Decía Engels que hay ocasiones en los cuales pasan 20 años y pareciera que no ha sucedido nada y otras en los cuales los cambios de 20 años se expresan en días.
Las revoluciones son procesos que condensan las contradicciones históricas una sociedad en un periodo tan breve que en un inicio no existe la conciencia de su significado, tan solo a la luz de los acontecimientos posteriores se puede palpar la dimensión de su magnitud tanto cualitativa como cuantitativamente.
Toda la existencia de México, desde su Genesis en el periodo colonial hasta el momento mismo del estallido revolucionario de 1910, había estado marcada por el desarrollo del sistema económico mundial en el que el capitalismo crecía; en un primer momento como fuente de metales preciosos básicos para el proceso de acumulación originaria, luego como fuente de materias primas para la revolución industrial en Europa y Norteamérica, luego y al final del siglo XIX como un escenario de exportación de capitales.
El capital crea un mundo a su imagen y semejanza, pero, lejos de la idea de que el desarrollo del capitalismo se establecería en una secuencia mecánica que tendería a igualar circunstancias y modos de vida, el capitalismo creció y se hizo fuerte gracias a las desigualdades y distintas formas de opresión autóctonas. Mientras que en países de Europa central el surgimiento del trabajo asalariado relativamente libre fue una condición para los procesos de acumulación capitalista, en países como los latinoamericanos era más bien un obstáculo, a fin de cuentas, ni el oro y la plata, ni las materias primas e incluso los productos manufacturados generados tenían como objetivo los propios trabajadores locales, sino los grandes centros, financieros, industriales y comerciales de los países dominantes.
El proceso de acumulación originaria que dio pie al desarrollo inicial del capitalismo se vivió en regiones como México como un proceso de des acumulación. Las clases dominantes primeramente terratenientes luego comerciales e industriales, aspiraban en integrarse al modo de vida europeo y norteamericano, su preocupación era extraer, exportar y luego importar bienes de consumo suntuarios.
Así se fueron gestando dos circuitos económicos bastante dispares, unos, los de arriba, que disfrutaban sus privilegios, otros los de abajo aportando el trabajo humano para que esto fuese posible sin la esperanza de romper la estricta segregación social y económica.
Si para el capitalismo europeo la ruptura con el feudalismo fue un fundamento de su existencia, para el naciente capitalismo local, en países como México, las relaciones precapitalistas, semiserviles e incluso esclavas eran una ventaja competitiva en el mercado mundial y no había interés alguno en romperla.
Tres aspectos de destacan de este tipo de procesos
1.- Lo más común en formaciones sociales del capitalismo dependiente es la desigualdad y el sostenimiento, a propósito, de relaciones sociales semifeudales o semiesclavas para alimentar formas de producción modernas, a esto llamamos desarrollo desigual y combinado.
2.- Ausencia de una democracia política como la conocemos en la actualidad, en la medida que la oligarquía local no puede correr el riesgo de quedar a merced de un gobierno con un programa que pueda poner en peligro sus privilegios.
3.- Una masa de trabajadores que incluye todas las formas posibles, desde proletarios modernos hasta campesinos semisiervos, sin esperanzas, que no tiene motivos para idealizar su situación y que esta dispuesta a rebelarse en el caso de encontrar las motivaciones necesarias.
El siglo XIX mexicano es escenario de los afanes de ciertos sectores de la naciente burguesía por construir una democracia burguesa similar a la de los Estados Unidos. Los liberales mexicanos incluso llegaron a copiar de los Estados Unidos el nombre y el sistema federalista, en contraparte los conservadores aspiraban a mantener en lo general el régimen socioeconómico heredado de la colonia
La Independencia de México surge de una transacción, las clases terratenientes aceptan la separación de España a condición de preservar en lo fundamental el régimen colonial. No obstante, a diferencia de otras regiones de América Latina, en México la lucha había iniciado como un levantamiento de las clases más explotadas del campo, las motivaciones sociales que la habían impulsado no se podían borrar de un plumazo con el abrazo de Acatempan. Así que una vez que quedó claro que no habría ningún cambio, los liberales se vieron arrastrados a nuevos levantamientos y a una guerra civil casi permanente, desde la caída del primer imperio hasta la derrota del segundo, tan solo interrumpida por la dictadura conservadora de Santa Anna.
Fue la victoria militar de los liberales de Juárez, Lerdo y Diaz, la que permitió establecer medidas en contra del régimen semicolonial, medidas como la desamortización de los bienes eclesiásticos, el registro civil, entre otras. Estas hubiesen sido imposibles sin la derrota militar de los conservadores.
Pero el programa mismo de desarrollo capitalista, que se tuvo que imponer, siguió la lógica que ya hemos descrito y el programa liberal de Juárez se tornó en el régimen dictatorial de Diaz y, quien lo diría, fueron los sobrevivientes del conservadurismo los que paulatinamente se convirtieron en aduladores del régimen porfirista, con la paradoja de que la política económica de Diaz no tenía nada de original, todo lo propuesto por Juárez lo realizó Diaz. No obstante Juárez es y será recordado como un revolucionario dado que se enfrentó y derrotó a la reacción semifeudal, mientras que Diaz será recordado como un contrarrevolucionario dado que él fue el que consolidó la alianza entre la oligarquía mexicana con el imperialismo, aplastando todo descontento obrero y campesino.
Al final se fue construyendo una casta privilegiada que justificaba su dominio a partir de una filosofía supuestamente científica, basada en el culto al progreso, al crecimiento económico, a la supremacía del mas fuerte, a una especie de darwinismo social.
Incluso en condiciones tan opresivas como las que se vivían en la época del porfiriato, el desarrollo de las fuerzas productivas da pie al surgimiento de nuevas fuerzas sociales y al deterioro de las condiciones de existencia de las clases que habían sobrevivido de la época colonial, especialmente los campesinos, los cuales vivían circunstancias particularmente diversas dependiendo de la región y que hasta la fecha se pueden distinguir tanto en el norte como el centro sur.
La parte sur del país identificada con la región mesoamericana provenía de la preexistencia de culturas muy desarrolladas, con un fuerte arraigo en sus comunidades originarias, aunque estas se hayan ido modificando durante el periodo colonial, las leyes de las indias les concedían tierras para la explotación comunal, al mismo tiempo que les señalaban una separación respecto de la propiedad privada de los terratenientes españoles o criollos, las reformas liberales posibilitaron la puesta en venta de esos territorios lo que significó un crecimiento exponencial de las propiedades privadas y la enajenación de la tierra de los pueblos en favor de los latifundios, fortaleciendo así el trabajo semiservil por la vía de las deudas a la hacienda. Paradójicamente las reformas liberales retrasaron el desarrollo de una clase campesina capitalista en favor de una masa de desposeídos sujetos a las mas terribles formas de explotación.
La parte norte en la cual las comunidades prexistentes a la colonia constituían en su mayoría poblaciones nómadas bastante beligerantes y que mantuvieron hasta avanzado el siglo XIX un combate permanente a los colonos. los asentamientos campesinos eran al mismo tiempo destacamentos defensivos y por tanto armados para enfrentar las vicisitudes de la vida fronteriza, el arraigo a la comunidad no era tan profundo como en el sur y el carácter de la posesión de la tierra siempre fue de un carácter más privado y disperso.
El desarrollo de la minería, la industria y las comunicaciones en el norte nunca contó con el trabajo semiservil del sur, siendo de un carácter más capitalista propiamente dicho. Las inmensas dimensiones de los territorios norteños permitían el pastoreo de campesinos sin ningún tipo de restricción. El acaparamiento de la tierra, en este caso considerada como terreno baldío, durante la época del porfirismo, generó la prohibición de tránsito para el pastoreo en regiones que ancestralmente solo tenían la limitación de los ataques de las comunidades indígenas nómadas. El campesino norteño, generalmente armado, se vio en la circunstancia de que su actividad habitual se consideraba como ilegal, muchos de ellos fueron llevados al bandidaje en estas nuevas circunstancias.
El campesino del norte se veía obligado a abandonar sus actividades habituales de pastoreo y cultivo individual para emplearse en las haciendas, en los ferrocarriles o en la minería. Sin duda la biografía de Pancho Villa es ejemplar para representar al campesinado del norte y por supuesto la de Zapata también lo es en el caso del Sur, uno un dirigente de una clase campesina relativamente libre en proceso de proletarización , el otro un líder de una comunidad campesina. Uno aspirando a condiciones de trabajo y formas de propiedad equitativas, el otro a la restitución de las tierras a la comunidad.
El proletariado mexicano propiamente dicho, que había nacido de los desplazamientos del campesinado desde la época del juarismo y durante el porfiriato, estaba sumido en un proceso de organización muy incipiente, cabe aclarar que los sindicatos estaban prohibidos y que los intentos de protesta habían sido severamente reprimidos. Los pioneros anarquistas de la época porfirista constituían un espectro muy amplio y poco dado a la acción colectiva, de entre ellos destacaba el Partido Liberal de Flores Magón, que había sufrido terribles desgastes tanto en Cananea como en Rio Blanco, además de que no tenía vínculos con el movimiento campesino que estaba a punto de insurreccionarse.
En el contexto del desarrollo capitalista había surgido una intelectualidad y una amplia gama de pequeños propietarios del campo y la ciudad que no encontraba espacios de desarrollo en los marcos del porfirismo, personalidades muy diversas que fueron encontrando posiciones de poder conforme el proceso avanzaba y que a la larga constituyeron la base de la nueva burocracia estatal.
Las evidencias de la incapacidad del régimen de Diaz para seguir soportando la presión social eran claras incluso para sectores de la propia elite como Francisco I Madero, el cual, con personalidades como el propio Venustiano Carranza, aspiraban a un pacto con Diaz que diera pie a una apertura democrática que a su vez permitiera evitar un estallido total, con la puesta en peligro de sus sacrosantos derechos de propiedad.
El pacto no fue posible. Al final la oligarquía que Diaz acaudillaba definió que no era posible un golpe de timón y esto no hizo sino desatar la guerra civil, cuya primera fase se caracterizó por el desmoronamiento del ejército porfirista, ante lo cual y casi sin enfrentamientos importantes Diaz se vio derrotado y partió al exilio.
La segunda fase que va de la salida de Diaz hasta el asesinato de Madero se caracteriza por la continuación de las rebeliones campesinas y la negativa de Madero a enfrentarse a ellas al viejo estilo. Como Madero no podía y no quería ceder ante las demandas campesinas y como tampoco estaba dispuesto a enfrentarse a ellas, perdió toda la base social que lo apoyaba, suspendido en el aire bastó con un golpe muy localizado en el centro de la ciudad, para que la gran burguesía los sustituyera por un auténtico dictador Victoriano Huerta.
Pero las masas ya estaban en acción, Marx decía que en algunas ocasiones el látigo de la contrarrevolución agita la revolución. El golpe de Estado de Huerta desato un levantamiento campesino brutal, las haciendas fueron ocupadas, la tierra repartida, las bases económicas emanadas de la época colonial y fortalecidas durante en porfiriato fueron destrozadas, pero en ese proceso mismo se afectaron los intereses de los socios imperialistas de los terratenientes.
La revolución borró en pocos años lo que 100 años de vida independiente no lograron, todos los sectores conservadores o huyeron al exilio o se sumieron en el silencio, esperando nuevos momentos para actuar.
La revolución mexicana enfrentó las tareas de la transformación burguesa de la sociedad sin una burguesía que la dirigiera, al menos en la fase más álgida que es la que representó la Convención Nacional revolucionaria, acaudillada por Zapata y Villa.
En realidad, los principales problemas del movimiento campesino no tenían solución en los marcos del capitalismo, dado que se estaba gestando una nueva casta gobernante y una nueva burguesía, dispuesta a ocupar el lugar de los viejos amos, pero esto no era algo evidente en esos momentos.
La derrota de los ejércitos campesinos de zapata y villa a manos de los de Obregón y Carranza significó el bloqueo de toda posibilidad de desarrollo revolucionario por encima del capitalismo.
La mexicana fue una revolución burguesa hecha por campesinos semiproletarios, que constituyó un nuevo aparato de estado con los sectores de la pequeña y mediana burguesía que habían surgido del porfiriato pero que habían quedado relegados de él.
Mientras no existiese una clase burguesa fuerte, el estado emanado de la revolución adquiría un carácter bonapartista. El discurso nacionalista y antimperialista era necesario para mediatizar a un movimiento de masas que si bien había sido derrotado durante el carrancismo, no estaba muerto en ningún sentido. Por ello el régimen de vez en cuando intentaba aparecer como su representante.
Pero el aspecto central de su tarea era construir una nueva clase burguesa que fuera capaz de sentar las bases para la estabilidad del régimen.
Esta fue la esencia de la revolución mexicana, que fue el movimiento revolucionario mas radical en el continente americano hasta ese momento, el cual sacudió las bases de la antigua sociedad de tal manera que la burguesía terrateniente nunca mas volvió a ser dominante. Con el paso de los años se fue consolidando con el apoyo del estado una nueva oligarquía parasita cínica y corrupta.
En un contexto como el de principios del siglo XIX no era posible hacer realidad las aspiraciones de las masas, especialmente las campesinas, dado que para lograrlo era necesario ir más allá de los marcos del desarrollo capitalista.
Un triunfo de la revolución europea como el que se gestaba después de la primera guerra mundial hubiera sin duda arrastrado y dado ánimos a las fuerzas auténticamente revolucionarias a romper las fronteras burguesas y por ese medio llevar a la revolución a una fase socialista.
Lamentablemente esto no sucedió y el resultado fueron 100 años mas de capitalismo dependiente, periodo en el cual las masas lucharon una y otra vez, pero una y otra vez fueron bloqueadas por un régimen que, cada que le era necesario, hacía un lado la demagogia para mostrar su verdadero rostro, como en el 68.
Hoy no hay mas espacio para un proceso revolucionario de carácter burgués, de hecho en 1910 -17 era totalmente posible avanzar a la revolución socialista siempre que hubiese prevalecido una dirección no burguesa que fuese consciente de ello. Ante esa ausencia lo que vimos fue un paulatino proceso de reconstitución de una gran burguesía aliada con el imperialismo que es la que hoy domina a nuestra sociedad.
En el futuro la única revolución digna de ese nombre será la revolución socialista.