Con 660.000 casos confirmados y más de 30.000 muertes (datos al 17 de abril de 2020) por Covid-19, los Estados Unidos se convirtieron rápidamente en el país más afectado por la pandemia. Las grandes ciudades como Nueva York están entre las más afectadas, pero ya hay casos en todos los estados e incluso en los territorios marítimos.
La crisis sanitaria en los Estados Unidos se ve reforzada por la ausencia de un sistema de salud universal y gratuito para los trabajadores estadounidenses. Los costos de la atención médica básica alcanzan los miles de dólares e incluso antes de la pandemia era común que la gente se negara a llamar a una ambulancia porque no podía pagarla.
Los planes de salud y los hospitales privados ganan millones de dólares cada año y ejercen una enorme presión para que cualquier medida que conduzca a la universalización del sistema de salud sea rechazada en el Congreso, e incluso los candidatos que defienden este derecho, como Bernie Sanders, ya son saboteados en los debates previos dentro de sus propios partidos.
En todos los países la pandemia pone en claro las contradicciones del capitalismo y en el corazón del sistema no podría ser diferente. Pero la situación es aún más dramática para los más explotados de los trabajadores americanos: negros y latinos.
Según un estudio del Instituto de Política Económica (EPI), menos de una quinta parte de los trabajadores negros y menos de una sexta parte de los latinos pueden trabajar desde su casa durante el aislamiento. La mayoría de los trabajadores de los servicios esenciales, como los supermercados y las farmacias, siguen obligados a trabajar incluso en condiciones inseguras y con salarios que no cubren las necesidades básicas. Otra encuesta, publicada por el Centro de Investigación Pew a principios de abril, mostró que el 40% de los latinos entrevistados, sus salarios como los de sus familiares se redujeron y el 29% perdieron sus trabajos.
Además de los efectos económicos, los negros y los latinos están entre los que más mueren por la enfermedad del coronavirus. La semana pasada, los datos publicados por el Ayuntamiento de Nueva York muestran una tasa de mortalidad por cada 100.000 personas de 22,8 entre los hispanos y 19,8 entre los negros. La misma tasa para la población blanca es de 10,2. En el Bronx, el distrito más pobre y más latino del país, han muerto más personas que en todo el estado de Connecticut, y la situación es igual de mala en los barrios de mayoria negra como Queens y Brooklyn.
Las principales causas de esta mortalidad son la imposibilidad de trabajar en casa y el agravamiento de enfermedades como la hipertensión, el asma y la diabetes. Ambos son el resultado de las terribles condiciones de pobreza y explotación en las que viven estos trabajadores en el país más rico del mundo. En Estados Unidos, el salario mínimo federal, que se paga a la mayoría de los negros y latinos, es de sólo 7,25 dólares por hora. Un trabajador que gana esta cantidad necesita trabajar un promedio de 100 horas a la semana sólo para pagar el alquiler.
A falta de un sistema de salud universal y gratuito, estos trabajadores tienen que pagar los planes de salud y la atención médica privada y son los menos cubiertos por el seguro médico. Además, incluso los que pueden ir a un hospital se ven obligados a enfrentarse a un racismo fuertemente arraigado en la sociedad estadounidense y reciben una atención inferior por parte de los médicos y las enfermeras.
Los negros americanos también son más propensos a la obesidad, la diabetes y la hipertensión, enfermedades fuertemente relacionadas con la dificultad de acceso a alimentos saludables de alto valor nutritivo. Los llamados «desiertos alimentarios» del país son barrios o regiones enteras donde no hay supermercado ni mercado, lo que obliga a los residentes a alimentarse con productos industrializados que se venden en tiendas de multiservicio.
La división de los trabajadores en líneas raciales es un instrumento histórico de la burguesía para reducir los salarios, bajar la conciencia de clase y justificar todo tipo de violencia y atrocidades contra la parte más pobre de la población. La lucha de clases en los Estados Unidos tiene ejemplos muy ricos de lucha antirracista, como el movimiento de derechos civiles en los años 60, el Partido de las Panteras Negras en los años 70, y movimientos recientes como Black Lives Matter muestran que la revuelta y el impulso de la lucha siguen presentes.
Un partido de trabajadores capaz de romper las ilusiones del bipartidismo burgués y de elevar la conciencia de clase es más necesario que nunca.
Sólo la organización de la clase obrera puede garantizar las condiciones mínimas de salud y supervivencia frente a la pandemia, y sólo la superación del capitalismo permitirá el fin de la opresión contra los trabajadores, especialmente los negros y los latinos.
El autor es militante de la Esquerda Marxista, sección brasileña de la Corriente Marxista Internacional