Escrito por: Carlos Márquez
El gobierno de Peña Nieto sufre del mayor desprestigio en la historia reciente de México, con su debacle ha arrastrado tras de sí a su partido, a sus aliados y a su candidato presidencial. No hubo forma de salvar al PRI, millones de pesos usados en la compra de voto no pudieron evitar que cayera a un tercer lugar en la presidencia teniendo el peor resultado electoral de su historia.
El peor resultado de la historia del PRI
El PRI, al regresar a la presidencia en 2012, sólo ha podido gobernar un sexenio para terminar más desprestigiado y debilitado que en el año 2000. Cuando el PRI perdió dichas elecciones, Francisco Labastida obtuvo 13,579,718 votos (36%) ahora José Antonio Meade obtendrá, con un padrón de votantes mucho mayor, alrededor de 10 millones de votos que sólo le alcanzará para tener un 16 o 17% del total de los sufragios, menos de la mitad del porcentaje obtenido por el PRI en el año 2000. Los partidos que se han aliado al PRI: el PANAL y el PVEM, estarán lejos de obtener el 3% de los votos y perderán su registro nacional.
El PRI luchó con uñas y dientes en estas elecciones. Los votos fueron comprados hasta en 10 mil pesos, se intensificaron la entrega de los programas sociales, los priistas se movilizaron a gran escala para asegurarse la mayor cantidad de votos pero nada les funcionó. El PT y el PES, que se aliaron a Morena, es posible que tengan más parlamentarios que el propio PRI.
Además de las elecciones federales se eligieron gobernadores de 9 estados, en ningún caso ganó el PRI. Un caso emblemático es el del Estado de México, que no eligió gobernador pero si renovó a las autoridades de municipios y diputados locales. Las elecciones del 2017 en esta entidad fueron el antecedente de la actual debacle, donde Alfredo del Mazo (candidato del PRI y primo de Peña Nieto) obtuvo la mitad de votos que el PRI en las elecciones del 2011. En 2017 el PRI casi pierde la gubernatura y solo la sostuvo gracias a acciones fraudulentas y a que Morena no quiso defender en las calles su triunfo. En las elecciones al congreso local Morena ganó 43 de los 45 distritos, el PAN 2 y el PRI ninguno.
La oligarquía mexicana presionó para que la derecha se presentara a las elecciones con un candidato único, en su mayoría veían mejor la declinación de Meade a favor de Anaya, pero este, el PRI y el propio presidente Peña Nieto se negaron a declinar. Al final todo su aparato cayó como un castillo de naipes.
El PRI llegó a ser un partido prácticamente único que estaba íntimamente ligado al Estado, confundiéndose con este. Es el hijo bastado de la revolución, la burguesía se erigió como triunfadora pero fue obligada a dar fuertes concesiones a las masas que barrieron con el régimen porfirista. El PRI generó una burocracia que vivía del Estado y que de arriba abajo reparte dadivas a sus correligionarios. Se convirtió en un freno de la organización de los trabajadores, corporativamente les controlaba. En el pasado llegó a albergar la mayoría de organizaciones obreras, campesinas, de colonos, de comerciantes. Ese PRI ya es historia y nunca volverá a tener esa fuerza del pasado.
La debacle del PRI ha sido un largo proceso. La ruptura de 1988, con las elecciones y la creación del PRD con Cuauhtémoc Cárdenas, fue un punto de inflexión. Las derrotas electorales en el Distrito Federal en 1997 y la elección federal en el año 2000 le restaría fuerza, pero lejos estaba de ser un partido liquidado pues seguía gobernando la mayor parte del país. El desprestigio y debilidad del PAN en el gobierno (2000-2012) hizo que la burguesía se apoyara nuevamente en este para asumir la presidencia. Peña Nieto (aunque fue cuestionado con el movimiento #YoSoy132) parecía el héroe de la burguesía, llegó a aparecer en la portada de la revista Time con el encabezado “Saving Mexico” (“Salvando a México”). En los primeros años el gobierno aparecía como una maquinaria imparable que, pese a protestas, imponía sus reformas aplicando el programa de la gran burguesía. Los capitalistas estaban felices pero deterioro social se profundizó y las masas veían cómo el hambre y la violencia se incrementaban, mientras al otro lado veíamos riquezas obscenas y a gobernantes cínicos y corruptos.
Marx dijo que “Todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”. El gobierno de Peña Nieto, aparentemente sólido, era como un tigre pero de papel. La desaparición de los 43 de Ayotzinapa sacudió al país y puso al gobierno contra las cuerdas. A partir de aquí el gobierno se enfrentó a una espiral descendente marcada por los escándalos, el desprestigio y la protesta social. La estocada de gracia se la han dado estas elecciones.
El modus vivendi del PRI depende de sustraer recursos del aparato estatal. La derrota del 2000 fue un duro golpe pero lejos del descalabro representado por la elección actual porque mantenían la mayoría de las gubernaturas. Hoy fueron barridos humillantemente por el voto de millones de trabajadores que quieren un cambio y están hartos de este partido corrupto y aliado al gran capital.
Esta elección puede significar profundas transformaciones en el aparato estatal. La burocracia priísta, que en su mayoría no sabe hacer nada más que vivir del Estado, buscará salvar su pellejo. Con una tajada del pastel más pequeña veremos a esta jauría de perros hambrientos pelearse por lo poco que queda. Se puede prever una crisis del PRI que puede tener consecuencias profundas al relegarlo a un papel de segundo orden. La oligarquía, al no contar con muchas alternativas, tendrá que dar un tanque de oxígeno a su escuálido partido para que no muera de anemia, pues lo necesita para enfrentarse al gobierno de AMLO (con el que tratara de negociar y moderar, pero al que también enfrentará frontalmente). La Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) ya ha anunciado que defenderá las reformas estructurales ya aprobadas por sus gobiernos en el pasado y necesita de sus partidos, aunque escuálidos, para hacerlo.
Debido a la enorme contundencia del triunfo de Morena en las elecciones, que imposibilitaba cualquier concreción de fraude, no quedaba otra opción que reconocer la derrota pues tratar de imponerse solo provocaría que AMLO llegara a la presidencia por la vía de un levantamiento revolucionario de las masas. Meade se adelantó a reconocer su derrota pero también se adelantó en plantear al PRI y su persona como los defensores del libre mercado y de las reformas estructurales. El PRI no desaparecerá porque la oligarquía no tiene otra organización con que sustituirlo y el PAN no es un partido mas fuerte.
La debacle del PAN
A José Antonio Meade, cuando fue a votar, una mujer le exigió que no hicieran fraude, a Ricardo Anaya le gritaron corrupto mientras estaba en la fila de votación. El desprestigio es generalizado, enorme e inocultable. Anaya seguirá sin ganar una sola elección en su vida, hasta hora. Su obsesión por ser presidente llevó al PAN a un régimen burocrático interno, donde se ha aislado y expulsado a los disidentes. Históricos panistas salieron del partido y no nos referimos solamente a Calderón y Margarita Zavala que están obsesionados con poder. Después de pasar la euforia electoral, es previsible que esta derrota lleve a críticas contra Anaya que pueden llevar a una severa crisis interna. Si la burocracia anayista se impone será en detrimento de los militantes históricos y la vieja tradición conservadora panista.
En la elección presidencial en todos los estados gana Andrés Manuel López Obrador, Anaya sólo pudo hacerse del triunfo en el conservador Guanajuato done incluso predicantes católicos vinculados al PAN distorsionaban el programa de Morena y llegaban a dar argumentos, por ridículo que parezca, que Morena buscaba crear granjas para tener sexo con animales.
López Obrador sacó más del doble de votos que Ricardo Anaya a nivel nacional, llevándole una distancia de alrededor de 30 puntos porcentuales. Ni la suma de todos los votos del resto de candidatos alcanza a los obtenidos por AMLO.
En las elecciones a gobernador, mientras Morena gana claramente 5 gubernaturas y Movimiento Ciudadano una, el PAN consigue el triunfo sólo en Guanajuato y Yucatán. En Puebla Morena gana en todas las elecciones (diputados federales y locales, presidencia, etc.) excepto en la gubernatura. Esta, que fue quizás la elección más violenta del país, con robo de urnas y 3 asesinados, la gente ve con mucha desconfianza el triunfo del PAN-PRD-MC–CP-PSI y la población ya alista protestas contra el fraude.
La irrupción de las masas por la vía electoral
Por su parte PRD entró en alianza con la derecha panista, mostrando lo lejos que están de ser ya un partido de izquierda. Desde 1997 habían ganado cada elección en la capital del país hasta este 1 de julio. El gobierno de la ciudad ahora será entregado a Morena quien arrasó en las elecciones. Al igual que pasa con los aliados del PRI, los aliados del PAN han colapsado en votación. Movimiento Ciudadano perderá el registro nacional y el PRD está luchando por su supervivencia, es posible que no alcance el 3% necesario. Un partido que ha dejado de ser referencia para las masas y que no es atractivo para los votantes de derecha está condenado a la desaparición o, en el mejor de los casos, a la marginación.
En esta elección las masas han barrido con mucha basura, desaparecerán partidos que no tenían razón de existir y ha debilitado enormemente a los principales partidos del régimen que entrarán en crisis. Un resultado así parecía hace un año imposible. Es una expresión del cuestionamiento del régimen y sus partidos, las fuerzas de la historia están buscando un canal de expresión porque se requiere un profundo cambio.
León Trotsky dijo que las leyes de la historia son más poderosas que el aparato burocrático más poderoso. Los obreros, las amas de casa, los campesinos, los estudiantes, la pequeña burguesía ya cansada de la actual situación han dicho: hasta aquí, no queremos más de lo mismo y necesitamos un cambio real.
Esta elección no se ganó por las alianzas sin principios que hizo Morena con elementos y un partido de la derecha, sino a pesar de eso. Hay quien piensa que ha habido un pacto cupular para permitir la transición, eso por ahora es difícil asegurarlo, pero el elemento determinante no es si hubo dicho pacto o no, sino el actuar determinado de un pueblo que dio la más humillante derrota electoral que jamás haya vivido la oligarquía y sus partidos.
Esta acción contundente de millones de personas, en su enorme mayoría pueblo trabajador puede incluso llevar al fin del actual régimen. Si AMLO se apoyara decididamente en las masas, con un programa que no hiciera concesiones a los oligarcas y burgueses, orientado decididamente a solucionar definitivamente las demandas más sentidas del pueblo, podría incluso iniciar una decidida lucha por la caída del Estado y el actual sistema capitalista, que son los principales obstáculos objetivos que impiden el progreso y el cambio. Las medidas conciliatorias retrasaran el proceso y pondrán a prueba el programa y la figura de AMLO, frente a un pueblo que tiene enormes expectativas de cambio y que podrá esperar un poco pero que a la larga no se quedará con los brazos cruzados para conseguirlo.
La aceptación inmediata de su derrota, por parte del régimen, trata de evitar que las ondas expansivas provocadas por esta elección rompan las viejas estructuras. Por el contrario buscan una transición pactada y estable, tratando de conseguir garantías que le permitan su supervivencia. No es seguro que lo consigan, el proceso no sigue ciegamente los designios de algún dirigente o aparato. Intentarán, en estos meses de recambio, apaciguar el entusiasmo popular pero el proceso es complejo, las contradicciones profundas y el elemento de conflicto, provocado por distintos intereses de clase, de una u otra forma se expresarán. Desde las cúpulas habrá una fuerte tendencia a no polarizar y conciliar, pero el proceso puede tener su desarrollo propio y provocar terremotos. Este es un régimen desgastado y caduco que se puede desmoronar pese a que quieran desde las cúpulas rescatarlo.
Si uno mira el desarrollo de la lucha de clases en México en los últimos años se puede observar un despertar de los trabajadores. Hay profundas fuerzas de cambio que buscan un canal de expresión, antes se hicieron sentir con Ayotzinapa, con la lucha magisterial, con la organización popular de solidaridad en los sismos, en la lucha contra el gasolinazo y ahora con la humillante derrota del PRI, el PAN y el PRD en esta elección.
AMLO ha dicho que necesitamos un cambio radical, es decir de raíz. Pensamos que esto se consigue con una revolución que significa que el pueblo común toma su destino en sus manos. Una revolución pocas veces inicia con las masas saliendo a las calles con banderas rojas llamando al socialismo. La revolución mexicana comenzó con la candidatura de Francisco I. Madero en el proceso electoral de 1910. La revolución española inicia en 1931 con una elección donde las masas barrieron con los partidos del viejo régimen votando por los candidatos republicanos. Eso en sí mismo provocó la caída de la monarquía y un despertar que hizo que en pocos años los obreros tomaran prácticamente el poder en grandes urbes, los campesinos tomaran las tierras y las colectivizaran y se formaran milicias para derrotar a los fascistas.
Esta elección es sólo el primer episodio de un profundo drama. No podemos saber de ante mano el alcance y efectos que esta masiva elección provocará en el viejo régimen y sus partidos, pero ya nada será igual y la crisis de estos partidos solo expresa la crisis de un régimen que, aunque se niegue, tiende a desaparecer.