Por David García Colín Carrillo
Desde que el pasado mayo el Congreso Nacional Indígena eligió a María de Jesús Patricio Martínez, “Marichuy”, como su vocera para contender en las elecciones presidenciales del 2018 se ha abierto un debate entre activistas y sectores de izquierda sobre las implicaciones de la candidatura indígena, sus alcances y significado.
Si bien es cierto que la figura de Andrés Manuel López Obrador sigue teniendo un enorme peso y arrastre de masas entre grandes sectores de la población –asunto que no se puede soslayar y debe considerarse-, la candidatura indígena agrupa a un sector de activistas, movimientos y comunidades indígenas que no se ven representados en Morena dadas las políticas de conciliación de su dirección y por la incorporación de personajes salidos del régimen y de los partidos del status quo. Aquéllos sectores ven en la candidatura indígena una oportunidad para organizar y construir una alternativa anticapitalista que no parece posible en Morena.
En torno a la candidatura indígena se han impulsado una serie de eventos culturales entre los que destacan “CompArte por la humanidad” en donde activistas, artistas y creadores se reunieron para compartir propuestas creativas inspiradas en la idea de que otro mundo es posible. En la página “enlace zapatista” podemos observar un calendario de actividades entre las que predominan los eventos artísticos, obras de teatro, exposición de documentales, etc. El asunto político más trascendente anunciado es el objetivo de obtener el registro de Marichuy.
Desde nuestro punto de vista, aunque positivos, no es suficiente impulsar actos culturales. Si se pretende construir un movimiento que logre la transformación anticapitalista de nuestro país debemos priorizar la construcción del programa, y para esto se requiere el debate político con ese fin. Para un verdadero movimiento anticapitalista el programa no es opcional o un simple adorno. El programa no sólo define objetivos, la orientación general y el carácter de clase de la organización; éste permite enlazar a la organización con el resto del movimiento al generar una plataforma de lucha común que permita articular y unificar a un movimiento masivo, hacer avanzar la consciencia hacia los objetivos anticapitalistas. El programa es la brújula y la herramienta de construcción indispensable de una organización política anticapitalista.
Es verdad que en cada evento el CNI señala la necesidad de la lucha anticapitalista- «derribar los muros del capital»- pero necesitamos aterrizar las consignas en un programa y una plataforma de lucha. En verdad las consignas ya están ahí, son las demandas del movimiento: abajo las reformas estructurales, respeto absoluto a los derechos sindicales, impulsar la educación pública, por un aumento salarial de emergencia, por la renacionalización de las empresas privatizadas… y un largo etcétera. Si la candidatura indígena enarbola estas demandas de forma clara, se podría realizar una campaña en cada barrio, centro de trabajo, escuela y sindicato que agrupara a todos los movimientos en un frente único. Esto a su vez permitiría un escenario más amplio para ir enriqueciendo y profundizando dicho programa. En otras palabras, la candidatura indígena debe convertirse en una candidatura de masas –no sólo indígena- que rebase los límites locales, gremiales y étnicos. Si bien es cierto que los eventos culturales y las frases poéticas, que tan bien se le dan al movimiento zapatista, pueden jugar un papel destacado en el terreno de la concientización y la agitación, no pueden sustituir al programa.
Si sólo se tienen consignas poéticas -del tipo “retiemble en sus centros la tierra” y otras por el estilo- no existirá conexión del movimiento con las necesidades concretas de la gente y es imposible atraerlas a una candidatura ni construir una verdadera alternativa de masas. Sólo una alternativa de masas puede concretar el programa anticapitalista. Al capitalismo sólo se le puede derrocar con un movimiento masivo que aglutine y oriente las luchas populares.
Proponemos que el CNI convoque a una gran asamblea nacional anticapitalista, donde estén incluidas las representaciones de todos los movimientos (CNTE, Nueva Central, Ayotzinapa; sindicatos democráticos, movimientos estudiantiles, bases de Morena, etc.) para definir el programa y un calendario de acciones y movilizaciones conjuntas para impulsar el movimiento y la candidatura anticapitalista. Un llamado así no caería en oídos sordos y tendría un impacto trascendente e histórico. El régimen actual y sus sistema está en bancarrota total, las masas deben encontrar su camino.
Cabe añadir que para los marxistas este programa sólo podría plasmarse si se vincula a objetivos socialistas: con el objetivo de la expropiación de la gran industria, la banca y la tierra bajo control obrero. Esto es, en otras palabras, un programa proletario capaz de conquistar a todos los sectores populares. Solamente el objetivo de la liquidación del sistema capitalista hace que un programa y un movimiento sean verdaderamente anticapitalistas. Necesitamos llenar de contenido las consignas anticapitalistas. De otra forma todo se queda en el plano de la demagogia, la lírica o los buenos deseos.
Evidentemente la dirección de Morena no se plantea la destrucción del capitalismo sino solo su reforma en la lógica del “nacionalismo revolucionario”. La candidatura indígena, sin embargo, debe aspirar a ganar la simpatía de los millones de personas que siguen a AMLO si se quiere realmente crear una opción viable. Para esto el llamado al frente único –a luchar juntos por reformas que Morena se plantea (en el terreno del presupuesto educativo, del campo, del poder adquisitivo, etc.)- es necesario para enfrentar al régimen y discutir el programa anticapitalista que necesitamos. El CNI bien puede –y debe- construir su organización de forma absolutamente independiente a Morena pero marchar juntos ahí donde sea necesario. Al final el curso de los acontecimientos decidirá a cuál candidatura de izquierda las masas se volcarán sin que esto impida seguir construyendo la organización de acuerdo a las diversas visiones y posturas que conforman al movimiento.
Pero si la candidatura indígena no está pensada para ganar a las masas y disputar el poder político a la burguesía –esto es, la necesidad de plantearse el poder político-, ni tampoco para construir una organización que destruya al capitalismo –esto es plantearse la necesidad de un Partido-; si sólo está pensada para agrupar y nuclear a los simpatizantes zapatistas sin romper en ningún momento con la lógica localista, de pequeñas comunidades y con el sectarismo que ha caracterizado al EZLN durante varios años, entonces la candidatura indígena no tendrá mayor trascendencia que la “Otra campaña” del 2006. Mantenerse en la posición localista de «los caracoles» -que cada movimiento se encierre en sí mismo- es otra variante del reformismo que deja intactas las estructuras de propiedad capitalista.
Los marxistas de la Izquierda Socialista queremos–porque sólo así puede hacerse- construir -junto a la candidatura indígena y los militantes honestos de los sindicatos democráticos, estudiantes, organizaciones políticas y sociales en defensa de los derechos de las mujeres, de los derechos humanos, contra la violencia del estado; con las bases de Morena- la organización y el programa que, partiendo de la situación concreta, pueda acabar con el sistema capitalista. Deseamos que la candidatura indígena tenga el mayor impacto posible. Para esto necesitamos discutir el programa para que nuestro movimiento tenga futuro.