“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se le olvidó agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.” Carlos Marx (El 18 brumario de Luis Bonaparte, 1852).
Recientemente hemos sido testigos de la formación y desarrollo de grupos opositores al gobierno de AMLO, hay un crisol de ellos, y, aunque hasta el momento la mayoría de sus declaraciones no han causado más que pena y risa por parte de la mayoría, algo sobre su surgimiento nos debe de llamar la atención, pero no sobre los planteamientos que hacen, puesto que vemos que no tienen ni idea de lo que dicen, en ocasiones entre ellos mismos se contradicen, sino el efecto que éstos pueden tener, sobre todo por la ideología que defienden, es decir, la mayoría de estos grupos son extremadamente ricos y extremadamente conservadores, en sus discursos hablan de Dios y en sus “marchas” y/o “plantones” (por cierto, muy reducidos hasta ahora) usan imágenes religiosas, por ejemplo, de la Virgen de Guadalupe.
Dicha “oposición” maneja de discursos de odio en los que se plantea que el diablo está gobernando al país o que Dios debe de gobernarlo y, más allá de que nos parezca algo hilarante y totalmente descabellado, hay que tomar en cuenta algunas cosas, primero, en nuestro país hay millones de creyentes, que, aunque no pertenezcan a la clase privilegiada, ponen sus creencias por encima de cualquier otra cosa, y que al ser azuzados con esos discursos, más las imágenes religiosas pueden, bajo ciertas condiciones, unirse a esos grupos para ser utilizados como carne de cañón en la lucha contra AMLO y la 4T.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que los “líderes” de estos grupos tienen una gran variedad de recursos a su alcance, incluidos los económicos. En algunos medios alternativos se ha publicado el acarreo de gente desde el interior del país, les han pagado el viaje (en autobús o avión), el hospedaje, la comida y hasta un “apoyo” económico, y si bien es gente que ha sido convencida mediante engaños, no podemos negar que si crecen estos grupos, poco a poco se unirá gente que se convenza de que Dios debe de tomar las riendas del país o algo por el estilo.
Derivado de lo anterior, también podemos asumir que tienen la posibilidad de comprar voluntades en los medios masivos de comunicación, aunque es cierto, que muchos editores, comunicadores, periodistas, etc., lo harían completamente gratis, con tal de golpear al gobierno de la 4T. Esto es importante porque la gran mayoría de la población en nuestro país ve las noticias o se informa por medio de los canales de televisión abierta o por los periódicos de distribución nacional, en donde los mensajes de la oposición son reproducidos constantemente hasta el hartazgo.
Tomando en cuenta lo anterior y como una necesidad apremiante de poder entender más a fondo lo que puede pasar si estos grupos conservadores se fortalecen, es nuestra obligación estudiar, analizar y, sobre todo, sacar conclusiones del pasado, en este caso concreto, hay que echar un vistazo a nuestra historia y sacar las lecciones que nos sirvan para entender lo que pasa y lo que puede ocurrir con dichos grupos.
Ecos de la revolución mexicana
La historia es un proceso ininterrumpido de acontecimientos, unos se ligan a otros, pero no de forma mecánica. La forma en la que se termina una lucha y quién quede como ganador marcará las siguientes luchas, así como la conformación de los bandos en pugna.
La revolución mexicana es uno de esos acontecimientos que se ligan a otros, y que sin entender dicho proceso, no podremos entender lo que se desarrolló posteriormente.
No es el espacio para explicar la revolución mexicana, sólo trataré de hacer un breve resumen sobre lo que significó la revolución para México y delinear algunos aspectos sobre el bando que logró alzarse con el triunfo en el movimiento revolucionario.
Para iniciar es inevitable decir que el Gral. Porfirio Díaz se había mantenido en el gobierno más de 30 años. Durante los años que gobernó hubo cierto desarrollo, como la red ferroviaria que se extendió por todo el país, sin embargo, ese desarrollo no fue parejo, porque mientras una minoría la pasaba bien, la gran mayoría vivía las más pesarosas calamidades a manos de los terratenientes a lo largo y ancho del país.
Al inicio del proceso revolucionario, los que buscaban un cambio en la situación no buscaban una confrontación contra el régimen porfirista, incluso Madero pasó las elecciones de 1910 en la cárcel, lo que significaba que cualquier medida, incluso la más mínima reforma o disputar la presidencia significaba enfrentarse abiertamente al régimen porfirista. Pero Madero a lo más que aspiraba era a un cambio político democrático, pero sin tocar la propiedad de la tierra, raíz de la desigualdad. Y aunque ya había quedado demostrado que el régimen no toleraría nada que le pusiera en riesgo, Madero prefería una transición pactada, a una confrontación, lo que significaba mantener las cosas inalteradas, es decir, un régimen porfirista, pero sin Don Porfirio.
Cuando Madero logra escaparse a Estados Unidos y lanza el Plan de San Luis, llama a un levantamiento armado contra Díaz. Sin embargo, él esperaba que, ante la noticia del levantamiento, Díaz entendería y dejaría el poder, Madero realmente no pensó que su convocatoria calara tan profundo.
Pero las masas de campesinos le tomaron la palabra y en Chihuahua se demostró que ellos seguirían ese camino. Los campesinos se levantaron enérgicamente contra el gobierno porfirista, encabezados por Pascual Orozco y Pancho Villa. Madero regresó a México en febrero de 1911, ya cuando la Revolución se había extendido a todo el territorio nacional, el 21 de mayo participó en la firma de los Tratados de Paz de Ciudad Juárez y el 7 de junio entró triunfalmente a la Ciudad de México, en ese momento Porfirio Díaz ya había abandonado el país para exiliarse en Francia.
Cuando Madero llega a la presidencia y les “pide” dejar las armas, se niegan a hacerlo, hasta que se realice la repartición de tierras, ante esa negativa, Zapata lanza el Plan de Ayala, en el que desconoce el gobierno de Madero. Por lo que en los próximos años se desataría una lucha encarnizada, en la que miles de mexicanos perderían la vida, y en la que se fueron decantando en el ala anti porfirista dos bandos, por así decirlo. Por un lado, estaban los ejércitos campesinos de Zapata y Villa, que buscaban un cambio radical en sus vidas, una revolución social profunda, pues ellos eran quienes sentían en carne propia las injusticias, el exceso de trabajo y la miseria. Por el otro, se encontraban personajes como Madero, que no querían un cambio profundo en las relaciones de propiedad, les satisfacía que Díaz abandonara el país. En este bando se encontraba también Carranza y Obregón. Por ejemplo, Carranza inició su carrera política, al ser electo presidente municipal de Cuatro Ciénagas, en la época del gobernador José María Garza Galán, pero debido a que sus relaciones con él no eran buenas renunció y cuando Garza Galán intentó reelegirse, Carranza se rebeló en su contra. No tomó las armas, pero convenció a Porfirio Díaz de que el movimiento no era anti porfirista. Cuando se une a Madero contra Díaz, lo hace por conveniencia personal, pues Madero lo nombró gobernador de Coahuila.
Con el asesinato de Madero y de Pino Suárez a manos de Victoriano Huerta, con la complicidad de la embajada estadounidense, esos mencionados bandos, con intereses opuestos, lucharon contra Huerta y lo derrotaron. Al dimitir Huerta, deja la presidencia en manos de Francisco Carbajal, quien se rindió el 13 de agosto de 1914, entrando triunfante al día siguiente Obregón con su ejército a la Ciudad de México, y Carranza, por medio del Plan de Guadalupe, asume la presidencia provisional.
Tras la derrota de Huerta los bandos se separan definitivamente y comienza una lucha entre ellos, en la que Zapata y Villa se llevan la peor parte. Al minar a los revolucionarios, Venustiano Carranza regresó a la capital del país y, en septiembre de 1916, convocó un Congreso Constituyente en Querétaro que elaboró la nueva Constitución de 1917 que consolidaba algunas de las reformas económicas y sociales defendidas por la revolución, en especial la propiedad de la tierra, la regulación de la economía, la protección de los trabajadores, el derecho a la educación laica y se le eligió como presidente constitucional. En las elecciones posteriores, Carranza fue elegido presidente de la República y tomó posesión de su cargo el 10 de mayo de 1917.
Durante su presidencia intentó pacificar al país, obteniendo el reconocimiento de su gobierno por los Estados Unidos, trató de avanzar en algunas cuestiones como la reconstrucción de un Estado unificado y hacer valer la constitución que él promulgó, pero también se ganó el desprecio de algunos de los que antes eran sus más fieles seguidores como Obregón.
En 1920 Carranza buscó imponer como presidente de la República a un civil, el Ing. Ignacio Bonillas, pues ya para entonces era contrario a la ideología política mostrada por Álvaro Obregón, quién a la postre lo mandaría asesinar, siendo así Obregón el único ganador de la contienda revolucionaria.
El desenlace de la primera gran revolución del siglo XX, terminó en manos de la derecha del movimiento o, en otras palabras, en manos de quienes no buscaban ni querían una revolución social profunda en la sociedad mexicana, para ellos la Constitución de 1917 era incluso demasiado.
Plutarco Elías Calles y la guerra cristera
Con el asesinato de Carranza, a manos de su propia escolta, el gobierno provisional recayó en manos de Adolfo de la Huerta y logra la rendición de las tropas villistas y zapatistas, pero por la vía de los hechos era Obregón quien tenía el poder, pues tenía el apoyo del ejército. Poco después y sin ninguna oposición, éste fue electo como presidente.
Con Obregón en la presidencia se mantuvo cierta estabilidad, pues mientras beneficiaba a las clases poseedoras, reprimía las luchas de obreros y campesinos. Lo que él buscaba era el reconocimiento del gobierno de Estados Unidos, tal y como lo había hecho Carranza, por lo que no dudó en firmar acuerdos y tratados en los que México tenía que pagar por los daños causados a propiedades estadounidenses durante la revolución.
Durante estos años, lo que podemos ver es la entrada en escena de la burguesía nacional, incipiente y totalmente dependiente del gobierno y del imperialismo estadounidense, que va ocupando el puesto de los terratenientes, pero sin tener un peso político determinante que les diera estabilidad.
Pronto llegaron las elecciones, y aunque Obregón era la figura triunfante de la revolución, no podía reelegirse, como él hubiera querido, principalmente porque en el ideario colectivo, la imagen de Porfirio Díaz aún era fresca. Por lo que no tuvo opción y apoyó a Plutarco Elías Calles.
El apoyo de Obregón a Calles no le cayó bien a Adolfo de la Huerta, quien se desempeñaba como ministro de Hacienda, por lo que rompe con Obregón y amenaza con un levantamiento. Dicho levantamiento se da de la mano con los residuos de la oligarquía porfirista, junto a lo peor de las clases poseedoras, que buscaban ganar cotos de poder, añorando los tiempos de Díaz y de Victoriano Huerta. Sin embargo, el alzamiento fue sofocado en tan solo tres meses, después de la derrota de De la Huerta, nadie evitó la llegada de Calles a la presidencia.
Al asumir la presidencia, Calles continúo con la labor de Obregón, fue creando y cooptando organizaciones campesinas y obreras, como la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), pero sus esfuerzos por estabilizar el país eran infructuosos. La fundación del Partido Comunista Mexicano (PCM) en 1919, jugó un papel importante al oponerse al control estatal y a las maniobras que acostumbraba Calles en las que destacaba la compra de los líderes obreros y/o campesinos, pero manteniendo la costumbre de encarcelar o asesinar a quién fuera necesario.
El levantamiento de Adolfo de la Huerta puso de manifiesto que, aunque el ala derecha ganó (y con ello las prebendas y favores a cierta clase social), no todos se sentían representados por el gobierno de Calles, entre ellos la iglesia, pues después de la revolución perdió sus privilegios, algo que no iba a dejar pasar, así como así.
Un elemento que dio una base social a la iglesia contra el gobierno de Calles, fue la casi nula repartición de tierras, los campesinos no habían recibido por lo que habían luchado, por tanto, el gobierno tampoco los representaba. Cuando la iglesia lanzó su campaña para presionar al gobierno, los sacerdotes azuzaban a los campesinos al grito de “¡Viva Cristo Rey!”.
Si bien la Constitución de 1917 fue progresista, al menos en la letra, dejaba fuera todo privilegio a la iglesia (que desde la Reforma de 1857 fue perdiendo poder y privilegios), porque debían de rendir informes de sus ingresos y pagar impuestos, además de que se les marginaba de la educación. Concretamente, la Constitución de 1917 marcó la separación de la iglesia y el Estado, por lo que el clero católico manifestó severas críticas y una abierta oposición a varios postulados de la constitución, en especial al contenido de los siguientes artículos: a) el artículo 3°, en el que se establece que la educación es laica, gratuita, y obligatoria para todos los mexicanos; b) el artículo 5°, en el que se prohíbe el establecimiento de órdenes monásticas y por lo tanto se coartó una de las vías para incorporar individuos a la estructura eclesiástica; c) el 24°, a través del cual se reconoce la libertad de creencias y de culto pero la práctica de éste último se restringe a los templos y a los domicilios privados; d) el 27°, en el que se reafirma que los bienes inmuebles de las organizaciones religiosas pasan a ser propiedad de la Nación; y e) el 130°, que le otorga a los poderes federales la facultad de reglamentar en materia de culto religioso y elimina la personalidad jurídica de las organizaciones confesionales.
Ante las medidas que obligaban a la iglesia a ser un contribuyente más, diversas agrupaciones clericales se organizaban y en marzo de 1925 deciden lanzar la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR). La reivindicación principal la podemos leer en el siguiente párrafo que se lee en la declaración de los fundadores Miguel Palomar y Vizcarra, René Capistrán Garza, Luís G. Bustos y Rafael Ceniceros y Villarreal.
«Detener al enemigo y reconquistar la libertad religiosa y las demás libertades que dimanan de ella. Tiene un programa que es una síntesis de justas y debidas reivindicaciones a las que tienen derecho los mexicanos para poder vivir como católicos y que nadie en una república democrática puede poner en tela de juicio».
Por su parte, la Iglesia Católica organizará un Comité Episcopal que representará a todo el episcopado, con el propósito de tratar con el gobierno federal todos los asuntos relativos a la modificación de las leyes que según ellos mantienen al clero en manos del Estado.
Mientras la LNDLR buscaba la derogación de los artículos que ya he señalado, alegaba que eran “persecutorios para los católicos”. A nivel nacional la Liga fue considerada “la Asociación Cívica Nacional auténtica representante del genuino pueblo mexicano, católico, mantenedora de la conciencia pública frente a los ataques de la minoría liberal y del Socialismo de Estado”. En un desplegado, se podía leer:
“Ya es tiempo que nos unamos los católicos mexicanos para defender la Religión y la Patria. La Constitución que nos rige […] ha originado la persecución religiosa en forma permanente, como institución del Estado […] desconoce a la Iglesia [y] puede despojarla de cuanto tiene […] el socialismo revolucionario, aprisionando en una férrea malla las fuerzas vivas de la patria, mina todos sus fundamentos esenciales e imposibilita con sus excesos la vida nacional […]”.
Y continúa:
“La Liga quiere ser una asociación de todos los verdaderos católicos mexicanos, cansados ya de tantos atropellos en contra de su religión, del orden social y de sus derechos cívicos tan cínicamente burlados en los comicios electorales […] La cuestión religiosa en México es cuestión política, desde el momento en que ha tenido cabida en la constitución de la República y se han apropiado los poderes públicos el derecho de legislar sobre ella [El objetivo] se reduce a exigir: Libertad plena de enseñanza; derecho común para los ciudadanos católicos derecho común para la Iglesia; derecho común para los trabajadores católicos […]”.
Pero los esfuerzos de la Liga para echar atrás los artículos que según ellos “los perseguían”, no fructificaron, derivado de eso, los principales líderes, entre ellos Miguel Palomar y Vizcarra, se fueron radicalizando, a tal grado de redactar una Constitución propia, y obviamente desconociendo la Constitución de 1917. Aunque nunca fue publicada, fue difundida entre sus miembros.
En el Artículo 1, del capítulo I, de dicha constitución se lee:
“De la Soberanía Nacional, Dios es el origen de todo lo que existe […] La Nación Mexicana, en cumplimiento de su principal obligación, reconoce y rinde vasallaje a Dios omnipotente y supremo creador del universo […]”.
Podemos notar en estas líneas la esencia de la Liga y su fanatismo religioso.
En medio de estas tensiones, Calles expide la Ley Adicional el 14 de junio de 1926, con la que se buscaba controlar y limitar el culto católico en México. A partir de ese momento la Liga enfrentará al gobierno por medios ilegales, aunque sin recurrir a la violencia. Convocará a la población católica mediante folletos a ejercer un boicot contra el gobierno, para presionarlo para que derogue esos decretos. El boicot consistirá en la abstención del pago de impuestos y el minimizar el consumo de productos del Estado: como el no comprar lotería, no utilizar vehículos de motor para no comprar gasolina. La respuesta gubernamental será la aprehensión de quienes circulen estos folletos distribuidos por la Liga. Así serán encarcelados algunos dirigentes de la Liga, pero saldrán bajo fianza.
Ante el fracaso del boicot, la Liga creará un comité de guerra capaz de organizar un levantamiento armado, a partir de allí comenzaron a producirse durante el segundo semestre de 1926 alzamientos espontáneos que movilizaron a diversos sectores de campesinos, tomando el conflicto otra dimensión. Que finalmente estallará en 1927, encabezada por René Capistrán Garza. El movimiento armado será financiado por ricos católicos, muchos de los cuales son hacendados que pretenden parar la reforma agraria y evitar la afectación de sus tierras. Los miembros de la Liga, de defensores de la libertad religiosa pasarán a autodenominarse “cristeros”, con base en su grito de guerra ¡” Viva Cristo Rey!” pero en sus manifiestos el lema oficial de los cristeros será: “Dios, Patria y Libertad”.
Para inicios de 1927, en algunas regiones la insurrección es amplia, adquiriendo los rasgos de una verdadera guerra civil. Sobre todo, en la zona centro-occidental (Jalisco, Michoacán, Colima, Aguascalientes, Nayarit, Zacatecas y Guanajuato), donde los cristeros se enfrentaron al ejército bajo la forma de guerrillas, llegando a controlar intermitentemente algunos pueblos y obteniendo importantes apoyos de buena parte de la población rural.
Luego de tres años y al declararse finalizado el conflicto religioso el 21 de junio de 1929, la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, por conducto de su secretario José Tello, expresará “su incondicional, sincera y filial sumisión, a las resoluciones de Su Santidad el Papa Pío XI, con motivo de la cuestión religiosa en México y aprovecha esta oportunidad para hacer públicos sus sentimientos de respeto y adhesión al señor delegado apostólico y al episcopado mexicano”.
Entre los “acuerdos” destaca que se suspenderá la aplicación de los artículos, pero no su eliminación de la Constitución, algo que fue aceptado por los líderes de la Liga, que no tuvieron el más mínimo empacho en dejar las armas, dejando en la indefensión a los campesinos, base principal de la guerra cristera, y en la que miles de ellos murieron sin haber logrado un cambio significativo en sus vidas, dado que el acuerdo alcanzado con el gobierno fue por arriba, es decir, nunca fueron consultados para dejar las armas y adicional a eso, fueron abandonados a su suerte.
El movimiento sinarquista
La guerra cristera que se extendió de 1926 a 1929 y en la que unas 80,000 mil personas perdieron la vida, fue el primer capítulo en nuestra historia en la que se ven enfrentados directamente los intereses y privilegios de la iglesia, en los que también son participes personas adineradas, contra, digamos, los intereses del gobierno emanado de la Revolución Mexicana.
El segundo capítulo se desarrolla a partir de los años 30, con la fundación de la Unión Nacional Sinarquista (UNS), constituyéndola miembros de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, que formalmente se desintegró en 1933, y que desde 1930 se encontraba en la clandestinidad, formando desde ese entonces «las Legiones», las cuales emanan de la acción católica y tienen como finalidad el apostolado social, siguiendo los lineamientos de la Rerum Novarum, de León XIII (1891), sobre la participación de los católicos en la política.
Las legiones se organizaron por secciones, así, por ejemplo, la sección uno era la sección patronal; la dos era la obrera; la tres era la campesina, y la once era la sinarquista, siendo en 1937 cuando se funda formalmente la UNS, encabezada por el líder de la división de Guanajuato, José Antonio Urquiza.
La UNS buscaba desde la movilización social, lograr la restauración del orden dentro de la cual la iglesia y la religión volvieran a tener presencia en la organización sociopolítica del país.
Por medio de la Rerum Novarum se pretendía impulsar un movimiento demócrata-cristiano que adoptara métodos de propagación política y social mediante la organización de la población católica en sindicatos obreros, patronales y movimientos de juventudes católicas. Por medio de estos grupos, se lograría tener influencia en la opinión pública sobre la vida espiritual, social y económica.
Y como eje ideológico rector del movimiento sinarquista era el cristianismo en su auténtica concepción católica, es decir, la democracia cristiana bajo Dios, primero, y luego bajo un Estado que fuera temeroso de Dios. La meta era restaurar la sociedad cristiana, yendo más allá de la libertad religiosa para lograr la modificación de la sociedad moderna en aras de lograr una sociedad y un Estado que se rigiera de acuerdo con los principios cristianos, y que, en 1929, con la derrota y la firma de los “acuerdos”, no se había resuelto nada. (El subrayado es mío).
La base social del sinarquismo, al igual que de los Cristeros, era principalmente de campesinos, aunque también contaba con jornaleros, medieros y algunos pequeños propietarios, ejidatarios, comerciantes, artesanos y hasta obreros, que se encontraban principalmente en estados como Jalisco, Guanajuato, Querétaro y Michoacán. En el caso de Michoacán, por ejemplo, se tiene el registro de unos 85,000 sinarquistas entre 1940 y 1943, aunque hay un contraste con las cifras, pues algunos informes de la UNS dicen que en 1940 en Michoacán se concentraban tan solo 17.675 sinarquistas.
El movimiento sinarquista se dotó de una estructura jerarquizada que se extendió por todo el país en seis divisiones: norte, sur, sureste, noreste, centro y valle de México. Cada una de las divisiones se subdividía en comités regionales. Las divisiones se organizaban en distritos y éstos estaban fraccionados en municipios. En las zonas rurales, los sinarquistas se dividían en subcomités, y de la misma manera ocurría en las zonas urbanas. Las células menores de los sinarquistas eran las conformadas por barrios y colonias.
A nivel nacional había un comité que lo conformaba el jefe nacional y un puñado de hombres escogidos entre los jefes regionales. En el ámbito local, los sinarquistas se organizaban en subcomités que operaban en cada una de las rancherías, o en colonias y barrios. En dichas células se instruía a los asistentes con la doctrina y principios sinarquistas, además de que un orador animaba a los asistentes. En las reuniones más amplias celebraban fiestas, tanto religiosas como civiles, de la historia conservadora; volviéndose una costumbre la celebración de fiestas alternas a las del gobierno y su discurso revolucionario, lo que claramente muestra la naturaleza conservadora y contrarrevolucionaria de los sinarquistas.
Otro elemento a destacar del sinarquismo era el del nacionalismo, para ellos ser mexicano era ser católico, y el ser católico era la esencia de la mexicanidad. En cada uno de los actos y reuniones se daba especial relevancia a la patria, a la bandera, al ejército y a la religión. Además, defendía la guarda de los valores de «la madre patria», valores que eran parte integrante de la cultura mexicana.
Otra arista del nacionalismo sinarquista se basaba en una profunda fobia hacia los Estados Unidos., principalmente por las afrentas del vecino del norte a México desde la invasión y la pérdida del territorio en el siglo XIX, hasta las políticas racistas que se tenían contra los negros y contra los mexicanos emigrantes, pero lo que más temían era su liberalismo que confinaba a la iglesia y la religión a lo privado y la entrada de los grupos protestantes que pretendían destruir la unidad católica mexicana y sus valores.
A pesar de tener una base mayoritariamente campesina, una de las principales luchas del movimiento sinarquista era contra el reparto de la tierra y la formación de ejidos colectivos, además se declaraba defensora de la propiedad privada, como único requisito para que el hombre «pudiera ser libre y disfrutar con tranquilidad y seguridad de los bienes necesarios para su subsistencia, el sinarquismo señalaba «que todos sean propietarios». Por otro lado, la ineficiencia en el reparto de tierras, la falta de tierras abiertas al cultivo, la falta de créditos financieros para el cultivo, la desigualdad en el reparto, entre otros, provocaron descontento entre los grupos campesinos afectados o poco beneficiados con el reparto mismo que fue aprovechado por la UNS para hacer proselitismo entre el campesinado, y así ganar un número importante de adeptos.
Los sinarquistas se opusieron a la política educativa del Estado, sobre todo porque «el criterio que orientará a dicha educación se mantendrá por completo ajeno a cualquier doctrina religiosa y, basado en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios». La educación debía ser laica y obligatoria, en oposición al ideario de los grupos conservadores católicos, como el sinarquismo, que anhelaban la instauración del orden cristiano e insistiendo que la educación fuera religiosa, que se impartiera en el ámbito privado subsidiada por el gobierno, pero sin su intervención.
Uno de sus principales enemigos, era el comunismo, pues consideraba a la religión como el «opio del pueblo», el comunismo fue arduamente atacado por la UNS una y otra vez en los artículos de su periódico. Las posturas anticomunistas llevaron al movimiento sinarquista a criticar a la Unión Soviética, que era considerada como un peligro. Para ellos el comunismo estaba en el mismo Benito Juárez, en la secularización de la sociedad, en las políticas agrarias cardenistas de colectivización de la tierra, en el ateísmo de los políticos y científicos de la época.
La UNS con el paso de los años se transformó en el Movimiento Nacional Sinarquista (MNS), cuando parecía que desaparecían los resabios del sinarquismo apoyaron la fundación de partidos conservadores y de ultraderecha como el Partido Demócrata Mexicano (PDM) que existió de 1975 a 1997, obteniendo en 1979 diez curules en la Cámara de Diputados, y 12 en 1982 y 1985.
En la actualidad, aún sobreviven algunas tendencias sinarquistas, una de ellas, la más amplia decidió unirse al PAN, otros son cercanos al “Dr. Simi», otra tendencia es más «cívico-religiosa», pero que ha ido quedando desprestigiada por su cerrazón, ignorancia y poco sentido común. Además, los únicos que asumían su pertenencia a este grupo eran casi todos familiares y unos pocos más. La última tendencia de la que se sabe es el Movimiento Nacional Sinarquista, que se define como un movimiento nacionalista, democrático, popular y social-comunitaria. Se define como Movimiento Político, social y cultural. Dicen tener unos 30,000 afiliados.
Conclusiones
La revolución mexicana fue un acontecimiento que cimbró al país entero, movió los cimientos del régimen porfirista, pero hubo quienes, en lugar de darle el empujón final, se dedicaron a erigirlo de nuevo, Carranza y sus secuaces no solo asesinaron a Zapata y Villa, sino que secuestraron el gran legado de la revolución, plasmaron en la Constitución las principales demandas del pueblo revolucionario, pero fue letra muerta, porque para algunos de ellos, era demasiado lo que se plasmaba, los pobres no lo merecían, por el contrario había que estabilizar y modernizar, y para eso había que deshacerse de ellos.
La política de Obregón y Calles primero de reprimir los movimientos de campesinos y obreros, después controlarlos, aunque sin descartar ninguna alternativa para defender los intereses de la clase privilegiada, fue clara, y sentó las bases para el surgimiento de los grupos de fanáticos.
El problema agrario fue justamente lo que le dio una base social a la Liga y al sinarquismo, porque los gobiernos emanados de la revolución no fueron a fondo en las demandas de los campesinos, al sentirse traicionados por los que ellos creían los representaban se fueron al polo opuesto, que tampoco los representaba, pero que los supieron engañar con una gama amplia de promesas, entre ellas está seguramente un lugar en el “Reino de los cielos”, pero que nunca quisieron o no podían cumplir, dado que su único interés eran el poder y sus privilegios como clase y que al ser hechos a un lado por la burguesía nacional y por los caudillos triunfantes de la revolución, necesitaban una base social que enfrentara las balas en su lugar.
Asimismo, vemos que lo que defendían los sinarquistas era que la religión fuera la base de la sociedad, que se incluyera en la educación impartida en todo el país, como una forma de que el poder que habían perdido desde las leyes de reforma impulsadas por Juárez, volviera a ellos. Pero eso, al menos desde mi punto de vista, fue una cubierta, lo que ellos buscaba era el poder político y económico, pues defendían la propiedad privada, se oponían a la repartición de tierras y, más específicamente, a la repartición de sus tierras.
Considero que siempre que revisemos la historia tenemos la obligación de sacar lecciones de cara a los acontecimientos que se desarrollan en la actualidad, eso es lo realmente importante. Actualmente vemos como los diversos grupos que se oponen a la 4T y a AMLO o al menos los que los organizan y lideran, son extremadamente conservadores, algunos de ellos incluso pueden venir de familias que pertenecieron a alguna de éstas agrupaciones. Los discursos son similares, la forma en la que se presentan también es similar, hasta su odio al comunismo es similar, que ni conocen ni entienden, pero que odian como al mismo demonio.
El peligro de estos grupos radica en la imposibilidad que tiene la 4T de ir al fondo de los problemas y resolverlos. En La Izquierda Socialista sabemos de las limitantes del gobierno de AMLO y de la aplicación de su programa, porque mientras da apoyos a los más desfavorecidos —algo que reconocemos, aunque también decimos que es insuficiente— llega a acuerdos con empresarios de la calaña de Slim o los tiene en su gabinete —Esteba Moctezuma y Pedro Romo—. Lo que hace AMLO es navegar entre dos corrientes de agua muy peligrosas, y en algún momento tendrá que decidirse por navegar en una sola, no puede mantenerse por largo tiempo así, por ahora tiene un gran apoyo popular, pero en la medida en la que va tocando los intereses de la burguesía en favor de los pobres, como a él le gusta decir, éstos reaccionaran y no de una forma legal o pacífica. En Bolivia, Brasil, Honduras y Haití, tenemos ejemplos de golpes militares y parlamentarios.
La población que ahora apoya a AMLO y a la 4T, ve con buenos ojos la lucha contra la corrupción, contra el robo de combustible, las rifas y todo lo que hace la 4T, pero en realidad nada ha cambiado, los apoyos dan un respiro, pero no es la solución a todos los males heredados del pasado. La solución está en profundizar su programa, lo que significa tocar los intereses de la burguesía e imaginemos cuál será su respuesta. Tan sólo el etiquetado frontal en los alimentos procesados o la prohibición de venta de productos chatarra a menores de edad en Oaxaca hace jalarse los cabellos a la burguesía y vociferar que nos convertimos en Venezuela. Pero si AMLO no avanza los sectores atrasados de la población empezarán a escuchar los cantos de sirena de estos grupúsculos, les dotará de una base social, así como Obregón y Calles principalmente, le abrieron las puertas a la contrarrevolución y con ella el surgimiento de grupos conservadores y fanáticos.
No tenemos que desconfiar de la fuerza que tenemos como clase, debemos de defender los derechos que hemos ganado y luchar por los que nos hacen falta, tenemos que organizarnos y hacer frente a “FRENAAA”, “Sí por México” y demás grupos que vayan surgiendo, pero no dando un cheque en blanco a AMLO y a la 4T porque no todos representan nuestros intereses y por ende no lucharan por ellos. En nosotros está el carácter que puede tomar la 4T, pero para ello hay que prepararse y avanzar por la izquierda.
Fuentes bibliográficas:
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– HERNÁNDEZ VICENCIO, Tania. Revolución y Constitución. Pensamiento y acción política de Miguel Palomar y Vizcarra(online). Revisado el 23 de octubre de 2020 en http://www.scielo.org.mx/pdf/hg/n42/n42a7.pdf
– LÓPEZ, Damián. La guerra cristera (México, 1926-1929) Una aproximación historiográfica (online). Revisado el 23 de octubre de 2020 en http://unizar.es/historiografias/numeros/1/lop.pdf
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