La crisis en Bolivia: cómo llegamos aquí, y cómo salir
Núcleo Comunista Revolucionario (comunistas.bo@gmail.com)
La característica esencial de la política boliviana de los últimos 20 años ha sido la absoluta hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS) en el escenario nacional. Esta surgió de los años revolucionarios de las guerras del agua y del gas, en el contexto de un proceso revolucionario en toda la región latinoamericana. A consecuencia de la ausencia de un partido revolucionario con un programa que pudiera dirigir hacia el derrocamiento del capitalismo en el país, cosa que hubiera sido posible en ese momento, después de varios años de convulsiones sociales, el MAS surgió como vehículo para las aspiraciones de las masas: soberanía sobre los recursos naturales, expulsión del imperialismo y la reforma agraria para sacar al país del subdesarrollo. El principal dirigente del partido, Evo Morales, prometía lograr todo esto dentro de los límites del capitalismo, lo que los marxistas llamamos reformismo. El que dió una expresión “teórica” a esta estrategia fue Alvaro García Linera con su teoría del “capitalismo andino-amazónico” basado en la idea de que lo que Bolivia requiere es un período de desarrollo capitalista prolongado antes de que se pueda plantear la cuestión del socialismo. Al final, como siempre sucede con el etapismo, ni se desarrolló el capitalismo, ni se planteó la cuestión del socialismo.
Veinte años después, lo que caracteriza la política del país es el desmoronamiento del MAS, consecuencia de este mismo reformismo. Las promesas del partido demostraron ser una ilusión: cada vez es más aparente que seguimos condenados a la crisis, la pobreza y el subdesarrollo. La pregunta entonces es: ¿por qué no ha cambiado nada? ¿Y qué es necesario para realmente crear un futuro digno para los trabajadores?
Un año después del golpe de Estado de 2019, gracias a la presión de la clase obrera y los campesinos movilizados, se dieron elecciones que el MAS ganó contundentemente con un 55,1% de los votos: casi el doble de lo obtenido por Carlos Mesa, que quedó en segundo lugar. Sin embargo, lo que este resultado reflejaba no era tanto un entusiasmo por el MAS, sino mucho más un rechazo a la derecha, que en el corto año que estuvo en el poder causó estragos para el estándar de vida de la gran mayoría de la población.
Luis Arce, que había sido ministro de economía y finanzas durante la mayoría de la presidencia de Evo, llegó a la presidencia con un programa de esencialmente continuar con las políticas del MAS hasta 2019. Lejos quedaron los días de las promesas radicales de nacionalización, ahora estaba a la orden del día la profundización del “Proceso de Cambio.”
El problema es que las condiciones objetivas ya no eran las mismas: la base material del reformismo del MAS había dejado de existir, de hecho ya en 2014 con la caída de los precios del petróleo y el fin del ciclo de las commodities. El gasto público se volvió insustentable, así que para mantenerlo se hizo necesario empezar a utilizar las reservas internacionales, que se habían acumulado a un nivel récord en el período anterior. Esto otorgó un colchón al gobierno del MAS, y la posibilidad de extender artificialmente la “bonanza económica.” No obstante, las reservas no son infinitas, y en 2022 empezó a sentirse la escasez de divisas: el tipo de cambio oficial del dólar hasta el día de hoy está fijado (6.96 Bs. por dólar), pero se empezó a desarrollar una valuación paralela, que a la fecha ha alcanzado máximos de 20 Bs. por dólar.
Posteriormente el agotamiento de las reservas empezó a expresarse también en la escasez de combustibles, los cuales el gobierno subvenciona desde antes incluso de la entrada del MAS al poder. Esta subvención representa un costo enorme al presupuesto estatal (más de 2 mil millones de dólares en 2024), sin embargo, su eliminación sería una política extremadamente antipopular, elevando los precios en toda la economía. El gobierno de Evo de hecho intentó eliminar el subsidio en 2010, a lo que las masas respondieron con movilizaciones contundentes, forzando al MAS a retirarse con la cola entre las patas. Desde entonces nadie ha vuelto a intentarlo, a pesar de que tarde o temprano dentro del capitalismo la eliminación de estos se hará una necesidad.
La situación económica, política y social en Bolivia parece solo ir de mal en peor. Recientemente la escasez aguda de combustibles ha vuelto a poner de relieve el agotamiento de las divisas internacionales en posesión del Banco Central, que han estado cayendo en picada desde hace 10 años. En ese sentido el resultado actual era completamente previsible, y aun así el gobierno parece haber sido agarrado “con el culo al aire.” Lo cierto es que no querían ver a dónde los dirigían sus políticas. Montados en la inercia de los últimos veinte años, Arce y su gobierno se limitaban a esperar un milagro que los salve de la catástrofe inminente. Este milagro debía ser el oro blanco escondido bajo el Salar de Uyuni, el litio. En los últimos años se armó un revuelo enorme en la política y en la sociedad boliviana sobre cómo el recurso del futuro iba a sacarnos por fin del subdesarrollo. Sin embargo, ahora los bolivianos estamos en un proceso de comernos una desilusión más.
Después de varios intentos fallidos de industrializar el litio, a finales del año pasado el gobierno de Arce concluyó una serie de contratos con las empresas Uranium One de Rusia y Hong Kong CBC Investment Limited de China para la extracción de carbonato de litio directamente del salar. Nada de producción de baterías ni ningún tipo de proceso industrial posterior. Simplemente mera explotación del recurso natural para ser exportado inmediatamente. Es decir una vez más una condena a mantener a Bolivia en la posición de exportador de materias primas. Los motivos para esto se remontan mucho más hacia el pasado y es esencial entenderlos, pero esto lo haremos más abajo.
Primero, es necesario entender el conflicto en torno a los contratos actuales, y cómo estos encajan en la crisis política y económica del país. A pesar de que el ejecutivo firmó los contratos, para que tengan validez deben ser aprobados por el legislativo, y ahí han estado trancados ya que el arcismo no posee una mayoría sin el apoyo del evismo. Los opositores de derecha han usado estos conflictos para acusar cínicamente al gobierno de Arce de estar regalando los recursos del país, como si ellos no fueran los más ávidos fanáticos de prostituir el país al imperialismo. Esto no quiere decir que Arce no esté regalando los recursos, efectivamente lo está haciendo, pero la derecha es la última con derecho a criticarlo por esto.
El contenido de estos contratos es el más puro imperialismo por parte de China y de Rusia. ¿Por qué? El elemento central de los contratos con ambas empresas son créditos que alcanzan la suma de 2000 millones de dólares, que serían utilizados por el Estado para contratar los servicios de estas. Es decir, 2000 millones de dólares que el Estado se prestaría para pagarles a las empresas por la construcción de las plantas de Litio. Posteriormente, los créditos deberán ser devueltos con interés. Lo que tenemos al final resulta ser un doble saqueo: una vez por el pago de servicios, y otra vez por la devolución de créditos: la exportación de capital es muy lucrativa. Un análisis de los contratos revela que en prácticamente todos los casos, su aplicación significaría pérdidas millonarias para la economía nacional cada año. Claramente lo que tenemos aquí es un caso ejemplar de saqueo imperialista por dos naciones que emergieron hace poco en el escenario imperialista mundial. Aquí está una respuesta práctica, no solo teórica, a aquellos que proponen que la llamada multipolaridad llevará a mayor prosperidad para los países capitalistas atrasados. Todo lo contrario. La única forma en la que los recursos naturales como el Litio podrán ser puestos al servicio de la sociedad y sacarnos de nuestra pobreza es a través de la planificación democrática de la economía, industrializando de manera racional, y tomando en cuenta las necesidades del medio ambiente y de las comunidades.
Arce está desesperado por hacer pasar los contratos. ¿Por qué? Vale la pena recalcar que el hecho de que la economía en su conjunto se perjudique no significa que un grupo reducido de personas no pueda llenarse los bolsillos con estos contratos. Sin embargo, el elemento más importante es el problema central de la economía boliviana: la falta de divisas. Un crédito multimillonario como los de estos contratos inyectaría la liquidez de dólares tan necesaria actualmente para mitigar la crisis de abastecimiento de combustibles. De hecho actualmente Arce vive de crédito en crédito para que la situación no se le escape de las manos antes de las elecciones a mediados de año. No solamente los contratos del litio, sino varios créditos millonarios más están trancados en el legislativo. Arce echa toda la culpa a los legisladores por no aprobar los créditos que permitirían comprar combustibles, sin embargo, todo préstamo debe devolverse con interés. Lo que Arce en realidad hace es empeorar la situación a largo plazo. Sin embargo a él no le importa, con tal de que todo se vaya a la mierda después de las elecciones y no antes.
Aquí entra el comportamiento de Evo Morales y sus seguidores. Evo fue inhabilitado de participar en las elecciones este año, pero aun así no se rinde. Sus aliados en el legislativo han estado bloqueando los créditos de Arce consistentemente, no por una preocupación por el futuro económico del país, sino con el objetivo de desatar una crisis política que de alguna forma permitiera a Evo volver a la presidencia. A esto se añaden las diversas movilizaciones impulsadas por su sector, con los mismos fines. Qué tanto éxito podrá tener con esta estrategia queda por verse, sin embargo lo más probable es que realmente la carrera política de Evo esté acabada.
Dentro de todo este embrollo el personaje de Álvaro García Linera decidió hacer una reaparición en la política del país, comentando que de hecho los dólares para solucionar la crisis existen, pero no en manos del Estado, sino en manos de exportadores privados que deciden esconder la gran mayoría en paraísos fiscales en lugar de reintroducirlos a la economía nacional. En esto el ex vicepresidente tiene toda la razón, y la solución que propone demostró también ser sorprendentemente correcta: “agarrar a los exportadores del cuello.” ¡Completamente de acuerdo! Pero, ¿cómo? A esto volveremos más adelante. Primero, vale la pena resaltar esta postura altamente combativa con la política real del gobierno del MAS cuando AGL era vicepresidente. En la práctica Evo, García Linera y Arce (entonces ministro de economía) se postraron frente a los empresarios y cantaron las alabanzas de la propiedad privada. De hecho Evo mismo respondió a los comentarios de Álvaro diciendo “Nunca agarramos del cogote, del cuello, nunca quitamos las empresas. Yo saludo más bien las reuniones que teníamos con la Confederación de Empresarios de Bolivia.” Esto expresa mucho mejor la verdadera posición de los reformistas del MAS.
Agradecemos la honestidad de Evo, sin embargo debemos decir que es precisamente debido a que se mantuvieron dentro de los límites de la propiedad privada y del capitalismo que estamos en la situación actual. El MAS llegó al poder sobre la base de un movimiento revolucionario de masas que exigía la soberanía sobre los recursos naturales, principalmente los hidrocarburos. La reivindicación de las masas era la nacionalización sin compensación. Lo que hizo el MAS fue de hecho una traición escurridiza de esta demanda, pagando hasta el último centavo de lo nacionalizado (solamente el 50% +1 de la acciones, por cierto) a las petroleras multinacionales.
Este es el punto de partida para entender todo el desarrollo del país en los últimos 20 años: la traición oculta del MAS. La movilización masiva de la clase obrera y de todos los sectores oprimidos durante las guerras del agua y del gas presentaban la oportunidad para sacar a Bolivia del subdesarrollo. Con la expropiación de los sectores claves de la economía bajo el control democrático de los trabajadores, la expropiación y centralización de la banca y la planificación de la economía, junto con el establecimiento del monopolio estatal del comercio exterior, se podrían haber destinado enormes cantidades de recursos hacia el desarrollo real del país. Grandes inversiones en salud, educación e industria que hubieran transformado radicalmente el país, garantizando el empleo y eliminando la pobreza, entre muchas otras cosas. Obviamente, esto jamás sería ni será posible dentro del capitalismo, ya que significa el fin del sagrado derecho a la propiedad privada. Y sin embargo, es la única forma en que Bolivia saldrá de su atraso crónico. Lo que hubiera sido necesario era basarse en e impulsar el movimiento revolucionario de las masas para tomar esas medidas, destruir el Estado capitalista y reemplazarlo con un Estado de los trabajadores, como fue descrito por Lenin en el Estado y la Revolución. Esta era la forma de agarrar a los exportadores del cuello: arrojarlos al asiento trasero para que sean espectadores de la transformación radical de la sociedad, su riqueza encontraría un destino mucho mejor que los bancos suizos o las cuentas secretas en Panamá. Ningún partido estuvo a la altura de estas tareas, así que después de años de convulsiones sociales, el MAS pudo llenar el vacío con su programa reformista de conciliación de clases (consenso social).
Bolivia es un país que entró tarde en el escenario capitalista mundial: cuando ganamos nuestra independencia y derribamos las principales barreras coloniales al desarrollo del capitalismo nacional, ya existían países (como Gran Bretaña) que tenían una industria altamente desarrollada y exportaban mercancías baratas alrededor del mundo. En el mercado nacional, los productos de la incipiente industria boliviana no podían competir con los bajos precios de las mercancías exteriores. Adicionalmente, ya existía un mercado mundial donde los capitalistas bolivianos podían vender sus mercancías (inicialmente plata, posición heredada de la colonia, luego estaño), por lo cual no hacía falta desarrollar un mercado interno, que hubiera significado una reforma agraria que liberara a los campesinos, y una inversión interna que aumentara la capacidad adquisitiva. Una reforma agraria no podía ser llevada a cabo por los capitalistas bolivianos, a pesar de ser una tarea tradicionalmente burguesa (p. Ej. en la Revolución francesa). Una vez más esto está atado al hecho de que entramos al escenario capitalista mundial tarde. La burguesía boliviana estaba íntimamente atada a los terratenientes feudales, que a la vez ya estaba conectada con el capital financiero internacional, creando una oligarquía capitalista parasitaria e impotente.
En lugar de eso la tarea fue heredada al proletariado, que impulsó la reforma agraria con la revolución de 1952. Sin embargo, debido a que la revolución no superó el capitalismo, las tierras nuevamente se fueron concentrando en pocas manos lentamente, al punto de que para el movimiento revolucionario de principios de siglo, la reforma agraria nuevamente era un tema central. Esta reivindicación también fue traicionada por el MAS de la manera más escurridiza posible: la nueva CPE de 2009 prohibió la posesión de terrenos con una superficie mayor a cinco mil hectáreas (Art. 398), sin embargo, el siguiente artículo asegura a los terratenientes que esta disposición solo aplica a “predios que se hayan adquirido con posterioridad a la vigencia de esta Constitución,” en efecto dejando las tierras en manos de los grandes latifundistas.
Como si esto no fuera suficiente, toda la maquinaria que la burguesía boliviana requería para sus operaciones podía ser importada desde otros países que ya tenían las fábricas necesarias, por lo cual no era necesario invertir en el país para desarrollar esa industria, que hubiera generado puestos de trabajo de calidad y bien remunerados. Todo esto corresponde a la división mundial del trabajo que se desarrolla con el capitalismo mundial de acuerdo con sus propias leyes, y nos ha condenado a ser un país pobre y subdesarrollado, dominado por el imperialismo, a pesar de poseer inmensas riquezas naturales, o quizás sería más justo decir que el país es pobre y subyugado precisamente porque posee inmensas riquezas minerales y naturales.
Esta posición se ha mantenido para el país desde entonces. Los recursos que exportamos han ido variando, pero el rol de exportador de materias primas e importador de mercancías acabadas se mantiene, y se mantendrá mientras estemos encerrados en el sistema capitalista.
¿Cómo se explica entonces la bonanza económica que vivimos cuando el MAS entró al poder? Lo cierto es que fundamentalmente fue debido a la coyuntura internacional. Este período coincidió con un momento de inmenso crecimiento económico en China desde 2004-2005, luego impulsado más por gigantescas inversiones (y endeudamiento) estatales con el fin de sobrellevar la crisis de 2008. Este crecimiento económico generó una inmensa demanda por recursos naturales (y el correspondiente aumento de los precios) que benefició a todos los países de América Latina, que en términos generales ocupan todos el mismo lugar en la división mundial del trabajo. Este período, denominado en inglés el “commodities boom,” llegó a su fin en 2014 cuando el precio del petróleo colapsó, llevándonos finalmente a la situación que vivimos ahora.
Sin embargo, el rol que juegan las dinámicas de la economía mundial en el desarrollo interno de Bolivia no se limita a este período. A medida que se fue desarrollando el modo de producción capitalista, de las diferentes economías nacionales surge el todo indivisible que es justamente el mercado mundial. Es imposible entender el desarrollo de cualquier país sin comprender el rol que juega en este y cómo se relaciona con los demás países del mundo. Por lo tanto, cualquier análisis económico serio no puede limitarse al análisis de la economía nacional en aislamiento, sino que debe entenderla como parte componente del mercado mundial, y partir del estado de este. Para Bolivia, que siendo un país exportador de materias primas es incluso más dependiente de los ires y venires de la economía mundial, este punto es aún más importante.
La característica central del capitalismo a nivel mundial hoy en día es su crisis orgánica. ¿Qué significa esto? El hecho de que las ganancias de los capitalistas vienen del trabajo no remunerado de la clase obrera significa que esta jamás puede comprar todos los bienes que produce, lo cual lleva a la sobreproducción. Cuando esta llega a un punto crítico, se vuelve imposible para los capitalistas vender sus productos a un precio lucrativo, lo cual lleva a las crisis capitalistas periódicas que conocemos, que restablecen la tasa de ganancias destruyendo medios de producción y tirando a cientos y miles de trabajadores a la calle. Sin embargo, la crisis actual no es una crisis cíclica, sino una crisis existencial. La sobreproducción ha alcanzado niveles exorbitantes. Esto es expresado por los economistas burgueses como “exceso de capacidad.” Lo que en realidad significa que una parte de las fábricas se quedan sin producir. La capacidad productiva no se utiliza en su totalidad porque no es lucrativo producir, a pesar de que en muchos casos se trata de producción necesaria. He aquí la irracionalidad del capitalismo en su fase de descomposición: Los obreros no consiguen trabajo y a la vez las fábricas están vacías. La tasa de uso de capacidad industrial en China, la “fábrica del mundo,” actualmente es de 74.1%. Es decir, ¡más de un cuarto de las fuerzas productivas chinas están acumulando polvo! En EEUU y Europa la tasa de uso de capacidad industrial ronda el 77%, no mucho mejor. Un ejemplo más concreto de esto lo podemos ver en la lucha contra la crisis climática. Es absolutamente necesaria una transición energética, para esto la producción de electricidad con paneles solares juega un rol central. En 2024 la producción china de paneles superó la demanda global. En lugar de llevar a cabo instalaciones a gran escala de estos, la mayoría están en almacenes alrededor del mundo, y el hecho de que china sea tan eficiente en la producción de hecho aumenta las tensiones con otros países, que ven su industria amenazada o directamente dejan de producir.
La masiva sobreproducción global no solo significa un desaprovechamiento de las fuerzas productivas de la humanidad, también significa que los capitalistas ya no encuentran avenidas lucrativas para reinvertir su capital: si con la cantidad de fábricas en existencia ya se produce demasiado, no tiene sentido construir incluso más fábricas. Este es el motivo de las abismales tasas de crecimiento de la economía mundial desde 2008 (con la excepción de China). A pesar de que las tasas de interés estaban muy cerca de cero (en algunos casos incluso debajo de cero) hasta antes de la pandemia de COVID-19 con el objetivo de incentivar la inversión productiva, esta de hecho básicamente no se dio. En su lugar, cada vez más dinero fluye hacia sectores especulativos, como las criptomonedas, los bienes raíces y los diversos instrumentos financieros, inflando burbujas gigantescas que tarde o temprano reventarán.
El otro lado de la irracional moneda capitalista es que la compulsión económica de la competencia obliga a las gigantescas empresas multinacionales a seguir invirtiendo en nuevas tecnologías y mayor capacidad productiva, ya que si no lo hacen, sus competidores les robarán el mercado. El resultado de esto es que la sobreproducción empeora aún más. He aquí la anarquía de la producción capitalista. Debido a que ninguna empresa sabe cuánto están produciendo sus competidores, ni qué tan grande es realmente la demanda del producto que quieren vender (esto solo se verifica una vez se lleva la mercancía al mercado, posterior a todo el proceso de producción), existe un desperdicio gigantesco. En una economía planificada democráticamente, tal situación no se daría, y los recursos a disposición de la humanidad podrían ser utilizados de una forma racional y en armonía con el ser humano y la naturaleza.
En el pasado se intentó superar la barrera de la sobreproducción con la expansión del crédito: si a los trabajadores no les alcanza el sueldo para comprar, ¡que se endeuden! Esto funcionó por un tiempo para expandir el mercado, pero ahora lo que ha dejado esa política miope son montañas de deuda en todos los niveles: El endeudamiento total de la economía global representa el 325% del producto interno bruto mundial. Esto es insustentable, y tarde o temprano generará una crisis de deuda monumental. Sin embargo, ya tiene efectos hoy en día: la deuda actúa como un lastre gigantesco al desarrollo económico de países enteros, que en lugar de invertir productivamente, deben dedicar gran parte de su presupuesto al pago de la deuda. Para Sri Lanka, solamente el pago de los intereses de la deuda pública representa el 60% de los ingresos del Estado[fuente]. Recientemente, la inmensa deuda de EEUU, junto con la política errática de Trump, significaron que varias agencias de ratings financieros devaluaron la valuación de la deuda estadounidense, de AAA a AA. Siendo EEUU la potencia imperialista predominante a nivel mundial, cuya economía depende en alto grado del crédito barato al que le da acceso su prestigio, este acontecimiento es significativo. El mercado está cada vez más nervioso por la cantidad de deuda que ha acumulado la economía mundial.
Es importante ilustrar vívidamente el estado de la economía mundial para entender la posición de Bolivia en esta y cómo la situación nacional puede desarrollarse. La posición de exportador de materias primas significa que la economía nacional está incluso más atada a la economía mundial: la crisis orgánica del capitalismo amenaza con arrastrarnos. La bonanza económica que caracterizó todos los gobiernos del MAS hasta hace poco definitivamente ha terminado, y a consecuencia este partido está colapsando estrepitosamente. La crisis del capitalismo es a la vez la crisis del reformismo.
Como respuesta a las crisis de 2008 y la pandemia de 2020, gobiernos de todo el mundo inyectaron enormes cantidades de dinero en la economía para rescatar el sistema de un colapso catastrófico. Los otrora fanáticos del libre mercado fueron a rogar al Estado que los salvara. Todo este dinero introducido a la economía sin un contrapeso en la producción creó enormes presiones inflacionarias, que empezaron a expresarse en 2022 a nivel mundial. En Bolivia de hecho esta inflación tardó un poco más en salir a la superficie: cuando Arce presumía que Bolivia tenía la inflación más baja de la región en 2023 era verdad, sin embargo, eso ahora ya no sirve ni de consolación.
En cierta forma se podría decir que la época de la estabilidad estaba determinada por la preponderancia económica de los hidrocarburos. En 2014, según datos del INE, los hidrocarburos representaban el 46.15% de las exportaciones, en 2024 representaban solo el 22.93%. Al mismo tiempo, la minería ha recobrado importancia, pasando de representar el 26% de las exportaciones en 2014 a 44.4% en 2024. A diferencia de los hidrocarburos, la minería casi no aporta ingresos al Estado, mientras este subsidia su producción con el subsidio a los combustibles.
De particular importancia son la minería del zinc, de la plata y del oro. Este último, además, está íntimamente ligado al crimen organizado. Se estima que más de mil millones de dólares de oro extraído ilegalmente fueron exportados el año pasado. Los conflictos entre diferentes grupos involucrados en la minería del oro pueden alcanzar expresiones violentas, como en la comunidad de Yani, en el norte de La Paz, donde en abril de este año una bomba fue detonada, matando a 5 personas.
La política del MAS de fomentar a las cooperativas, que ahora son la forma principal de organización de las minas, de manera consciente o inconsciente ha tenido el efecto de desarticular la organización de los mineros. Los jornaleros de las cooperativas no tienen ninguno de los beneficios ni protecciones que tendría un obrero de una mina empresarial. A pesar del nombre “cooperativa,” existe una diferencia muy marcada entre quienes son los verdaderos propietarios de las minas, los socios de las cooperativas, y quiénes son los obreros: el salario promedio de un jornalero oscila entre 200 y 700 bolivianos por día, por jornadas laborales que muchas veces sobrepasan las 12 horas, sin embargo, hay días en los que, si no logran extraer mineral, la remuneración es mucho menor. Mientras tanto, los socios hacen ganancias millonarias. En la práctica la cooperativa sirve para encubrir lo que en la gran mayoría de los casos es en realidad la empresa privada.
La única forma de desenmascarar este engaño y hacer frente a las organizaciones criminales que se adentran cada vez más en este sector es la movilización del proletariado minero, recuperando sus tradiciones históricas de lucha, expresadas de manera precisa en las tesis de Pulacayo. El Estado no es capaz ni de controlar la minería ilegal, ni de hacer respetar los derechos de los trabajadores hiperexplotados, primero porque es un instrumento de los capitalistas para facilitar la explotación, y segundo porque es un Estado débil. A diferencia de las burguesías imperialistas de Europa o EEUU, que tuvieron siglos para perfeccionar su maquinaria estatal y su dominio indirecto sobre las instituciones, al haber llegado tarde al escenario de la historia, la burguesía de países como Bolivia no ha sido capaz de desarrollar su Estado. Para mantener el control depende mucho más de la corrupción directa de funcionarios, y a menudo la misma democracia amenazó su poder, haciendo necesarias las dictaduras para poder mantener la dominación del capital. El ejemplo más claro de esto es la dictadura de Banzer, que surgió como parte de la Operación Cóndor en la región del Cono Sur para aplastar a una serie de movimientos revolucionarios, en Bolivia representado particularmente en la Asamblea Popular, “el primer soviet de América Latina”.
La dinámica de la crisis mundial del capitalismo se reproduce en el plano nacional, donde el incentivo de los capitalistas bolivianos a invertir (que ya desde un principio era bajo, como vimos más arriba), es ahora incluso menor. Un ejemplo indicativo de todas las contradicciones del capitalismo boliviano es el sector de la agroindustria.
Con el descenso de las exportaciones de hidrocarburos, el sector agrícola, particularmente la producción de soya, caña de azúcar y la ganadería han ganado relevancia. Un representante de la Cámara Agropecuaria del Oriente incluso dijo que “el agro es la solución a la crisis en Bolivia.”
El gobierno parece compartir esta opinión. En los últimos años el sector agrícola es el que ha tenido mayor crecimiento económico, y el Estado estableció un fondo de créditos de 300 millones de dólares para impulsar este crecimiento, ofreciendo préstamos a una tasa de interés de 0.5%. También desde la banca privada, el sector agrícola se beneficia de gran cantidad de créditos, y no son los pequeños productores: el 2023, en la producción de la soya, el 63% de los préstamos fueron otorgados a 8 grandes empresas en un sector que cuenta con más de 17 000 prestatarios. En el sector azucarero el 90% de los préstamos fueron otorgados a 5 empresas de los más de 2 000 prestatarios del sector. Según ASFI a finales de 2024, la cartera de créditos del sector agrícola era de 28 955 millones de bolivianos. El hecho de que los créditos sean en moneda nacional es altamente relevante (el 2024 el 99.5% de todos los créditos otorgados por el sistema financiero fueron en bolivianos). Considerando que la gran mayoría de los préstamos se dirigen a grandes empresas involucradas en la exportación una cosa se vuelve clara: las esperanzas del gobierno de que el sector agroexportador sea la fuente de los tan necesitados dólares para le economía nacional se verán defraudadas. El incentivo de los agroexportadores no es introducir sus dólares a la economía, sino acapararlos en el extranjero, agudizar la devaluación de la moneda nacional y de esta manera reducir el valor de sus créditos. Un crédito de 100 millones de bolivianos es más barato para aquellos que tienen amplio acceso a dólares si estos están valuados en 15 Bs. en lugar de 7.
La cuestión de la tierra hasta el día de hoy no se ha resuelto en Bolivia. A pesar de las reformas agrarias que se han dado en la historia de este país, el hecho de que se hicieran sin superar los límites del capitalismo, en un país de desarrollo capitalista atrasado, la tendencia siempre es hacia la concentración de tierras en pocas manos de latifundistas atados al capital financiero. Los datos sobre la distribución de los créditos al sector de la agricultura ilustran precisamente este hecho de manera contundente. De esta manera, vemos en el mismo país la coexistencia de miles de campesinos empobrecidos dedicados a la agricultura de subsistencia por un lado, y por el otro la industria agrícola mecanizada que genera millones de dólares para los capitalistas del agro y de la banca. Verdaderamente representa una de las expresiones más grotescas de las contradicciones capitalistas en nuestro país.
Marx escribió en el primer tomo del Capital que:
“todo progreso de la agricultura capitalista no es solo un avance en el arte de despojar al obrero, sino simultáneamente en el de agotar el suelo […] La producción capitalista por tanto solo desarrolla la técnica y la combinación del proceso de producción social minando simultáneamente las dos fuentes de toda riqueza: la tierra y el obrero.”
El capitalismo boliviano no es capaz de desarrollar la técnica, pero definitivamente despoja al obrero y destruye la tierra. En los últimos años Bolivia ha llegado al segundo lugar en el ranking mundial de deforestación, y el motivo fundamental es nuevamente el hecho de que la cuestión de la tierra no ha sido solucionada, combinado con la miopía del capital, que solo es capaz de pensar en las ganancias a corto plazo. Varios estudios (Oxfam, 2024) han establecido que el principal impulsor de la deforestación es el agronegocio, con el apoyo de la banca. El maná que mantiene vivo al sector agropecuario son los créditos baratos, y el mejor colateral para garantizar estos es precisamente la tierra. Adicionalmente, la especulación con la tierra es un impulso adicional a deforestar. En este saqueo irresponsable de la tierra, los agrocapitalistas tienen el total apoyo del Estado. Aquí vemos una vez más el verdadero carácter del reformismo del MAS: servilismo al capital y sus representantes. Y las consecuencias negativas de la política de colaboración de clases del MAS (que en la práctica significa una política de traición a la clase obrera y a los pobres) no se limitan a esto en el sector de la agricultura. Su traición a la reforma agraria en la nueva CPE, ya detallada más arriba, significó que para miles de campesinos pobres, la única manera de obtener las tierras que tanto necesitaban era ampliar la frontera agrícola hacia las áreas forestales y protegidas. Poseer un pedazo de tierra es una necesidad objetiva para el campesinado si este va a desarrollarse, y la única forma de solucionar este problema de manera definitiva y sustentable es la expropiación y reparto de la propiedad latifundista y la planificación de la producción agrícola, como parte de un plan general de desarrollo económico controlado democráticamente por los trabajadores.
El punto central nuevamente es: la riqueza existe, los recursos existen en Bolivia para garantizar una existencia digna a toda la población, solo están concentrados en pocas manos que no tienen ningún interés en utilizar esta riqueza para el bien común.
Los representantes políticos de una clase no hacen más que reflejar la naturaleza de esta clase. En ese sentido, la burguesía boliviana, incapaz de innovar o desarrollarse a sí misma o al país, se merece a sus patéticos representantes. Incluso con una crisis generalizada de la “izquierda” en el MAS, enfrentados a una fuerte crisis económica, la oposición de la derecha es incapaz de ponerse de acuerdo. Estarán yendo a las elecciones de Agosto divididos. Y aun así, su programa es en esencia el mismo: que los trabajadores y pobres paguen por la crisis de su sistema. La austeridad y el ajuste tal vez tomen formas variadas y estén dirigidas a sectores diferentes, pero el resultado es el mismo: empeoramiento de las condiciones de vida de la gran mayoría y servilismo del gran capital. Y sin embargo, como ya explicamos ampliamente, no lograrán desarrollar el país. La promesa de que “hay que sufrir ahora para ver los beneficios en el futuro” no podría ser más vacía. La crisis del capitalismo amenaza con arrastrar a toda la humanidad al abismo, a través del colapso climático, las guerras cada vez más numerosas y devastadoras o quien sabe qué otra forma de barbarie. La única salida para la humanidad, incluido el pequeño país en el que vivimos, es la revolución socialista mundial y la transformación radical de la sociedad. Será el fin de la prehistoria de la humanidad y el paso a la historia verdaderamente humana, libre de la barbárica opresión de clases y cualquier otra forma de opresión.
Sin embargo, esto no es lo que ofrece la “izquierda” heredera del MAS. Enfrentados a la crisis más profunda del capitalismo en su historia, que empieza a expresarse también en nuestro país, ofrecen exactamente lo mismo que la derecha. Intentan desesperadamente salvar a un sistema condenado. Ya habíamos dicho en repetidas ocasiones que el programa de Arce solo era la continuación del programa del MAS en un contexto deteriorado. Ahora Evo confirmó este análisis, proponiendo en su programa una continuación de la política Arcista (léase: capitalista) con austeridad estatal y colaboración de clases. Así lo dice claramente: “un Programa de Austeridad Estatal para equilibrar el gasto público, estabilizar precios y el tipo de cambio”, comprometiéndose una política de ajuste monetarista que inevitablemente va a pagar la clase trabajadora. La lógica de este tipo de programas típicos de la socialdemocracia es que es necesario ajustar el cinturón para superar la crisis del capitalismo, que lógicamente (según ellos), tarde o temprano debería dar paso a un resurgimiento. Pero hemos explicado claramente que este no es el caso con la crisis actual: la tendencia es de un empeoramiento. Pueden darse y se darán momentos de crecimiento, la dinámica central del capitalismo es precisamente la de sus ciclos de crisis y boom. Sin embargo, en la crisis orgánica, los booms serán leves y superficiales y las crisis serán profundas y pronunciadas (Técnicamente la economía mundial en este momento aún está creciendo, ¡cómo será cuando llegue una recesión!).
Mientras en el pasado la posición especial que tuvo Bolivia gracias al auge de las commodities permitió un período prolongado de estabilidad y relativo bienestar aparentemente aislado de los ires y venires del mercado mundial (aunque en realidad íntimamente ligado a él), ahora la perspectiva que se abre ante nosotros es la de una crisis capitalista mundial que arrastrará violentamente a la débil economía nacional boliviana en sus subidas y bajadas, zigs y zags. Cualquier partido que entre al poder después de las elecciones de este año se verá obligado a llevar a cabo los mandatos del capital, que en la profunda crisis mundial hará presión extrema para aniquilar las conquistas del período pasado y restablecer el equilibrio económico (léase: las ganancias de los capitalistas, nacionales e internacionales), sin embargo, todo intento de restablecer este no hará más que destruir el frágil equilibrio social y político. Serán gobiernos de crisis, y su supervivencia hasta las próximas elecciones no está garantizada.
La única clase social con el interés objetivo y la capacidad de realizar la transformación necesaria de la sociedad es la clase obrera internacional. Está claro que debido a la existencia del Estado-Nación (una formación en esencia capitalista), la revolución empezará en el plano nacional. No es posible decir de antemano en qué país, pero si ha de ser victoriosa, la revolución socialista debe pasar al plano internacional, rompiendo en mil pedazos todos los antiguos Estados-Nación que actúan como un freno al desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad. La división internacional del trabajo y el mercado mundial significan que solo a nivel mundial existe la base material para el socialismo.
Los 20 años de gobierno del MAS y su política de colaboración de clases han significado un retroceso para la clase obrera en Bolivia, que actualmente no está en condiciones para cumplir las tareas que la historia le exige. Incluso sus formas más básicas de organización están en crisis. La poderosa COB, nacida en el fuego de la revolución del ’52, está siendo dirigida por oportunistas del peor tipo. Sin embargo, esta situación no puede durar para siempre. Tarde o temprano la clase obrera se verá obligada a moverse nuevamente y redescubrir sus tradiciones de lucha, en ese momento se dirigirán a sus organizaciones tradicionales, ante todo precisamente la COB, y se librarán de esos “líderes” con la misma facilidad con que uno aplasta a una pulga.
Cuando vuelva a la escena, frente a los programas de delirio y desesperación nacional ofrecidos por todo el espectro de políticos del orden establecido, en la bandera del proletariado boliviano deben estar inscritas las consignas de la liberación internacional.
- ¡Retorno a las Tesis de Pulacayo y los documentos de la Asamblea Nacional de 1971!
- ¡Por la independencia de clase! Los intereses de la clase trabajadora están totalmente opuestos a los de la clase capitalista, no es posible la conciliación como intentó el gobierno del MAS. La COB debe volver a ser un órgano de lucha militante de los trabajadores.
- Por la expropiación de las principales industrias del país: minería, hidrocarburos, producción de alimentos, etc. y planificación democrática de la economía por los trabajadores.
- Por la expropiación y centralización de la banca. Todos los millones que la burguesía ha escondido deben ser puestos al servicio de la sociedad.
- Rechazo de todas las deudas externas. Los trabajadores no tenemos por qué pagar los préstamos de la burguesía lacaya del imperialismo.
- Por la expropiación de los latifundios y una verdadera reforma agraria que otorgue dignidad a los campesinos del país.
- Por la planificación de la producción agrícola para estar en armonía con la naturaleza y satisfacer las necesidades de la población, por el establecimiento voluntario de granjas colectivas que muestren el camino adelante al campesinado.
- ¡Por el fin de toda forma de opresión y el fin de la explotación del hombre por el hombre!
- ¡Por la revolución socialista mundial!
- ¡Proletarios de todos los países, uníos!
Debemos organizarnos para hacer realidad este programa.