Por: David García Colín Carrillo
Uno pensaría que un gobierno de izquierda que pretende acabar con el nefasto legado neoliberal impulsaría la vuelta al esquema solidario para el retiro, como medio para garantizar al trabajador una jubilación digna después de toda una vida de trabajo. Lamentablemente no es así. En su intento de mezclar el agua y el aceite el gobierno de AMLO está proponiendo seguir en la ruta de la privatización de las pensiones de los trabajadores dando gusto a la iniciativa privada al tiempo que promete mejores rendimientos para los trabajadores. Frente a este esquema proempresarial la clase obrera debe impulsar un gran movimiento para exigir la nacionalización de los bancos y el retorno a un esquema solidario. No hay término medio posible.
La privatización de los sistemas de ahorro para el retiro de los trabajadores comenzó con las reformas zedillistas en 1997 que individualizaron y entregaron a la banca privada -a través de la figura de las afores- los ahorros de los trabajadores del apartado A, que cotizan al IMSS; luego vinieron las reformas calderonistas que, en 2008, privatizaron los ahorros del los trabajadores del apartado B, o sea, los trabajadores al servicio del estado – que cotizan al ISSSTE- y, para colmo, en 2008 la individualización de las cuentas de los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad. El modelo de las afores fue tomado directamente de la dictadura de Pinochet en Chile. Hablamos de 11 afores de las cuales sólo una es pública.
Antes de estas contrarreformas -parte integrante de la fiebre privatizadora de los llamados gobiernos neoliberales- las pensiones de los trabajadores se acumulaban a través de un fondo solidario formado por las cuotas de los trabajadores en activo y otra aportación del estado. Con la privatización de los fondos de pensiones el ahorro para el retiro se hizo individual -cada trabajador se “rasca” con sus propias uñas- y los ahorros fueron entregados a afores -instituciones financieras privadas que administran los ahorros de los trabajadores-, los patrones aportan, a una subcuenta de las afores, apenas el 2% del salario base de cotización y el estado una cuota del 5.5% del salario mínimo por cada día de salario cotizado. Los rendimientos para los trabajadores son muy bajos: de 1997 a 2016 el rendimiento promedio de apenas 5.3% y las estimaciones son a la baja, en 2016 el rendimiento fue de apenas el 2.5%. En contraste los bancos obtienen ganancias por el manejo del dinero de los trabajadores que tan sólo en el año 2014 crecieron en promedio al 13% (algunas afores como Sura y Profuturo crecieron muy por encima: 53% y 49% anual, respectivamente) . No obstante que los montos acumulados por el sistema, hasta mayo del 2017, alcanzan la cifra de de 2.9 billones de pesos, el 14.3% del Producto Interno Bruto, son recursos que se quedan en manos de los bancos y de los cuales los trabajadores sólo ven migajas.
Por si fuera poco, las afores cobran comisiones abusivas -de las más altas del mundo-. Antes de marzo del 2013 las afores podían cobrar por comisiones por flujo, por saldo y rendimiento, después de esa fecha sólo podían cobrar una sola comisión pero en los hechos el cobro abusivo se concentró en uno solo: si, por ejemplo, el patrón aporta un peso las comisiones se comen el 26% de lo aportado por el patrón. Adicionalmente las empresas suelen reportar al seguro social salarios base menores para ahorrase aportaciones y robar al trabajador. Por si fuera poco las contrarreformas aumentaron la edad y el número de años para poder jubilarse: si antes de las reformas un trabajador podía jubilarse con 500 cotizaciones, 10 años de trabajo, ahora al menos se debe trabajar 25 años – o 1,250 cotizaciones- y haber cumplido 65 años. Después de todos esos años de trabajo los trabajadores del apartado A, por ejemplo, apenas podrán aspirar a retirarse con el 38% de su nivel medio de ingreso.
El 23 de enero AMLO envió una iniciativa al congreso donde se propone cambiar el régimen con el que funcionan las afores para que operen a través de fondos de inversión especializados y no sociedades de inversión, como actualmente ocurre. Además la iniciativa contempla que las personas de 15 a 17 años puedan abrir cuentas bancarias sin necesidad de un tutor, esto con la intención de que los apoyos que el gobierno está dando a los jóvenes puedan bancarizarse y canalizarse con mayor facilidad. ¿Qué cambia en este esquema de saqueo en la iniciativa que propone AMLO? Francamente nada esencial. Se supone que con esta iniciativa el gobierno promoverá mayores rendimientos para los trabajadores, ya que será la Comisión Nacional de Sistemas de Ahorros para el retiro (CONSAR) la que determine el régimen de pensiones dando al trabajador la posibilidad de escoger en qué fondos de inversión mete sus ahorros. Sin embargo, a fin de cuentas, el dinero de los trabajadores seguirá en el “casino” del mercado sin que exista ninguna responsabilidad ni de los bancos ni del gobierno en caso de quiebra de esas inversiones. Adicionalmente aumenta el número de comisiones: no sólo gastos de operación, sino también por consulta y trámite.
Aún cuando la probable intención del gobierno sea la de generar mayores rendimientos para el trabajador, no se puede garantizar lo que no se controla realmente. El capitalismo es un sistema anárquico y los buenos deseos del gobierno no cambian en nada las reglas de este casino. También hablamos de un guiño claro al sistema financiero, al llamado “clima de negocios” y la estabilidad macroeconómica” pues seguirán lucrando con el dinero de los trabajadores y contándolo entre sus capitales de inversión. Incluso el nuevo gobierno está analizando proponer, en la segunda mitad del sexenio, aumentar la edad para el retiro a 68 años. De concretarse esto sería una traición vil a las esperanzas de cambio que hicieron a gran parte de la clase trabajadora votar por este nuevo gobierno. Nuevamente se trata de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas pues el trabajador seguirá estando inerme frente al caótico movimiento del mercado, donde no hay garantía alguna de que el dinero no se esfume. No es posible quedar bien con “dios y con el diablo” y la iniciativa de AMLO sólo va a favorecer a los grandes capitales. No es casual que las Asociación Mexicana de Afores (AMAFORE) vea con buenos aojos la iniciativa.
Pero no existe ninguna razón objetiva para regalar el dinero de los trabajadores a la iniciativa privada. Es perfectamente posible recuperar el sistema bancario para la nación, que actualmente está en manos de los siete bancos más grandes (todos trasnacionales) que concentran el 89% de las utilidades y el 84% de la cartera total de crédito, parásitos que en nada contribuye a la inversión productiva teniendo a la usura su principal fuente de ingresos (las tasas de interés por tarjetas de crédito son de las más caras del mundo -oscilan entre el 32 y 66%-). Evidentemente la renacionalización de los bancos y las afores tendría que acompañarse de la movilización popular, único medio para romper la rebelión del gran capital. No existe, en realidad, otro medio para garantizar los fondos para el retiro: o éstos regresan a manos de los trabajadores o el gran capital sigue especulando con ellos. No hay término medio posible.