Nadia García y Aura Orbe*
Este 8 de Marzo, día internacional de la mujer trabajadora, viviremos una jornada de reivindicación, en la que millones de mujeres de todo el mundo saldrán a la calle a reclamar sus derechos. Por primera vez en el Estado Español, diferentes sindicatos han convocado una jornada de huelga general, con el objetivo de combatir la desigualdad de género en el mundo laboral y el sexismo. Los sindicatos minoritarios como CGT y SAT, junto al movimiento feminista, han convocado una jornada de 24 horas de huelga general. Por otra parte, CCOO y UGT, se han sumado convocando paros parciales de dos horas por turno. También se han convocado manifestaciones y concentraciones en todas las ciudades y se espera que, como en años anteriores, sean las movilizaciones más masivas convocadas en el seno del movimiento obrero.
La mujer trabajadora, el sector más explotado de nuestra clase
Sobran los motivos para estas movilizaciones, ya que aunque en las últimas décadas se han conseguido mejoras democráticas y derechos fundamentales, las mujeres trabajadoras continuamos sufriendo una doble opresión: como mujeres y como trabajadoras. Como marxistas, estamos en contra de cualquier tipo de opresión y por tanto, nos sumamos a aquellas reivindicaciones que hagan avanzar la emancipación de la mujer.
Aún hoy las mujeres tenemos que ver cómo nuestros sueldos son más bajos que los de nuestros compañeros, llegando a cobrar de media un 23% menos. Esto se agrava si tenemos en cuenta que las mujeres tenemos jornadas inferiores de trabajo: un 24% de trabajadoras no llegan a tener una jornada completa, frente al 7,8% de los trabajadores.
Este hecho no sólo nos condena a una situación de desigualdad en el presente, también tiene consecuencias futuras, ya que al tener las mujeres jornadas laborales reducidas e ingresos más bajos, tendrán pensiones más bajas cuando lleguen a la edad de jubilación. Esto es algo que podemos constatar con datos actuales, ya que mientras la pensión media de las mujeres en España es de 718,23€, la del hombre alcanza los 1.140,4€. Si nos fijamos en el número de pensiones no contributivas, cobradas por pensionistas que no han podido cumplir con los años mínimos de cotización, el 76,55% de este tipo de pensiones son cobradas por mujeres.
Debemos tener en cuenta que las trabajadoras encontramos múltiples obstáculos para acceder a un puesto de trabajo. Si nos fijamos en las estadísticas de paro, el 58% de las personas desempleadas son mujeres, mientras que los hombres desempleados suponen el 42%.
Las mujeres nos encontramos con todos los prejuicios a la hora de ser contratadas, sobre todo si se está en edad fértil y en según qué sectores, los cuales han sido ocupados tradicionalmente por hombres. Esto se da de forma generalizada, excepto en los sectores feminizados que suelen ser los más precarios, como nos muestran las luchas de las Kellys (camareras de piso), en el telemárketing o en el servicio de enfermería.
La dificultad de las mujeres para entrar en el mercado laboral, la brecha salarial y la precariedad en el empleo, son aspectos clave que, en muchos casos, condenan a las mujeres a la dependencia económica con respecto al hombre, lo cual las coloca en una situación más desfavorable dentro de la unidad familiar.
Cuando una persona no produce en el sistema capitalista, es considerada un lastre social; esto genera una serie de tensiones y presiones, que introducen una cantidad enorme de distorsiones en las relaciones. La expresión más extrema de las tensiones generadas por el capitalismo dentro la familia, es la violencia machista.
En la última década han sido asesinadas 65 mujeres en promedio cada año y se denuncian más de 1.200 violaciones, esto supone una violación cada 8 horas. Esta violencia se sostiene en el factor cultural y moral del patriarcado que aún pervive y se ve reforzado en el sistema capitalista, ya que es aquí donde el derecho de propiedad se extiende a la vida conyugal donde la mujer pasa ser considerada como “propiedad” del hombre.
¿Una lucha sólo de mujeres?
La lucha por la igualdad no sólo es una cuestión de género, también es una cuestión de clase. Aquí, nuestro aliado natural es el hombre de clase obrera y no la mujer burguesa, ellas mismas se desligan de nuestras reivindicaciones cuando se habla de paro o huelga en los centros de trabajo, como han dejado claro para este 8 de marzo la dirigente de Ciudadanos, Inés Arrimadas, y las ministras del gobierno del PP. Son defensoras y privilegiadas del sistema y son ellas mismas quienes, en el ámbito empresarial o político, llevan a cabo acciones que nos oprimen. Ellas no dudan en usarnos a las mujeres de la clase trabajadora para conseguir más cuotas de poder en el ámbito empresarial y político, pero en el momento que vamos más allá y reivindicamos mejoras salariales en nuestros centros de trabajo o la socialización de las “tareas del hogar”, no dudan en quitarse la máscara y defender la salvaguarda del orden establecido que nos oprime a nosotras y les da privilegios a ellas.
Por ello, no compartimos la posición de la llamada Coordinadora Feminista de excluir a los trabajadores y activistas sociales masculinos, tanto de las tareas de organización como de la participación en la huelga y en las movilizaciones. Como marxistas, defendemos que la mejor manera de combatir los prejuicios que aún tienen muchos hombres de nuestra clase hacia la lucha de las mujeres por la igualdad, es incorporarlos a nuestra lucha y sensibilizarlos de nuestros problemas. Y eso sólo puede hacerse luchando codo con codo.
Luchar por nuestra emancipación como mujeres de la clase trabajadora debe ir ligada a nuestra emancipación como clase social. La mujeres no debemos luchar por tener las mismas condiciones precarias que nuestros compañeros. Mujeres y hombres debemos luchar por acabar con la precariedad de nuestras condiciones laborales y sociales para todos y todas. De igual forma que no es posible derribar al capitalismo sin incorporar a las mujeres a la lucha, no vamos a poder derribar el patriarcado dejando a nuestros compañeros atrás.
En lo concreto, vemos cómo reivindicaciones como “a igual trabajo, igual salario” también son reivindicaciones de los trabajadores. Los trabajadores y las trabajadoras contratados por subcontratas o empresas multiservicios tienen salarios más bajos que sus compañeros de la empresa matriz. También en servicios privatizados, como la educación o la sanidad, donde los profesionales tienen sueldo más bajos en lo privado que en lo público. Sólo si nos unimos trabajadores y trabajadoras, podremos hacer posible la lucha histórica por la equiparación de los salarios para el mismo trabajo.
Tampoco queremos deshacernos de la carga que supone el trabajo doméstico para cargársela a nuestros compañeros. Debemos luchar juntos por la socialización de estas tareas, de forma que se den las condiciones para que tanto mujeres como hombres de la clase trabajadora podemos conciliar nuestra vida personal y profesional.
No a una huelga simbólica
Para agrupar a la clase obrera en su conjunto necesitamos una huelga general real, en la que las organizaciones sindicales se unan y planteen una lucha común de trabajadores y trabajadoras.
La convocatoria de los sindicatos mayoritarios consiste en paros parciales de mujeres de 2 horas, mientras que el resto de organizaciones sindicales más pequeñas, llaman a la huelga de 24 horas. Ambos dejan a elección individual de los hombres su participación en la huelga de forma solidaria. Todo esto crea una serie de debilidades que dificultan el éxito de la misma.
En los comités de empresa se echa en falta información por parte de las direcciones sindicales, lo que provoca la falta de asambleas en los centros de trabajo. Esto impide que trabajadoras y trabajadores cuenten con la información y el respaldo suficiente por parte de sus organizaciones sindicales. En la práctica, esto significa dejar solos a los trabajadores a la hora de secundar la huelga.
Corremos el riesgo de que esta jornada de huelga se quede en algo simbólico, algo que ya dan por hecho estas direcciones sindicales, esencialmente las de CCOO y UGT, que parece que se han sumado a esta convocatoria arrastrados por el resto de organizaciones sindicales y sociales, algo que sin duda pesa no sólo en los preparativos de la huelga, también lo harán el mismo 8 de Marzo, ya que no parece probable contar con un despliegue de fuerzas sindicales digno de una huelga general.
Pero no es una huelga simbólica lo que necesitamos. Necesitamos una huelga real y unitaria, de 24 horas, con el mayor despliegue de fuerzas sindicales. Sólo de esta manera podremos poner en jaque al sistema y estaremos en una mejor situación para alcanzar no sólo nuestra emancipación como mujeres, también nuestra emancipación como clase.
*Nadia García es delegada sindical del SAT en Adecco-Procavi (Marchena, Sevilla), Aura Orbe es trabajadora de sanidad afiliada a CCOO-Sevilla