La mayoría de los estudiantes venimos de familias proletarias, algunos incluso nos vemos obligados a trabajar para sostener nuestros estudios. Día con día en el camino a la escuela nos enfrentamos a la inseguridad de las calles y a la precariedad del transporte público, a la vez que en nuestros centros de estudio carecemos de instalaciones dignas y de una alimentación sana y accesible. Estudiamos bajo un sistema educativo cada vez más privatizado y en decadencia, cuyo interés no es desarrollar nuestro potencial para aportar a la sociedad, sino convertirnos en el material perfecto para ser explotado. Para nosotros, más que nadie, se vuelve claro que no hay futuro dentro de este sistema.
Por ello, no es casualidad que, a lo largo de la historia, el movimiento estudiantil haya desempeñado un papel clave en la lucha por la transformación social. En México, el estudiantado ha protagonizado numerosas movilizaciones en defensa de la educación pública, los derechos democráticos y la justicia social. Su lucha ha estado estrechamente vinculada a la del proletariado y, en algunos casos, ha sido el catalizador de movimientos obreros en el país.
Uno de los episodios más emblemáticos fue el movimiento de 1968, cuando miles de estudiantes se movilizaron contra la represión estatal y en demanda de libertades democráticas, a las que el Estado mexicano respondió con fuego y sangre. A pesar de la represión, este movimiento marcó un parteaguas en la lucha estudiantil y dejó una huella imborrable en la conciencia de las generaciones posteriores. Tres décadas después, en 1999, los estudiantes de la UNAM libraron una de las huelgas más largas de la historia universitaria, resistiendo la imposición de cuotas que buscaban avanzar en la privatización de la educación superior.
La pandemia fue un duro golpe para la lucha que se gestaba en las calles de este y muchos otros países. El gobierno reformista de la 4T, bajo un discurso de izquierdas, ha integrado, o mejor dicho, institucionalizado a sectores del movimiento social bajo el ala del Estado burgués. Aunque temporalmente se puedan dar apoyos económicos o modificar las leyes para que sean más equitativas, ha sido incapaz de atender los problemas de raíz. Frente a esto, una capa de jóvenes comienza a sacar conclusiones correctas. La realidad nos demuestra que los problemas que aquejan a estudiantes y trabajadores no pueden resolverse dentro de un sistema que prioriza la ganancia sobre el bienestar y la vida humana.
Lucha por comedores subsidiados en la UNAM
Recientemente en las preparatorias de la UNAM se ha gestado una lucha por una alimentación digna, bajo la demanda de comedores subsidiados dentro de los planteles. Reivindicación que ha estado presente en la lucha estudiantil desde el mismo movimiento del 68. Estudiantes organizados de la Preparatoria Nº2 “Erasmo Castellanos” tomaron importantes avenidas aledañas a la escuela, con lo cual obtuvieron respuesta del Gobierno de la Ciudad de México, ofreciendo apoyo con el programa de Comedores para el Bienestar. Por otro lado, en la Preparatoria Nº6 “Antonio Caso” también se dio una importante lucha al respecto, en la que se logró que las autoridades firmaran un pliego petitorio donde se incluían esta y otras demandas.
Sin embargo, la burocracia ultracorrupta de la “máxima casa de estudios” no tiene ningún interés en otorgar este tipo de concesiones al estudiantado, y han utilizado diversos métodos para evitarlo. Escudándose en la autonomía universitaria, argumentan que el Gobierno de la Ciudad no puede intervenir dentro de las instalaciones de la UNAM. La respuesta es sencilla, si nuestros queridos administrativos cedieran una parte de sus salarios estratosféricos, o dejaran de disfrazar el desvío de presupuesto reportando compras de papel de baño por varios millones de pesos, la Universidad fácilmente podría financiar los comedores por su cuenta.
Tampoco han dudado en utilizar sus métodos tradicionales de desmovilización, apoyándose de grupos de choque y estudiantes infiltrados en el movimiento para intentar desestabilizarlo desde dentro, sobre todo buscando desvincularlo del grueso de la comunidad estudiantil. Por último, y tal vez el más efectivo, ha sido el método del desgaste. Donde bajo la premisa de haber aceptado la petición, las autoridades convocan a interminables mesas de diálogo, dando largas a la resolución de las demandas y generando apatía y cansancio en los elementos más combativos.
Nuevos despertares
A finales de febrero, la Facultad de Medicina de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla entró en paro a raíz de una propuesta de modificar el plan de estudios, reduciendo la calidad de la formación para aumentar el número de egresados por periodo y por un mal manejo burocrático que llevó a que no todos los estudiantes tuvieran una plaza en el servicio social, internado y prácticas. Esto ha agitado las aguas en otras facultades donde se han desatado luchas y paros, y ha traído a flote algunas otras consignas en contra de la corrupción y en pos de mejorar la calidad de la educación en toda la Universidad.
Del otro lado de la república, en Mérida, la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) de la UNAM ha entrado desde hace un mes en paro indefinido por los estudiantes organizados exigiendo mejoras en la infraestructura de la escuela, transparencia en el presupuesto, la expulsión de agresores, entre otras justas demandas. En el campus de Ciencias Biológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán, un grupo de estudiantes se ha empezado a organizar en contra de los amplios recortes de presupuesto que ha sufrido la institución, y el consecuente incremento en las cuotas de inscripción.
Hacía tiempo que la comunidad estudiantil no se movilizaba en estos planteles, y estamos presenciando el involucramiento de una nueva generación de estudiantes combativos. Un común denominador para estos dos casos ha sido el argumento de que la lucha estudiantil no es política, y que las organizaciones de izquierda no tenemos lugar dentro del movimiento. Para responder esto hay que ver debajo de la superficie. ¿Cuáles son las causas del recorte al sector educativo a nivel nacional? ¿A qué intereses responde el encumbramiento de castas burocráticas corruptas en las universidades? Estas cuestiones tienen su origen en la defensa de los intereses del capital. Es claro que las organizaciones que se aprovechan de la agitación y buscan desviar el movimiento bajo sus propios intereses no tienen lugar dentro de él. Sin embargo, los comunistas revolucionarios no somos más que un sector de los estudiantes y trabajadores que luchamos organizados por los intereses de nuestra clase, recuperando las experiencias históricas del movimiento obrero y estudiantil.
¿Qué podemos aprender?
Podemos sacar conclusiones muy valiosas del desarrollo de todos estos acontecimientos.
Un movimiento no puede ser llevado por unos cuantos activistas bienintencionados. Las acciones que se emprenden en la lucha por alguna reivindicación, como la toma de un plantel educativo, deben sostenerse en un apoyo de masas. Los paros son un arma de doble filo, pueden liberar temporalmente a los estudiantes de sus responsabilidades académicas con el fin de organizarse y participar en la lucha. Pero si no involucran al grueso de la comunidad, se convierten en la manera más efectiva de aislar al movimiento y desgastar a quienes lo defienden.
La lucha estudiantil es una lucha política, una lucha contra el capitalismo. La falta de alimentación digna y a precios accesibles para un hijo de trabajador, el deterioro de los planes de estudio, la corrupción e impunidad de la burocracia, el aumento de cuotas y los recortes al presupuesto son algunos ejemplos de la decadencia del sistema. El capitalismo es incapaz de proveer una educación digna y de calidad a los hijos de familias trabajadoras, es fundamental no perder de vista al verdadero enemigo. Los estudiantes y trabajadores tenemos la capacidad de cambiar el mundo; la política es mucho más que unos cuantos partidos rancios compitiendo cada seis años por la mejor rebanada del pastel.
Los comunistas debemos estar presentes en las batallas que están por librarse. No buscamos imponer nuestras ideas al movimiento, pero siempre defenderemos el uso de mecanismos democráticos como las asambleas, y nuestro derecho a proponer nuestros puntos de vista para tratar de convencer de su viabilidad. Nuestra tarea es forjarnos como una generación de jóvenes estudiantes y trabajadores combativos, experimentados en la lucha y con ideas claras que nos permitan llevar nuestras demandas hasta las últimas consecuencias. ¡Estudiantes y trabajadores del mundo unidos! ¡Por una educación pública, gratuita, científica y democrática!