Escrito por: Miguel Jiménez
El gobierno soviético
¡Por primera vez llega un gobierno que cumple lo que promete! pensaron decenas de millones que podían tener dudas sobre el gobierno de los sóviets. Éste promovió toda una pléyade de decretos, en una auténtica vorágine legislativa que se basaba en la concreción de lo planteado más que en la tradicional ampulosidad enrevesada del lenguaje legal burgués. Este es el caso del decreto sobre la tierra, que eliminaba de un golpe todas las viejas deudas de los campesinos, abolía la propiedad de la tierra de los nobles sin ninguna indemnización y entregaba la misma en usufructo a los campesinos.
El 27 de octubre acaba el congreso soviético, con un gobierno (Consejo de Comisarios del Pueblo) compuesto sólo por bolcheviques, a pesar de que éstos intentaron hasta el último momento promover un ejecutivo unitario con el principal partido campesino, los socialrevolucionarios (eseristas) de izquierda, que se habían desgajado del partido de Kerensky. A pesar de ello, los bolcheviques siguieron negociando con los eseristas de izquierda y lograron el 15 de noviembre su incorporación a un ejecutivo donde éstos contaron con 7 comisarios y vicecomisarios frente a los 11 bolcheviques, entre los que estaba la primera ministra (comisaria) de la historia, Alexandra Kolontái.
El derecho al divorcio, al aborto, junto con la plena igualdad civil en todos los ámbitos fue conquistado por la mujer en el país de los sóviets antes que en ningún lugar sobre la Tierra.
Otro decreto fundamental fue el de las nacionalidades, que consagraba el derecho de autodeterminación de todos los pueblos del extinto Imperio ruso.
El Estado que apela a las masas
La revolución socialista es un proceso consciente. Los métodos colectivos de lucha de la clase trabajadora (asamblea, huelga e insurrección de masas) sirven funcionalmente de educación al fin que se persigue, que no es otro que la participación consciente de las más amplias masas del pueblo trabajador en la construcción socialista. Lenin, el 4 de noviembre escribe:
“Los sóviets locales pueden, según las condiciones del lugar y tiempo, modificar, ensanchar y completar los principios básicos establecidos por el gobierno. La iniciativa creadora de las masas, éste es el factor fundamental de la nueva sociedad (…) El socialismo no es el resultado de los decretos venidos desde arriba. El automatismo burocrático y administrativo es extraño a su espíritu, el socialismo vivo, creador, es la obra de las propias masas populares…”.
Hubo un intento claro, a pesar de las carencias culturales y técnicas, de aplicar las cuatro condiciones básicas definidas por él mismo meses antes en El Estado y la Revolución en lo que respecta a las características básicas que definen a un Estado obrero, lo que se popularizó como Dictadura del Proletariado y más tarde como Democracia Obrera; es decir:
- Elección directa de los cargos del Estado y salario igual al de un obrero medio cualificado.
- Elección y revocación en cualquier momento de los funcionarios por la población.
- Ejercicio de las tareas de administración y gestión por toda la población de manera rotativa, por turnos.
- Ningún ejército permanente, sino el pueblo en armas.
La paz de Brest-Litovsk
Tras la victoria de la revolución, el ejército se disolvió y el gobierno soviético sólo pudo conservar incólume un batallón, el de los fusileros letones, cuyo país estaba ocupado por Alemania.
Durante semanas, Trotsky, el flamante comisario de exteriores soviético, trató de alargar las negociaciones en la ciudad de Brest-Litovsk, para propiciar la extensión de la revolución a los imperios centrales, lo que sí empezó a afectar gravemente a Austria. Sin embargo era Alemania quien determinaba la actuación de los oponentes, pidiendo el reconocimiento de su dominio sobre los países bálticos y el resto de territorios conquistados.
Los eseristas de izquierda se negaban a firmar ninguna paz en esas condiciones. Durante varios días, dentro del bolchevismo predominó la misma idea, a la que se oponía con toda su fuerza Lenin, sabedor de que no tenían aún un ejército que oponer. Trotsky, que mantenía la postura intermedia de dilatar las negociaciones, quedó en una posición insostenible cuando alemanes y austriacos rompieron las negociaciones, entrando sus tropas en territorio soviético con la misma facilidad con la que un cuchillo se hunde en la mantequilla. Ahora los alemanes exigían más, reclamando Ucrania. Lenin insistió en su postura realista de aceptar las condiciones alemanas para evitar más daño aun. Ante la posibilidad de una escisión en el propio partido, Trotsky acabó por inclinar la balanza a favor de Lenin.
Pero no acabó ahí la cosa. Los eseristas de izquierda, en abril de 1918, intentaron un golpe de fuerza, asesinando al embajador alemán en Petrogrado para forzar la ruptura del acuerdo y arrastrar con ellos al ala izquierda bolchevique. Consiguieron todo lo contrario. Reafirmaron la unidad del partido bolchevique, donde Lenin, en mayoría, puso todos los medios posibles a favor de la minoría “de izquierdas” para defender sus posturas públicamente.
Falsedades sobre la “dictadura” bolchevique
Uno de los mitos invocados por los detractores burgueses de la Revolución rusa tiene que ver con la disolución de la Asamblea Constituyente. Dichas elecciones se realizaron con un censo que no admitía el voto a las personas de 18 a 20 años, y con unos candidatos elegidos meses antes de la ruptura entre los eseristas, cuyos dirigentes habían reservado casi todos los puestos de diputados para la derecha del partido, cuando la izquierda tenía la mayoría en la base. Los bolcheviques quedaron segundos tras los eseristas. Y los eseristas de izquierda (que eran el segundo partido en los sóviets) quedaron casi sin representación. Muchos campesinos que votaron a la lista eserista creían estar votando por el partido que les iba a dar la tierra. Paradójicamente, los bolcheviques ya habían realizado el programa del partido campesino al repartir la tierra, cosa a la que los eseristas de derecha en el Gobierno Provisional se habían negado repetidamente antes de su derrocamiento. Los hechos son que cuando los representantes soviéticos disolvieron la Asamblea, nadie se alzó para defenderla.
Otra invectiva que se lanza contra el gobierno de los sóviets tiene que ver con su supuesta sed de sangre en la posterior guerra civil. Ya en los primeros días de la revolución, el general Krasnov, dirigiendo unos pocos regimientos de cosacos, intentó la toma de la capital, siendo derrotado por guardias rojas, marinos y soldados revolucionarios a las afueras de la capital, en las colinas de Pulkovo. Arrestado el general, Trotsky le hace jurar fidelidad al gobierno soviético y le deja en libertad. El atamán cosaco correrá a la cuenca del Don, a levantar contra los sóviets a lo más rancio de su pueblo. Tal era la ingenuidad de los dirigentes soviéticos al comienzo de la revolución. En la insurrección que se dio en Moscú por esos días, los contrarrevolucionarios fusilaron inmisericordemente a centenares de obreros y guardias rojas, mientras que cuando los blancos finalmente capitularon, los rojos permitieron a los oficiales del bando vencido conservar sus armas y su libertad. En Finlandia, la revolución sólo pudo ser derrotada con el envío de más de 20.000 soldados alemanes. Desde abril de 1918 decenas de miles de rojos finlandeses fueron asesinados de todas las maneras imaginables, presos en campos de exterminio sin apenas comida… Fue la matanza más horrible desde la Comuna de Paris de 1871. Las matanzas de rojos en el frente rumano y en Ucrania; la ejecución de los 26 comisarios soviéticos en el Cáucaso por las tropas inglesas; y, finalmente, el asesinato de los dirigentes bolcheviques Uritsky y Volodarski, junto con el atentado sobre el propio Lenin, todos cometidos por los eseristas, pusieron fin a la ingenuidad y relativo candor de los dirigentes soviéticos.
El comunismo de guerra y la NEP
Tomaba cuerpo la guerra civil y los bolcheviques debían devolver golpe por golpe para sobrevivir. No es comúnmente conocido que hasta 21 países mandaron cuerpos expedicionarios para combatir a los bolcheviques en Rusia, empezando por Gran Bretaña, Francia, EEUU o Japón. El mejor armamento sobrante de la Iª Guerra Mundial, junto con instructores, ayuda económica, todo lo que hizo falta, se mandó para sostener los diferentes ejércitos de los blancos, que llevaron a la destrucción de la economía soviética.
La extensión de la fiebre revolucionaria a sus tropas, junto con la presión política organizada por la izquierda en muchos países, ocasionó la retirada de muchos de los ocupantes del suelo soviético.
La gesta dirigida por Trotsky de crear el Ejército Rojo prácticamente de la nada estuvo basada en todo momento en directrices políticas. El soldado soviético sabía que si moría dejaba la tierra a su familia y amigos. Como en la Revolución Francesa antes, o después en Vietnam, la práctica de una política revolucionaria galvanizó el entusiasmo de millones, que se aprestaron a poner su vida en riesgo para defender las conquistas sociales logradas.
Sin embargo, la apuesta fue demoledora. La economía se puso al servicio del ejército como única posibilidad de lograr la victoria. En 1920 el país apenas tenía locomotoras para servir a la vida económica, y la producción industrial había quedado reducida a menos de un 10% de antes de 1914, la práctica totalidad de las minas estaban anegadas de agua. La población huyó de las ciudades al campo para sembrar aunque fueran unas pocas patatas con las que vivir. En 1920 se constataron casos de canibalismo ante la horrorosa penuria existente. Petrogrado pasó de 2,3 millones de habitantes en 1917 a menos de un millón en 1919. La clase obrera, que se pasaba horas en la cola del pan, o que languidecía ociosa ante la inacción forzosa, había quedado prácticamente desclasada.
La requisa del grano y toda clase de alimentos para el esfuerzo bélico y alimentar a la ciudad postraron a la economía y tensaron la paciencia de las masas campesinas, hartas de padecimientos. Aquí y allá brotaron levantamientos campesinos contra el “comunismo de guerra”, lo que abrió el paso a la NEP, Nueva Política Económica, que puso fin a las requisas obligatorias una vez acabada la guerra, volviendo a permitir un inicio de intercambio comercial entre la ciudad y el campo.
El internacionalismo de Lenin y Trotsky
Hubo Repúblicas soviéticas por breve lapso de tiempo en Eslovaquia, Hungría o Baviera; situaciones revolucionarias en otros países europeos, como Italia, Alemania, Austria, España…, incluso en Brasil; o huelgas revolucionarias de solidaridad con los sóviets, como en Italia o Francia. Ya, en 1919, se proclama la IIIª Internacional, que se propone extender la Revolución mundial. Sin embargo, debido a la inexistencia de una dirección revolucionaria en estos países, o a su extrema inmadurez, que supiera aprovechar situaciones igual de favorables o más, que la vivida en Rusia en 1917, al final, la Revolución rusa quedó aislada, contra todas las previsiones de Lenin y Trotsky, en un país atrasado y devastado, sometido al bloqueo económico capitalista.
En esas circunstancias, a finales de febrero de 1922, Lenin dejaba clara su posición sobre la supeditación de la Rusia soviética a la revolución internacional:
“… Pero no hemos acabado ni siquiera la construcción de los cimientos de la economía socialista, y los poderes hostiles del capitalismo moribundo todavía nos lo pueden impedir. Tenemos que apreciar esto y admitirlo francamente; porque no hay nada más peligroso que las ilusiones… Siempre hemos insistido y reiterado esta verdad elemental del marxismo: que se necesitan los esfuerzos conjuntos de los obreros de varios países avanzados para la victoria del socialismo”.
Tocará en el siguiente y último artículo de esta serie explicar detalladamente el proceso de degeneración de la Revolución Rusa en años posteriores, cuyo primer y más realista crítico fue el propio Lenin.
Hoy los medios de comunicación, 100 años después, han lanzado toda una batería de publicaciones en todos los idiomas para desacreditar la gesta soviética, a pesar de sus innegables conquistas, lo que prueba el miedo e inseguridad que padecen. Y, sin embargo, la hoy vieja clase dominante burguesa aspiró durante siglos al poder, desde las batallas de las comunas del norte de Italia en el siglo XIII, y sólo logró alcanzarlo seis siglos después. Sí, todo el mundo pudo contemplar cómo la clase trabajadora tomó el poder, y lo conservó durante años con tradiciones democráticas y revolucionarias, a pesar de todos los banqueros, capitalistas y sus ejércitos juntos. No vamos a necesitar 600 ni otros 100 años para demostrar que, no en un solo país, sino a nivel internacional, la clase trabajadora será capaz de alzarse nuevamente y tomar otra vez el cielo por asalto.
Publicado originalmente en: http://luchadeclases.org/historia-y-teoria/analisis-historico/la-revolucion-rusa/2829-2017-12-04-22-49-59.html