Cuando el ministro de Defensa ruso apareció en los medios de comunicación estatales para informar de que había ordenado la retirada de la orilla occidental del río Dnipro, incluida la ciudad de Jersón, situada en la orilla oriental, la noticia fue inmediatamente aclamada por los medios de comunicación occidentales como una gran victoria para el ejército ucraniano.
Este júbilo era algo que todo el mundo podía entender. Jersón era la única gran capital regional ucraniana ocupada por los rusos desde el inicio de la guerra en febrero pasado. Por tanto, recuperarla y expulsar a los rusos de la orilla occidental del río tendría un inmenso valor simbólico y logístico para Ucrania.
También sería un revés colosal para Rusia, que necesita la zona para asegurar el suministro de agua a Crimea. Por esas razones, tienen todos los incentivos para defenderla.
Para Vladimir Putin, la pérdida de Jersón fue obviamente un revés muy embarazoso. Había presidido una ceremonia ridículamente ostentosa en el Kremlin, adoptando la estudiada pose de un zar del siglo XIX para celebrar la anexión de Jersón y las otras tres provincias.
Fue televisado firmando un documento que proclamaba que los territorios recién conquistados eran ahora parte inalienable de la Federación Rusa. Y declaró al mundo entero que: «Defenderemos nuestra tierra con todas las fuerzas y medios a nuestra disposición».
Ahora, sólo unas semanas después, se ve humillado públicamente por la rendición de Jersón. ¿Qué mejor noticia podría haber para el gobierno de Kiev y sus patrocinadores occidentales? Cabía esperar una explosión de alegría y euforia popular, acompañada del sonido de trompetas y tambores, desfiles militares y discursos desafiantes de Zelensky anunciando nuevos avances aún más espectaculares y la inminente derrota de Rusia.
En cambio, para asombro del mundo, Zelensky advirtió contra una interpretación excesivamente triunfalista de este avance, que, según dijo, podría ser sólo un movimiento para reagrupar fuerzas. En las inmortales palabras de Alicia en el País de las Maravillas, cada vez más curioso.
¿Cómo es posible dar sentido a todo esto?
Para empezar, en esta vida no todo es lo que parece. Una cosa es que Putin haga declaraciones grandiosas en el Kremlin, o que Zelensky pronuncie discursos conmovedores ante los dignatarios adoradores de los parlamentos extranjeros.
Pero la conducción práctica de la guerra está en manos de los comandantes locales, cuya necesidad más apremiante es lidiar con las realidades de la situación sobre el terreno y tomar las decisiones adecuadas.
La guerra de Ucrania es un reflejo de la debilidad inherente a un régimen burgués bonapartista. Se puede decir que, hasta ahora, en el lado ruso, ha sido una guerra en la que los factores políticos han desempeñado un papel mucho mayor que los puramente militares.
Desde el principio, la fuerza motriz ha sido, por un lado, el agresivo empuje de la OTAN hacia las fronteras de Rusia, y por otro, las exageradas ambiciones de Vladimir Putin y su deseo de aumentar su prestigio personal y su control del poder, que está estrechamente relacionado con él.
El deseo de hacer frente a la agresiva expansión de la OTAN -es decir, fundamentalmente, del imperialismo estadounidense- es un objetivo comprensible y goza de un amplio apoyo entre el pueblo ruso, en particular, entre la clase obrera.
Pero la naturaleza bonapartista del régimen se interpone en el camino de una campaña militar exitosa. La injerencia personal de Putin en las decisiones militares desempeñó un papel negativo desde el principio, cuando subestimó claramente las dimensiones del problema que se había propuesto resolver por el único medio que conoce: la fuerza violenta.
Putin es el producto de la restauración capitalista en Rusia. Se hace pasar por un hombre fuerte, pero en realidad es la criatura de una clase corrupta y rapaz de oligarcas que se han enriquecido con el robo masivo de la propiedad estatal, tras el colapso de la Unión Soviética.
La corrupción está muy presente en un sistema así. Está integrada en su ADN y es su corazón y su alma. Penetra en todas las capas de la sociedad, desde lo más alto hasta lo más bajo. Y como cualquier ejército es sólo la imagen de la sociedad que lo creó, la misma corrupción se encontrará allí también.
Es imposible tener una idea exacta de la magnitud de la corrupción, el robo, el nepotismo, el favoritismo, la intimidación, la negligencia y la ineficacia que existen en el ejército ruso. No cabe duda de que estos factores han desempeñado un papel importante en los fracasos del ejército ruso en la campaña de Ucrania.
Una serie de vergonzosos reveses han puesto de manifiesto graves debilidades en el bando ruso. También ha dañado el prestigio personal de Vladimir Putin, lo que puede suponer un grave problema para el «hombre fuerte» del Kremlin.
Fue esto lo que finalmente le convenció de que era necesario dar un paso atrás y dejar las cuestiones tácticas importantes relacionadas con la dirección de la guerra más en manos de comandantes de probada valía que estén en contacto directo con las realidades del campo de batalla.
Esto, junto con la orden largamente retrasada de movilizar nuevas fuerzas para el frente, podría representar un cambio significativo para mejorar la suerte de Rusia.
General Surovikin
El general Sergei Surovikin fue puesto al mando de las fuerzas rusas en Ucrania el 8 de octubre, tras el ataque terrorista que dañó un puente de importancia estratégica que conectaba a Rusia con Crimea. Ha tenido mala prensa en Occidente, que lo retrata como un hombre despiadado con fama de brutal y de bombardear a civiles en la campaña de Rusia en Siria.
Olvidan convenientemente el brutal bombardeo estadounidense que redujo Mosul a un montón de escombros humeantes. También se olvidan de añadir que la campaña de Surovikin en Siria también fue muy exitosa. Ese hecho, y no ninguna consideración moral, explica su extrema aversión al hombre.
Es necesario abordar la guerra en sus propios términos, al igual que hay que abordar el arte, la ciencia o cualquier otro tema en sus propios términos, ya que lo que es aplicable y apropiado para uno es totalmente inaplicable e inapropiado para otro.
El humanitarismo y el deseo de evitar el sufrimiento humano son, por supuesto, muy loables. Estos valores son muy importantes, por ejemplo, para la enfermería. Pero un boxeador de pesos pesados que pusiera esas consideraciones en lo alto de su lista de prioridades no ganaría muchos combates.
Del mismo modo, un general cuyo principal interés fuera salvar vidas no ganaría muchas guerras, ya que las guerras consisten, por definición, en matar gente. Es triste decirlo, pero son precisamente los generales más despiadados los que suelen ganar batallas. Y debemos juzgar a Surovikin, igual que juzgaríamos a un profesional en cualquier otro campo: únicamente por los resultados que consigue.
Obviamente, la decisión rusa de retirar sus tropas a la orilla oriental del río Dnipro tuvo un considerable valor propagandístico para Ucrania y sus patrocinadores occidentales. Pero las guerras no se ganan ni se pierden en base a la propaganda. Y desde el punto de vista militar, era perfectamente lógico que los rusos hicieran lo que han hecho.
Los medios de comunicación occidentales han hecho mucho ruido en el sentido de que la entrega de modernas armas «inteligentes» a Ucrania representa un «cambio de juego». Eso es una exageración. Los HIMARS y otros sistemas avanzados de armamento no bastan por sí solos para inclinar la balanza general de fuerzas.
Sin embargo, fueron suficientes para crear muchos problemas en la retaguardia rusa, debilitando sus líneas de suministro. En particular, el suministro por parte de Occidente de piezas de artillería avanzadas a los ucranianos antes del verano les permitió destruir los puentes sobre el Dnipro y creó serias dificultades para mantener a los defensores de Jersón abastecidos de alimentos y municiones.
Los ucranianos avanzaban en dos frentes hacia Jersón, amenazando con rodear la ciudad y cortar efectivamente su guarnición, que se enfrentaría a la alternativa de rendirse o ser cortada en pedazos. Esto habría representado una gran derrota para Rusia.
Ante esa posibilidad, Surovikin decidió que lo mejor era preservar las fuerzas y el equipo rusos retirándose a la orilla oriental del río, que forma una línea defensiva natural.
La caída de Jersón no se produjo por un asalto heroico del ejército ucraniano. De hecho, los informes sobre el campo de batalla de la BBC en el lado ucraniano de la línea del frente de Jersón indicaban que las fuerzas de Kiev podrían carecer aún del equipo necesario para lograr ese objetivo.
Por eso, cuando empezaron a circular informes de que las fuerzas rusas probablemente abandonarían la ciudad y se retirarían a la orilla oriental del río Dnipro, no se tomaron en serio.
De hecho, la primera reacción fue de incredulidad. ¿Era sólo un truco? ¿Intentan atraernos a una emboscada? La portavoz del mando sur de Ucrania, Natalia Humeniuk, lo describió como una treta para atraer a Ucrania a la batalla.
Aun así, parece difícil de explicar el extraordinario grado de cautela con el que se ha recibido la noticia de la retirada rusa en el lado ucraniano. Y hay otras cosas que son aún más difíciles de explicar.
¿Por qué apenas hubo combates en los alrededores de Jersón? ¿Por qué se tomó la capital sin apenas disparar? Y lo que es más importante, ¿por qué las fuerzas rusas en retirada no fueron sometidas a un bombardeo despiadado?
Decenas de miles de tropas rusas que cruzaban el Dnipro a través de un pequeño número de pontones habrían sido un blanco fácil para la artillería y los drones ucranianos. Sin embargo, la retirada se llevó a cabo en buen orden y aparentemente sin pérdidas significativas de vidas.
¿Hubo un acuerdo?
Ahora los ucranianos se esfuerzan por hacer que esto suene como una gran victoria. Pero leyendo entre líneas (algo que siempre hay que hacer en esta guerra), cada vez está más claro que la situación no era todo lo que parecía.
Sólo hay dos alternativas. O bien los comandantes ucranianos son sordos, ciegos, tontos y muy estúpidos (cosa que no creemos). O bien han llegado a algún tipo de acuerdo con los rusos. Se les permitiría tomar la ciudad de Jersón sin una batalla sangrienta, a condición de que permitieran a los rusos el paso libre a la costa oriental con el grueso de sus fuerzas intactas.
Tal sugerencia puede parecer salida directamente del cibermundo de las teorías conspirativas más locas. Pero cualquier estudiante de historia militar sabrá que tiene muchos antecedentes históricos.
En el siglo XVIII no existían los ejércitos permanentes ni el servicio militar obligatorio. Los ejércitos de los monarcas absolutos de Europa estaban formados en gran parte por mercenarios, reclutados en diferentes países que luchaban por su paga. Eso significaba que las guerras eran un negocio muy caro.
Para reducir las pérdidas causadas por las muertes que se producen con demasiada frecuencia en los campos de batalla, inventaron los más ingeniosos planes. En la víspera de una batalla, los dos generales enfrentados se reunían como auténticos caballeros y discutían la disposición de sus ejércitos.
Siguiendo las reglas aceptadas de la guerra, como se estudia un tablero de ajedrez, llegarían a la conclusión de que un bando tenía claramente la ventaja y, por tanto, tendría derecho a declarar la victoria. El otro bando se mostraría conforme y todo el asunto se resolvería amistosamente, sin los gastos y las molestias de la lucha.
Estos métodos fueron finalmente destrozados por la Revolución Francesa, que libró las guerras por medios revolucionarios, movilizando a toda la población masculina a través de lo que se llamó la Levée en masse (leva de masas).
Esta masa de soldados en bruto acudía a la batalla sin la formación militar necesaria, pero encendida por los ideales de la Revolución. Estos sans-culottes descalzos se lanzaron contra los soldados profesionales sin miedo a perder la vida. Los ejércitos de Austria y Prusia nunca habían visto nada parecido y huyeron aterrorizados. Tal es el poder del pueblo revolucionario.
La Revolución Francesa cambió la faz de Europa en muchos aspectos. También cambió la naturaleza de la guerra misma. Empezando por Prusia, todos los estados europeos se vieron obligados a introducir el servicio militar obligatorio, siguiendo el ejemplo francés, pero, por supuesto, sin nada de su contenido revolucionario. La nueva forma de guerra se vio en toda su sangrienta realidad en dos guerras mundiales. Pero el asunto de Jersón sugiere que las viejas costumbres del siglo XVIII no han muerto del todo…
El general Surovikin echó un vistazo al mapa e inmediatamente comprendió que, una vez derribados los puentes que cruzaban el Dnipro, la única posibilidad real que se le presentaba era retirarse de un lugar que no podía ser abastecido y retirarse a la seguridad de la orilla oriental.
El movimiento exitoso de varios miles de tropas rusas a través del Dnipro sin pérdidas significativas de vidas o de equipo proporciona una poderosa confirmación a la versión rusa de que la retirada de la ciudad de Jersón fue una maniobra táctica, destinada a evitar una derrota catastrófica.
Esta decisión fue forzada por las circunstancias desfavorables ya comentadas. Pero el deber de un comandante sobre el terreno es tener en cuenta esos cambios y actuar en consecuencia, que es lo que hizo Surovikin. No hubo absolutamente nada censurable desde un punto de vista estrictamente militar.
Las quejas del ala ultranacionalista de Moscú no hacen más que mostrar lo alejados que están estos señores de las realidades de la guerra. Más ridículas aún fueron las declaraciones de Medvédev y otros en el sentido de que «nada ha cambiado» y que Jersón sigue siendo parte de Rusia.
Eso es claramente falso. Desde el punto de vista de la campaña rusa, el valor de la cabeza de puente en la orilla occidental del Dnipro era principalmente como posición de avance para una ofensiva sobre Mykolayiv y Odessa. Esos planes se han abandonado ahora para el futuro inmediato y cualquier intento de cruzar el río de nuevo será mucho más difícil.
Putin demostró más sentido común que los demás cuando se limitó a guardar silencio y a deslizarse tranquilamente entre las sombras, basándose en el sólido principio de que es mejor mantener la boca cerrada y dejar que la gente piense que eres un tonto que abrirla y dejar que sepan que eres un tonto.
En cualquier caso, la pérdida de Jersón está lejos de ser el final de la historia e incluso si causa alguna vergüenza a Putin, no le hará ningún daño duradero.
Occidente insiste constantemente en el tema del inminente derrocamiento de Putin. Pero la mayoría de la gente en Rusia -especialmente la clase trabajadora- cree (correctamente) que esta es una guerra de Rusia contra la OTAN y su odio al imperialismo estadounidense supera con creces cualquier otra consideración.
Por lo tanto, seguirán apoyando la guerra de Rusia y tolerando el liderazgo de Putin – hasta que eso se vuelva absolutamente insostenible. Pero ese momento aún no ha llegado.
¿Qué se ha conseguido?
Hay que preguntarse: ¿qué se ha conseguido con la retirada rusa de Jersón? El ejército ucraniano se ha quedado con el control de una ciudad en gran parte desierta, presumiblemente llena de minas y trampas explosivas, mientras que las fuerzas rusas, al retirarse al otro lado del Dnipro, se han colocado en una fuerte posición defensiva.
El río Dnipro es en sí mismo una formidable barrera que impide el avance de las fuerzas ucranianas hacia el este. La zona circundante es en su mayor parte terreno abierto con poca o ninguna cobertura para que las tropas que avanzan se refugien del fuego enemigo. Y los rusos han tenido mucho tiempo para fortificar la orilla oriental con búnkeres de hormigón.
Esto significa que los ucranianos ya no tienen ninguna perspectiva realista de seguir avanzando en el frente sur. Es cierto que haber llegado hasta el Dnipro significa que las líneas de suministro hacia Crimea están ahora al alcance de su artillería en la orilla oeste. Y es cierto que ahora tienen más tropas que pueden ser desplegadas en otras partes del frente. Hay informes de que las están trasladando al frente de Zaporizhzhia, donde podrían intentar cortar el corredor terrestre ruso. Es imposible verificar estos informes. Pero los rusos también tendrán ahora más tropas libres para defender el frente donde sea necesario.
El número de soldados rusos movilizados sigue aumentando y, a medida que se acerca el invierno, el suelo helado permitirá poner en acción sus tanques. Se habla de una ofensiva invernal rusa, que puede no materializarse. Pero no se puede descartar.
Mientras tanto, los constantes bombardeos aéreos están destruyendo las infraestructuras ucranianas hasta el punto de que se habla incluso de evacuar las principales ciudades -incluida Kiev- que la degradación constante de las infraestructuras amenaza con hacer inhabitables.
La respuesta de Washington
La realidad de la situación no pasa desapercibida para los estrategas militares serios de Washington. En un acto celebrado en el Club Económico de Nueva York, el presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, comentó la retirada de hasta 30.000 soldados rusos de la orilla occidental del Dnipro:
«Creo que lo hacen para preservar su fuerza, para restablecer las líneas defensivas al sur del río, pero eso está por verse».
Pero Milley hizo hincapié en algo más. Insistió en que:
«[P]odrá haber una oportunidad de negociar el fin del conflicto siempre y cuando las líneas del frente se estabilicen durante el invierno. Cuando haya una oportunidad de negociar, cuando se pueda alcanzar la paz, hay que aprovecharla. Aprovechar el momento».
El entusiasmo del general por las negociaciones no es casual. Surge de su sobria apreciación del equilibrio real de fuerzas:
«Tiene que haber un reconocimiento mutuo de que la victoria militar, en el verdadero sentido de la palabra, puede no ser alcanzable por medios militares, y por lo tanto hay que recurrir a otros medios», dijo.
Esta es la auténtica voz del imperialismo estadounidense. Y esto, no las declaraciones retóricas de Zelensky, es lo que en última instancia determina el destino de Ucrania.
En un acontecimiento aún más significativo, The Wall Street Journal reveló que la administración Biden se ha negado a dar a Ucrania aviones no tripulados avanzados que podrían apuntar a posiciones dentro de Rusia.
La decisión priva a Ucrania del tipo de armamento avanzado que Kiev ha estado solicitando durante meses. A pesar de las súplicas de Kiev y de un grupo de congresistas bipartidistas, el Pentágono rechazó la petición de proporcionar los drones MQ-1C Gray Eagle, que podrían afectar negativamente al amplio uso que hace Rusia de los drones iraníes.
Esto fue un claro reflejo del límite del tipo de armamento que Washington está dispuesto a proporcionar para la defensa de Ucrania. Pretendía enviar una señal a Moscú de que Estados Unidos no estaba dispuesto a proporcionar armas que pudieran intensificar el conflicto, creando la posibilidad de un conflicto militar directo entre Rusia y la OTAN.
También fue una advertencia a Zelensky de que había límites definitivos a la voluntad de EE.UU. de seguir pagando la factura de una guerra ruinosamente cara sin un final claro a la vista.
En una entrevista con la CNN, el presidente ucraniano apeló al apoyo bipartidista tras las elecciones de medio término. Está claro que es un hombre preocupado y sus preocupaciones están bien fundadas.
«La política por otros medios»
Clausewitz señaló hace tiempo que la guerra es sólo la continuación de la política por otros medios. La guerra actual terminará cuando se satisfagan los fines políticos de los principales actores o cuando uno o ambos bandos se agoten y pierdan la voluntad de seguir luchando.
¿Cuáles son estos objetivos? Los objetivos de la guerra de Zelensky no son un secreto. Dice que no se conformará con nada menos que la completa expulsión del ejército ruso de todas las tierras ucranianas, incluida Crimea. Ha dicho que se negará a negociar con Vladimir Putin. Incluso ha firmado un decreto en el que especifica que Ucrania sólo negociará con un presidente ruso que haya sucedido a Putin. Pero eso supone -con bastante optimismo- que hay alguien más con quien podría negociar.
Este punto de vista es apoyado con entusiasmo por los halcones de la coalición occidental: los polacos, los líderes de los Estados bálticos, que tienen sus propios intereses en mente, y, por supuesto, los chovinistas y belicistas de cabeza de chorlito de Londres, que imaginan que Gran Bretaña, incluso en su actual estado de bancarrota económica, política y moral, sigue siendo una potencia imperial.
Estas damas y caballeros desquiciados están empujando a los ucranianos a ir más lejos, mucho más lejos de lo que los estadounidenses quisieran. Su deseo más ardiente es ver al ejército ucraniano expulsando a los rusos, no sólo de Donbás, sino también de Crimea, provocando el derrocamiento de Putin y la derrota total y (aunque no suelen hablar de ello en público) el desmembramiento completo de la Federación Rusa.
Pero los estrategas más sobrios del imperialismo estadounidense saben que todo este delirio no es más que aire caliente, como la rana toro de la fábula de Esopo, que se infló hasta el punto de que simplemente explotó. Es el material de los sueños y no tiene absolutamente nada en común con el mundo real.
Aunque hacen mucho ruido, ninguna persona seria presta la más mínima atención a las payasadas de los políticos de Londres, Varsovia y Vilna. Como líderes de Estados pigmeos que carecen de peso real en la balanza de la política internacional, siguen siendo actores de segunda categoría que nunca podrán desempeñar más que un papel secundario en este gran drama.
De hecho, todo el ruido que hacen no es más que una molesta distracción para el imperialismo estadounidense, ya que es éste quien paga las facturas y dicta todo lo que sucede.
Los objetivos de la guerra del imperialismo estadounidense
En realidad, los objetivos bélicos de Washington no coinciden con los de los hombres de Kiev, que hace tiempo entregaron su supuesta soberanía nacional a su Jefe del otro lado del Atlántico, y que ya no deciden nada.
El objetivo del imperialismo estadounidense no es -y nunca lo ha sido- defender un solo centímetro de territorio ucraniano ni ayudar a los ucranianos a ganar una guerra ni nada parecido.
Su verdadero objetivo es muy simple: debilitar a Rusia militar y económicamente; desangrarla e infligirle daño; matar a sus soldados y arruinar su economía, para que Rusia ya no ofrezca ninguna resistencia a la dominación estadounidense de Europa y del mundo.
Fue este objetivo el que les indujo a empujar a los ucranianos a un conflicto totalmente innecesario con Rusia por la entrada en la OTAN. Habiendo logrado este objetivo, se sentaron y observaron el espectáculo de las dos partes luchando, a una distancia segura de varios miles de millas.
Son totalmente indiferentes a los sufrimientos del pueblo de Ucrania, al que consideran meros peones en el tablero local de su lucha de poder con Rusia. Y hay que señalar que, hasta el día de hoy, Ucrania no ha sido admitida como miembro de la OTAN, lo que se suponía que era el asunto central de todo este tema.
Esto no es una casualidad. El conflicto actual conviene a los intereses de Estados Unidos en muchos sentidos. Tienen el lujo de involucrar a su enemigo en una guerra en la que no participan soldados estadounidenses (al menos, en teoría), y todos los combates y muertes los llevan a cabo obligatoriamente otros.
Si Ucrania fuera miembro de la OTAN, esto significaría que las tropas de combate estadounidenses acabarían en una guerra europea, luchando contra el ejército ruso, que posee armas nucleares. No. Mucho mejor dejar las cosas como están.
Cuando Zelensky se queja de que sus aliados occidentales no le envían todas las armas que necesita para ganar la guerra, no se equivoca. Los norteamericanos le están enviando las armas suficientes para mantener la guerra, pero no las suficientes para conseguir algo que se parezca a una victoria decisiva que pueda derivar en un conflicto directo entre Rusia y la OTAN. Pero esto está completamente en línea con los objetivos de la guerra de Estados Unidos.
Las sanciones han fracasado
Un factor importante son los efectos de la guerra en la economía mundial y la amenaza para la estabilidad social y política en Occidente que se deriva de ella.
Las sanciones impuestas a Rusia tras la invasión de Ucrania han sido un fracaso espectacular. De hecho, el valor de las exportaciones rusas creció desde el inicio de la guerra.
Aunque el volumen de las importaciones rusas se desplomó como consecuencia de las sanciones, varios países han aumentado su comercio con Rusia. Según un estudio detallado de The New York Times, las importaciones de Turquía han aumentado un 113%, y las de China un 24%.
El volumen de comercio con Rusia tras el inicio de la guerra fue el siguiente:
- Gran Bretaña: -76%
- Suecia: -76%
- ESTADOS UNIDOS: -35%
- Alemania: -3%
- Japón: +13%
- Corea del Sur: +17%
- Países Bajos: +32%
- España: +57%
- China: +64%
- Bélgica: +81%
- Brasil: +106%
- Turquía: +198%
- India: + 310%
Además, los altos precios del petróleo y el gas han compensado los ingresos que Rusia perdió por las sanciones. India y China han comprado mucho más de su crudo, aunque con descuentos.
Así, la pérdida de ingresos derivada de las sanciones se ha visto compensada por el aumento del precio del petróleo y el gas en los mercados mundiales. Vladimir Putin sigue financiando a sus ejércitos con los ingresos, mientras que Occidente se enfrenta a la perspectiva de un invierno gélido con facturas de energía en aumento y una creciente ira de la población.
El apoyo se debilita
La pregunta es: ¿qué bando se cansará primero de la guerra? Está claro que el tiempo no está del lado de Ucrania, ni desde el punto de vista militar ni político. Y en el análisis final, esto último pesará más en la balanza.
A medida que el invierno se acerca y Europa se ve afectada por una grave escasez de gas y electricidad, el apoyo público a la guerra en Ucrania se debilitará.
Tampoco se puede dar por sentado el apoyo de Estados Unidos. En público, los estadounidenses mantienen la idea de su apoyo inquebrantable a Ucrania, pero en privado no están nada convencidos del resultado.
Entre bastidores, Washington ha estado presionando a Zelensky para que negocie con Putin. Así lo demostró la visita sorpresa de Blinken a Kiev en septiembre y la más reciente del consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, en noviembre. Pero los estrategas del imperialismo estadounidense no están muy seguros de cómo proceder.
Los estadounidenses vieron los avances ucranianos en el campo de batalla (ganados principalmente como resultado de la participación activa del imperialismo estadounidense) simplemente como una moneda de cambio, diseñada para dar a los ucranianos una mayor influencia en la mesa de negociaciones.
En la práctica, sin embargo, el éxito de la ofensiva de Járkiv y la retirada rusa de Jersón han complicado la situación en el tablero diplomático. Por un lado, Zelensky y sus generales estaban engreídos por sus inesperados logros y deseaban ir mucho más allá.
Por otro lado, los reveses militares representaron un golpe humillante para Putin, que ha sacado la conclusión de que necesita intensificar su «operación militar especial». Así pues, ninguna de las partes está dispuesta a negociar nada significativo por el momento. Pero eso cambiará.
La demagogia de Zelensky, que insiste constantemente en que nunca cederán ni un centímetro de tierra, está claramente diseñada para presionar a la OTAN y al imperialismo estadounidense mostrando que los ucranianos lucharán hasta el final, siempre a condición de que Occidente siga enviando enormes cantidades de dinero y armas.
Pero las encuestas muestran que el apoyo de la población a la guerra en Ucrania se está evaporando rápidamente, como ya señaló el New York Times el 19 de mayo de 2022:
«Los estadounidenses se han visto galvanizados por el sufrimiento de Ucrania, pero el apoyo popular a una guerra lejos de las costas de Estados Unidos no continuará indefinidamente. La inflación es un tema mucho más importante para los votantes estadounidenses que Ucrania, y es probable que se intensifiquen las perturbaciones en los mercados mundiales de alimentos y energía.» (…)
«Pero mientras la guerra continúa, el Sr. Biden también debería dejar claro al presidente Volodymyr Zelensky y a su gente que hay un límite de hasta dónde llegarán Estados Unidos y la OTAN para enfrentarse a Rusia, y límites a las armas, el dinero y el apoyo político que pueden reunir.»
Y como informó Business Insider el 27 de septiembre de 2022:
«Una nueva encuesta sugiere que muchos estadounidenses están cada vez más cansados de que el gobierno de EE.UU. continúe su apoyo a Ucrania en su guerra con Rusia y quieren ver los esfuerzos diplomáticos para poner fin a la guerra si la ayuda va a continuar.
«Según una encuesta realizada por el Quincy Institute for Responsible Statecraft y Data for Progress, el 57% de los probables votantes apoyan fuertemente o de alguna manera que EE.UU. lleve a cabo negociaciones diplomáticas lo antes posible para poner fin a la guerra en Ucrania, incluso si esto requiere que Ucrania haga compromisos con Rusia.»
¿Guerra nuclear?
A Biden le gustaría prolongar el conflicto actual para debilitar y socavar a Rusia. Pero no a cualquier precio, y desde luego no si eso implica un choque militar directo con Rusia.
La insinuación de Putin de que podría considerar el uso de armas nucleares era casi con toda seguridad un bluff, pero causó alarma en la Casa Blanca. En un acto de recaudación de fondos en Nueva York, Biden dijo que el presidente ruso «no bromeaba» sobre el «posible uso de armas nucleares tácticas o de armas biológicas o químicas porque su ejército está, podríamos decir, significativamente bajo de rendimiento».
«No nos hemos enfrentado a la perspectiva del Armagedón desde [el presidente John] Kennedy y la crisis de los misiles de Cuba», dijo Biden, añadiendo que «tenemos una amenaza directa del uso de armas nucleares si, de hecho, las cosas siguen por el camino que van».
El Financial Times entiende que se están llevando a cabo negociaciones secretas entre Washington y Moscú:
«Los aleccionadores comentarios del presidente Joe Biden sobre la amenaza del uso de armas nucleares muestran que la Casa Blanca tiene claro el riesgo de una escalada. Por razones comprensibles, Washington quiere mantener la ambigüedad estratégica en público mientras comunica sus puntos de vista al Kremlin en privado.
«Sin embargo, los intentos de utilizar una combinación de nuevas sanciones, más aislamiento diplomático y posiblemente ataques convencionales de la OTAN contra objetivos militares rusos en Ucrania para disuadir a un Putin desesperado de utilizar armas de destrucción masiva, si se siente acorralado, no tienen en absoluto garantizado el éxito. Para mejorar las posibilidades de evitar un enfrentamiento, hay que sentar ahora las bases tranquilas de la diplomacia de crisis».
A pesar de todo el ruido sobre que Putin está planeando utilizar armas nucleares, no hay informes creíbles que sugieran que este sea el caso. No tiene necesidad de tales armas. Por parte de Rusia, es evidente que se trata de un bluff (y que ha tenido algún efecto).
Pero los rusos han acusado a los ucranianos de prepararse para utilizar una «bomba sucia», es decir, explosivos convencionales mezclados con material radiactivo.
Esto puede ser cierto o sólo parte de la guerra de propaganda. Pero está muy claro que el bando ucraniano está cada vez más desesperado y busca cualquier excusa para escenificar una provocación que espera que finalmente arrastre a la OTAN a participar directamente en la guerra. No se descarta en absoluto que la afirmación rusa sea cierta.
Esto subraya los peligros implícitos si se permite que la guerra continúe. Hay demasiados elementos incontrolables en juego, que podrían dar lugar al tipo de espiral descendente que podría llevar a una verdadera guerra entre la OTAN y Rusia.
En caso de una conflagración general europea, sería imposible que los estadounidenses se mantuvieran al margen, calentándose las manos en las llamas. Tendría que haber tropas estadounidenses sobre el terreno. Pero eso no debía formar parte del guión.
Biden ha dicho que estaba tratando de encontrar una manera de que Putin retrocediera. «Estoy tratando de averiguar: ¿cuál es la rampa de salida de Putin?» dijo Biden. «¿Dónde encuentra una salida?».
En otras palabras, es Joe Biden quien ahora busca una salida. Pero es más fácil decirlo que hacerlo.
¿Negociar o no negociar?
En el primer mes de la guerra, Ucrania y Rusia mantuvieron conversaciones en las que Ucrania prometió que se mantendría neutral a cambio de la devolución de sus territorios.
Pero Rusia exigió que Ucrania reconociera sus territorios anexionados y la «desmilitarización» y «desnazificación» de Ucrania, términos que Ucrania y sus aliados occidentales se negaron a considerar.
Como se ha señalado, desde entonces, Zelensky ha dicho que Ucrania solo está dispuesta a entablar negociaciones con Rusia (aunque no con Putin) si sus tropas abandonan todas las partes del país, incluidas Crimea y las zonas orientales del Donbás, controladas de facto por Rusia desde 2014, y si los rusos que han cometido crímenes en Ucrania se enfrentan a un juicio.
Pero estas declaraciones han causado mucha irritación en Washington y más allá. El Washington Post reveló que funcionarios estadounidenses han advertido al gobierno ucraniano en privado que la «fatiga de Ucrania» entre los aliados podría empeorar si Kiev sigue negándose a negociar con Putin.
Mientras que Estados Unidos ha concedido hasta ahora a Ucrania ayudas por valor de 18.900 millones de dólares (16.600 millones de libras) y dice que apoyará a Ucrania «durante el tiempo que sea necesario», los aliados de algunas partes de Europa, por no hablar de África y América Latina, están preocupados por la tensión que la guerra está ejerciendo sobre los precios de la energía y los alimentos, así como sobre las cadenas de suministro.
Para los ucranianos, aceptar la petición de Estados Unidos de negociar significaría una humillante retirada después de tantos meses de retórica beligerante sobre la necesidad de una derrota militar decisiva contra Rusia para garantizar la seguridad de Ucrania a largo plazo.
¿Está Putin en peligro de ser derrocado?
La propaganda occidental es una mera realización de deseos. Se basa en un error fundamental. Putin cuenta con un enorme apoyo, que ha alcanzado nuevos niveles en los últimos meses. No corre ningún peligro inmediato de ser derrocado.
No hay un movimiento antibélico significativo en Rusia y lo poco que existe está liderado y dirigido por los elementos burgueses-liberales. Esa es precisamente su principal debilidad. Los trabajadores echan un vistazo a las credenciales pro-occidentales de estos elementos y se apartan, maldiciendo.
La única presión sobre Putin no proviene de ningún movimiento antibélico, sino, por el contrario, de los nacionalistas rusos y otros que quieren que la guerra continúe con mayor fuerza y determinación.
En cuanto a Rusia, de momento la guerra cuenta con el apoyo de la mayoría, aunque algunos tengan dudas. La imposición de sanciones y el flujo constante de propaganda antirrusa en Occidente, el hecho de que la OTAN y los estadounidenses estén suministrando armas modernas a Ucrania, confirma la sospecha de que Rusia está siendo asediada por sus enemigos.
Ya se ha comentado la debilidad (más correctamente, la ausencia) del movimiento antiguerra. Sin embargo, si la guerra se prolonga durante algún tiempo sin pruebas significativas de un éxito militar ruso, eso puede cambiar.
A principios de noviembre, más de 100 reclutas de la República Rusa de Chuvash organizaron una protesta en Ulyanov Oblast porque no habían recibido los pagos prometidos por el presidente ruso.
Los manifestantes fueron rápidamente «pacificados» por la policía antidisturbios y los agentes de la Guardia Nacional rusa. Pero el ánimo rebelde de las tropas fue un síntoma ominoso para las autoridades. El vídeo de los disturbios incluía comentarios como:
«Estamos arriesgando nuestras propias vidas y yendo a una muerte segura por el bien de vuestra seguridad y paz. Nuestro gobierno se niega a pagarnos los 195.000 rublos que nos prometió el presidente Vladimir Putin. Entonces, ¿por qué debemos ir a la guerra por este Estado, dejando a nuestras familias sin sustento?
«¡Nos negamos a participar en la «operación militar especial» y buscaremos justicia hasta que nos paguen el dinero que nos prometió el gobierno dirigido por el presidente de la Federación Rusa!»
Un pequeño síntoma, sin duda. Pero si el conflicto actual se prolonga, podría multiplicarse a una escala mucho mayor, lo que supondría una amenaza, no sólo para la guerra, sino para el propio régimen.
El síntoma más significativo son las protestas de las madres de los soldados muertos en Ucrania. Éstas son todavía pequeñas y se concentran principalmente en las repúblicas del Cáucaso, como Daguestán, donde los altos niveles de desempleo hicieron que un gran número de hombres jóvenes se ofrecieran como voluntarios para el ejército.
Si la guerra continúa y el número de muertos aumenta, es posible que veamos protestas de madres en Moscú y Petersburgo, que Putin no podrá ignorar ni reprimir. Esto marcaría sin duda un cambio en toda la situación. Pero no se ha materializado, todavía.
¿Y ahora qué?
La guerra en Ucrania se ha convertido en un factor importante en las perspectivas mundiales. Sin embargo, hay tantas variables en esta ecuación que es imposible predecir con exactitud el resultado de esta guerra. Tampoco es posible determinar con algún grado de precisión cuánto puede durar.
La guerra es un cuadro en movimiento con muchas variantes imprevisibles. El dicho de Napoleón de que la guerra es la más compleja de las ecuaciones conserva toda su fuerza.
La variante que la maquinaria propagandística occidental ha propuesto con confianza desde el comienzo de las hostilidades parecía estar validada por el éxito de la ofensiva ucraniana en septiembre, y ahora por la retirada rusa de la parte occidental de Jersón.
Sin embargo, debemos cuidarnos de las conclusiones impresionistas extraídas de un número limitado de acontecimientos. El resultado de las guerras rara vez se decide en una sola batalla, o incluso en varias. La pregunta es: ¿esta victoria, o ese avance, alteró materialmente el equilibrio de fuerzas subyacente, que es el único que puede determinar el resultado final?
Hasta ahora, los ucranianos han mostrado un nivel de resistencia notable. Pero no está claro cuánto tiempo podrá mantenerse la moral de la población civil y de los soldados en el frente.
Y lo que es más importante, hasta cuándo estarán dispuestos Estados Unidos y Occidente a gastar enormes cantidades de dinero en una guerra que no parece tener un final claro, y que está ejerciendo una presión intolerable sobre la economía mundial, llevando las contradicciones sociales al límite y poniendo a prueba la estabilidad política hasta el punto de ruptura.
Estas cuestiones fundamentales están aún por determinarse. El tiempo dirá qué eslabón de la cadena se romperá primero. Por el momento, el sangriento conflicto continuará, llevando una miseria indecible a millones de personas