No lamento tener decirles que su recién descubierta ciencia se encuentra en un nivel por demás empírico cuando diagnostican que la mediocridad personal y el anhelo de «tenerlo todo regalado» son las causas de la adherencia popular al gobierno de AMLO. Apenas es necesario mencionar que la mediocridad no es el sello de la clase trabajadora mexicana, sino el de nuestra burguesía nacional, conforme siempre con mantenerse a la zaga de la burguesía internacional, preservando así en su carácter colonial, orgánicamente incapaz, como es, de abandonar su papel como proveedora de materias primas para el mundo industrializado, o que la misma es la única que no se ha cansado de tenerlo todo regalado (incluida nuestra devaluada mano de obra) de mano de los gobiernos serviles anteriores al 2018.
En cuanto a proyecciones psíquicas se refiere, es bien sintomático que ustedes proyecten en AMLO –no un revolucionario sino un reformista– su propio temor a admitirse miembros de la clase trabajadora y que reafirmen así su dependencia ideológica respecto de la clase que los explota. En el mejor de los casos, suponiendo que dispongan de una modesta fuente de renta, ustedes pertenecen a la «clase de pequeños burgueses que oscila entre el proletariado y la burguesía» (Marx y Engels dixit) y su desprecio por la clase trabajadora es fruto del pensamiento fantasioso de que sus intereses se identifican con los de la clase dominante, misma que los tiene por insignificantes y que apenas distingue entre ustedes y el más menesteroso de los mexicanos, y que no dudará en sacrificar su porvenir apenas la defensa de sus márgenes de ganancia así se lo exija.
No les deseo el mal individualmente y ojalá que puedan sortear lo mejor posible los vendavales que la anarquía de la producción capitalista nos tiene reservados para el futuro próximo, pero es menester que reconozcan que si aventajan a otros en la cuantía de sus bienes materiales y culturales, es –en una gran medida– merced de su buena fortuna y que incluso todo su valioso mérito personal los tiene desnudos de cara a las fuerzas impersonales del mercado; que la ideología burguesa sólo les ofrece como parapeto la vana ficción de su superioridad intelectual y moral, a la cual se aferran para sentirse a salvo y no tener que reconocerse tan vulnerables como cualquier otro asalariado. Si su tozudez alcanza a ocultarles esta realidad, mucho me temo el verlos convertidos en la peor calaña conocida por el proletariado: el trabajador resentido con su propia clase y el pequeño burgués amante del yugo que lo oprime, carne de cañón del fascismo y peso muerto de la historia.
En lo referente al actual gobierno, son, sin duda, muchos sus defectos, entre ellos el de no apoyarse decididamente en los trabajadores para acabar con el privilegio de los explotadores y el de apelar a la buena conciencia de estos últimos –quimérica, por lo demás– para dejarlo emprender su política social, tan restringida, pero tiene el singular mérito de haber alcanzado su triunfo electoral sobre una amplísima base de masas, y es justamente el haberle dado a la clase trabajadora la ocasión de medir su propia fuerza (apenas un resuello, comparado con todo de lo que es capaz) lo que no puede perdonarle la clase dominante, de la que ustedes apenas son corifeos carentes y narcisistas.
Sobre los éxitos y fracasos de AMLO, estos sólo se pueden medir con la vara del interés de la clase trabajadora, no con la conciencia engañosa y mezquina de los explotadores, cuyos valores no representan hoy más que la ruindad y la barbarie que sólo merecen ser condenados a la mazmorra más inmisericorde del pasado.