La fallida detención de Ovidio, el hijo del Chapo Guzmán, ha mostrado vulnerabilidades en el actual gobierno, la derecha lo aprovecha y lanza un mar de ataques histéricos en contra de AMLO tratándolo de inepto.
La bancada panista en la cámara de diputados pidió la renuncia del gabinete de seguridad. Hay una reacción natural de muchos de los seguidores del actual presidente de defender al gobierno que consideran suyo, en realidad hay un importante sector de estos, y de la población en general, que ven que se ha puesto en riesgo a la población y que fue una acción a todas luces fallida (y que de hecho cobró, según información de las autoridades, al menos 7 vidas más 16 heridos con arma de fuego, aunque en la realidad pudieron haber sido muchos más).
Hay compañeros que defienden casi obsesivamente al gobierno, sin reconocer que se puede equivocar (a pesar que el propio gobierno y su gabinete de seguridad han dicho que cometieron errores), pero si en verdad queremos que la violencia se extirpe de nuestra sociedad no debemos cerrarnos a la realidad sino mirar lo ocurrido. Siendo realistas, la acción fue mal planificada y equivocada por parte de las fuerzas armadas; en segundo término se debe analizar con frialdad la retirada y liberación del hijo del capo de la droga el día de ayer y lo tercero es, independientemente de lo de ayer, preguntarnos si la estrategia del gobierno es la adecuada o no para solucionar los problemas de violencia en el país.
Imágenes que podrían recordarnos a Siria consternaron al país. Las redes se inundaron con videos y foros de camionetas con hombres armados con ametralladoras y armas de alto calibre, balaceras, autos incendiados y militares detenidos en retenes de civiles armados. Después de oír la noticia de la captura del hijo del Chapo, pocas horas después se supo de su liberación. Alfonso Durazo, Secretario de Seguridad ciudadana, dijo éste jueves que elementos de la Guardia Nacional hacían un patrullaje habitual cuando fueron agredidos por hombres armados. Ante la inverosimilitud de su versión y la presión del propio AMLO, tuvo que rectificar la versión y decir que decidieron dejar a Ovidio Guzmán para evitar mayor violencia. El gabinete de seguridad reconoció que el operativo fue deficiente y precipitado, que no contaba con el conceso de los altos mandos y que fueron superados en fuerza por el crimen organizado.
Ni el cartel de Sinaloa ni el crimen organizado nacieron con el actual gobierno, son pesadas herencias del pasado. El gobierno de Calderón, quien entró con el escandaloso fraude electoral en una situación de enorme debilidad, con el acoso de una masiva lucha del pueblo mexicano, declaró una guerra al narcotráfico que en realidad favoreció al cartel de Sinaloa quien vio crecer su imperio. Este cartel no es una empresa menor, el propio presidente Calderón era sobornado y actuaba como su protector, su secretario de defensa, Genaro García Luna, trabajaba como su empleado y los propios hangares y flotas aéreas de las fuerzas armadas como instrumentos del tráfico de drogas. Anabel Hernández ha dicho que el cartel de Sinaloa opera en 80% del territorio del planeta. El crimen organizado se ha convertido en una especie de Estado dentro del propio Estado, infiltra las estructuras gubernamentales, pide “impuestos”, controla con hombres armados el territorio. La entrada de AMLO a la presidencia no cambia esto por arte de magia.
Se habla mucho sobre las razones de la liberación del narcotraficante, se escuchan versiones de que el crimen organizado capturó a las familias de militares, que desalojaron las unidades habitacionales de estas e incluso actuaron en contra de sus habitantes. El Cartel tenía una enorme movilización en la ciudad y la población en general estaba en peligro. AMLO dijo que valía más la vida de la población que la captura de un criminal, eso ha sido muy bien recibido por miles de personas que han justificado la retirada.
No tenemos los elementos suficientes para decir que la retirada fue correcta o no, pero es posible que fuera necesaria para evitar un desastre mayor (lo cual es una clara muestra de debilidad del Estado y de fortaleza del crimen organizado en Sinaloa). El problema no es la retirada de ayer, sino que la población se queda en un estado de indefensión donde se muestra que quien gobierna es el cartel de Sinaloa y no hay certeza de que esto cambie a futuro.
AMLO en el pasado ha dicho que hay que fortalecer a la familia, que los papás y abuelos deben llamar la atención a sus hijos para que no caigan en malos pasos; que hay que atacar los problemas de raíz, como la pobreza, para ello da becas económicas. Después de lo visto ayer, queda claro lo insuficiente de medidas morales y del programa asistencialista del Estado. Así no se acabará con las enormes estructuras del crimen organizado como el Cartel de Sinaloa, un imperio con enormes intereses económicos (donde la moral pasa a segundo plano o se subordina a estos intereses), un imperio que va mucho más allá del Chapo Guzmán, hoy encarcelado en EEUU.
Un punto a favor de este gobierno es que, aunque aun tímidamente, ha comenzado a congelar cuentas bancarias de los narcotraficantes, pero esto no será suficiente. Hay que arrebatar también la base social al narcotráfico. Se requiere elevar los niveles de vida de las masas de manera radical, eso no se conseguirá mientras se siga cediendo ante las presiones empresariales y se combata de manera seria la explotación posicionándose de manera clara frente a los trabajadores. Se requiere eliminar el desempleo, lo cual no se conseguirá mientras la economía sirva a los intereses de un puñado de empresarios. Tratar de hacer pequeñas reformas un capitalismo enfermo es como tratar de curar a un enfermo de cáncer con una aspirina.
Nadie en su sano juicio quiere un derramamiento de sangre, queremos una sociedad de paz pero esto no se conseguirá en una sociedad desigual donde en realidad hay una guerra de clases y una descomposición social que genera una violencia estructural. Hay que extender la mano y tratar de reinsertar a quien ha caído en las garras del crimen organizado, pero el capitalismo decadente ha generado elementos completamente desclasados que no se reinsertarán socialmente. No atacar frontalmente al crimen organizado significará dejarlos actuar. Es permitir que la violencia siga actuando contra la población trabajadora indefensa.
El Estado mexicano, mostrando su debilidad, ha dejado tras de sí un inmediato ambiente de miedo en aquella región norteña, pero también queda en la memoria esos vacíos de un Estado que no logra defenderlos. A la larga, como lo han mostrado otras regiones del país, será la organización de las masas las que pongan fin a este ambiente de terror. Veamos Cherán, veamos la Montaña de Guerrero. Si bien las Policías Comunitarias muestran tradiciones de lucha distintas al Norte y a Sinaloa que tienen sus particularidades, en realidad nos dan en esencia el camino a seguir.