Este 1° de julio se cumple un año de que las masas pobres de nuestro país y un sector de la pequeña burguesía se volcaran a las urnas a votar (más de 30 millones) por Andrés Manuel López Obrador.
Desde ese día a la fecha las cosas han cambiado mucho, se puede decir que una de las características más importante del periodo es la velocidad de los acontecimientos que suceden día a día. El papel del imperialismo americano, una posible crisis económica internacional, la dependencia del país con respecto a la economía mundial, la lucha de los trabajadores, la política de reformas de AMLO, la critica desenfrenada de la derecha y la ultraizquierda, son parte de los acontecimientos que están marcando la coyuntura.
Las presiones y contradicciones
El hecho de que AMLO haya llegado al gobierno casi 20 años después de que se iniciara el proceso de gobiernos “progresistas” -reformistas por su carácter económico- en América Latina, nos da una ventaja, en el sentido de poder aprender de la experiencia latinoamericana y de nuestra propia historia.
Quien lleva al gobierno a AMLO son los pobres de este país -aunque hay quienes dicen que hubo un voto masivo de otros sectores que ayudaron al triunfo, no podemos imaginar que en el país haya 30 millones de clase media-. Todos sabemos por qué se le votó. Él prometió acabar con la corrupción, con el poder de los ricos, fijar sus políticas para atender primero a los pobres, terminar con el agandalle de los gobernantes y poderosos. Esta fue la base que motivó a la gente para que votaran por AMLO. Capitalizó un descontento acumulado entre la gente por las políticas privatizadoras, anti obreras y asesinas de los diferentes gobiernos del PRI y PAN en años pasados.
Algunos “fifís” (burgueses o millonarios) que habían sido beneficiados por los gobiernos anteriores también se pasaron del lado de AMLO. Lo mismo ocurrió con oportunistas de derecha de otros partidos nefastos que se pusieron la camisa de moda para seguir manteniendo sus privilegios. Desde nuestro punto de vista fue un craso error haber admitido esta gente dentro de Morena y dentro del gobierno de Andrés Manuel. Él lo propició y lo justificó diciendo que todos cabían en su gobierno y que eran necesarios (los Romo, los Barbosa, los Moctezuma, los Delgado, etc.) para “sacar al país adelante”. Nuestros argumentos eran claros. Una parte de la burguesía está entrando en el gobierno y Morena, porque lo que perdieron en las elecciones -sus partidos y gobiernos- van a querer recuperarlos por medio de AMLO y de Morena.
Para todos aquellos que laboramos y vendemos nuestra fuerza de trabajo a un empresario sabemos que nuestros intereses, los de los trabajadores, y los intereses de los dueños de la empresa son antagónicos, se repelen. Cuando nosotros luchamos y ganamos un aumento salarial, más aguinaldo o vacaciones, las ganancias del empresario disminuyen. Su riqueza está sustentada en nuestra pobreza. Si los pobres pusimos a AMLO en el gobierno, pero los ricos se meten al gobierno a impulsar su programa, entonces algo va a pasar, tarde o temprano, o AMLO cumple las aspiraciones de los empresarios antes mencionados o cumple nuestras expectativas.
Ya estamos viendo como chocan estas fuerzas en los primeros meses de gobierno de AMLO. Cuando se presentó el debate sobre la reforma educativa, López Obrador prometió terminar con ella, sin embargo, los Mario Delgado hicieron una propuesta muy parecida a la de Peña Nieto (Mario Delgado impulsó la reforma educativa de EPN y la llamada excelencia educativa). La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) se opuso porque en esencia era lo mismo que la reforma anterior. El gobierno de AMLO está haciendo malabares para no enemistarse con dos fuerzas antagónicas, por un lado, están los empresarios con intereses en la educación y el SNTE, y por el otro la CNTE y el magisterio disidente.
AMLO ha insistido mucho en que hay dos prioridades en su gobierno, separar el poder político del poder económico, así como fortalecer al Estado para que éste pueda jugar un papel, no solo en lo político. Para nosotros los marxistas entendemos que el Estado no puede ser neutro al conflicto de clases que se genera en la sociedad, por el contrario, es parte, es una herramienta de la burguesía para controlar la sociedad, para mantener su régimen de explotación capitalista. Este aparato de opresión de una clase sobre otra no puede ayudarnos para lograr la emancipación total de los explotados, esta conclusión la saco Marx después de la derrota de la Comuna de París, en 1871.
¿Qué hemos visto hasta ahora? AMLO se está topando con dificultades para llevar adelante sus propuestas porque hay un sinfín de trabas burocráticas, corrupción, incluso leyes e instituciones que le impiden realizar sus planes de reformas. La Suprema Corte de Justicia está en una campaña constante para boicotear las acciones del gobierno (lo vemos con respecto al aeropuerto o su plan de austeridad), los jueces amparan a narcotraficantes y dirigentes políticos de la derecha. Este actuar no es casualidad ni fruto de una persona, es el aparato del Estado que se defiende frente a políticas que no van acorde a sus intereses.
AMLO no desarrolla una política socialista y tampoco quiere terminar con el régimen de explotación capitalista (incluso durante su campaña dijo que en México no había explotación). Su programa (Plan Nacional de Desarrollo) y su actuar se mueven en la lógica de hacer pequeñas reformas: distribuir el dinero que recauda el Estado de forma más democrática por medio de becas, apoyos, incentivos, etc. Esto es una medida semi keynesiana, por medio de estos apoyos económicos el gobierno trata de mantener el nivel de consumo o dinamizar el mercado interno. Esta medida a corto plazo tiene un efecto positivo ya que aumenta el consumo de las familias, sin embargo, a mediano plazo, como no se toman medidas para producir las mercancías que se demanda, el país se vuelve más dependiente de la económica internacional y de las importaciones.
Aunque el aumento salarial que ha planteado no resuelve la pérdida del poder adquisitivo del salario, que en 30 años es de casi el 70%, es un avance lo que se ha planteado. Al mismo tiempo hemos visto como el gobierno, por medio de la Secretaría del Trabajo, sanciona a los obreros que han estallado huelgas luchando por el aumento salarial o por democracia sindical. En este campo, en el laboral, el conflicto capital-trabajo (los intereses de los empresarios y los obreros) es donde las limitantes del gobierno de AMLO se ven más claras. Aunque quiere apoyar a los trabajadores, también quiere apoyar a los empresarios, y entonces tiene que asumir una política que a alguna de las dos fuerzas tiene que someter.
A esto sumemos el aspecto internacional. En el mundo entero están sonando las alarmas sobre una posible crisis internacional en los próximos meses (10-18 meses). México no puede quedar al margen de lo que va a suceder, muy por el contrario, le va a afectar de forma severa. Se habla de que los precios del petróleo están cayendo, junto con el precio de otras materias primas. Las medidas proteccionistas que están implementando los países imperialistas para defender sus mercados de la sobreproducción de países exportadores puede llevar al país a un proceso de salida de capitales en masa. Aunque esto último es una posibilidad, es algo que no se puede descartar.
El papel del imperialismo americano
México no es un país soberano y no lo puede ser mientras se mantenga atado económica y políticamente a los designios del imperialismo internacional y particularmente al americano. Los días pasados hemos visto con claridad esta situación. EEUU amenazo con la implementación de nuevos impuestos a todas las mercancías que México exporta, comenzando con un 5% y llegar paulatinamente hasta el 25%. Las luces rojas se prendieron de forma inmediata. Algunos analistas políticos dijeron que si esto sucedía la única forma en que México podría mantener las exportaciones antes de un cierre masivo de empresas era devaluar el peso a 29 pesos por dólar. En otras palabras, echar a la espalda de los trabajadores la crisis, pues todas las mercancías que se importarían serían mucho más caras.
AMLO prefirió mover más de 26 mil miembros de la Guardia Nacional a las fronteras para “blindar a México” de migrantes. Esto, se le llame como se le llame, es un acto que demuestra la imposibilidad de tener una política independiente. Con la mano en la cintura Trump, días después, fanfarroneo diciendo que si no se cumplían sus demandas impondría el impuesto. Nuestro país nunca ha sido independiente o soberano. Primero fue la Corona española, después fue el capital inglés, francés y alemán, por último el dominio del imperialismo americano es casi total. Los grandes bancos en México son de españoles y americanos, los grandes monopolios como Black Rock (fondo de inversiones con capital internacional y nacional) controlan la producción de las grandes empresas y el petróleo mexicano, etc.
Por más duro y cruel que suene, lo que ha pasado en los días anteriores se demuestra que, aunque AMLO tiene el gobierno, quien tiene el verdadero poder es el imperialismo, sus empresas y bancos. Aquí está el otro gran candado con el que AMLO se topa, si quiere tomar una medida que a estos poderes no les guste se tendrá que enfrentar contra esos poderes, si no lo hace no podrá llevar adelante su programa, aunque éste sea reformista.
La experiencia latinoamericana y nuestra historia
Los últimos 20 años son una enorme fuente de experiencias que tenemos que aprender. Los gobiernos de izquierda progresista (reformista) que llegaron a los diferentes países como Venezuela, Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, etc. Y aunque no se les puede meter en un solo costal, pues entre ellos hay diferencias muy importantes, se puede mencionar que gobiernos como el de los Kirchner en Argentina o Lula y Dilma en Brasil, subieron al poder con el fin de rescatar al capitalismo, reforzar al Estado e incluso impulsar medidas que los gobiernos de derecha no pudieron impulsar. Por el contrario, gobiernos como el de Chávez en Venezuela llegó al poder con una franca oposición de la oligarquía venezolana, desafiando el poder de los poderosos y llevando adelante medidas audaces de apoyo a los trabajadores y más pobres del país.
Sí hay un hilo conductor es estos gobiernos (incluso el de Chávez que fue el que más lejos llevó el proceso e incluso habló de socialismo), fueron gobiernos que hicieron pequeñas reformas para mejorar los niveles de vida de la gente. Esto fue lo que marcó su trágico destino. En todos los casos fueron atacados por la burguesía de sus países con campañas de desprestigio en los medios de comunicación y redes sociales. También sufrieron una intervención y acoso constante por parte del imperialismo americano. Al final se dieron golpes de estado técnicos (utilizando las mismas leyes e instituciones del Estado con que gobernaban), fueron acusados de corrupción, marginados y en algunos casos procesados. En todos estos países (excepto Venezuela que está siendo ahorcada económicamente), Bolivia donde se han nacionalizado un sinfín de empresas para reforzar la intervención del Estado en la economía y Nicaragua (donde el gobierno sandinista ha dado un giro enorme a la derecha), han llegado gobiernos de la derecha radical.
La conclusión es clara. No se puede hacer revoluciones a medias, o se rompe con el capitalismo y se posiciona de lado de los trabajadores y se va al socialismo o, en los límites del capitalismo se intentan pequeñas reformas que levantarán la oposición de la burguesía nacional y del imperialismo, y el gobierno terminará arrodillándose y ser desechado por estas fuerzas, preparando el camino para que regrese la derecha.
La gran burguesía mexicana, los grupos y partidos de derecha están atacando en todo momento a AMLO, están esperando que todo salga mal para demostrar que el gobierno de Andrés Manuel no sirve (es extraño pero la llamada ultraizquierda también está esperando eso, al final terminan sosteniendo la misma política que la derecha). Hay un conflicto serio entre el gobierno de AMLO y poderes fácticos del Estado, los empresarios y partidos de derecha. Este conflicto puede terminar en un movimiento de masas que pueda radicalizar todo el ambiente político. AMLO debería de llamar a las calles a las masas para luchar contra la corrupción y la derecha, para hacer frente a la política arrogante del imperialismo americano. Esa es la única forma en que se puede avanzar. Si no lo hace este gobierno, tarde o temprano terminará siendo presa de sus mismas políticas.
Nosotros los socialistas, los marxistas estamos a favor de algunas políticas que AMLO está implementando (creación de escuelas, la lucha contra la corrupción, adelgazamiento del costo del estado, etc.) Con otras no estamos de acuerdo (Guardia Nacional, proyectos que destruyen los territorios de los pueblos indígenas o que ofrecen a empresas privadas la mano de obra y los recursos naturales para explotar, los ataques laborales bajo el argumento de la austeridad, etc). Estamos del lado de la juventud, los trabajadores, las mujeres en sus luchas y aportando nuestro punto de vista para sacar las mejores conclusiones revolucionarias en este periodo turbio y de cambios bruscos y repentinos. Intégrate a nosotros y luchemos juntos por una sociedad mejor, una sociedad socialista.