El 7 de marzo de 1938, el general Lázaro Cárdenas se reuniría con los representantes de las empresas petroleras, las cuales enfrentaban una huelga por parte de los obreros en demanda de incremento salarial y mejores condiciones de trabajo. “¿quién garantizará que el aumento sólo sea de 26 millones de pesos?» Refiriéndose al monto que se tenía que pagar para atender las demandas de los obreros, cuestionó un representante de las empresas petroleras; Cárdenas respondió: “yo lo garantizo”. El representante esbozó una sonrisa, de forma sarcástica, y preguntó de nuevo: “¿Usted?” Cárdenas afirmó: “Sí, el presidente de la República”, posteriormente dio por terminada la reunión y sería el último acercamiento entre el gobierno y las empresas.
El 18 de marzo, a las 10 de la noche, Cárdenas dirigió un discurso de 15 minutos, dónde explicó la negativa de las empresas petroleras a acatar el fallo de la Suprema Corte de Justicia y cubrir el monto para pagar a los obreros dictaminado por la Junta de Conciliación y Arbitraje. También mencionó que los empresarios habían gozado durante años de grandes privilegios, beneficios fiscales y prerrogativas y que el beneficio social recibido por el pueblo de México era nula: en los lugares donde operaban no había escuelas, centros sociales, campos deportivos, hospitales ni ningún tipo de obra; ante lo cual procedía a realizar el acto de expropiación de la industria petrolera, basándose en la Ley de Expropiación basándose en el artículo 27 constitucional, porque la paralización de las actividades estaba provocando grandes afectaciones a la población.
El manifiesto leído se le había encargado desde el día en que Cárdenas se reunió, por última vez, con los representantes de las empresas petroleras, al entonces Secretario de Comunicaciones y Francisco J. Mújica; la decisión no fue tomada de manera precipitada, fue meditada durante mesas, la huelga petrolera solamente aceleró aquella decisión.
Las empresas respondieron con un boicot económico con la finalidad de paralizar la explotación y la comercialización. Los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña acordaron restringir la compra de petróleo de México y dieron instrucciones para bajar la importación de algunos productos, como la plata y minerales. Se trataba de presionar económicamente al país para que el gobierno diera marcha atrás en la iniciativa, el cual respondió que el decreto era irreversible y que se procedería a indemnizar a las empresas expropiadas.
El factor sorpresa sin duda estuvo presente, aunque las empresas fueron avisadas, algunos días antes, posiblemente por funcionarios del mismo gobierno, que se preparaba una medida contundente ante la falta de acuerdos y la cerrazón de los capitalistas. Amparados en la impunidad en la que habían actuado durante décadas, debido a su poder económico, esperaban doblegar nuevamente al gobierno.
La respuesta de la clase obrera y los sectores populares no se hizo esperar, el día 22 de marzo estudiantes y sectores de trabajadores se reunieron en respaldo al decreto. El 23 de marzo, de manera espontánea, más de 100 mil personas, mayoritariamente obreros, se reunieron en el Zócalo de la Ciudad de México en una enorme manifestación. Se portaron ataúdes en los que se colocaron envases de productos producidos por las empresas extranjeras, había mensajes como “El pueblo de México no tolerará más humillaciones del imperialismo insolente”.
Los maestros jugaron un papel importante en organizar desfiles, manifestaciones y actos de apoyo en comunidades alejadas del centro del país.
Aunque los slogans y discursos tenían un fuerte calado nacionalista, el sentimiento antimperialista también se hizo presente.
El respaldo a la iniciativa tomó más fuerza entre la clase obrera y los sectores populares. Los obreros petroleros en Tampico, de manera organizada, marcharon rumbo a la refinería de la región y la tomaron amparándose en el decreto de expropiación
El 12 y 13 de abril, en el Palacio de Bellas Artes, se preparó un gran acto de mujeres en respaldo a la expropiación y con la finalidad de conseguir fondos para pagar la indemnización a las empresas petroleras. Previamente, el Departamento de Educación Física organizó a 5,000 estudiantes que recorrían las calles de la Ciudad de México en búsqueda de aportaciones.
Miles de mujeres acudieron a los actos convocados a donar joyas, puercos, gallinas, chivos; aunque la recaudación fue simbólica, la movilización fue impresionante y de fuerte calado a la iniciativa. Durante décadas, miles de familias aún conservaban los comprobantes de donaciones, como un gesto de aquellas jornadas.
Las empresas retiraron a sus técnicos y profesionales de la industria y junto al bloqueo económico esperaban que con el decreto fracasara, sin embargo, el apoyo de los obreros petroleros y el entusiasmo popular ayudó a sortear el boicot por parte de las empresas y los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra.
Mas allá de la retórica nacionalista, en ocasiones vacía en contenido, que prevaleció durante décadas; en la mente de millones de personas, fundamentalmente trabajadores y de los sectores populares, esa iniciativa quedó grabada como una batalla ganada al imperialismo y al capital internacional.
La expropiación, no fue una medida comunista, o no indicaba que Cárdenas giraba en ese momento a las ideas del socialismo. El régimen de Cárdenas se fue configurando debido al fuerte empuje del movimiento de la clase obrera en los años post-revolucionarios, pero con una dirección política incapaz de orientar sus luchas hacia la toma del poder y el derrocamiento del capitalismo y una burguesía débil, parasitaria, dependiente del imperialismo, incapaz de desarrollar un capitalismo independiente. Desde la presidencia se movilizó a la clase obrera y a los campesinos pobres para golpear a los sectores más reaccionarios de la burguesía, pero siempre se procuró que esa movilización no tomara cauces revolucionarios y durante el último periodo de su gobierno hubo una tendencia a la moderación, entregando la sucesión presidencial al ala de derecha de los funcionarios de gobierno representados por Manuel Ávila Camacho
La desición del 18 de marzo de 1938, fue una medida de defensa nacional ante la ofensiva del imperialismo, tal y como explica León Trotsky, que en ese momento radicaba en nuestro país:
“Para desacreditar la expropiación a los ojos de la opinión pública burguesa, se la presenta como una medida ‘comunista’. La ignorancia histórica se combina aquí con la mentira consciente. El México semicolonial lucha por su independencia nacional, política y económica. Tal es, en el estado actual, el contenido fundamental de la revolución mexicana. Los magnates del petróleo no son capitalistas medianos. No son simples burgueses. Poseen las riquezas naturales más importantes de un país extranjero, se apoyan en sus miles de millones y sobre la fuerza militar y la diplomacia de sus metrópolis, y se esfuerzan por establecer en el país sojuzgado un régimen de feudalismo imperialista, procurando subordinar a la legislación, la justicia y la administración. En estas condiciones, la expropiación es el único medio serio para salvaguardar la independencia nacional y las elementales condiciones de democracia”.
“… es una medida progresista de auto defensa nacional. Marx en modo alguno consideraba a Abraham Lincoln como comunista. Esto no impidió, sin embargo, a Marx manifestar su profunda simpatía por la lucha que Lincoln dirigía. La Primera Internacional envió al presidente durante la guerra civil una nota de salutación y Lincoln, en su respuesta, apreció calurosamente este apoyo moral”.
Enfocándonos a la actualidad para no recordar esta fecha como un acto meramente histórico; ahora se habla que vivimos en un proceso de transformación social o, al menos, de un intento de este. Una medida de ese tipo respecto a la industria eléctrica, petrolera y minera despertaría el mismo entusiasmo entre los trabajadores y los pobres del país. Algunos de manera timorata argumentan que esto provocaría el boicot y la intervención del imperialismo, les respondemos que no estudiamos historia solamente para repetir efemérides o dar buenas conferencias, sino para aprender. La organización y movilización popular y de los trabajadores es fundamental para derrotar cualquier resistencia del imperialismo y los reaccionarios.
La clase obrera tiene razones para recordar la gesta del 18 de marzo de 1938 como un acto anti-imperialista ante la arrogancia y el saqueo de las empresas extranjeras, la lucha contra el imperialismo en la actualidad se tiene que dar por medio de una lucha decidida contra el capitalismo y por la revolución socialista.