En el corazón del Estado de México, los muros de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx) resonaron con la voz organizada de sus estudiantes. A partir de la filtración de un presunto audio del rector Carlos Eduardo Barrera Díaz, en el que se amenaza a los candidatos a la rectoría con dejar las arcas vacías (ya de por si la universidad tiene un problema presupuestal grave), se desató una de las movilizaciones estudiantiles más significativas de la historia de está institución. Lo que comenzó como una denuncia por la falta de democracia interna, derivó en una profunda crítica estructural al modelo universitario neoliberal y a sus mecanismos de dominación de clase.
Universidad y poder: la lucha por el control ideológico
Desde una óptica marxista, la universidad no es un espacio neutral: es un aparato ideológico del Estado. Su función principal dentro del modo de producción capitalista no es meramente la formación académica, sino la reproducción de la ideología dominante y la preparación de mano de obra funcional al sistema. La UAEMéx, como otras universidades públicas, ha sido administrada históricamente por una burocrática que responde más a intereses políticos y empresariales que a las necesidades del estudiantado.
El presunto audio del rector no es un caso aislado, sino un síntoma. La amenaza hacia candidatos que no comulgan con su línea evidencia la lógica autoritaria con la que se gestiona la universidad. El autoritarismo institucional es funcional al capitalismo: garantiza que el conocimiento siga sirviendo a los intereses de las clases dominantes y no a la emancipación de los oprimidos.
El paro: expresión concreta de lucha de clases
La respuesta estudiantil fue contundente. La Facultad de Humanidades y la Facultad de Artes fueron las primeras en declarar el paro, con votaciones que evidencian una mayoría crítica ante el estado actual de la universidad. En total, al menos 29 planteles se sumaron al movimiento.
Las demandas estudiantiles, lejos de ser aisladas o fragmentadas, convergen en una exigencia de transformación radical: renuncia del rector y su candidata sucesora, auditoría financiera, derogación de artículos represivos como el artículo 43, gratuidad en la educación, comedores subsidiados, condiciones dignas para docentes y trabajadores, y mejoras estructurales en las instalaciones y servicios básicos.
Estas exigencias son profundamente políticas. Reclamar comedores subsidiados o mejoras en infraestructura no es simplemente un problema logístico, sino una crítica directa al abandono en el que el capitalismo ha dejado a la universidad pública. En un contexto donde la educación es cada vez más mercantilizada, los instintivamente se organizaron en un intento de construir una universidad digna para los hijos del proletariado, no para su burocracia.
Solidaridad de clase: estudiantes y trabajadores unidos
Uno de los aspectos más significativos del movimiento fue la solidaridad entre estudiantes y profesores. Los estudiantes no sólo lucharon por sus propios derechos, sino también por los docentes a quienes se les han retrasado pagos y mantienen contratos precarios. Esta unión revela una conciencia de clase incipiente: estudiantes y magisterio no deben ser enemigos, sino aliados en la transformación social.
En la toma de rectoría el 6 de mayo —rebautizada simbólicamente como “La casa del estudiante”— se concretó la gestión colectiva en su forma más directa. Fue una reapropiación del espacio institucional para el ejercicio de la voluntad colectiva. Lejos de la imagen del vandalismo con la que el discurso oficialista intenta deslegitimar estas acciones, se trató de un acto revolucionario que desestabilizó la normalidad autoritaria de la institución.
La caída del rectorado: victoria parcial, pero significativa
El 10 de mayo, Eréndira Fierro Moreno —candidata vinculada estrechamente al rector— presentó su renuncia. Tres días después, el propio Carlos Barrera Díaz abandonó el cargo. Estas renuncias no son concesiones gratuitas, sino conquistas fruto de la movilización organizada. Son una demostración de que, cuando los sectores populares se levantan, pueden hacer tambalear incluso a los aparatos de poder más consolidados. Sin embargo, no se debe perder de vista que son un intento por desmovilizar al estudiantado.
El levantamiento del paro en facultades como Medicina posterior a estas renuncias, demuestra que el conflicto sigue abierto. El sistema intentará recomponerse. La cooptación, el desgaste y el miedo son herramientas que la clase dominante usará para restablecer el orden. Pero la semilla ya fue sembrada.
Conclusión: más allá de la universidad
La lucha en la UAEMéx trasciende los límites de la universidad. Es parte de una batalla más amplia contra el capitalismo en su versión imperialista, que privatiza, excluye y reprime. Los estudiantes han puesto en cuestión no sólo a una administración, sino a toda una lógica de gestión educativa que reproduce desigualdades y disciplina a las nuevas generaciones a aceptar pasivamente su explotación.
Estos paros deben ser comprendidos como parte de una lucha histórica: una generación entera que no conoce una etapa de crecimiento económico desde la crisis del 2008, que la perspectiva de conseguir vivienda es muy lejana, en otras palabras, que no tienen futuro dentro del capitalismo. La educación, para ser verdaderamente liberadora, debe dejar de ser mercancía. Y eso solo será posible cuando los oprimidos no sólo tomen la rectoría, sino también el poder.