Introducción a la edición brasileña de «La Historia de la Filosofía»
Alan Woods
«Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario» (Lenin, ¿Qué hacer?).
Un viaje de descubrimiento
La noticia de la publicación de mi libro, La Historia de la Filosofía, en Brasil fue un momento de gran satisfacción para mí. Demuestra que la sección brasileña de la Internacional Comunista Revolucionaria se está construyendo sobre bases sólidas.
[La Historia de la Filosofía, de Alan Woods, se puede comprar en español aquí]
Es una clara indicación de que los camaradas brasileños están ansiosos por estudiar la teoría marxista y, en particular, la filosofía, que es la base del método del marxismo: el materialismo dialéctico.
Al presentar este libro, los invito a acompañarme en un viaje de descubrimiento. Es un viaje que comencé hace mucho tiempo y que aún no ha llegado a su fin. Es un emocionante viaje de ideas que nos llevará a muchos lugares y nos pondrá frente a frente con muchas ideas sorprendentes y originales.
Nos encontraremos ante algunos de los pensadores más brillantes y originales que el mundo haya visto jamás.
Como cualquier viaje, no siempre será fácil.
Pero puedo prometerles una cosa. Si persisten hasta el final, saldrán enriquecidos de ese viaje. Al final, su comprensión del mundo y de la sociedad será mucho más profunda que antes.
Y estarán mucho mejor armados con las armas ideológicas que son requisitos indispensables para llevar a cabo la transformación revolucionaria de la sociedad.
Ese gran viaje es la historia de la filosofía.
Una visión científica del mundo
El marxismo es, ante todo, una visión científica del mundo. Es una arma poderosa que nos proporciona las herramientas necesarias para analizar y comprender el mundo en el que vivimos. Solo si nos basamos en esa comprensión podremos cambiar el mundo. Limitarse a reaccionar ante las injusticias del capitalismo sin ofrecer una explicación y un análisis de las causas profundas no nos llevará a ninguna parte.
La idea de que podemos arreglárnoslas sin cierto grado de conocimiento contradice totalmente la experiencia cotidiana. De hecho, la teoría es una característica necesaria de muchos aspectos de la existencia humana, no solo de la política.
Cada campo específico de la actividad humana requiere un cierto grado de conocimiento teórico. Esto es válido para todas las esferas imaginables de la existencia humana, desde la carpintería hasta la cirugía cerebral y la ciencia espacial. Por lo tanto, ¿por qué debería ser diferente en lo que respecta a la lucha de clases?
¿Tienen los revolucionarios algún derecho a acercarse a la seria cuestión de la revolución con un enfoque amateur, que asume que no hay necesidad de un estudio serio y una preparación teórica?
Esta es una pregunta que, para cualquier persona seria, se responde por sí sola.
A pesar de ello, hay algunos, incluso algunos que se consideran «marxistas», que niegan o minimizan constantemente el papel de la teoría.
Niegan la importancia de la lucha ideológica, presentándola como el ámbito de acción de los intelectuales pequeñoburgueses. Insisten en que esas cosas no tienen nada que ver con la lucha de clases, con lo que ellos llaman «política práctica», y que, por lo tanto, no interesan a los trabajadores.
Un prejuicio pequeñoburgués
¿Es cierto que los trabajadores no están interesados en la teoría, que el ámbito de las ideas es un monopolio de los intelectuales pequeñoburgueses?
Esta idea no solo es falsa, sino que es una calumnia maliciosa contra la clase obrera. Toda mi experiencia ha demostrado sin lugar a dudas que los trabajadores tienen sed de teoría e ideas.

Una vez que un trabajador comienza a interesarse seriamente en la teoría marxista, se convertirá en un teórico mucho más serio que cualquier diletante de clase media / Imagen: fhwrdh, Flickr
No se conforman con una agitación vacía. No necesitan que se les repita constantemente lo que ya saben: que son explotados por los patrones, que viven en malas condiciones, que la sociedad está dividida entre ricos y pobres, etcétera, etcétera.
Como persona procedente de una familia obrera del sur de Gales, me enojo mucho cuando escucho ese tipo de cosas. Revelan precisamente la mentalidad de un snob pequeño burgués que no tiene absolutamente ningún conocimiento de los trabajadores, de cómo piensan y de lo que aspiran.
Ese snobismo repugnante es totalmente ajeno al comunismo y no tiene absolutamente ningún lugar en las filas de una organización revolucionaria genuinamente proletaria.
Los trabajadores serios exigen una explicación para todas estas cosas, y muchas otras además. Los trabajadores quieren saber.
Y una vez que un trabajador comienza a interesarse seriamente por la teoría marxista, se convierte en un teórico mucho más serio que cualquier diletante de clase media de la universidad.
«La ignorancia nunca ha ayudado a nadie»
El argumento de que los trabajadores no están interesados en la teoría no es nuevo. Incluso antes de escribir el Manifiesto Comunista, Marx y Engels (que, recordemos, comenzaron su vida revolucionaria como estudiantes de la filosofía hegeliana) libraron una lucha contra aquellos líderes «proletarios» que adoraban el atraso y los métodos primitivos de lucha y se resistían obstinadamente a la introducción de la teoría científica en el movimiento.
El escritor ruso Annenkov, que se encontraba en Bruselas durante la primavera de 1846, nos ha dejado un informe muy curioso sobre una reunión en la que se produjo una furiosa disputa entre Marx y Weitling, el comunista utópico alemán.
En un momento dado, Weitling, que era obrero, se quejó de que los «intelectuales» (Marx y Engels) escribían sobre asuntos oscuros que no interesaban a los obreros.
Acusó a Marx de escribir «análisis teóricos de doctrinas alejadas del mundo de las personas que sufren y están afectadas». En ese momento, Marx, que solía ser muy paciente, se indignó. Annenkov escribe:
«Ante estas últimas palabras, Marx finalmente perdió el control y golpeó la mesa con tanta fuerza con el puño que la lámpara que había sobre ella tembló y se sacudió. Se levantó de un salto y dijo: «La ignorancia nunca ha ayudado a nadie». (Pavel Annekov, Reminiscencias de Marx y Engels, p. 272, énfasis mío, AW)
Weitling se oponía a la teoría y al paciente trabajo propagandístico. Al igual que Bakunin, sostenía que los pobres siempre estaban dispuestos a rebelarse.
Este defensor de la «acción revolucionaria» en opuesto a la teoría creía que, siempre que hubiera líderes decididos, se podría organizar una revolución en cualquier momento. Aún hoy encontramos ecos de estas ideas primitivas premarxistas en las filas de los marxistas.
Pero Marx, Engels, Lenin y Trotsky dedicaron mucho tiempo a defender y desarrollar la teoría marxista, que entendían correctamente como un arma vital en la lucha revolucionaria por el socialismo.
¡En defensa del marxismo!
Hace algunos años, la tendencia representada por Ted Grant se separó del grupo sectario liderado por Peter Taaffe. Tras la escisión en Gran Bretaña, nos encontramos en una situación muy difícil.
La escisión coincidió con el colapso del estalinismo en la URSS y una feroz ofensiva ideológica de la burguesía contra el marxismo y el comunismo. La tarea que teníamos por delante era extremadamente difícil.
No teníamos oficina, contábamos con muy pocos fondos y nuestro aparato consistía en una máquina de escribir. Nos faltaba todo, excepto lo más importante: las ideas correctas.

Al final, fue el poder de las ideas lo que garantizó nuestro éxito / Imagen: trabajo propio
Nos preguntamos cuál era nuestra tarea principal en ese momento. Lo discutí con Ted Grant y decidimos que nuestra tarea principal era iniciar una lucha ideológica seria en defensa del marxismo.
El punto de partida fue la publicación del libro Reason in Revolt (La razón en rebelión), escrito por Ted Grant y por mí.
Este libro, que ha tenido un gran impacto internacional a lo largo de los años, fue, en mi opinión, el primer (y posiblemente el único) intento de proporcionar una justificación teórica del materialismo dialéctico y, en particular, de las ideas de la gran obra filosófica de Engels, Dialéctica de la naturaleza.
Como era de esperar, nuestros antiguos compañeros de Militant no quedaron impresionados por ello. De hecho, les pareció bastante divertido. ¿Por qué alguien debería perder el tiempo escribiendo sobre estos temas en los tiempos que corren? El líder de esa camarilla de vulgarizadores se burló: «¡Alan y Ted han renunciado a la política revolucionaria para escribir sobre filosofía!».
Este pequeño aforismo nos dice realmente todo lo que necesitamos saber sobre la bancarrota de esas damas y caballeros. Y al final, fue el poder de las ideas lo que garantizó nuestro éxito.
La importancia de la dialéctica
¿Por qué esas personas consideraban innecesario escribir sobre el materialismo dialéctico? La explicación no es difícil de ver.
Esas personas «inteligentes» fingen poseer conocimientos de dialéctica repitiendo la palabra en cada dos frases. ¡Oh, sí! ¡Todos conocemos las leyes básicas de la dialéctica! Nos son tan familiares que podemos repetirlas en cualquier momento y aplicarlas mecánicamente a cualquier situación.
No hace mucho tuve la desgracia de tener que leer un documento muy extenso que menciona la palabra dialéctica en cada página, si no en cada frase. Sin embargo, no había ni un ápice de dialéctica en él, desde la primera hasta la última página. Este tipo de «marxismo» realmente no vale mucho.
Con demasiada frecuencia, las personas que se consideran marxistas se conforman con repetir unas cuantas proposiciones elementales, sin molestarse en estudiarlas en toda su profundidad.
Repiten la palabra dialéctica como una mantra sin sentido, de la misma manera que un anciano padre católico repite el Ave María, sin pensar dos veces en el significado de las palabras que murmura.
Son culpables de una especie de pereza mental, se limitan a rozar la superficie, repitiendo sin pensar unas cuantas consignas y citas sacadas de contexto que han aprendido de memoria, cuyo contenido genuino sigue siendo un misterio para ellos.
Con el tiempo, se han familiarizado con algunas de las ideas básicas. Pero Hegel explicó que lo que es familiar no se entiende precisamente porque es familiar («Aber was bekannt ist, ist darum noch nicht erkannt»). En realidad, este método es formalismo, un esquematismo muy estrecho y burdo, que no tiene absolutamente nada en común con el método científico del marxismo.
La lucha de Lenin contra la desviación economista
La lucha de Lenin por la teoría comenzó en una etapa muy temprana de su actividad revolucionaria, cuando criticó duramente las teorías de la llamada tendencia economista.
Se trataba de personas que se consideraban a sí mismas «prácticos», en contraposición a los «meros teóricos». Exigían que los revolucionarios se concentraran exclusivamente en las cuestiones prácticas y cotidianas que afectaban directamente a los trabajadores, principalmente la lucha económica.
En respuesta a estas ideas falsas, Lenin señaló que había tres tipos de lucha: económica, política e ideológica. Durante toda su vida hizo mucho énfasis en la lucha ideológica, que comenzó con su lucha contra la tendencia «obrerista» representada por los economistas rusos.
Ya en 1902, en ¿Qué hacer?, Lenin señaló que:
«Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario. No se puede insistir lo suficiente en esta idea en un momento en que la predicación de moda del oportunismo va de la mano con una obsesión por las formas más estrechas de actividad práctica» [énfasis nuestro].
Añadió que «el papel de luchador de vanguardia solo puede ser desempeñado por un partido que se guíe por la teoría más avanzada».

La lucha de Lenin por la teoría comenzó en una etapa muy temprana de su actividad revolucionaria / Imagen: obra propia
Estas ideas son tan ciertas hoy como cuando Lenin escribió estas líneas, y tan necesarias como entonces. Los trabajadores y los jóvenes serios buscan las ideas del socialismo revolucionario, es decir, el marxismo.
Por eso, además de la lucha cotidiana por el socialismo, prestamos mucha atención a la producción de trabajo teórico. Rechazamos todos los intentos de abandonar la teoría marxista, de diluir las ideas y de rebajar el nivel del movimiento al mínimo común denominador del «activismo» sin sentido.
Eso representa una desviación fundamental del marxismo. El abandono o el desinterés por la teoría, la búsqueda de un atajo hacia las masas, conduce inevitablemente al pantano del oportunismo o al callejón sin salida del ultraizquierdismo.
Lenin se tomaba tan en serio la lucha ideológica que estaba dispuesto a romper con toda la dirección de la facción bolchevique por diferencias filosóficas.
La escisión se produjo en 1909, cuando Lenin optó por romper con Bogdanov y Lunacharsky en lugar de hacer la más mínima concesión a su revisionismo filosófico, su formalismo sectario y su política ultraizquierdista. Esto ocurrió después de casi dos años de lucha interna.
Sin embargo, cuando se produjo la escisión, Lenin había logrado convencer a la mayoría del partido de la posición del materialismo dialéctico.
Esta victoria en el plano ideológico fue precisamente la condición previa para la victoria final del proletariado ruso en la Revolución de Octubre.
Pensamiento dogmático
El marxismo es lo contrario del pensamiento dogmático. El ejemplo más claro de ese tipo de pensamiento se encuentra en la religión. Es imposible discutir con un cristiano comprometido, que responderá con las palabras de Tertuliano: «Credo quia absurdum est» (Creo porque es absurdo).
Por supuesto, no hay respuesta a esto, ya que se basa en el rechazo del pensamiento racional en general. De hecho, toda religión se basa en la fe, no en la lógica, y es imposible discutir contra la fe ciega, precisamente porque es ciega.
Desgraciadamente, a veces se encuentra una mentalidad muy similar en muchos grupos sectarios que, por alguna razón, se disfrazan bajo el nombre del marxismo, e incluso del trotskismo.
Los sectarios, que guardan un parecido asombroso con los fanáticos religiosos, profundizan en los textos de Marx, Lenin y Trotsky hasta que, tras encontrar alguna idea que encaja con sus prejuicios preconcebidos, la sacan de contexto y la presentan como una verdad absoluta, inmutable e incuestionable.
Una vez distorsionado en un esquema rígido y osificado, el marxismo se convierte en su contrario: de un método profundo y científico a un dogma sin vida que puede aplicarse mecánicamente a cualquier situación o contexto que se requiera.
Por citar un ejemplo que quizá les resulte familiar: el capitalismo es incapaz de desarrollar las fuerzas productivas en ninguna circunstancia.
Por lo tanto, China no puede haber desarrollado las fuerzas productivas.
Por lo tanto, China es una semicolonia atrasada, subdesarrollada y dominada, controlada por completo por los Estados Unidos.
Por lo tanto, el supuesto conflicto entre China y el imperialismo estadounidense es simplemente una invención o un producto de la imaginación.
La lógica de esto parece impecable y, de hecho, sigue fielmente las reglas de la lógica formal. Una vez que se acepta la proposición inicial, el resto sigue, como la noche sigue al día. Por ejemplo:
Todos los científicos tienen dos cabezas.
Einstein era científico.
Por lo tanto, Einstein tenía dos cabezas.

Una vez distorsionado en un esquema rígido y osificado, el marxismo se convierte en su opuesto / Imagen: Ochoa54, Wikimedia Commons
¿Es ridículo? Obviamente, lo es, porque no se corresponde con los hechos conocidos. Pero como ejemplo de lógica formal, es un ejemplo perfectamente razonable de silogismo aristotélico y, como tal, debe aceptarse como correcto.
El problema es, por supuesto, que la proposición inicial es falsa y, por lo tanto, todo se viene abajo.
Esto también es válido para la proposición de que el capitalismo no es capaz, bajo ninguna circunstancia, de desarrollar las fuerzas productivas, ya que lo ha hecho en muchas ocasiones, sobre todo en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial.
La teoría de que, en la era del imperialismo, no es posible el desarrollo de las fuerzas productivas, se considera una proposición absoluta válida para todos los tiempos, una llave mágica que abre todas las puertas.
Se basa en una interpretación errónea de lo que Trotsky escribió en 1938 en El programa de transición, donde señalaba que las fuerzas productivas habían dejado de crecer.
Eso era cierto en aquel momento. Pero Trotsky nunca afirmó que se tratara de una proposición de aplicación universal, independiente del tiempo y el espacio.
De hecho, advirtió de antemano contra ello:
«Pero una predicción en política no tiene el carácter de un plan perfecto; es una hipótesis de trabajo… Sin embargo, no hay que emborracharse con esquemas acabados, sino referirse continuamente al curso del proceso histórico y ajustarse a sus indicaciones». (Trotsky, Escritos, 1930, p. 50)
Al convertir lo que era un pronóstico condicional en una afirmación absoluta, válida para todos los tiempos y aplicable en todas las circunstancias, los sectarios han convertido el análisis científico de Trotsky en un completo disparate.
El capitalismo no es eterno ni fijo. De hecho, es menos fijo que cualquier otro sistema socioeconómico de la historia. Como cualquier otro organismo vivo, cambia, evoluciona y, por lo tanto, pasa por una serie de etapas más o menos claramente discernibles.
En los debates del III Congreso de la Internacional Comunista en 1921, Trotsky intervino contra los ultraizquierdistas que rechazaban la idea de que el capitalismo nunca experimentaría una recuperación económica.
Y Lenin insistió en que no existía tal cosa como una crisis final del capitalismo. A menos que sea derrocado por el proletariado, el capitalismo siempre encontrará la manera de salir incluso de la crisis económica más profunda.
Y esto quedó claramente demostrado con la reactivación del sistema tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando las fuerzas productivas experimentaron un auge que superó incluso al de la Revolución Industrial.
No es este el lugar para desarrollar un argumento que ya hemos tratado exhaustivamente en otra parte. Baste decir que todo el método utilizado para «demostrar» que China no ha desarrollado las fuerzas productivas es falso de principio a fin.
Pero discutir con este tipo de personas es bastante inútil, ya que por muchos hechos que se puedan aportar para demostrar que están equivocadas, siempre afirmarán invariablemente que 2+2 = 5, y no cuatro.
Y como su dogma es correcto, si la realidad lo contradice, entonces la realidad, por definición, debe estar equivocada.
No hace falta decir que cualquier similitud entre este método y el método dialéctico del materialismo dialéctico marxista es puramente accidental.
Construir sobre arena
A quienes imaginan que pueden construir un movimiento revolucionario serio sin teoría, solo podemos responder con un resignado encogimiento de hombros. Más vale recordarles las palabras de la Biblia:
«… como un hombre tonto, que construyó su casa sobre arena: y descendió la lluvia, vinieron las inundaciones, soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y cayó, y fue grande su caída».
Los verdaderos comunistas deben construir una casa sobre cimientos sólidos:
«Y descendió la lluvia, vinieron las inundaciones, soplaron los vientos y azotaron aquella casa, pero no cayó, porque estaba cimentada sobre la roca.»
La roca de la que habla la Biblia es la roca de la fe religiosa. Naturalmente, no tenemos ninguna necesidad de eso. La roca sobre la que construimos nuestra organización es la roca de granito de la teoría marxista.
Hoy nos enorgullece decir que la Internacional Comunista Revolucionaria es la única tendencia en el mundo que ha defendido sistemáticamente la teoría marxista.
Sin teoría, no tendríamos razón para existir como tendencia política independiente. Es lo que nos distingue, por un lado, de los reformistas tanto de izquierda como de derecha y, por otro, de los sectarios confusos.
Libros como La razón en rebelión se han convertido en una piedra angular para la defensa del materialismo dialéctico, específicamente en el campo de la ciencia moderna, donde sigue de cerca los pasos de las grandes obras teóricas de Engels: Anti-Dühring y La dialéctica de la naturaleza.
Y La Historia de la Filosofía representa un avance similar en la defensa de la teoría marxista.
¿Por qué estudiar la historia de la filosofía?
Para llegar a una comprensión completa del materialismo dialéctico, será necesario un estudio cuidadoso y exhaustivo.
Pero hay una dificultad en el estudio de la filosofía en general, y de la filosofía marxista en particular, que es el tema central del libro que les presento hoy.
Cuando Marx y Engels escribieron sobre el materialismo dialéctico, podían presuponer un conocimiento básico de la historia de la filosofía por parte, al menos, del público lector culto de la época.
Hoy en día, por desgracia, es imposible hacer tal suposición. Lo siento mucho por los estudiantes de filosofía de hoy en día.
Los jóvenes estudiantes de ojos brillantes que ingresan en la facultad de filosofía con grandes esperanzas de iluminación se desilusionan rápidamente o se ven arrastrados al pozo negro venenoso del lenguaje postmoderno, del que no hay escapatoria posible. En cualquier caso, saldrán sin haber aprendido nada de valor de los grandes pensadores del pasado.
No contentos con llenar las mentes de los jóvenes con basura posmodernista, tienen la audacia de introducir la misma basura en el estudio de la historia de la filosofía.
Estos pigmeos posmodernos tienen la audacia de tratar con desprecio a los grandes pensadores del pasado porque no encajan en sus tonterías.
Esto no es casualidad.
La decadencia senil de la filosofía burguesa moderna
Evidentemente, a los sumos sacerdotes del posmodernismo no les gusta que se les recuerde que hubo un tiempo en el que los filósofos tenían algo profundo e importante que decir sobre el mundo real.
Hubo muchos ejemplos de ello. En el pasado, los filósofos eran rebeldes y héroes.
Sócrates fue obligado a beber una copa de cicuta venenosa porque desafió las ideas existentes de la sociedad.
Giordano Bruno fue condenado a morir en la hoguera por la Inquisición romana por sus ideas heréticas, de las que se negó a retractarse.
Los filósofos materialistas de la Ilustración prepararon el camino para la Revolución Francesa. Pero hoy en día la situación es muy diferente.
La actitud de la mayoría de la gente hacia la filosofía es de desprecio, o más bien de completa indiferencia. Esto es bien merecido. La filosofía burguesa moderna presenta un espectáculo verdaderamente lamentable, por citar a Shakespeare:

Giordano Bruno fue condenado a muerte por la Inquisición romana por sus ideas heréticas / Imagen: Livioandronico2013, Wikimedia Commons
«La última escena de todas,
que pone fin a esta extraña y azarosa historia,
es una segunda infancia y un mero olvido;
sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada».
Aquí tenemos un epitafio adecuado para colocar sobre la tumba de la filosofía burguesa moderna.
El significado de la historia de la filosofía
Sin embargo, es realmente lamentable que, al apartarse del desierto filosófico actual, la gente descuide a los grandes pensadores del pasado que, a diferencia de los diletantes modernos, fueron gigantes del pensamiento humano.
En la historia de la filosofía ha habido muchas escuelas de pensamiento, no pocas de ellas brillantemente originales, que sirven para iluminar tal o cual aspecto de la verdad. Pero ninguno de estos sistemas filosóficos, tomado de forma aislada, fue capaz de revelar toda la verdad.
La genialidad de Hegel consistió en concebir toda la historia de la filosofía como un único proceso de pensamiento, lo que él denomina «autoconciencia».
Hegel trató la historia de la filosofía, no como una secuencia sin sentido de ideas desconectadas de pensadores individuales, sino como un todo orgánico, en el que cada etapa niega la anterior, pero al mismo tiempo conserva todo lo necesario y válido de su contenido real, elevándolo a un nivel superior.
Esto lo lograron finalmente Marx y Engels, quienes, partiendo del análisis materialista de la dialéctica de Hegel, llevaron a cabo una gran revolución, que marcó la salida de la filosofía de la atmósfera oscura y rancia del estudio, hacia la brillante luz del sol, el aire y la luz del día.
Fue esta gran revolución filosófica la que proporcionó la base real para la futura victoria de la revolución proletaria. Y no cayó del cielo, sino que fue el producto final de muchas generaciones de los pensadores más avanzados y brillantes de la historia del mundo.
El marxismo tiene el deber de proporcionar una alternativa integral a las ideas antiguas y desacreditadas. Pero no tenemos derecho a dar la espalda a los grandes pensadores del pasado, esos héroes que allanaron el camino para todos los grandes avances de la ciencia moderna.
Tenemos el deber de rescatar todo lo que fue valioso en la historia de la filosofía, descartando todo lo que fue falso, anticuado e inútil.
Se puede aprender mucho de los griegos, de Spinoza, de los materialistas franceses de la Ilustración y, sobre todo, de Hegel.
Fueron pioneros heroicos, que prepararon el camino para los brillantes logros de la filosofía marxista y pueden considerarse, con razón, una parte importante de nuestro legado revolucionario.
El álgebra de la revolución
El revolucionario ruso Alexander Herzen describió una vez la dialéctica de Hegel como el álgebra de la revolución. Bien dicho.
Para resolver los problemas más urgentes de la sociedad, es necesario derrocar todo el edificio del capitalismo.

Tenemos el deber de estudiar la gran batalla de ideas que constituye el sentido esencial de la historia de la filosofía / Imagen: dominio público
Pero para acelerar la demolición de este sistema podrido, es necesario despejar el terreno demoliendo la ideología podrida que lo sostiene.
Esto demuestra la importancia vital de comprender las ideas que se han ido formando a lo largo de un extenso período de la historia.
Hasta el día de hoy, la filosofía sigue siendo un campo de batalla en el que las dos escuelas antagónicas e incompatibles entre sí, el materialismo y el idealismo, continúan luchando.
Así como prestamos mucha atención a las lecciones que nos brindan las grandes luchas de clases del pasado, también tenemos el deber de estudiar la gran batalla de ideas que constituye el significado esencial de la historia de la filosofía.
Así como la Revolución de Octubre, la Comuna de París y la toma de la Bastilla señalaron el camino hacia la futura revolución socialista que transformará el mundo entero, las grandes batallas filosóficas del pasado sentaron las bases del materialismo dialéctico, la filosofía del futuro.
Por esa razón escribí la presente obra. Está dedicada a la nueva generación de jóvenes revolucionarios que están ansiosos por estudiar y aprender las ideas del comunismo genuino.
Una parte importante de la educación de nuestros jóvenes cuadros es el estudio cuidadoso de la historia de la filosofía. Si mi libro puede servir para estimularlos y animarlos a hacerlo, habrá logrado su propósito.
Les deseo un viaje fructífero y agradable.
¡Buen viaje!
Londres, 15 de octubre de 2025
