Este 27 de febrero vimos la marcha más grande que la derecha haya realizado en lo que va del sexenio. Han llenado el zócalo y algunas calles aledañas. Aunque hubo acarreo y movilización corporativa, por ejemplo, de los trabajadores de las alcaldías de las ciudades gobernadas por la oposición, lo vivido “Fue el grito de las clases medias que se sienten agraviadas”, como dijera la nota del diario La Jornada.
Muy diversas personalidades de la derecha convocaron, pero en realidad hay una crisis tanto de los partidos (PRI, PAN y PRD) como, en general, de liderazgo. Se habla de 120 organizadores convocantes a las protestas. No hay una sola figura de la derecha que aglutine, apasione, conmueva y oriente con autoridad moral. El pasado que llevó a una profunda descomposición social pesa como una loza. Es ilustrativo como algunos personajes histéricos contra la izquierda como la diputada Lilly Téllez o la alcaldesa de la alcaldía Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, se convierten en pequeños ídolos de la pequeña burguesía, de derecha radicalizada. Hay un vacío, pero hasta ahora nadie ha sido capaz de llenarlo, síntoma de una crisis histórica de la derecha mexicana.
Recientemente el jefe de la Policía Federal durante el gobierno de Felipe Calderón, Genaro García Luna, fue encontrado culpable en Nueva York de crímenes por narcotráfico. Este domingo había en las calles carteles con fotos de este personaje con la leyenda “Culpable” y “Calderón sí sabía”, en el Zócalo se puso una enorme manta con su foto y el logotipo del PAN. Los manifestantes no toleraron este vínculo —que es una clara ejemplificación de como degeneraron los gobiernos de la derecha en el pasado— y arrancaron los carteles y desgarraron la manta para quitarla.
La marcha fue convocada en contra de la reforma electoral. Después de no alcanzar los votos para poder hacer una reforma constitucional, Morena impulsó el llamado “Plan B”, que limita el actuar y recursos de los consejeros electorales. El Instituto Nacional Electoral, controlado por la derecha, se ha vuelto un instrumento de golpeteo al actual gobierno. Su control es muy importante en la batalla que la derecha emprende para recuperar la presidencia en 2024.
La consigna de la marcha fue #MiVotoNoSeVende, pero la motivación más de fondo fue su rechazo al actual presidente, fue en esencia una marcha anti AMLO. Esta es la segunda marcha que tiene fuerza, fue mucho más numerosa que la realizada el noviembre pasado. Hay una guerra de cifras, donde elementos de la oposición, como Fernando Belaunzarán, dicen que fueron medio millón de personas (algo claramente exagerado) y el gobierno de la ciudad menciona 90 mil. AMLO dice que fueron entre 80 y 100 mil, que puede ser lo más probable. Pero fueron capaces de llenar el zócalo. En varios estados hubo protestas, sobre todo en los que son gobernados por la derecha. Se vieron movilizaciones con cierta fuerza en ciudades como Monterrey, Guadalajara y León.
El imperialismo, como era de esperarse, se posicionó del lado de la derecha, el departamento de Estado de los Estados Unidos declaró que “…las democracias saludables se benefician de instituciones sólidas y una pluralidad de voces. Estados Unidos apoya instituciones electorales independientes y bien dotadas que fortalecen los procesos democráticos y el Estado de derecho”. En el fondo lo que esto significa es que avalan que la derecha siga controlando al INE, no para defender la democracia, sino para tratar de recuperar el gobierno.
AMLO respondió a EEUU:
“Le digo con todo respeto al señor Blinken, del Departamento de Estado, que hay más democracia actualmente en México que en Estados Unidos y que en vez de estarse metiendo, actuando de manera injerencista en nuestros asuntos, si quiere seguir con las mismas políticas, pues que se ocupen de lo que está pasando Perú”.
La marcha del 27 de noviembre, con motivo del informe presidencial, contó con un millón 200 mil asistentes, la cual mostró que el movimiento de masas a la izquierda es mucho más poderoso. Pero la emergente reacción no deja de ser una enorme señal de alarma. Amplios sectores de la pequeña burguesía de la Ciudad de México han salido a las calles. Los reformistas suelen decir que hay que moderarse para ganar a la pequeña burguesía, pero el problema es que las reformas no han evitado las contradicciones del sistema, que han golpeado fuertemente en el periodo de pandemia y, en general, con una economía que ha favorecido al gran capital.
Movimientos reaccionarios de masas han emergido en América Latina y otras partes del orbe. Basta con mirar casos como los de Brasil y el fenómeno entorno a Bolsonaro, o a la reacción golpista boliviana. Esto ha venido después de la desilusión de los gobiernos reformistas, incapaces de solucionar las contradicciones del sistema. En México se han realizado reuniones de los gobiernos de ultraderecha. Hay quien celebra como un avance de la democracia que la derecha se organice y se movilice. Pero no seamos ilusos, si ellos adquieren fuerza y arrebatan el gobierno no actuarán de forma civilizada contra nosotros.
Por un lado, se requiere un programa anticapitalista que, con base en una economía planificada, elimine de manera clara problemas como el desempleo, la miseria y se adquieran como derechos realmente universales la alimentación, la salud, la recreación, la vivienda, un empleo estable con salarios adecuados y la educación. Por otro lado, se debe fortalecer la organización de masas. En el mitin del zócalo, el ex ministro de la Suprema Corte José Ramón Cossio, llamó a tomar el zócalo, pero dos horas después ya estaba abandonado. Los trabajadores del campo y la ciudad tienen una consistencia mucho mayor en la lucha, pero si se permite adquirir fuerza a la derecha podemos encontrarnos en el futuro con movimientos fanáticos de ultraderecha que pueden golpear a los trabajadores. Ni una concesión, debemos responder tomando nosotros las calles y evidenciando nuestra fuerza. AMLO ha convocado a un mitin para el 18 de marzo, ese será tomado por las masas como el medio para responder a la derecha, saliendo a las calles. Pero no se debe solo amagar, debemos usar esto para que la derecha se contenga de ir a la ofensiva. Morena y el gobierno debería tener un plan de lucha que movilice a las masas, no solo para que vayan a votar, sino para llevar adelante una presión consistente para que la Suprema Corte no eche para atrás el Plan B.
La movilización del domingo 26 de febrero va encaminada al fortalecimiento y cohesión de la derecha para disputar el gobierno en las elecciones del 2024. Pero los resultados electorales pasados no han visto un fortalecimiento de la derecha, que han perdido la mayoría de las elecciones estatales.
La derecha usará de batalla en este periodo la defensa del INE. Se ha interpuesto una demanda legal para echar atrás el plan B de la reforma electoral. Un juez ha dicho que ésta no puede aplicarse a las elecciones estatales de Chihuahua y Estado de México, a realizarse este año. La batalla será de desgaste y búsqueda de acumulación de fuerzas de cara al 2024. La fuerza sigue estando potencialmente del lado del movimiento de masas de los trabajadores, pero si el gobierno y la dirección del movimiento contienen, concilian y no van a la ofensiva, podremos lamentar los resultados futuros. Hay que empujar el avance de la lucha en defensa de los intereses de los trabajadores.