien es obvio que las actitudes y comportamientos discriminatorios y opresivos son llevados a cabo por los individuos y dentro de la dinámica interpersonal (que debe ser condenada y combatida por los revolucionarios), estas actitudes tienen orígenes sociales e históricos y están arraigadas en las estructuras de la sociedad de clases. Del mismo modo, lo que se considera una característica dominante que es sistemáticamente favorecida por la sociedad, también se ha desarrollado históricamente. La supremacía blanca y el racismo, que son inherentemente fenómenos sociales y estructurales, fueron desarrollados por las clases dominantes de las naciones coloniales europeas para justificar la conquista colonial y la esclavitud, sobre la cual se construyó el desarrollo del capitalismo. La opresión de las mujeres no siempre ha existido, pero surgió con la división de la sociedad en clases y el establecimiento del matrimonio como una institución destinada a controlar la sexualidad de las mujeres para asegurar la paternidad con el propósito de heredar la propiedad por vínculos sanguíneos. Las actitudes racistas y sexistas reflejan estos procesos materiales y sociales.
Cierto es que los individuos pueden mantener y actuar con actitudes discriminatorias muy perjudiciales, pero estas actitudes y acciones en última instancia sólo benefician a la clase dominante explotadora. El concepto de «privilegio» es a menudo evocado por los defensores de la interseccionalidad, queriendo decir que aquellos que no son víctimas de una forma particular de opresión tienen interés en mantenerla sobre otros, o contribuyen activamente a ella al recibir beneficios. Los marxistas coinciden en que las personas oprimidas de múltiples formas y superpuestas sufren mayores barreras sociales y los impactos de discriminaciones múltiples. Sin embargo, lo que a menudo se describe como privilegios debe, a nuestro juicio, ser considerado como un derecho humano que todos deben tener equitativamente. Tenemos que abolir el sistema que estratifica a la clase obrera y priva a los estratos oprimidos de estos derechos, manteniéndonos divididos y luchando por las migajas bajo la mesa de los banqueros y empresarios. Nosotros decimos, «No iguales por abajo y crear una igualdad de pobreza. ¡Igualar por arriba, y tomar lo que se necesita de la clase explotadora y opresora!»
La opresión de un grupo sirve para sostener el sistema capitalista que nos explota y oprime de diferentes maneras. No es del interés de ningún trabajador que la dominación y la opresión de otro grupo continúen. En la superficie puede parecer que algunos trabajadores obtienen beneficios a expensas de otros y, por lo tanto, se benefician de su opresión. Por ejemplo, es bien sabido que a los hombres se les paga más que a las mujeres en todo el mundo por el mismo trabajo. Sin embargo, a los hombres no cobran más porque las mujeres reciban un salario menor o viceversa. Hay más que suficiente riqueza para que todos obtengan un aumento salarial masivo, pero la mayoría de la riqueza generada por los trabajadores se la apropia la clase dominante minoritaria. La clase capitalista se beneficia de pagar o discriminar a las trabajadoras, los inmigrantes, las minorías raciales y de género, ya que, como se ha explicado anteriormente, ejerce una presión a la baja sobre todos los salarios y obliga a capas de la clase trabajadora a ser más flexibles y disponibles para trabajos precarios.
Los marxistas trabajan activamente para entablar lazos de solidaridad entre la clase obrera y luchar contra la opresión y discriminación entre trabajadores. Los individuos se transformarán, sobre todo, a través de la experiencia concreta de la lucha y sus ideas cambiarán en consecuencia. El llamado trabajador «privilegiado» que perpetúa actitudes discriminatorias está contribuyendo, en realidad, a bajar su propio salario a través de la baja competencia salarial de los trabajadores más oprimidos, lo que beneficia a los empresarios y al sistema capitalista que nos explota y oprime a todos. Los trabajadores que no experimentan múltiples opresiones tienen mucho más que perder al perpetuar la opresión hacia otros, ya que sólo perpetúan su propia explotación. Todos los trabajadores tienen un mundo que ganar uniéndose a la lucha por el socialismo, lo que permitiría un aumento masivo del nivel de vida de todos. En lugar de la solidaridad de clase, la interseccionalidad plantea el concepto de «aliados», sugiriendo que diferentes sectores de la clase obrera y de los oprimidos tienen intereses diferentes y deben tener sus propias organizaciones separadas. Los marxistas defienden una lucha común basada en intereses comunes, organizados a través de los partidos socialistas y laboristas de masas y los sindicatos, que luchen contra todas las opresiones infligidas a los trabajadores y contra la explotación de clase, es decir, contra todo el sistema capitalista y todo lo que lo sostiene.
El peligro con la «política de privilegios» es que conduce a los activistas a que traten de convencer a los diferentes sectores de los trabajadores, de que realmente sacan beneficios de oprimir a otros sectores de la clase obrera y, por lo tanto, tienen intereses opuestos a ellos, en lugar de explicar que es en interés de todos unirnos contra la clase capitalista. Esto juega a favor de los capitalistas, que tratan activamente de perpetuar este mito y utilizan el racismo, el sexismo y otras formas de opresión y discriminación para justificarlo. Cuando los trabajadores «privilegiados» y los más oprimidos se unen contra la patronal y exigen iguales salarios y condiciones, el poder de esa unidad permite a todos los sectores conseguir más de la clase explotadora.
La opresión y la discriminación de algunas capas de la clase obrera también sirven como un chivo expiatorio conveniente para la clase dominante. Cuando el capitalismo está en crisis, la clase dominante y sus representantes en el Estado culpan del problema a este o aquel grupo oprimido o marginado, tratando de enfrentarnos unos a otros. Cuando las personas están luchando para sobrevivir y no se presenta ninguna alternativa genuina por parte de la izquierda, estas ideas pueden tomar fuerza. Esto se demostró claramente en las elecciones de Estados Unidos: una vez que Bernie Sanders fue sacado de la escena, Donald Trump pudo ascender al poder removiendo toda clase de sentimientos racistas, misóginos y xenófobos entre una capa frustrada de trabajadores (en particular, sólo el 25% de la población votó realmente por él), que vio en Hillary Clinton la representante del statu quo. Las encuestas sugirieron que un número significativo de esta capa podría ser ganada para un programa de izquierda que atacara a la «clase multimillonaria», en lugar de a los grupos oprimidos que actúan de chivo expiatorio. Los que votaron por Trump no nacieron inherentemente opresores o discriminadores, sino que fueron alimentados con estas ideas como una forma de explicación de su propia pobreza y penurias. Este es un ejemplo concreto de cómo las actitudes discriminatorias están arraigadas en las estructuras de la sociedad de clases, reforzadas por la escasez, la pobreza y la frustración con el sistema capitalista, especialmente cuando la izquierda no puede ofrecer una alternativa genuina.
No es difícil imaginar cuánto menos poder de atracción tendrían las ideas discriminatorias si se garantizara a todos un alto nivel de vida con acceso universal a la formación y educación universitaria, instalaciones para el cuidado infantil, sanidad, transporte, vivienda, recreación, cultura, etc. Sería difícil culpar a un grupo por el sufrimiento de otro cuando todo el mundo tiene garantizado el acceso a los recursos y oportunidades que conducen a una alta calidad de vida. Sin embargo, esto no es posible bajo el capitalismo, que se basa en la producción con fines de lucro en lugar de atender las necesidades humanas. Se requiere una lucha unida de clase para unir a todas las capas de los oprimidos en la lucha contra el sistema capitalista que nos explota y oprime a todos.
Lucha de clases y lucha contra la opresión
Los marxistas están en contra de dividir a las personas en ejes de opresión separados y abogan por la necesidad de unidad. La lucha de cualquier grupo oprimido no puede ser entendida separadamente de otras formas de opresión y del sistema capitalista que les da origen. Sin embargo, mientras que los defensores de la interseccionalidad argumentan en contra de la separación de las personas en un sólo eje, el resultado del enfoque subjetivista es en cambio la separación de las personas de acuerdo con un número infinito de configuraciones de opresiones y privilegios múltiples. Esto es lo que sugiere la teórica feminista interseccional y erudita, Patricia Hill Collins, en su obra Pensamiento Feminista Negro: Conocimiento, Conciencia y Política de Empoderamiento (1990), cuando afirma que «la matriz global de la dominación contiene múltiples grupos, cada uno con experiencias variadas de condena y privilegio, que producen perspectivas parciales correspondientes (…). Ningún grupo tiene un ángulo de visión claro. Ningún grupo posee la teoría o la metodología que le permita descubrir la ‘verdad’ absoluta».
Esta perspectiva es bastante pesimista, dejándonos sólo con nuestras realidades parciales subjetivas y nada que explique los orígenes de la opresión o cómo superarla de una vez por todas. Es un punto de vista que conduce al individualismo y a la auto-contemplación más que a la lucha colectiva para transformar la realidad. El mundo existe concretamente fuera de nuestros pensamientos y sentimientos. Nuestra comprensión de ese mundo es por necesidad parcial e individual, pero sigue siendo un reflejo de una realidad objetiva y nuestras ideas sobre esa realidad se prueban continuamente en la práctica contra ella. El conjunto de relaciones sociales y económicas que conforman el capitalismo existe objetivamente. Quien no lo crea, que vea lo que sucede si no trabaja para ganarse la vida o pagar el alquiler. Debido a que la gran mayoría de nosotros vivimos bajo el capitalismo y somos explotados por él, el análisis y la lucha de clases representan el mayor «ángulo de visión» y la mayor herramienta teórica para unir y alcanzar la emancipación para todos.
Mientras que la interseccionalidad considera todas las formas de opresión como igualmente fundamentales, los marxistas destacan que la condición de clase es la línea divisoria fundamental en la sociedad capitalista. El modo de producción capitalista se basa, en su núcleo, en la extracción de la plusvalía de los trabajadores por los propietarios de los medios de producción, los capitalistas. Esto no significa que la explotación de clase sea la peor forma de opresión en términos de sufrimiento, o que la clase obrera sea de alguna manera superior a otros grupos oprimidos. Significa que mientras vivamos en una sociedad donde una clase dirigente parásita explota y oprime a la mayoría, ningún grupo oprimido podrá jamás emanciparse genuinamente, ya que siempre habrá desigualdad sistémica. Cualquier representante de la clase dirigente minoritaria, independientemente de su género, raza u orientación sexual, en última instancia, servirá a sus intereses de clase que se basa en la división y la opresión de la mayoría de nosotros.
Las ganancias masivas acumuladas por la clase capitalista representan el trabajo no remunerado de la clase obrera que no recibe el valor total de su trabajo. Esto es lo que los marxistas quieren decir con la explotación de clase, que no debe confundirse con una interpretación estrecha del término «clasismo», que lo relaciona con la discriminación de las personas pobres percibidas como de clase baja, más que como una relación económica. Mientras que los marxistas reconocen el papel significativo de la discriminación y la opresión en el mantenimiento del sistema capitalista, la realidad económica de la explotación coloca a los trabajadores en una posición única para acabar con el sistema, ya que son ellos quienes producen toda la riqueza de la sociedad. Además, aunque no todos los trabajadores experimentan opresiones superpuestas, la gran mayoría de los oprimidos son explotados como trabajadores o como empobrecidos, desempleados o viviendo bajo la esclavitud moderna. Esto hace de la explotación de clases el factor unificador de todos los oprimidos. La clase obrera abarca la gran mayoría de las capas oprimidas de la sociedad y es precisamente la lucha de clases la que puede unir a todas las capas de los oprimidos contra nuestro enemigo común, la clase explotadora, para romper actitudes discriminatorias en el proceso.
Desafortunadamente, la mayoría de los líderes de los movimientos estudiantiles y obreros no han logrado organizar una lucha de clases combativa que pueda unir a todas las capas de los oprimidos. Mientras tanto, estas mismas burocracias suelen adoptar un lenguaje interseccional para ocultar la realidad de que no están luchando por reformas significativas para promover las condiciones de los estudiantes y los trabajadores. Las políticas tokenistas,3 como la paridad de género y otras cuotas basadas en la identidad, se emplean sin tener en cuenta la perspectiva de clase o la orientación política, lo que en realidad da lugar a unas pocas posiciones ventajosas para un puñado de burócratas, que no se comprometen en movilizar una lucha por condiciones que palien la opresión y la explotación para la mayoría que constituye la base y la sociedad en general. La clase dirigente utiliza políticas similares para intentar apaciguar a los oprimidos dejando su sistema de explotación completamente intacto. Basta con entrar en cualquiera de las páginas web de los bancos más grandes, que se jactan de la diversidad de sus empleados, para ver esto. La representación de grupos oprimidos en bancos y grandes empresas no cambia la realidad de la mayoría de las capas oprimidas de la clase obrera, y sin cambiar las condiciones materiales que dan lugar a la opresión, tampoco la cambiará la representación en nuestras organizaciones de estudiantes y sindicatos por sí sola.
La idea detrás de la «representación» es que si más personas de grupos oprimidos tomaran posiciones (dirigentes o empleados electos dentro de las organizaciones estudiantiles y de trabajadores y en la política electoral, así como en los comités ejecutivos, dirección de empresas, etc., en el sector privado), eso ayudaría a erradicar o aliviar su opresión. Es importante entender que los grupos oprimidos no están oprimidos porque están menos representados, sino debido a la opresión sistémica en la sociedad que crea barreras a la participación en la vida pública y en la política. La mejor manera de lograr una representación genuina de los grupos oprimidos en el movimiento es construir organizaciones combativas de lucha, que realmente puedan comenzar a erradicar esas barreras como parte de la lucha para acabar con estas opresiones. Esto animaría a grupos más amplios de grupos históricamente oprimidos y marginados a unirse y esforzarse por superar las barreras sistémicas que han obstaculizado su participación. Tal lucha fomentaría el desarrollo de una verdadera dirección desde abajo, en lugar de medidas simbólicas desde arriba. El socialismo consiste precisamente en atraer a todas las capas de los explotados y oprimidos a la lucha por un mundo mejor. Nuestros representantes deben ser elegidos basados en su política y capacidad para conducir una lucha genuina.
La elección de mujeres como Margaret Thatcher, Angela Merkel, Theresa May o Hillary Clinton a algunos de los puestos políticos más altos no ha servido para promover la causa de la emancipación de las mujeres, y los revolucionarios hicieron una campaña activa contra ellas. Lo mismo puede decirse, por ejemplo, de la directora del FMI, Christine Lagarde, y la lista continúa. Del mismo modo, los estándares de vida para los estadounidenses negros continuaron disminuyendo bajo Obama. Como revolucionarios, apoyaríamos a un político de izquierda contra cualquiera de ellos independientemente de su orientación sexual, género, raza o etnia. La representación es una herramienta poderosa en manos de la clase dominante, ya que la usan para crear ilusiones en apoyar a los líderes que representan los intereses del capitalismo únicamente por su raza, orientación sexual, género, etc., en lugar de sus intereses de clase.
Miembros de la clase dominante como Hillary Clinton, incluso, han adoptado el lenguaje de la interseccionalidad para obtener apoyo. Crenshaw y otros defensores de la interseccionalidad lo condenaron y subrayaron que, puesto que «las mujeres» no son una categoría homogénea, Hillary no representa los intereses de todas las mujeres debido a sus políticas imperialistas. Sin embargo, el hecho de que la interseccionalidad no se dirige a la raíz de la opresión significa que, en última instancia, no es una amenaza para la clase capitalista o sus aliados reformistas, por lo que pueden adoptar tan fácilmente su lenguaje en un esfuerzo por parecer más progresistas. No amenaza a los miembros de la clase dominante destacar que hay formas múltiples y superpuestas de opresión, siempre que se evite la cuestión de por qué y en qué interés.
¿Reforma o revolución?
¿Significa esto que los marxistas sugieren que las personas y los grupos que experimentan múltiples tipos de opresión deben poner sus luchas en segundo plano en nombre de la lucha de clases y que no se puede hacer nada para combatir o aliviar la opresión hasta después de la revolución socialista? En absoluto. Los marxistas se oponen firmemente a todas las formas de opresión y discriminación en el aquí y ahora, y luchan contra las actitudes divisoras y discriminatorias en el movimiento y en el conjunto de la clase obrera, ya que sólo beneficia a la clase capitalista dominante. Los marxistas van más allá para resaltar que no podemos cambiar ideas en masa sin cambiar sus orígenes materiales, es decir, la escasez y la competencia. Esta es una de las razones por las que los marxistas participan en la lucha cotidiana por las reformas y las vinculan con la necesidad del socialismo.
Como las reformas nunca son entregadas voluntariamente por la clase dominante sin lucha, la mejor manera de conseguir cualquier reforma es a través de la acción masiva, combativa y colectiva desde abajo que tanto temen los empresarios y políticos por temor a la revolución. La lucha contra la opresión y por cualquier reforma para aliviarla no debe ser sólo la responsabilidad del grupo que experimenta la opresión o discriminación en cuestión, sino que debe involucrar a toda la clase obrera, abarcando a todos los grupos oprimidos. Los hombres y los trabajadores heterosexuales tienen un interés en defender los derechos de las mujeres y de las personas LGBT, los trabajadores blancos deben unirse a la lucha contra el racismo, etc. Nuestra fuerza está en nuestra unidad, y una victoria para cualquier capa de la clase obrera es una victoria para toda la clase y todos los oprimidos.
Es a través de la lucha unida de clases cómo las masas comienzan a tomar conciencia de su fuerza unificada y de los límites del capitalismo para proporcionar mejoras significativas en sus vidas. Si echamos una ojeada al mundo actual, está muy claro que nuevas reformas no son la norma. Por el contrario, los trabajadores y los oprimidos de todo el mundo están luchando para mantener los derechos humanos y los logros obtenidos en el pasado. Así, aunque luchamos por reformas que alivien la opresión y mejoren las condiciones de vida de la clase trabajadora, creemos que ninguna reforma es sostenible bajo el capitalismo en crisis. La lucha por obtener mejoras permanentes debe combinarse con la lucha por la transformación socialista de la sociedad.
Cuando los beneficios se ven amenazados y el capitalismo entra en crisis, la patronal, los banqueros y sus amigos en el Estado no dudan en revertir todas las conquistas por las que se ha luchado en el pasado. Esto también tiende a provocar un aumento del racismo y de otras formas de prejuicios, ya que los “populistas” de derecha y un sector de los medios de comunicación apuntan con el dedo a varios de los grupos oprimidos como culpables de los recortes y de las medidas de austeridad. La única manera de mantener las conquistas del pasado, de luchar contra las actitudes opresivas de hoy y avanzar hacia una sociedad verdaderamente igualitaria, es poner fin a la producción con fines de lucro para que la inmensa riqueza y los recursos ya existentes puedan ser utilizados democráticamente en interés de la mayoría.
La transformación revolucionaria de la sociedad
Esto no significa que las actitudes discriminatorias desaparecerán de la noche a la mañana después de una revolución socialista. La opresión en todas sus formas ha existido durante generaciones y, en algunos casos, miles de años, marcando la conciencia de la raza humana. Sin embargo, los movimientos de masas tienen un profundo impacto en la conciencia, ya que las personas se ven unas a otras desde lo que tienen en común, en lugar de por sus diferencias, como competidores. Es mucho más difícil mantener actitudes discriminatorias hacia las mujeres, los inmigrantes o los individuos LGBTQ cuando están en la calle luchando por lo mismo que tú, poniendo su vida en peligro. Durante las huelgas laborales se hace evidente que los trabajadores no tienen ningún interés en discriminarse entre sí, ya que sólo iría en detrimento de la huelga. Durante un movimiento de masas esta toma de conciencia se alcanza a escala masiva.
Un ejemplo poderoso reciente fue la Revolución egipcia de 2011, que vio la caída de Hosni Mubarak. Mientras que las mujeres en Egipto históricamente han experimentado altas tasas de discriminación y violencia, y musulmanes y cristianos han estado envueltos en sangrientos conflictos durante décadas, hombres y mujeres de todos los orígenes religiosos se reunieron en la Plaza Tahrir. El pensamiento discriminatorio y estereotipado sobre los grupos oprimidos se rompió a través de la lucha contra un opresor común. Si bien la revolución egipcia no ha derribado aún el capitalismo, esto es sólo un atisbo de lo que puede ocurrir en una escala generalizada, a través de una revolución socialista y el esfuerzo colectivo para construir una nueva sociedad.
Al transformar radicalmente las bases sociales y económicas de la sociedad en líneas socialistas, se erradicarían las raíces estructurales y económicas de la opresión. Sin una minoría explotadora que obliga a una clase a producir para obtener ganancias, no existiría un impulso social o material para dividir y estratificar a la mayoría por sexo, género, orientación, capacidad, raza, idioma, religión o cualquier otra categoría. Cuando ya no estemos obligados a competir por un empleo, educación, cuidado de los niños, alimentos, agua y vivienda asequibles, la forma en la que nos relacionaremos entre sí cambiará drásticamente.
Representantes democráticamente elegidos e inmediatamente revocables en nuestros lugares de trabajo, además de la supervisión democrática de los procesos de contratación, pueden servir para impedir las prácticas discriminatorias en el lugar de trabajo. La propiedad colectiva y democrática, el control de los medios de comunicación y de las instituciones educativas, contribuirán en gran medida a combatir las actitudes discriminatorias en la sociedad y a garantizar que se enseñe y se celebre la hermosa diversidad de la humanidad. Un cambio de los fundamentos socioeconómicos de la sociedad supondría un cambio profundo de las perspectivas y actitudes de la gente.
A menudo se critica a los marxistas por tener una solución vertical, de talla única para todos. Por el contrario, la revolución socialista trata de que las personas tomen sus destinos en sus propias manos y construyan una nueva sociedad para sí mismos. Los marxistas desean guiar a las masas en el derrocamiento exitoso del capitalismo y en el establecimiento de una sociedad socialista, creando el fundamento social y económico donde la desigualdad, la opresión y la explotación ya no tengan una base material. A partir de ahí, los grupos históricamente oprimidos tendrán las oportunidades y los recursos que necesitan para abordar sus propias necesidades originales surgidas de generaciones de opresión y discriminación. Sobre esta base de una genuina igualdad social, las personas pueden comenzar a relacionarse entre sí a un nivel fundamentalmente más genuino y humano; Mediante la construcción de una nueva sociedad, se hará posible una nueva conciencia colectiva.
NOTAS
1.- Idle No More, “Ya basta de no hacer nada”, es un movimiento indígena de protesta en Canadá contra la usurpación de tierras
2.- Black Lives Matter, “Las vidas negras importan”, un movimiento de protesta en EEUU contra la violencia policial que sufre la comunidad negra.
3.- Tokenismo, de la palabra token. Sinónimo de cortinas de humo, políticas distraccionistas, etc.