La penuria de la vivienda
Mayren Padilla
Las adversidades a las que se enfrenta la juventud y la clase trabajadora bajo este sistema en crisis son consecuencia directa de la forma de producción económica. El enriquecimiento de una minoría ociosa basada en la explotación de la gran masa obrera es una contradicción que se refleja en situaciones tan de “la vida cotidiana” como el hecho de poder tener acceso o no a la salud pública o a una vivienda digna.
Estas condiciones de la sociedad capitalista dificultan la vida de los trabajadores, la juventud y las mujeres; toda mercancía es de difícil acceso, todo se mercantiliza. Las necesidades básicas están en el aparador del mercado capitalista. Hoy día, un sector consciente de lo que pasa, afectado por la crisis, se está cuestionando por qué lo que debe ser un derecho básico, como una vivienda digna, es un producto de venta al mejor postor. El problema de la vivienda no es la escasez, es el precio y la especulación inmobiliaria para enriquecer al sector privado, por eso los costes de vida el trabajador no puede pagarlos con sus salarios mínimos, por no decir miseros.
Tener donde vivir se convierte en una penuria y frustración constante, Engels en su Contribución al problema de la vivienda de 1873 señaló:
“Lo que hoy se entiende por penuria de la vivienda es la particular agravación de las malas condiciones de habitación de los obreros a consecuencia de la afluencia repentina de la población hacia las grandes ciudades; es el alza formidable de los alquileres, una mayor aglomeración de inquilinos en cada casa y, para algunos, la imposibilidad total de encontrar albergue. Y esta penuria de la vivienda da tanto que hablar porque no afecta sólo a la clase obrera, sino igualmente a la pequeña burguesía”.
La penuria de la vivienda es lo que estamos viendo hoy día. En 2025 han salido a las calles jóvenes a manifestarse en contra del proceso de gentrificación en la Ciudad de México (CDMX) y por la exigencia de vivienda digna y asequible. Se ha formado el Frente por la vivienda joven como respuesta a la decadencia de la vivienda, al desplazamiento en las colonias, la marginación hacia las periferias y la exigencia al gobierno de la CDMX y federal de dar solución a este problema.
Algunos estudios sobre finanzas personales (eleconomista.com.mx/finanzaspersonales/Al-rentar-asegurese-que-no-supere-30-de-sus-ingresos-20180725-0096.html) señalan que el 30% de los ingresos totales de un trabajador deben estar destinados al gasto de la vivienda. Este año el salario mínimo mensual es de $8,364 por lo que el recurso destinado a la vivienda sería de $2,509.2 al mes. Esto en la práctica es completamente falso, nos encontramos con rentas o ventas de inmuebles que no podría pagar un trabajador con salario mínimo, incluso con un salario profesional la cosa no mejora mucho.
Echemos un vistazo a las ofertas de renta en Inmuebles 24 (https://www.inmuebles24.com/departamentos-en-renta-en-obrera-ordenado-por-precio-ascendente.html) podemos encontrar una renta de $5,950 de un departamento en la colonia Obrera, una zona céntrica pero no muy demandada como puede ser la colonia Roma, pero sólo hay una oferta “barata”, el resto de las rentas están por encima de los ocho mil pesos, equivalente a un salario mínimo al mes. Los precios varían según las colonias cerca del centro de la ciudad los precios son exorbitantes, en colonias con rica oferta cultural, donde la pequeña burguesía se ha instalado, los precios también son altos. En la CDMX, aún en colonias periféricas, y por lo tanto más populares, los precios son bajos a comparación de las otras colonias, es claro que el precio de renta o venta no está determinado por el ingreso mínimo del obrero, sino por el mercado inmobiliario que está cooptado por las industrias de construcción privada o como se conoce de “autoconstrucción” rebasando proyectos de vivienda estatales conocidas como “vivienda social”. Por lo que los precios del mercado se establecen para que el sector inmobiliario saque la mayor ganancia posible de sus inmuebles, y por lo tanto, la especulación de los precios varían por zonas, por las condiciones de la vivienda si es nueva o remodelada, entre otros muchos factores.
Engels señalaba que: “La extensión de las grandes ciudades modernas da a los terrenos, sobre todo en los barrios del centro, un valor artificial, a veces desmesuradamente elevado; los edificios ya construidos sobre estos terrenos, lejos de aumentar su valor, por el contrario, lo disminuyen, porque ya no corresponden a las nuevas condiciones, y son derribados para reemplazarlos por nuevos edificios. Y esto ocurre, en primer término, con las viviendas obreras situadas en el centro de la ciudad, cuyos alquileres, incluso en las casas más superpobladas, nunca pueden pasar de cierto máximo, o en todo caso sólo de una manera en extremo lenta. Por eso son derribadas, para construir en su lugar tiendas, almacenes o edificios públicos… El resultado es que los obreros van siendo desplazados del centro a la periferia; que las viviendas obreras y, en general, las viviendas pequeñas, son cada vez más escasas y más caras, llegando en muchos casos a ser imposible hallar una casa de ese tipo, pues en tales condiciones, la industria de la construcción encuentra en la edificación de casas de alquiler elevado un campo de especulación infinitamente más favorable, y solamente por excepción construye casas para obreros.”
Esto lo hemos vivido en colonias céntricas en donde la vivienda “tradicional” eran las vecindades, que ahora han sido derribadas y se han construido torres de departamentos pequeños. Mientras que en una vecindad con patio y lavadero colectivo vivían 6 o 7 familias, ahora en la torre de 3 o 5 pisos, tienes tres departamentos por piso, que pueden albergar a más familias en espacios más pequeños pero a precios exorbitantemente caros. Entonces el problema no es que no haya suficientes viviendas, el problema es el engaño de los precios, la especulación y la mercantilización de este derecho al que todos debemos tener acceso.
Hay una gran demanda en vivienda: jóvenes trabajadores que están laborando en la ciudad buscan opciones de vivienda cerca de sus centros de trabajo y esto último es la cuestión a resolver. Podrán encontrar hogares cerca de los centros de trabajo, pero debido al problema de asequibilidad, pueden verse obligados a compartir departamento con otras personas y dividir el costo de la renta entre las personas que vivirían ahí. Más que promover alternativas, se nos orilla a recurrir a eso, o de plano, a resignarnos a vivir en la zona metropolitana, ubicada en el Estado de México, conformada por las llamadas “ciudades dormitorio”, pero los traslados al centro de trabajo duran entre dos y tres horas de ida y vuelta, 2.25 millones de personas que viven en la periferia y tienen que trasladarse a la ciudad diariamente para trabajar, las horas invertidas en traslado son menos horas de sueño y más complicaciones de salud.
Vemos que la penuria de la vivienda es insostenible, ya señalamos que el problema no es la escasez de vivienda, pues inmuebles destinados a este rubro hay de sobra, el asunto son los precios y el salario, y como jóvenes trabajadores, queremos mejores condiciones de vida.
¿Cómo? A través de la reducción de los precios de renta y venta de la vivienda, y que éstos se establezcan a partir de la consideración del salario mínimo de la clase trabajadora. Lo que significa romper con la dinámica de enriquecimiento del sector inmobiliario privado, entonces hablamos de la socialización de la vivienda. Por lo que debemos exigir la expropiación de inmuebles ociosos para el uso de vivienda social.