El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, dijo que inevitablemente se llegaría a la fase 3 en la contingencia en México. Estamos a días u horas de que se declare. A nivel internacional ya se superan los dos millones de casos. América y Europa comparten la mayor cantidad de infectados (con casi el 90% del total) y en poco tiempo el primero se colocará en primer sitio de contagios. Ya en todos los países de nuestro continente existe contagio comunitario. Los enfermos en México aumentarán abruptamente en los siguientes días. En la Ciudad de México y el área metropolitana, a estas alturas, ya vemos saturación en hospitales.
En el momento de escribir este artículo los casos de COVID-19 registrados por el gobierno ya se cuentan por miles, pero se ha reconocido que debido al tipo de medición que hacen, en la realidad se puede hablar ya de decenas de miles de infectados en las calles.
Un problema más que se suma, es que México, aun cuando tiene una población más joven que la europea, tiene lastres de salud en la población. En la entrevista con The Economist, el subsecretario de salud dijo que: “con la monstruosa carga de enfermedad de la diabetes, 14% a nivel poblacional, 25% de hipertensión y 75% de sobrepeso y obesidad, es difícil pensar que 10 años de juventud nos van a ayudar”.
En otra parte de dicha entrevista, agrega que: “Una es una desigualdad que se construyó en México a la largo de décadas, 50 años. No la podemos resolver en dos semanas antes de que venga Covid-19. Es estructural”.
El gobierno mexicano ha tomado medidas de prevención desde mucho tiempo antes y han hecho un plan frente a la contingencia que incluye una amplia conversión hospitalaria. El gobierno de AMLO ha tenido como política poner al frente del combate a la pandemia no a políticos sino a los especialistas en salud. Las conferencias de prensa diarias de la Secretaría de Salud dan información y confianza a un importante sector de la población, pero la realidad en los hospitales no siempre corresponde a ese plan diseñado por especialistas y funcionarios desde arriba.
Los siguientes días y semanas serán determinantes, veremos si las medidas que ha impulsado el gobierno de AMLO, alabadas por unos y criticadas por otros, son las correctas y si se están implementando adecuadamente. No hablamos de poner un tache o una paloma al nuevo gobierno; hablamos de la vida de la población, de la clase trabajadora y en particular de los trabajadores del sector salud que son los que están más expuestos frente a la pandemia.
El plan del gobierno se enfrenta (además de las limitaciones de un sistema de salud saqueado por décadas) a funcionarios y burócratas sindicales ineptos y a la limitación de una política que no se basa en la organización de la población trabajadora (más allá de su participación individual) y el control desde abajo, tratado de sustituir esto con el aparato estatal, incluyendo a las fuerzas armadas. Eso limita enormemente la efectividad de la lucha contra la pandemia. Afirmamos que es la clase trabajadora, y de forma importante la del sector salud, la única capaz de dar salida a esta crisis sanitaria. Tenemos que combatir el desastre con una fuerte organización de los trabajadores que contrarreste el boicot de la burguesía, la burocracia y la campaña de desinformación de la derecha.
Las protestas y la falta de equipo de protección
Las protestas por falta de equipo de protección han recorrido a un hospital tras otro durante semanas y continuarán. ¿A qué se debe ésta escasez? Primeramente, se debe a un error de prevención del gobierno al no adquirir con suficiente antelación material tan básico como gel antibacterial o cubrebocas para los hospitales. Se hicieron fuertes ventas a China en el mes de febrero desde México y luego el material escaseó por la enorme demanda combinada con acaparamiento que llevó a la inflación (a los capitalistas no les importan las vidas, les importa obtener el máximo beneficio). El gobierno ha dicho que la producción que se exportó a China fue el compromiso de una empresa privada con aquel país, pero si se hubiera tenido más organización de los insumos se pudiera haber negociado la exportación. Cuando el gobierno mexicano trajo de China éste tipo de material (a un precio más elevado de cómo se vendieron en febrero), comenzaron a aparecer nuevamente cubrebocas en el mercado mexicano.
México es uno de los mayores exportadores de equipo médico. Hemos visto absurdos como el que algunas empresas de capital estadounidense impiden que este equipo producido aquí se venda en México y se exporta al vecino del norte en su totalidad, por lo que se el país ha tenido que recurrir importaciones.
El equipo adquirido en China, se ha informado, se distribuyó ya a nivel nacional a las distintas secretarías de salud estatales. El gobernador de Baja California y su secretario de Salud dijeron que ese equipo no llega a los hospitales y, según él, los médicos están cayendo como moscas. Los gobernadores panistas muestran la supuesta deficiencia del equipo, como delgados trajes de plástico (que en realidad están planeados para el uso de personal que no está tan expuesto al nuevo Coronavirus) pero no enseñan el resto del material que han recibido del gobierno federal. El gobernador perredista de Michoacán, Silvano Aureoles, dijo que la Secretaría de Salud está engañando al pueblo, dijo que el material era “ineficientes y precarios” y se declaró en rebeldía diciendo que no acataría las disposiciones centrales. La secretaría de salud respondió con un video que muestra el trabajo de rehabilitación de equipó medico en la capital michoacana.
El comediante, Eugenio Derbez hizo un video diciendo que en un hospital, donde trabaja un amigo de él, no cuentan ni siquiera con cubrebocas y pide apoyo. El IMSS desmintió esto y dijo que ese médico no trabaja para ellos, también hubo gente que, siguiendo el llamado del comediante de Televisa, fue a donar equipo de protección a la dirección señalada y no encontraron un hospital sino un local abandonado. También se han difundido imágenes de Ecuador en redes diciendo que son los muertos que son los muertos que quiere ocultar el gobierno mexicano.
Es claro que hay una guerra sucia de desinformación. El gobierno federal ha dado un informe que este material ya se distribuyó a todos los estados, pero ¿cuál es la realidad? Que muchos hospitales ya cuentan con equipo pero en otros efectivamente sigue sin llegar ese equipo de protección.
En el hospital 1º de Octubre, al norte de la CdMx, el 13 de marzo, los trabajadores salieron del hospital para tomar las calles bajo el grito: “Sin protección no hay atención”. Un trabajador de ese hospital murió de COVID-19 y sus compañeros achacan eso a la falta de equipó de protección.
El propio López-Gatell ha dicho a los trabajadores de salud que no dejen de protestar porque sólo así se puede saber que hay que mejorar y donde hay problemas para investigar las causas y tomar medidas.
Los trabajadores del hospital 20 de noviembre, que salieron a protestar el 15 de abril, además de demandar el equipo de protección; señalan que las jornadas extenuantes a que son sometidos han derivado en compañeros enfermos. Vemos casos de trabajadores que enferman en el hospital fuera del área COVID-19, porque llegan pacientes enfermos a otras áreas sin previo aviso.
Si el material ya fue entregado por el gobierno federal a los distintos hospitales y secretarías de salud estatales, cabe preguntarse ¿dónde está el equipo? Los trabajadores del hospital General La Perla, en Nezahualcoyotl, perteneciente al ISEM, pararon labores y realizaron una protesta tras la muerte de uno de sus jefes, pidiendo equipo de protección. En el video que subieron a redes se puede ver en las oficinas que al personal que trabaja ahí le dan cubrebocas N95, mientras los trabajadores que están trabajando con enfermos no lo tienen. Es claro que hay una retención burocrática del equipo que debe llegar a los trabajadores.
¿Quién necesita el equipo? Hay equipo básico, como gel o cubrebocas sencillos que deben estar disponibles para todos. Mientras que el equipo de protección más avanzado es necesario para quien entra en contacto con el enfermo para la toma de muestras, atención médica y procedimientos mayores, como el entubamiento, entre otros.
¿Quiénes entran en contacto con los enfermos de COVID-19? Primeramente el personal de seguridad, al que se dirige quien entra al hospital, luego el personal de asistencia médica, posteriormente los médicos y enfermeras y finalmente las trabajadoras sociales. Todo esto antes de canalizar a un paciente. Se han generado espacios de protección en algunos hospitales como el colocar vidrios pero no en todos los casos.
Las áreas de COVID-19 están más restringidas. Ahí ingresan médicos, enfermeras, personal de mantenimiento y de limpieza. El resto de personal, al estar en contacto con gente y no poder, en muchos casos, evitar la sana distancia, no dejan de estar en riesgo.
La escasez de material en gran parte no llega porque existe un boicot interno ya sea por mala saña, por corrupción o ineptitud que hace que ese material se retenga, desvíe y no llegue a quien lo necesita. Es de esperar que haya elementos corruptos que quieran comercializar con este material, aun cuando esto signifique la enfermedad y muerte del personal de salud. También, podemos ver como el aparato estatal, funcionarios que no están de acuerdo con el gobierno, generan conscientemente ese desabasto.
El gobierno recurre enviando elementos de la Guardia Nacional a los hospitales para asegurar abastecimiento. Desde nuestro punto de vista, además de las implicaciones políticas que esto conlleva, pensamos que esto no es ni siquiera la medida más efectiva. Es necesario el control de abajo hacia arriba. Se deben formar en cada clínica y hospital comités de control y vigilancia que auditen y aseguren el material, a los distintos niveles de riesgo, para todos los trabajadores. Se debe asegurar que no haya trabajador sin la protección que en su caso requiere. Sólo con la organización y control democrático de los trabajadores se podrá romper la barrera burocrática, que actúan como el enemigo interno.
Infectados y muertos del sector salud
Estamos frente a un virus desconocido, el personal de salud está aprendiendo a lidiar con él. La capacitación para protegerse (más allá del lavado de manos) para el personal que trata a los enfermos de COVID-19, no está fluyendo suficiente y eficazmente hacia todos los trabajadores en los hospitales. Cuando hay capacitación, la teoría no corresponde siempre a la práctica, empezando porque no siempre se cuenta con el equipo necesario. Esto puede llevar a infecciones no deseadas del personal sanitario y se debe corregir.
Cuando un compañero de trabajo muere de COVID-19 se genera un ambiente de tensión y pánico en el hospital o clínica. En el estado norteño de Coahuila, son ya 5 trabajadores del IMSS muertos por esta enfermedad y se han visto casos de contagio masivo de personal médico en hospitales. Ha habido casos de contagios masivos en hospitales, como el caso del regional 72 de Tlalnepantla, Estado de México, donde el IMSS ha reportado de forma oficial una veintena de contagiados, aunque los trabajadores aseguran que son muchos más.
En la clínica 24 del IMSS, en la alcaldía Gustavo A. Madero, el jefe de cirugías murió porque adquirió el Coronavirus. De forma natural los compañeros que tuvieron algún contacto con el doctor entran en pánico. A esto se suma a la presión existente en la clínica de los familiares de enfermos y muertos. La respuesta estatal ha sido enviar a policías a esta clínica que son vistos como intrusos por parte de los trabajadores, generando roces y mayores tensiones.
Se ha aprobado, en el caso del IMSS, un bono por Coronavirus que equivale a un aumento de 20% de salario al personal. En el contrato colectivo de trabajo se contempla el riesgo de infecto-contagiosidad (el riesgo de contraer un contagio en tu trabajo), de ahí que se aplica este bono especial, sin embargo es una cláusula que se debe revisar pues, si bien es correcto un bono económico especial, los familiares de quienes fallecen no reciben el 100% de su salario sino solamente el 60%.
En medio de las tensiones y falta de personal, los trabajadores no cuentan con suficientes espacios de descanso lo que afectará su calidad en el trabajo y su salud. El gobierno ha recurrido a una contratación de médicos, el llamado fue asumido masivamente y llegaron 14 mil personas, de esas han contratado a 3 mil. Esto ayudará, pero no será suficiente para cubrir el desabasto de médicos.
En medio de la contingencia sigue siendo necesaria la defensa de nuestros derechos laborales.
La burocracia sindical y los funcionarios
Dentro del personal de salud encontramos a trabajadores muy comprometidos, no dudamos ni un momento que veremos casos de verdadera entrega y heroísmo.Necesitamos es esa entrega, que refleja la enorme solidaridad obrera, pero necesitamos que no haya flancos sueltos. Hay que remar parejo y proteger la salud de la población, pero también la de los trabajadores de la salud. Lamentablemente, lo que tenemos es un sistema de salud burocratizado, iniciando con los directivos y los dirigentes sindicales; no podemos negar que esto ha tenido un efecto negativo y los derechohabientes hemos padecido esto, generando un malestar hacia la atención recibida en estas instituciones.
Esta costra burocrática se debe combatir con la participación y formación de elementos de control y democracia de los trabajadores en cada clínica y hospital, vinculados a los trabajadores hacia quienes va dirigida la atención. Esto no es algo secundario. Los jefes desde su escritorio hacen planes para habilitar las áreas del COVID o tomar medidas de prevención que no corresponde a la realidad, con el área de trabajo y el equipo que se tiene. Somos los trabajadores quienes conocemos mejor lo que hacemos. Si bien hay que tomar las especificaciones requeridas, somos los trabajadores los más capaces de aterrizarlas en el terreno que un burócrata desde su escritorio.
El desabasto de medicamentos y equipo de protección se debe en gran medida a mala gestión o abierto boicot burocrático. Es necesario que en cada clínica y hospital se creen comités de trabajadores de protección y de gestión.
Un gran problema es que el Sindicato de Trabajadores del Seguro Social (el segundo más numeroso del país) y de las otras dependencias de salud pública están burocratizados. O los líderes sindicales se ponen al frente de la defensa de nuestros derechos laborales o debemos echarlos a un lado; ya sea democratizando los sindicatos o creando comités de trabajadores que, bajo el respaldo de asambleas, puedan tomar medidas para la defensa de nuestros derechos y salud.
Se deben buscar mecanismos de debate de los problemas de los centros de trabajo, donde se tomen medidas para corregir problemas de corrupción, inseguridad, laborales, etc. Una forma de hacerlo es con asambleas de área de trabajo y elección de delegados para mantener, buscando las medidas de seguridad sanitaria y no abandonar labores prioritarias, mecanismos democráticos de toma de decisiones, control y defensa de los derechos de pacientes, familiares y trabajadores de la salud.
Los familiares de los enfermos y muertos
Hay mucha frustración en la sociedad. Con el coronavirus los más afectados hemos sido los pobres, la clase obrera y el sector informal. En medio de todas estas presiones, tener un familiar hospitalizado incrementa las tenciones. Una persona que pocos días antes estaba relativamente bien, en pocas horas puede agravarse y requerir hospitalización, en los casos más serios la familia ya no tendrá nunca más contacto con su ser querido y les entregarán un cuerpo que no pueden ver. En los hospitales aíslan a los enfermos de COVID-19, hay poca o nula información de cómo va el paciente (o de cuál es la evolución y posibles desenlaces de la enfermedad); si el enfermo muere lo encapsulan y nunca se ve más al familiar. Esto ha llevado a acciones de violencia. Se hizo viral un video de como una familia agrede al personal médico (que dicho sea de paso hace lo posible por salvar la vida de las personas) del hospital de Zona N° 48 del IMSS en Azcapotzalco.
El Dr. Víctor Hugo Borja Aburto, director de prestaciones médicas del IMSS, en la conferencia de la secretaría de salud del 14 de abril, explicó que las muertes del COVID-19 son muy tristes porque el paciente muere solo sin poderse despedir de sus familiares. Añadió que se deberían buscar los mecanismos, que aún no se tienen, para dar un último adiós; aunque señaló que en los momentos finales el paciente está sedado e inconsciente.
Son varios los conatos de violencia de los familiares del COVID-19 con el personal médico. Hay elementos claros de choques frontales que pueden adquirir enorme dimensión. Se debe trabajar en información clara, en tomar mecanismos reales para que los familiares y enfermos puedan despedirse aún n medio de las enormes presiones que significará la fase tres y las medidas sanitarias. El Estado, como respuesta lo que efectivamente sí está haciendo, es reforzar la seguridad y comenzar a movilizar a la policía y a la Guardia Nacional para que sea la fuerza que contenga esos choques. La solución real no está ahí, sino en que los trabajadores asuman el control de clínicas y hospitales bajo control obrero en alianza con los familiares de los enfermos.
Las agresiones al personal de salud
Son varias las agresiones que han sufrido personal médico e instalaciones hospitalarias. En Sabinas Hidalgo, municipio rural de Nuevo León, la población quemó un hospital por miedo al Coronavirus pues ahí serían atendidas personas enfermas. Personal médico ha sido rociado con agua o cloro, amenazados con armas de fuego y sufren una discriminación cotidiana en las calles. Agresiones físicas y verbales, el negar atención en negocios o en el transporte público se han vuelto pan de cada día para el proletariado del sector salud.
Una enfermera declaró: “No sé a quién tenerle más miedo: a la covid o a las personas que nos pueden empezar a agredir”. Pero agrega: “Al final del día si alguno de ellos (agresores o discriminadores) llega a estar con nosotros, lo vamos a atender sin duda”.
Mientras que otra enfermera dice: “‘Cuando tú estás frente a un paciente no piensas en eso, no piensas que es una persona que te pudo haber dicho (cosas)’, dice. ‘Nuestra prioridad es salvar la vida del paciente’” (cutt.ly/6t3RV2m).
Las autoridades de salud y hasta el propio López Obrador han tenido que hacer declaraciones a favor del personal de salud y contra su discriminación.
¿Qué nos dice esto? Que el miedo natural que puede tener la población se mezcla con la desconfianza ante la efectividad de las medidas del gobierno y que la desinformación generada conscientemente por la derecha ha ganado terreno en un sector de la población, no en su apoyo directo pero si en desinformarla.
Lo que está en juego es la seguridad de la población trabajadora, la vida de gente vulnerable. Es necesaria la libertad de expresión pero lo que vemos es un boicot abierto. Una guerra de la oligarquía contra un gobierno que no quieren porque, aunque tenga un programa moderado, no se está poniendo al servicio del gran capital que quiere que los recursos y el aparato estatal se pongan al servicio del rescate de sus ganancias, aunque la sociedad pague un alto costo económico y de vidas.
Reconversión hospitalaria, expansión y abastecimiento de equipo
¿Qué significa entrar a la fase 3? La secretaría de salud no termina de decirlo pero se sabe que entraremos a un crecimiento exponencial de enfermos de COVID-19 y una dispersión masiva del virus. Esto se traducirá en una cantidad de enfermos que los hospitales no serán capaces de atender, de tal forma que se ha dado una reconversión hospitalaria para que se habiliten nuevas áreas para atención médica a distintos niveles (y sobre todo de atenciones mayores); también hay un plan de expansión para habilitar otras instalaciones no hospitalarias para atención médica. No hay claridad de que esta reconversión avance o que ya esté lista al nivel de demanda de enfermos de atención.
Saturado el sistema de salud público se puede recurrir a una cantidad pequeña de pacientes en hospitales privados (en particular se enviará ahí a las mujeres embarazadas contagiadas) y se tendrán que habilitar nuevas áreas de atención. Para ello se ha buscado adquirir equipo médico, como lo son los ventiladores (que son caros y escasean a nivel mundial) y buscar cualquier alternativa como desarrollar prototipos de equipo elaborado con tecnología nacional evaluados por el CONACyT, apoyarse en industrias privadas como la automotriz, quienes cumplen con los estándares técnicos, para elaborar ese material aquí, etc.
La limitación de no tener una economía estatal sólida lleva a depender de empresarios privados que al final querrán lucrar, que podrán chantajear, especulan, boicotear y presionan para que el gobierno les de concesiones a cambio de participar en cubrir demandas. Son esos grandes empresarios justo los que quieren derrocar a AMLO. Ellos tienen el poder económico y lo usan a su beneficio, sin importarles que la gente común muera. Si las empresas estuvieran en manos de los trabajadores podíamos hoy orientar la economía a los sectores que se requiere, teniendo el abastecimiento necesario, incluso ayudando a otros pueblos a salir de la crisis.
Autoridades de la secretaría de salud ha dicho que se prepara para una tragedia pero que esperan que esta no venga. Se ha discutido una polémica Guía de Bioética de Asignación de Recursos Hospitalarios de Medicina Crítica. En casos críticos se pueden presentar en los hospitales más pacientes que necesiten respiradores que respiradores disponibles ¿A quién asignar? Por eso, para prevenir esas decisiones trágicas, no podemos depender de la buena voluntad de los empresarios. El Estado y los trabajadores debemos tomar las empresas claves, bajo control democrático de los obreros, para asegurar la producción del equipo suficiente que necesitamos.
Las fuerzas armadas se ponen al servicio del plan de salud para trasladar equipo, material, enfermos, etc. o resguardar el orden. El resultado político de esto será el fortalecimiento del Estado que no se ha depurado y en esencia sigue siendo el mismo creado y sofisticado por la burguesía para que defienda su propiedad y sus intereses.
Debemos confiar sólo en nuestras propias fuerzas
Sólo un sectario puede decir que el gobierno de AMLO es igual a los anteriores. Cosa distinta es asegurar, ciega e incondicionalmente, como hacen oportunistas, que su plan (y no hablamos sólo del sector salud) tiene un éxito asegurado de ante mano y no se le debe criticar. Estamos en un proceso vivo, donde la crisis mundial del capitalismo se profundiza; la burguesía presiona a AMLO y los trabajadores aun no dan su veredicto. Aun a pesar de la política limitada del gobierno, los trabajadores pueden actuar y poner su sello en el proceso, haciéndolo avanzar más allá de lo que esperan sus dirigentes y adquirir confianza en sus propias fuerzas.
Hay muchos casos de solidaridad. Es verdad que vemos a gente en las calles, pero mucha población, sin necesidad de multas y gendarmes, ha acatado el llamado de “Quédate en Casa”. Esto no sólo se ve como un problema de salud individual sino una contribución colectiva para ayudar a que las cosas se solucionen bien para el conjunto de la sociedad. Mientras los grandes empresarios se quejan del gobierno y quiere que les condonen impuestos y les den apoyos económicos; miles de trabajadores, sin tener lo necesario, ven la forma de contribuir. Vemos gente que fabrica equipo de protección casero para los trabajadores de los hospitales, se juntan despensas para dar a sus vecinos, etc. Debemos organizar esa solidaridad en cada colonia, creando equipos de abastecimiento (con gente no vulnerable) para las personas necesitadas, ocupar restaurantes y negocios para hacer comedores comunitarios y dar alimentos a enfermos y personas sin empleo, exigir apoyos e insumos por parte de los distintos gobiernos.
El actual gobierno federal está buscando dar una salida al problema de salud, poniendo el aparato y recursos estatales al servicio del plan de emergencia sanitaria y planteando la unidad de las distintas clases, viendo primero por los pobres, para actuar unidos para salir victoriosos. Pero la realidad es que, en medio de la pandemia, la sociedad se polariza y se preparan acontecimientos para más fuertes choques entre las clases.
Si esta pandemia nos hubiera llegado bajo un gobierno del PRI o el PAN ya estaríamos en una catástrofe económica y sanitaria. Basta mirar el desastre de Ecuador, si la insurrección de hace unos meses hubiera derrocado al presidente y se hubiera consolidado un gobierno de trabajadores, campesinos e indígenas, hoy no estarían viviendo este desastre. Haber sacado al PRI y al PAN del gobierno no ha solucionado todo, pero nos ha permitido mejores condiciones para actuar.
Si el gobierno de AMLO dice A también debe decir B, C y D. La burguesía está descontenta porque el plan no va orientado a rescatar sus ganancias; pero es qla clase obrera y demás pobres, aun con los programas sociales, quienes están padeciendo los estragos de la crisis que inicia. Es sumamente riesgoso apoyarse en un Estado que no ha cambiado su carácter de clase y que no ha sido depurado ni transformado para ponerse al servicio de la clase trabajadora. Evo Morales fue derrocado por el mismo ejército que él fortaleció y armó. Dinero para contratar mejorar las condiciones laborales del personal de salud hay, pero lo tienen quienes saquearon al sistema sanitario, al país y llevaron a la población al subempleo y a trabajos precarios. Hay que cobrar impuestos especiales a los multimillonarios para que no haya un trabajador sin protección ni un enfermo sin atención.
Debemos sacudir al sistema sanitario desde sus cimientos. La salud para los trabajadores fue una de las grandes conquistas de la revolución mexicana; tenemos que limpiarla de burócratas ineptos que hoy boicotean su funcionamiento y nos ponen en riesgo a todos. Eso solo se conseguirá si los trabajadores del seguro social asumen las tareas de control y participación democrática en su funcionamiento, elevando su nivel de conciencia y así poner todo su esfuerzo, sacrificio conocimiento y creatividad al fin colectivo de salvar las vidas de los más necesitados, del pueblo mexicano.